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Más tarde, después de que Marco hubiera dejado de intentar salvar a Williams y de que algunos de los actores y actrices hubieran dejado el aula para aliviar sus náuseas en los lavabos que había en el pasillo, Mary miró a Dennis. No hizo falta que ella le dijera nada, Dennis sabía muy bien lo que ella necesitaba que le dijera.

Tomó, pues, una profunda bocanada de aire y empezó:

—Me sentí intrigado. Cuando lo descubrí, ¡me pareció una idea tan brillante...! ¡Un experimento sobre el comportamiento humano basado en la vida real, imagina...! Así que decidí unirme a ellos. Me enviaron a Cale y a Bell City con vosotros como emisario suyo. Yo me encargué de hacer todas las llamadas telefónicas para que pudieran seguir nuestro rastro. Llamé previamente a los Collins; pedí la cena de la tienda donde nos paramos a preguntar direcciones; fui a hablar con Bethany Cavendish esta mañana, y enviamos a Paul. Necesitaban que alguien les ayudara, y eso es lo que hice. Estaba también... —Dennis se calló.

—Ella —dijo Mary.

—¿Perdona...?

—Querías estar cerca de Elizabeth.

Era Brian quien había hablado. Todavía tenía la cabeza apoyada contra la pared y Dennis lo mantenía agarrado por los hombros. Mary sabía que Brian hubiera podido soltarse si quisiera, pero se había resignado a ello. Había reconocido su derrota.

—Eso es absurdo —dijo Dennis, con una voz que sonó casi como un murmullo—. Lo que iba a decir es que estaba también mi padre... Lo mucho que deseaba que yo me pareciera más a él... , que sentara la cabeza, como le gustaba decir. Que me interesara más por las cuestiones académicas. Que destacara más en ellas.

Pero Mary podía ver que aquello era también una mentira. La verdad era que el papel de Dennis en el estudio tenía todo que ver con Elizabeth Orman y apenas nada con su interés en la ciencia o con su padre.

—¡Muy patético! —le comentó.

Dennis no respondió y, en aquel silencio, Mary pudo ver que, de alguna retorcida manera, se mostraba de acuerdo con ella.

—No... , de veras —dijo Dennis—, no ha tenido nada que ver con ella. No después de que me impliqué en ello. No después que hube hablado con Leonard y Troy Hardings. Entonces se convirtió en un asunto... puramente académico. Empecé a verlo como lo hubiera visto mi padre, como un problema que se ofrecía y una respuesta autorreveladora. El estudio era tan perfecto... ¡tan matemático...!

—Excepto que olvidaste una cosa —dijo Mary.

—¿Qué? —preguntó Dennis.

—El elemento humano. Es lo que siempre olvidas, Dennis: que tus acciones significan algo para otros. Que lo que haces tiene consecuencias.

Mary bajó la vista y captó la mirada de Brian, que simplemente sacudió la cabeza. La cara de este revelaba la gravedad de su error. Afluyeron las lágrimas a su rostro, y Mary notó que su mano, la mano que había empuñado el arma, temblaba levemente.

Después Mary se vio separada de ellos, hacia donde se hallaban los demás. Pronto estuvo en la parte de atrás del aula, con Edna Collins a su lado y, a través de la masa de gente, siguió cuanto ocurría en el Seminario. A Elizabeth Orman sentada en la silla con ruedas y ocultando la cabeza en las manos; a Troy Hardings, que se acercó a Elizabeth y le acarició el pelo diciéndole algo que Mary entendió leyendo sus labios: «Todo se arreglará».

Llegó la ambulancia, extendieron la camilla y se llevaron a Leonard Williams. Tras lo cual comenzó a correr por el aula la palabra «muerto».

Después, mucho más tarde, cuando solo quedaban allí diez o doce personas, se acercó un detective para hablar con ella. Lucía un chaleco de franela y llevaba bigote. Si Mary hubiera tenido que guiarse por sus experiencias, bien podría haberse tratado de otro actor, pero ella estaba demasiado exhausta para que la importara.

—¿Qué ha ocurrido aquí? —preguntó, y Mary le dijo todo cuanto sabía.