Libro I: El señor Norrell
1. La biblioteca de Hurtfew
1.- Historia y práctica de
la magia inglesa, Jonathan Strange, tomo I, capítulo 2, ed. John
Murray, Londres, 1816.
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2.- Llamados más propiamente
aureates o magos de la Edad de Oro.
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3.- Descripción completa de
los criados duendes del doctor Pale, sus nombres, historias,
caracteres y los servicios que le prestaban, de John Segundus, ed.
Thomas Burnham, Northampton, 1799.
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4.- El doctor Martin Pale
(1485-1567) era hijo de un curtidor de Warwick. Fue el último de
los aureates, o magos de la Edad de Oro. Otros magos lo siguieron
(véase Gregory Absalom), pero su reputación es cuestionable. Pale
fue sin duda el último mago inglés que se aventuró en el mundo
encantado de Tierra de Duendes.
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5.- Los magos, como sabemos
por la máxima de Jonathan Strange, se pelean por cualquier motivo,
y ha habido que dedicar muchos años y mucha erudición al enojoso
asunto de si tal y tal tomo merece ser considerado libro de magia.
En cualquier caso, la mayoría de los profanos considera útil esta
simple distinción: los libros escritos antes de que en Inglaterra
se acabara la magia son libros de magia; los escritos después son
libros sobre magia. El principio en el que se basa la regla general
del profano es el de que un libro de magia tiene que estar escrito
por un mago practicante antes que por un teórico o un historiógrafo
de la magia. ¿Qué más razonable? No obstante, ya aquí se nos
plantea un problema. Los grandes maestros de la magia, los llamados
magos de la Edad de Oro o aureates (Thomas Godbless, Ralph
Stokesey, Catherine de Winchester, el Rey Cuervo), escribieron poco
o se conserva poco de lo que pudieran escribir. Es probable que
Thomas Godbless no supiese escribir. Stokesey aprendió latín en una
pequeña escuela de su Devonshire natal, pero todo lo que sabemos de
él procede de otros autores.
Los magos sólo se pusieron a escribir libros cuando la magia ya
decaía. Sobre la gloria de la magia inglesa ya se cernía la
oscuridad. Los que denominamos magos de la Edad de Plata o
argentinos (Thomas Lanchester, 1518-1590; Jacques Belasis,
1526-1604; Nicholas Goubert, 1535-1578; Gregory Absalom, 1507-1599)
eran como velas que temblaran en el crepúsculo; ellos eran,
primero, estudiosos, y después, magos. Desde luego, se declaraban
magos practicantes y algunos hasta tenían uno o dos criados
duendes, pero, al parecer, no hicieron grandes cosas y hay autores
modernos que dudan de que llegaran a practicar la magia.
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6.- El primer pasaje que
leyó hacía referencia a Inglaterra, a Tierra de Duendes (país
encantado que los magos llaman a veces «las Otras Tierras») y a una
región fabulosa que, según se cree, se encuentra al otro lado del
Averno. Algo había oído el señor Segundus acerca de la unión
simbólica y mágica que enlaza estas tres tierras, pero nunca había
leído una explicación tan clara como la que allí se daba.
El segundo texto se refería a Martin Pale, uno de los mayores magos
de Inglaterra. En El árbol del saber de Gregory Absalom hay un
famoso pasaje que narra cómo, viajando por Tierra de Duendes,
Martin Pale, el último de los magos aureate, hizo una visita a un
príncipe duende. Al igual que la mayoría de los de su condición, el
príncipe tenía multitud de nombres, dignidades, títulos y
seudónimos, pero habitualmente se lo conocía como Enrique el Frío.
El príncipe dirigió a su visitante un largo discurso, deferente y
lleno de metáforas y de oscuras alusiones, pero lo que parecía
estar diciendo era que los duendes y las hadas son por naturaleza
criaturas malvadas que no siempre saben cuándo obran mal. A eso
Martin Pale dio la lacónica y un tanto enigmática respuesta de que
no todos los ingleses tienen los pies del mismo tamaño.
