TEÓCRITO

Nació (cf. el 73 de Nóside) en Siracusa, a la que dedica inolvidable recuerdo en su idilio XV; hijo de Praxágoras y Filina; en el epigrama tardío IX 434 se le designa como de origen modesto. Buscó allí la protección del tirano Hierón con un encomio, el XVI, compuesto hacia el 275 o 274; luego marchó a Alejandría, donde procuró y obtuvo la de Ptolemeo Filadelfo, a quien dedica otro, el XVII, que sin duda se escribió con motivo de la gran fiesta del 270. Allí conocería a Calimaco, cuyas ideas literarias en relación con la preferencia hacia los pequeños poemas frente a los grandes (cf. 276) compartía, como se ve en Id. VII 45-48. También se dice que fue discípulo de Filitas y Asclepía-des (cf. sus intr.). Otra etapa de su vida debió de desarrollarse en la isla de Cos, país natal de Filadelfo (cf. Id. XVII 56), a la que rinde homenaje en su hermoso idilio VII, titulado Las Talisias y en que es descrita una fiesta campestre. En Cos se hizo amigo de Nicias (cf. su intr. y 365). En cuanto a fechas, un escolio sitúa su madurez hacia el 284-280, pero es patente que se ha querido relacionar la actividad de Teócrito con la subida al trono en 283 de Ptolemeo Filadelfo. Debió de nacer hacia el 300 y de morir relativamente joven, hacia el 260, o al menos no produjo ya nada desde entonces.

Se conservan de él treinta idilios, no todos auténticos ni todos pastoriles (cf. supra), y restos de otro en un papiro, además de un elogio fragmentario de Berenice, la madre de su real amigo (cf. el 231 de Asclepíades, 254 de Posidipo y 289 de Calimaco), y La siringa, un tecnopegnio del tipo de los de Simias (cf. intr. a éste).

En cuanto a los epigramas, ofrecen multitud de problemas textuales en que aquí no podemos entrar: no aparecen en ningún papiro, el Suda habla sólo de que se le atribuyen obras de esta clase, Meleagro no le menciona en 776, hay falsas atribuciones a Leónidas en 371-376, etc. No es seguro que deba considerarse como teocriteo el 387, ni tampoco 369-370 y 383-386, que, por otra parte, son extremadamente hermosos.

365 (VI 337)

Sobre Nicias, cf. su intr. Encargó la imagen de Asclepio, hijo de Apolo Peán o Sanador (cf. el 298 de Calimaco), al escultor Eetión, que no tiene por qué ser el citado en el 334 de Calimaco ni el también pintor a quien se debe el cuadro de las bodas de Alejandro Magno y Roxana (Luc. Herod. 4, Plin. N. H. XXXIV 50); la puso en su capilla privada y todas las mañanas la inciensa.

Vino el hijo de Peán a Mileto a asociarse con Nicias,

el varón sanador de males, que a él suele

acudir con diarios sahumerios y había ordenado

que esta imagen en cedro perfumado se hiciera

y a Eetión prometido un buen pago de su obra exquisita;

y así toda su arte puso en el empeño.

366 (VI 340)

La imagen consagrada por Crisógona en su casa no es de la Afrodita Pandemo (cf. el 67 de Nóside y 212 de Asclepíades), sino de la Urania, patrona de los amores puros. Quizás haya muerto ya la oferente, o los dos esposos. El verso 5 alude a las primeras oraciones del día.

No es popular esta Cipris; Urania la debes

llamar; es una ofrenda que consagró la casta

Crisógona en casa de Anfíeles, aquel con quien prole

común tuvo y vida cada vez más dichosa

porque a ti en sus primeras plegarias, señora, acudían.

El honrar a los dioses al hombre aprovecha.

367 (VI 338)

Ofrenda, más bien que de una estatua, de un grupo o relieve por parte de alguien que nada tiene que ver con su homónimo citado en el 53 de Antágoras.

Ved la estatua de mármol que ofrece Jenocles

en acción de gracias a las nueve Musas

como músico que es sin disputa; y, pues tiene tal fama

merced a vosotras, no podía olvidaros.

368 (VI 339)

En el lema y tradición filológica hay toda clase de variantes del nombre del oferente, entre ellas Demómeles, onomástico de un primo del orador Demóstenes (cf. su intr.): si se tratara de él, el epigrama estaría en los umbrales de lo helenístico. La imagen y trípode (cf. el 6 de Faleco y 268 de Posidipo) son dedicadas por un corego o financiador de un coro que resultó victorioso en certamen teatral, de donde la cita de Dioniso: el final parece indicar que el monumento no era gran cosa o que no se había llegado a terminar.

