2
La chica se llamaba Mary Butler. Era estudiante de tercer año, en la especialidad de literatura inglesa, la misma en que se había graduado su madre. Vivía en Brown Hall, la mayor residencia femenina del campus, en uno de los dormitorios individuales más caros. No era que no pudiera llevarse bien con compañeras de cuarto. Muy al contrario: ella y Summer McCoy habían ocupado la misma habitación durante dos años y se habían hecho muy buenas amigas. (Cuando Summer contrajo una mononucleosis en su segundo año, fue Mary quien se ocupó de ella y la cuidó hasta que recuperó la salud. Cuando Mary y Dennis Flaherty rompieron, Summer iba a verla todas las noches con unas galletas de chocolate y películas de Agatha Christie en VHS... : a las dos las entusiasmaba Poirot.) No... , Mary vivía sola porque durante el último año se había sentido necesitada de espacio. De un espacio propio: para pensar, para decidir lo que quería hacer con su vida, para callar y cuidar sus emociones. Por eso su opción por un cuarto individual era un asunto de «confianza» en sí misma... , una expresión que empleaba a menudo sin ninguna hipérbole.
No siempre había sido así. En la etapa anterior a Dennis, como se refería a ella, era mucho más confiada. Después de Dennis, después de que este la plantó y comenzó a salir con Savannah Kleppers, se retrajo un poco y comenzó a sospechar que el mundo no tenía unos perfiles tan nítidos como ella había creído.
Había estado realmente enamorada de Dennis. Estuvieron saliendo juntos en su primer año de universidad, durante unos seis meses. La suya fue una relación de exquisita galantería, de amables torpezas. Él le traía bombones, tarjetas postales con poesías, flores. Ella había comenzado a salir con chicos en el instituto, pero aún le resultaba algo relativamente nuevo... , cosa que notaba Dennis y que lo movía a tratarla como si fuera su acólito y ella un ser precioso al que tuviera que iniciar en el mundo adulto. Mary aborrecía eso, pero a la vez lo deseaba desesperadamente; después, en la etapa posterior a Dennis, se preguntaría si durante todo aquel tiempo él había estado tendiéndole continuamente una trampa. Después de todo... , ¡había sido tan fácil caer en ella!
Mary le dijo a Dennis que le quería. Se lo dijo en voz alta... , algo que nunca había hecho antes. Y pensaba —pero no podía afirmarlo con seguridad— que él le había dicho también que la quería. En los tiempos después de Dennis, se sorprendía a sí misma con frecuencia pensando: «Nunca más». Jamás daría algo por descontado. Seguía siendo agradable, popular, «tan dulce» aún como solían decir de ella las chicas de la fraternidad Delta, pero por dentro estaba siempre alerta contra todos aquellos que pudieran causarle algún daño. «El de allí es un mundo muy diferente», le había dicho su madre por teléfono. «Te considerarán por todo lo que vales.» Era fácil descartar aquella opinión de su madre, una mujer que no había salido de Kentucky más que en dos ocasiones, ambas de vacaciones. Pero había algo de verdad en sus palabras: Winchester era un lugar diferente. Había tanto dramatismo en todo, tantas tenues alianzas que resultaba difícil decidir de qué podías hablar y qué era lo que debías guardar para ti misma.
Lo cual, por otra parte, no era nada malo. De hecho, se encontraba a gusto en su habitación individual en Brown, apacible, tranquila, serena. Daba al patio central de la universidad, de forma que desde su ventana podía ver todo el campus a través del cristal como en un diorama, pero sin verse obligada a vivir en él las veinticuatro horas del día y todos los días de la semana. Le gustaban las fiestas, la gente, el papel que asumía cuando estaba allí fuera. Pero en la etapa posterior a Dennis se dio cuenta de que no podía estar actuando siempre. Allí arriba, si no lo deseaba, Mary no tenía por qué representar su personaje en aquel culebrón: podía perfectamente mantenerse al margen y compadecerse de las chicas que se lanzaban de buen grado al juego.