Durante siglos, nadie consiguió adivinar qué podía significar eso,
aunque se propusieron distintas teorías, y John Segundus las
conocía todas. La más popular era la desarrollada por William
Pantler a principios delsiglo XVIII. Decía Pantler que Enrique el
Frío y Pale hablaban de teología. Las hadas y los duendes (como
sabe todo el mundo) están fuera del alcance de la Iglesia; para
ellos no ha nacido ni nacerá Cristo y nadie sabe lo que será de
ellos el Día del Juicio. Según Pantler, Enrique el Frío deseaba que
Pale le dijera si existía la esperanza de que las hadas y los
duendes pudieran alcanzar la salvación eterna. La respuesta de
Pale, que los pies de los ingleses tienen tamaños distintos, fue su
forma de decir que no todos los ingleses se salvarían. Partiendo de
esta base, Pantler atribuye a Pale la curiosa creencia de que el
cielo, por sus proporciones, sólo puede albergar a un número
limitado de bienaventurados; por cada inglés que se condena queda
libre un lugar en el cielo para un hada o un duende. La fama de
mago teórico que tiene Pantler se debe exclusivamente al libro que
escribió sobre el tema.
En las Instrucciones de Jacques Belasis el señor Segundus leyó una
explicación diferente. Tres siglos antes de que Martin Pale pusiera
los pies en el castillo de Enrique el Frío, el príncipe había
recibido la visita de otro humano, un mago inglés aún más sabio que
Pale —Ralph Stokesey—, que se dejó unas botas al marcharse. Las
botas, decía Belasis, eran muy viejas —probablemente, ésa era la
razón por la que Stokesey no se las llevó—, pero su presencia en el
castillo causó honda preocupación a todos sus mágicos habitantes,
que sentían gran veneración por los magos ingleses. Especialmente
inquieto estaba Enrique el Frío, quien temía que, por algún oscuro
e incomprensible concepto, la moral cristiana pudiera hacerlo
responsable de la pérdida de las botas. Por ese motivo trató de
librarse de aquellos horribles objetos dándoselos a Pale, que no
los quiso.
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2. Posada La Vieja Estrella
1.- A los héroes de la Roma
Imperial se los honraba con coronas de laurel; a los enamorados y
los afortunados se les alfombra de rosas el camino; pero a los
magos ingleses siempre los obsequió con hiedra común.
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2.- La gran iglesia de York
es a la vez catedral (donde se encuentra la sede o cátedra del
obispo o arzobispo) y minster (iglesia fundada en tiempos remotos
por un misionero). El templo ha tenido uno u otro nombre en
distintos períodos. En siglos pretéritos se la acostumbraba llamar
minster, pero en la actualidad la gente de York prefiere el término
de «catedral», que sitúa su iglesia por encima de las de las
ciudades vecinas de Ripon y Beverley. Ripon y Beverley tienen
minster, pero no catedral.
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3. Las piedras de York
1.- La célebre balada del
Rey Cuervo describe uno de estos raptos.
A no tardar, decía el padre, a no tardar nuestra dejarás de ser. El
Rey Cuervo bien sabe dónde la flor más bella encontrar.No era el
cura menos mundano por mucho que a la oración llamase. Tres cirios
el Rey encendió y el cura dijo: muy bien.Ella decía que me quería,
mas débiles eran sus abrazos. La mano el Rey Cuervo tendió, ella
suspiró y el abrazo deshizo.Llana y yerma esta tierra es, en el
cielo escrito está, y tiembla como la lluvia al viento cuando el
Rey Cuervo cabalgando va.Por los siglos de los siglos pediré que no
me olvides, bajo las estrellas del páramo del fiero Rey Cuervo en
compañía.
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2.- El precedente al que
aludía el señor Honeyfoot era un asesinato cometido en 1279 en la
lúgubre ciudad de Alston, situada en los páramos. En el cementerio
se encontró el cuerpo de un muchacho colgado de un espino que
crecía frente a la puerta de la iglesia. En el dintel de la puerta
había una imagen de la Virgen con el Niño. Los habitantes de Alston
enviaron a un emisario a Newcastle, al castillo del Rey Cuervo, y
éste, a su vez, envió a dos magos para que hicieran hablar a la
Virgen y al Niño Jesús, que dijeron haber visto cómo un forastero
mataba al muchacho, pero no sabían el motivo. Después de aquello, a
todos los forasteros que llegaban a la ciudad, los habitantes de
Alston los agarraban, los llevaban a la puerta de la iglesia y
preguntaban: «¿Es éste?», pero la Virgen y el Niño respondían
siempre que no. A los pies de la Virgen había un león y un dragón,
enroscados el uno en torno al otro de un modo asombroso, mordiendo
cada uno el cuello del otro. El que había tallado esas criaturas
nunca había visto un león ni un dragón, y sí muchos perros y
corderos, y algo del carácter de un perro y un cordero había
quedado impreso en las figuras. Cada vez que llevaban a algún
infeliz ante la Virgen y el Niño para ser examinado, el león y el
dragón dejaban de morderse, levantaban la cabeza como extraños
perros guardianes de la Virgen, y el león ladraba y el dragón
balaba airadamente.