Quien tu efigie, Dioniso, dulcísimo dios, erigiera

y el trípode, Damómenes el corego, fue siempre

moderado y, después de obtener la victoria su coro

de varones, unió lo hermoso y lo adecuado.

369 (VI 336)

Descripción al parecer de un cuadro ofrecido (cf. el 298 de Calimaco) como exvoto: sobre el Helicón y el laurel honorífico, cf. el 237 de Asclepíades; sobre las rosas ofrendadas a las Musas, el 181 de Leónidas; sobre Pito, el 272 de Posidipo; sobre el sacrificio, el 41 de Ánite; sobre Apolo Peán, 365; sobre la autenticidad, 383.

Esta mata de espeso serpol y estas húmedas rosas

a las Heliconíades Musas aquí se ofrecen;

el oscuro laurel, para el Pitio Peán, cuya peña

délfide se cubre de hojas en honor suyo;

tiña en sangre tu altar un cornudo cabrón, ese blanco

que ramonea su último brote de terebinto.

370 (VI 177)

El lema no dice que sea de Teócrito y el estilo no parece suyo: puede ser que en esta posible descripción de un cuadro haya un eco del idilio I 128, en que Dafnis, al morir (cf. el 310 de Calimaco), consagra su siringa a Pan. Sobre la vara para cazar liebres, cf. el 134 de Leónidas; las cañas pueden ser una doble flauta (sobre la música pastoril, cf. el 103 del mismo) o los instrumentos venatorios de que se habla en el propio 134 (pero nótese que en el 46 de Ánite, relacionado con Pan, parece que la palabra se emplea para una siringa y cf. también el 127 de Leónidas); el pellejo sería una vestimenta (cf. el 259 de Posidipo) o una ofrenda de caza (cf. el 180 de Leónidas); sobre la alforja, cf. el 143 del mismo.

He aquí lo que Dafnis el blanco, el que entona en su hermosa

siringa bucólicos cantos, a Pan ofrenda:

la vara, el pellejo de ciervo, el agudo venablo,

las cañas horadadas y la alforja con frutas.

371 (VII 658)

Los versos 1-2 están en los manuscritos unidos a VII 657, que es el 103 de Leónidas, lo cual es causa de que se dude en el lema entre él y Teócrito, y no está claro que sea del uno ni del otro. Los 3-4 van también en los códices juntos con VII 659 (372), con un lema anterior cuyo autor no entendía bien ni este epigrama ni el que le sigue. Por otra parte, el poema es raro; al parecer el epigramatista prueba al viajero para ver si es capaz de distinguir a los difuntos ilustres, pero luego el elogio no se dirige al muerto, sino a la tumba, que, siendo de ligera construcción, cumple lo que se pide a los sepulcros, que no pesen sobre el enterrado.

Voy a ver si a los buenos distingues o el vil por tu parte

el mismo tratamiento, caminante, recibe.

«¡Salve, oh, tumba» dirás «que ligera te yergues encima

de la sacra cabeza del muerto Eurimedonte!»

372 (VII 659)

Probablemente sea la misma persona del 371 y cf. lo allí dicho sobre el lema.

Un hijo pequeño dejando, en la flor de la vida

moriste, Eurimedonte, y aquí te sepultaron.

Tú ahora estás con los hombres divinos y a aquél, en recuerdo

del buen padre, honrarán los ciudadanos todos.

373 (VII 662)

Como consecuencia del error citado acerca de 371, falsa atribución en el lema a Leónidas. Perístera puede ser la niña, muerta a los seis años, pero también la madre de los dos muertos aquí enterrados, a quien se compadece y cuyo retrato estaría en el relieve quizá con el de su hijo y desde luego con el de la pequeña, que, por cierto, es extraño que haya muerto, a su edad, de pena por la desgracia anterior.

Esta niña al llegar su año séptimo al Hades marchóse,

antes de llegar a la flor de su vida,

echando de menos la pobre a su hermano pequeño,

que a los veinte meses probó la muerte amarga.

¡Ay, desdichada Perístera, que cerca puso

de los hombres los males más tristes el destino!