En ocasiones miraba a través de aquella ventana y se preguntaba qué estaría haciendo Dennis. A veces incluso le parecía verlo pasar, con el pelo alborotado, justo por debajo de ella. Y cada vez que esto sucedía se le encogía el corazón y sentía como un nudo en la garganta. Durante mucho tiempo se había desviado de su camino para no encontrarse con él, pero inevitablemente habían vuelto a tropezar el uno con el otro en el campus. Y ahora, por supuesto, coincidía con Dennis en una de sus clases. Casi le dio un soponcio cuando lo vio entrar en el ala este del Seminario. Él la vio también y le guiñó el ojo —solo Dennis Flaherty podía guiñar el ojo en pleno siglo XXI y quedarse tan fresco—, y fue a sentarse cuatro sillas a la derecha de la de ella. Era lo más cerca que habían estado en dos años.
Estaba pensando en cómo haría para abandonar aquella asignatura y apuntarse en otra ya fuera de plazo, cuando entró Williams en el aula.
De inmediato Mary advirtió que había en él algo diferente. Su manera de caminar, de dirigirse a la clase... no parecía un profesor. Y cuando les largó aquella historia acerca de la chica llamada Polly, Mary se olvidó por completo de Dennis y se enfrascó en la excéntrica clase.
—¿Quién es el profe? —le preguntó Summer cuando se encontraron las dos esa tarde en el edificio del comedor.
—Williams —respondió Mary.
—Hmmm. Nunca he oído hablar de él —dijo la otra chica.
Tampoco Mary, lo cual era muy extraño, puesto que había preguntado por él al menos a diez profesores del campus. Seguramente alguno de los diez debería habérselo mencionado. Haberle dicho, cuando menos, que lo había visto en una fiesta de Navidad o lo que fuera. Pero Williams no solo no constaba en los tres álbumes de fotos que Mary había visto, sino que su rostro no figuraba tampoco en sus anuarios. No había publicaciones a su nombre en la revista del campus, ni datos sobre él en la web de la facultad, ni referencias a él en la reciente edición del periódico de la universidad. Todo aquello no tenía sentido. Era una chifladura, como a Summer le gustaba decir.
Esa noche Mary navegó por la página web de Winchester intentando encontrar información sobre Williams. Figuraba como miembro de la facultad de filosofía, en calidad de profesor asociado. Había un breve currículum vítae: licenciatura en filosofía y letras por la Universidad de Indiana, 1964; máster por la misma universidad, 1970; doctorado en filosofía por Tulane, 1976. Eso era todo. «Búscalo en Google», pensó; pero entonces recordó que no sabía cuál era su nombre de pila. Lo único que podía decir era que su inicial era L, pues así figuraba en su programa de clases.
Ya antes había abierto repetidamente su buzón de correo electrónico, intentando ser la primera en leer las claves enviadas por e-mail. Pero eran ya las ocho de la tarde y aún no le había llegado ningún mensaje de Williams.
Se duchó (además de ocupar la habitación individual más amplia de la residencia, tenía también un baño propio y una diminuta cocina, por lo que algunas chicas del tercer piso habían dado en rebautizar el cuarto de Mary como «el hotel Hyatt») e intentó, con ello, apartar su mente de la clase. Pero no lo logró. El profesor L. Williams había conseguido intrigarla y hasta parecerle atractivo físicamente. Esto no era inusual en el caso de Mary. El año anterior había concebido una persistente y tal vez insana debilidad por el doctor Cunningham. Lo cual no habría tenido nada de particular si no fuera porque el doctor Cunningham era un bicho raro en casi todos los aspectos, desde su ceceo hasta la bicicleta rosa de diez velocidades y cesta con la que se desplazaba por todo el campus; aunque también es cierto que a Mary no se le pasaba por alto que quizá encontraba atractivos a algunos profesores solo porque no les caían bien a los demás estudiantes. Muchos de los matriculados ahora en Lógica y Razonamiento 204 habían encontrado repulsivo a Williams, y no habían tenido ningún recato en afirmarlo así en el pasillo después de la clase.