Pasaron los años, y todos los que recordaban al muchacho murieron,
como debió de morir también el asesino. Pero la Virgen y el Niño
habían adquirido el hábito de hablar y cuando algún infortunado
forastero se ponía al alcance de su mirada, aún movían
negativamente sl cabeza de piedra y decían: «No es éste.» Y Alston
adquirió fama de lugar misterioso, al que la gente no iba si podía
evitarlo.
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3.- Para ayudarse a sí mismo
a comprender mejor el carácter de los poderes mágicos del serio
Norrell, el señor Segundus decidió hacer una descripción detallada
por escrito de la visita a Hurtfew Abbey. Descubrió que, por
desgracia, su memoria estaba extrañamente turbia. Cuando releía lo
redactado, advertía que recordaba las cosas de otra manera. Tachaba
palabras y frases y ponía otras en su lugar, hasta que al fin
volvió a escribirlo todo. Al cabo de cuatro o cinco meses, tuvo que
reconocer que ya no sabía lo que el señor Honeyfoot le había dicho
al señor Norrell ni lo que éste había respondido, ni lo que él
(Segundus) había visto en la casa. Decidió que sería en vano tratar
de escribir sobre el tema y arrojó al fuego todo lo escrito.
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5. Drawlight
1.-En cierta ocasión, se
hallaba en una habitación con el gato de angora blanco de lady
Bessborough. Drawlight vestía casualmente chaqueta y pantalón de un
negro impecable, y se sentía muy alarmado porque el gato daba
vueltas y vueltas en torno a él, con el evidente propósito de
encaramarse a sus rodillas. Aprovechando un momento en que creyó
que nadie lo observaba, agarró al animal, abrió una ventana y lo
arrojó a la calle. El gato sobrevivió, a pesar de haber caído desde
un tercer piso, aunque quedó cojo de una pata y desde aquel día
mostró gran aversión hacia los caballeros vestidos de negro.
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2.- Se cree que Merlín quedó
atrapado en un espino por un maleficio de la hechicera Nimue.
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3.- El señor Lascelles
exagera. El número de los reinos del Rey Cuervo nunca pasó de
tres.
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4.- Tubbs contra Starhouse,
un proceso famoso que hace varios años se dirimió ante un tribunal
de Nottimgham. Un hombre de Nottinghamshire llamado Tubbs tenía
grandes deseos de ver un duende, y de tanto pensar en los duendes
día y noche y de leer toda clase de libros raros al respecto, se le
metió en la cabeza que su cochero era uno de ellos.
El cochero (que se llamaba Jack Starhouse) era un tipo alto, moreno
y reservado, cualidad ésta que contrariaba a los demás criados, que
lo consideraban orgulloso. Hacía poco tiempo que estaba al servicio
del señor Tubbs. Al presentarse dijo que anteriormente había sido
cochero de un anciano llamado Browne, en un lugar del norte
denominado Coldmicklehill. Starhouse tenía el don de hacerse querer
por cualquier animal. Los caballos se mostraban dóciles cuando él
llevaba las riendas, nunca remisos ni nerviosos, y también los
gatos lo obedecían, algo que las gentes de Nottinghamshire nunca
habían visto . Les hablaba en susurros, y los gatos se quedaban
quietos, con una expresión de leve sorpresa en la cara, como si en
su vida hubieran oído palabras tan sensatas, ni esperaran volver a
oírlas. También los hacía bailar. Los del señor Tubbs eran tan
serios y celosos de su dignidad como cualquier familia de gatos,
pero Jack Starhouse podía hacerlos danzar frenéticamente, saltar
sobre las patas traseras y lanzarse de un lado al otro. Eso lo
conseguía con extraños suspiros, silbidos y siseos.