374 (VII 661)

Sigue en el lema arrastrado el error con otra errónea atribución a Leónidas. Éustenes sería especialista en la ciencia fisiognómica, muy cultivada por la escuela de Aristóteles (cf. su intr.), gracias a lo cual podría enseñar estas materias ganándose así la vida en el extranjero; y merced a ello también aprendió a conocer a las gentes, lo que hizo que no quedara desasistido en su difícil situación. El autor del epigrama también le acompañó hasta el fin.

De Éustenes es esta tumba, fisónomo experto,

hábil en conocer por los ojos el alma.

Sepultura adecuada le dieron en tierra extranjera

los amigos y el propio poeta, que lo era mucho.

Tuvo, pues, el difunto maestro, aun sin fuerzas, a aquellos

que pudieran rendirle los debidos honores.

375 (VII 663)

Agradecido epitafio para una antigua nodriza (cf. el 323 de Calimaco).

Su niño a la Traísa el monumento

a la vera erigió del camino y Medeo inscribió el nombre de Clita.

Con ello a la mujer se le agradece

el modo en que al mozo crió; se sabrá para siempre que era buena.

376 (VII 660)

Un paisano de Teócrito, llamado Ortón, se embriagó durante una tormenta y cometió alguna imprudencia que ocasionó su muerte (cf. el 336 de Calimaco). El lema ofrece por última vez el error.

Escuchad un consejo de Ortón, siracosio, al viajero:

si estás beodo, no salgas en noche tempestuosa.

Tal fue mi destino y ahora, en lugar de mi patria

anchurosa, me cubre la tierra extranjera.

377 (XIII 3)

Epitafio de Hiponacte (cf. el 142 de Leónidas): las personas de bien no deben temer sus sarcasmos.

Aquí yace el lírico Hiponacte. Si fueres

malvado, a la tumba no te arrimes, pero,

si bueno naciste y de padres honrados,

siéntate tranquilo y aun échate un sueño.

378 (VII 664)

Inscripción para una estatua de Arquíloco, famoso poeta del siglo vil, erigida quizás en su patria Paros (cf. el 273 de Posidipo); sobre Apolo delio, cf. el 335 de Calimaco; nótese la barroca expresión para hablar de una fama universal.

Párate y mira al poeta que antaño escribiera aquellos yambos,

Arquíloco, cuyo renombre infinito

al confín nocturno y al alba llegó.

Ciertamente le amaron las Musas, le amó Apolo el delio, pues experto

en música fue y en componer versos

diestro y en cantarlos de la lira al son.

379 (IX 599)

Inscripción para la estatua de Anacreonte (cf. el 174 de Leónidas) sita en su ciudad natal.

Extranjero, mira despacio esta estatua

y di, una vez llegado a tu morada:

«Vi en Teos la efigie de Anacreonte, el más

extraordinario de los viejos vates».

Y, si añades que gustaba a los mozos,

habrás descrito exactamente al hombre.

380 (IX 598)

Para una estatua de bronce erigida en honor de Pisandro, cuya fecha es incierta, autor de un poema épico en dos libros sobre Heracles, llamado aquí hijo de Zeus (cf. el 353 de Diotimo), por el pueblo de su ciudad natal, Camiro, una de las tres principales de la isla de Rodas. Se cita concretamente el episodio (cf. el 296 de Calimaco) del león de Némea.

Al retoño de Zeus, al que luchara

contra el león, al de las manos ágiles,

primero entre los poetas de otros tiempos

Pisandro el de Camiro celebró

cantando sus hazañas y trabajos.

Y, por que le conozcas, ahora el pueblo

en bronce aquí le erige, monumento

que muchos meses y años permanezca.

381 (IX 600)

Para una estatua del gran comediógrafo Epicarmo, de los siglos VI-V, que escribió en dialecto dórico, erigida en su patria (cf. 376), aunque otra versión le suponía nacido en Cos. Aquí al final se alude, más que a sus comedias, a las colecciones de máximas que bajo su nombre circulaban. La mención de Baco, cuya imagen es posible que se hallara en el famoso teatro de Siracusa, es normal tratándose de estos temas.

Dórico era su dialecto y quien la comedia inventó

se llamó Epicarmo.

Junto a ti y en bronce, no de carne y hueso,

Baco, le erigieron

los hombres de Siracusa, la gigantesca ciudad,

al conciudadano.

Con ello premiaban su labor pensando

en sus sabias máximas.

Supo muchas cosas útiles para los niños decir:

mil gracias reciba.