Fuera ya de la ducha, con el pelo mojado y una toalla alrededor del cuerpo —otra ventaja del cuarto individual era, para Mary, que le permitía pasearse desnuda por él—, entró en su cuenta de correo de Winchester y miró de nuevo si tenía algún e-mail.
Había, en efecto, un mensaje del profesor Williams. En la línea donde se indicaba el tema se leía: «Primera Pista».
Mary abrió el mensaje y leyó:
TIEMPO
Polly fue vista por última vez en una fiesta el viernes 1 de agosto. Fue una fiesta de despedida en honor de Polly, porque se disponía a partir para empezar sus estudios en la universidad. Acudieron a ella todos sus amigos, incluido un antiguo novio llamado Mike. Mike y Polly tuvieron problemas. En alguna ocasión, Mike había pegado a Polly.
Cierta noche, hacia el final de su relación, Polly había tenido que llamar a la policía, pero, una vez se hubieron presentado los agentes, se negó a presentar ninguna acusación contra Mike. Aquella noche, Polly volvió de la fiesta de despedida a la casa de su padre, en During Street, donde se alojaba durante el verano. El padre estaba despierto cuando ella llegó, viendo el programa de televisión de David Letterman. Explicó después a la policía que estuvo sentado un rato con Polly mirando la televisión y que, cuando ella se quedó dormida, la llevó a la cama, «como solía hacerlo cuando era niña». No la ha vuelto a ver desde entonces.
La policía supone que, en la mañana del día 2 de agosto, a primera hora, Polly dejó la casa. Su Honda Civic rojo apareció junto a Stribbling Road, a unos treinta kilómetros de la población. Cuando interrogaron a Mike Reynolds, el antiguo novio de Polly, este negó haber visto a Polly después de la fiesta de despedida. El problema para implicar a Mike en la desaparición de Polly es que Mike estuvo en la fiesta hasta la mañana siguiente y que muchos testigos han declarado a los investigadores que lo habían visto durmiendo en el sofá. En el coche de Polly, los investigadores no encontraron ningún indicio de que Polly hubiese planeado ausentarse varios días: no había equipaje en el maletero ni prendas de ropa para cambiarse en el asiento trasero. Las únicas huellas dactilares que había en el coche eran de Polly. Tampoco había ningún indicio de forcejeo.
El padre de Polly recibió una llamada telefónica el lunes 4 de agosto. Una voz de mujer que sonaba lejana, como si proviniera «del fondo de un pozo». Al padre de Polly le pareció haber oído decir a quien llamaba: «Estoy aquí». Pero, cuando fue interrogado por la policía, dijo que no podía estar seguro de haber oído bien. Los investigadores estudiaron todas las llamadas hechas a la casa de During Street el 4 de agosto, y encontraron una extraña que fue realizada a las 19. 13. Por desgracia, no fue posible averiguar de qué teléfono provenía.
Cuando Mary volvió a entrar en su buzón de correo electrónico, vio que el profesor Williams había enviado otro mensaje. Había especificado su contenido como «El Manual». Mary pulsó sobre él con el ratón de su portátil y aguardó a que se materializara una imagen en la pantalla: un hombre ejecutado en la horca. La muchacha podía ver las expresiones borrosas de algunos espectadores que se hallaban de pie más abajo, mirando. Los bordes de la fotografía parecían movidos, como si hubiera sido tomada justamente en el instante en que el hombre caía por la trampilla. Un hombre encapuchado, sobre cuya capucha de terciopelo alguien había dibujado algo. Mary aguzó la vista para verlo y, finalmente, descubrió qué era.
Era un signo de interrogación.
Se trataba de una sombra apenas, casi indiscernible. «Era como una señal tejida a la vez que el terciopelo.»