Uno de los criados comentó que si por lo menos los gatos sirvieran
para algo —que no servían—, eso podía tener alguna utilidad. Pero
el prodigioso don de Starhouse no la tenía, ni tampoco divertía a
los otros sirvientes; sólo les producía aprensión.
No sé si era esa habilidad de Starhouse o su agraciado rostro, de
ojos un tanto separados, lo que dio al señor Tubbs aquella
seguridad de que el hombre era un duende, pero el señor Tubbs
empezó a hacer averiguaciones en secreto acerca del cochero.
Un día llamó a Starhouse a su estudio y le dijo que se había
enterado de que el señor Browne estaba muy enfermo, que ya lo
estaba cuando Starhouse decía que trabajaba para él, y que hacía
años y años que no salía de casa. Por lo tanto, sentía curiosidad
por saber para qué necesitaba cochero.
Jack Starhouse tardó un poco en contestar. Reconoció que no había
estado al servicio del señor Browne. Dijo que trabajaba para otra
familia de la región. Tenía muchas obligaciones, era un buen empleo
y estaba contento; pero los otros criados no lo miraban con buenos
ojos, ignoraba por qué. Ya le había ocurrido antes. Una de las
doncellas contó mentiras de él y lo despidieron. Al señor Browne lo
había visto una vez, hacía años. Dijo que sentía mucho haber
mentido, pero no sabía qué otra cosa podía hacer.
El señor Tubbs le respondió que no necesitaba inventar más
historias, que él sabía que era un duende y que no tenía nada que
temer, que no lo delataría; sólo quería que le hablara de su tierra
y de su gente.
Al principio, Starhouse no entendía qué quería decirle, y cuando al
fin lo entendió, declaró que él era humano e inglés, pero fue en
vano.
Después de aquello, hiciera lo que hiciera y fuera donde fuera,
Starhouse encontraba al señor Tubbs esperándolo con cien preguntas
acerca de los duendes y su reino. Starhouse se sentía tan
disgustado por esa insistencia (a pesar de que su amo siempre era
amable y cortés) que dejó el empleo. Mientras estaba sin trabajo,
conoció en una taberna de Southwell a un hombre que lo convenció
para que presentara una demanda contra su antiguo amo por
difamación. En un célebre fallo judicial, Jack Starhouse fue el
primer hombre en ser declarado humano según las leyes inglesas.
Este curioso episodio acabó mal tanto para Tubbs como para
Starhouse. El primero fue castigado con la burla general por su
inofensivo deseo de ver a un duende. Aparecieron grotescas
caricaturas suyas en diarios de Londres, Nottingham, Derby y
Sheffield, y vecinos con los que durante años había mantenido
excelentes relaciones dejaron de saludarlo. Starhouse, por su
parte, no tardó en descubrir que nadie estaba dispuesto a tomar a
su servicio a un cochero que había demandado a su amo; tuvo que
aceptar un trabajo denigrante y pronto se vio reducido a la más
extrema pobreza.
El caso de Tubbs contra Starhouse interesa principalmente porque da
prueba de que existe una creencia muy extendida de que los duendes
no han abandonado Inglaterra por completo. Muchos ingleses están
convencidos de vivir rodeados de duendes todos los días de su vida.
Unos son invisibles, y otros se disfrazan de ciudadanos cristianos
y hasta pueden estar entre nuestras amistades. Hace siglos que los
investigadores discuten sobre el tema, pero no han conseguido
ponerse de acuerdo.
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5.- El criado duende de
Simon Bloodworth se presentó a él de improviso ofreciéndole sus
servicios y diciendo que lo llamaran Buckler. Como hoy saben en
Inglaterra hasta los colegiales, Bloodworth debió haberse informado
mejor, indagar más a fondo en la personalidad de Buckler y
averiguar por qué exactamente había salido de su país sin más
ambición que la de convertirse en criado de un mago inglés de
tercera.