382 (IX 435)

Emblema situado a la puerta de un establecimiento bancario. Caico, cuyo nombre se encuentra como onomástico en Mitilene y designa a un río de la Misia minorasiática, es honesto incluso respecto a los extranjeros y, una vez manejado el ábaco (cf. el 217 de Asclepíades) y conocido el saldo, jamás se niega a liquidarlo.

A extranjero y paisano igual trata este banco; retira

el saldo a tu favor como la cuenta indique.

Otros aleguen pretextos, que Caico el dinero

ajeno sin demora liquida a quien lo quiera.

383 (IX 338)

Los epigramas 383-386, y hasta cierto punto también el 369, son objeto de sospechas, pues resultaría natural que, aun no siendo de Teócrito, se le hayan atribuido estos cantos de tipo bucólico. Aquí está probablemente la descripción de una pintura o relieve. Nótese la alusión a las estacas venatorias (cf. el 134 de Leónidas) y obsérvense las aviesas intenciones con que Pan y Priapo (cf. el 169 del mismo), éste ya con la cabeza ceñida por guirnalda propia de un cortejo amoroso (cf. el 287 de Calimaco), se acercan a Dafnis (cf. 370).

En el suelo, que cubre el follaje, tu cuerpo cansado

durmiendo reposas, Dafnis, recién clavadas

las estacas; mas Pan te persigue y Priapo se ciñe

la cabeza amorosa de yedra amarillenta

y en la gruta uno y otro penetran, ¡Escápate, escapa

despertando de ese sopor que te domina!

384 (IX 437)

El poema, sin duda por ser tan largo, aparece en los manuscritos dividido en tres partes (1-6, 7-12 y 13-18) y con varios lemas. Un pastor manda a un cabrero que pida a Priapo que le libre del amor que siente hacia Dafnis (cf. 383); pero al final viene la sorpresa, pues el amante cambia de idea y quiere asegurarse el objeto de su pasión. Sobre las ofrendas últimas, cf. el 120 de Leónidas y 369.

Si sigues, cabrero, la senda en que están las encinas,

hallarás una imagen de higuera pelada

sin piernas ni orejas, mas, gracias a un falo fecundo,

capaz de realizar las labores de Cipris.

La circunda un recinto sagrado; florece en su torno

un arroyo perenne que baja de las rocas

entre mirtos, laureles, fragantes cipreses y vides

productoras de uvas que los pámpanos vierten

por doquier; lanza el mirlo con voz penetrante y variada

sus melódicos trinos en primavera y se oyen

enfrente los dulces quejidos y canto armonioso

con que el pico del pardo ruiseñor le contesta.

Siéntate, pues, allí y al amable Priapo que aplaque

mi pasión por Dafnis implórale y promete

que una bella cabrita en seguida he de darle; y si, en cambio,

sus favores me otorga, triplicaré mi ofrenda;

le traeré una ternera, un velludo cabrón y el cordero

que tengo en el aprisco; y ojalá que así ocurra.

385 (IX 433)

Concierto rústico de doble flauta, siringa, tocada por Dafnis (cf. 384 y, en 370, la relación con Pan, sobre cuya bestialidad cf. el 131 de Leónidas), y péctide, instrumento lidio parecido a la lira.

¿Querrían tus flautas gemelas tal vez, por las ninfas

algo dulce tocarme? Yo empezaré las cuerdas

a tañer de mi péctide y gozo han de darnos los sones

de Dafnis con sus cañas que la cera recubre.

Pongámonos cerca, detrás de la cueva frondosa,

y a Pan, que de las cabras gusta, el sueño quitemos.

386 (IX 432)

Probable descripción de un cuadro (cf. 369); los ladridos de los perros y la mención del lobo recuerdan al 132 y 165 de Leónidas; sobre el pastoreo de cabras, cf. el 130 de Calimaco.

¡Pobre Tirsis! ¿De qué ha de servirte irritarte los ojos

llenándolos de lágrimas? Se te fue la cabrita,

la niña bonita ya al Hades marchó; devoróla

entre sus quijadas el terrible lobo

y ahora ladran los perros. ¿De qué ha de servirte, si nada

va a quedar de sus restos, ni huesos ni cenizas?

387 (VII 262)

Probablemente no es de Teócrito y está aquí porque él habla (Id. IV 31) de alguien que sabe tocar lo de Glauce, sobre lo que dice un escolio que ésta era una citaroda natural de Quíos a la cual también menciona Plutarco (Mor. 397 a).

Dirá el epitafio qué es este sepulcro y quién yace

bajo él: «Soy la tumba de Glauce la famosa».