Buckler era muy diestro en toda clase de magia, y el negocio que
Bloodworth poseía en la pequeña ciudad lanera de Bradford on Avon
creció y prosperó. Sólo una vez causó Buckler un disgusto, cuando,
en un acceso de furor, destruyó un librito del capellán de lord
Lovel. Cuanto más tiempo pasaba Buckler con Bloodworth, más poder
adquiría, y lo primero que hizo cuando tuvo la fuerza necesaria fue
cambiar de aspecto: convirtió sus sucios harapos en un buen traje;
unas tijeras oxidadas que había robado a un cerrajero de la ciudad,
en una espada; su cara de zorro, pecosa y afilada, en un rostro
humano, pálido y agraciado; y de la noche a la mañana creció dos o
tres pies. Y entonces se apresuró a asegurar a la señora Bloodworth
y a sus hijas que ése era su verdadero aspecto y el anterior, el
resultante de un encantamiento al que había estado sometido.
Una hermosa mañana del mes de mayo de 1310, hallándose ausente el
señor Bloodworth. su esposa vio un armario alto en un rincón de la
cocina, donde nunca hubiera armario alguno. Cuando preguntó a
Buckler, éste respondió inmediatamente que era un armario mágico
que él había puesto allí. Dijo que siempre le había parecido una
lástima que en Inglaterra no se utilizara la magia más
frecuentemente; que le dolía ver a la señora Bloodworth y a sus
hijas lavar y barrer, guisar y fregar de la mañana a la noche,
cuando, pensaba él, podrían estar descansando sobre almohadones,
cubiertas de joyas y comiendo dulces. Eso le pareció muy razonable
a la mujer. Buckler dijo que le había reprochado muchas veces a su
marido que no le hiciera la vida más cómoda, pero él no lo
escuchaba. La señora Bloodworth respondió que no la sorprendía lo
más mínimo.
Buckler dijo que si ella entraba en el armario, se encontraría en
un lugar mágico donde aprendería hechizos que permitían terminar
cualquier trabajo en un instante, que harían que apareciera hermosa
a los ojos de cuantos la miraran, que surgieran montones de dinero
donde ella deseara, que su marido la obedeciera en todo, etcétera,
etcétera.
La señora preguntó cuántos conjuros había. Unos tres, creía
Buckler. ¿Eran difíciles de aprender? Nada de eso, muy fáciles.
¿Tardaría mucho? No, no mucho; estaría de vuelta a tiempo de ir a
misa. Diecisiete personas entraron en el armario de Buckler aquella
mañana, y nunca más se las volvió a ver en Inglaterra; entre ellas
estaban la señora Bloodworth, sus dos hijas menores dos criadas y
dos criados, un tío de la señora y seis vecinos. Sólo Margaret
Bloodworth, la hija mayor, se negó a entrar.
El Rey Cuervo envió a dos magos de Newcastle a investigar el caso,
y por el relato que escribieron de los hechos conocemos la
historia. El testigo principal fue Margaret, quien dijo que, a su
regreso,«mi pobre padre entró en el armario con intención de
rescatarlos, a pesar de que yo le rogué que no entrara. Y aún no ha
salido».
Doscientos años después, el doctor Martin Pale hizo un viaje por
Tierra de Duendes. En el castillo de John Hollyshoes (poderoso y
anciano príncipe duende), descubrió a une niña de unos siete u ocho
años, pálida y famélica. Dijo la niña que se llamaba Anne
Bloodworth y que le parecía que estaba allí desde hacía unas dos
semanas. Le habían mandado fregar un montón de pucheros. Dijo que
había estado fregándolos sin parar desde su llegada) que, cuando
terminara, se iría a su casa a ver a sus padres y hermanas. Pensaba
terminar en un día o dos.
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6.- Francis Sutton-Grove
(1682-1765), mago teórico. Escribió dos libros, De Generibus,
Artium Magicarum Ánglorum, 1741, y Prescripciones y descripciones,
1749. El propio señor Norrell, el más grande (y único) admirador de
Sutton-Grove, consideraba que Prescripciones y descripciones (en el
que el autor trataba de establecer reglas para la práctica de la
magia) era un libro rematadamente malo, y Jonathan Strange, el
discípulo del señor Norrell, lo detestaba de tal modo que hizo
pedazos su ejemplar y se los dio a comer al asno de un calderero
(véase Vida de Jonathan Strange, de John Segundus, ed. John Murray,
Londres, 1820).
De Generibus Artium Magicarum estaba considerado el libro más árido
del canon de la magia inglesa (que contiene muchas obras
aburridas). Fue la primera tentativa realizada por un inglés de
definir las áreas de la magia que debe estudiar el mago moderno;
según Sutton-Grove, su número es de treinta y cinco mil novecientas
cuarenta y cinco, y las enumera todas bajo distintos epígrafes. Es
precursor del gran señor Norrell en otro aspecto: en ninguna de sus
listas se menciona la magia que tradicionalmente se relaciona con
los pájaros y animales salvajes, y Sutton-Grove excluye de forma
deliberada las clases de magia en las que se acostumbra utilizar a
los duendes, como la de invocar a los muertos.
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7.- Duque de Portland,
primer ministro y primer lord del Tesoro, 1807-1809.
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8. Un caballero de pelo como el vilano del cardo
1.- «Oh, Lar, mucho necesito
de tu auxilio. Esta virgen ha muerto y su familia desea que se le
devuelva la vida.»
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2.- «¡He ahí a la muerta,
entre la tierra y el cielo! Has de saber, oh Lar, que te he elegido
a ti para esta magna obra porque...»
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10. Las dificultades de hallar empleo para un mago
1.- Burlington House, en
Piccadilly, era la residencia en Londres del duque de Portland,
primer ministro del Tesoro. La casa había sido edificada en una
época en la que los nobles ingleses no temían rivalizar con su
monarca en la exhibición de poder y riqueza, y no había en toda la
capital edificio tan bello. El duque era un anciano muy respetable,
pero el pobre no se ajustaba a la idea que tiene la gente de lo que
debe ser un primer ministro. Estaba muy viejo y enfermo. En aquel
entonces, yacía en alguna habitación de un remoto lugar de la casa,
con las cortinas cerradas, aletargado por el láudano, muriendo poco
a poco. No tenía utilidad alguna para su país y muy poca para sus
compañeros del gobierno. La única ventaja que ellos veían en su
liderazgo era la de que les permitía utilizar su magnífica mansión
para sus reuniones y pedir a sus magníficos sirvientes que les
subieran de la bodega pequeñas cosas que les apetecían. (En
general, les parecía que la tarea de gobernar Gran Bretaña daba
mucha sed.)
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2.- William Pitt el Joven
(1759-1806). Es difícil que podamos conocer a otro como él, porque
llegó a primer ministro a los veinticuatro años y, con un breve
intervalo de tres años, gobernó el país hasta su muerte.
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12. El espíritu de la Magia Inglesa conduce al señor Norrell al auxilio de Britania
1.- Cuatro años después,
durante la Guerra de la Península, Jonathan Strange, el discípulo
del señor Norrell, hizo una crítica similar de esta forma de
magia.
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2.- En esta descripción, el
señor Lascelles consigue combinar en uno solo todos los libros de
lord Portishead. Cuando, a principios de 1808, lord Portishead
abandonó los estudios de magia, había publicado tres libros: Vida
de Jacques Belasis, ed. Longman, Londres, 1801; Vida de Nicholas
Goubert, ed. Longman, Londres, 1805, e Historia del Rey Cuervo
contada a los niños, ed. Longman, Londres, 1807, con ilustraciones
de Thomas Bewick. Los dos primeros eran eruditos estudios sobre dos
magos del siglo XVI. El señor Norrell no tenía de ellos muy buena
opinión, pero le desagradaba sobre todo Historia del Rey Cuervo
contada a los niños. Jonathan Strange, por el contrario, la
consideraba una obrita excelente.
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3.- «Resultaba extraño que
un hombre tan acaudalado —lord Portishead poseía grandes
extensiones de Inglaterra— fuese tan modesto. También era un
excelente marido y padre de diez hijos. El señor Strange me dijo
que ver a lord Portishead jugar con sus hijos era la escena más
deliciosa del mundo. Porque también él era un poco niño. A pesar de
su gran erudición, era tan incapaz de ver maldad en nadie como de
entender el chino. Era el lord más gentil de toda la aristocracia
británica.» Vida de Jonathan Strange, John Segundus, ed. John
Murray, Londres, 1820.
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4.- Amigos de la Magia
Inglesa se publicó en febrero de 1808 y fue un éxito inmediato. En
1812 Norrell y Lascelles se ufanaban de unas tiradas de más de
13.000 ejemplares, aunque no es seguro el grado de precisión de
tales cifras.
De 1808 a 1810 el editor fue, en teoría, lord Portishead, pero no
cabe duda de que tanto el señor Norrell como Lascelles interferían
en gran medida. Existían ciertas divergencias entre Norrell y
Lascelles en lo tocante a los objetivos del periódico. El señor
Norrell deseaba, en primer lugar, que Amigos de la Magia Inglesa
revelara al público inglés la gran importancia de la magia inglesa
moderna; en segundo lugar, aspiraba a corregir las opiniones
erróneas acerca de la historia de la magia, y, en tercer lugar,
pretendía desacreditar a las clases de magos que él aborrecía. No
deseaba explicar en sus páginas los procedimientos de la magia
inglesa; en otras palabras, no tenía intención de hacer la revista
ni mínimamente informativa. Lord Portishead, cuya admiración por el
señor Norrell no tenía límites, consideraba que su primera
obligación de editor era la de seguir sus numerosas instrucciones.
En consecuencia, los primeros números de Amigos de la Magia Inglesa
son bastante aburridos y desconcertantes, con extrañas omisiones,
contradicciones y evasivas. Lascelles, por el contrario, comprendía
muy bien cómo debía utilizarse el periódico para propiciar el
resurgimiento de la magia inglesa, y ansiaba imprimirle un tono más
ameno. El cauto enfoque de Portishead lo irritaba más y más, y con
una serie de maniobras consiguió ser designado editor adjunto a
lord Portishead a partir de 1810.
John Murray publicó Amigos de la Magia Inglesa hasta principios de
1815, en que se peleó con Norrell. Privado del apoyo del mago,
Murray se vio obligado a vender el periódico a Thomas Norton
Longman. En 1816, Murray y Strange decidieron publicar un periódico
rival, llamado Famulus, del que sólo salió un número.
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13. El mago de Threadneedle Street
1.- Según la tradición, el
Rey Cuervo poseía tres reinos: uno en Inglaterra, otro en Tierra de
Duendes y el tercero en un país situado más allá del infierno.
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2.- Thomas Lanchester, El
lenguaje de las aves, capítulo 6.
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14. La granja del Desengaño
1.- Finalmente, ambos
procesos se fallaron a favor del hijo de Laurence Strange.
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2 .-Laurence Strange, por
el contrario, se felicitaba de poder ahorrarse la manutención y la
ropa del niño durante meses. Lo que demuestra cómo el amor al
dinero puede convertir a una persona inteligente en un ser mezquino
y ridículo.
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3.- John Segundus, biógrafo
de Strange, menciona más de una vez que Strange prefería el trato
de las mujeres inteligentes al de los hombres. Vida de Jonathan
Strange, ed. John Murray, Londres, 1820.
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18. Sir Walter consulta a caballeros de diversas profesiones
1.- Teoría propugnada por
primera vez en el siglo XII por un mago de Cornualles llamado
Meraud, de la cual existieron muchas variantes. En su forma más
extrema incluye la creencia de que todo el que haya sido curado,
salvado o resucitado por la magia deja de estar sometido a Dios y a
su Iglesia, aunque puede deber acatamiento al mago o ente
sobrenatural que lo haya ayudado.
Meraud fue arrestado y conducido ante el rey Esteban de Inglaterra
del Sur y sus obispos, en el concilio de Winchester. Meraud fue
marcado con fuego, azotado y expulsado, semidesnudo. Los obispos
prohibieron que se le prestara ayuda. Meraud trató de ir andando de
Winchester a Newcastle, donde el Rey Cuervo tenía su castillo, pero
murió por el camino.
La creencia que existía en Inglaterra del Norte de que cierta clase
de asesinos no pertenecen a Dios ni al Diablo sino al Rey Cuervo,
es otra de las formas de la herejía de Meraud.
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2.- Tres condiciones
perfectibles del ser, de William Pantler, ed. Henry Lintot,
Londres, 1735. Las tres condiciones son las de ángeles, hombres y
duendes.
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3.- De esta frase se deduce
que el señor Norrell ignoraba todavía la alta estima en que lo
tenían todos los ministros en general y lo deseosos que estaban de
utilizar su magia en la guerra.
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19. Los Chicos de la Madrugada
1.- Residencia del príncipe
de Gales en Londres, situada en Pall Mall.
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20. El extraño sombrerero
1.- Robert Banks Jenkinson,
lord Hawkesbury (1770-1828). A la muerte de su padre, ocurrida en
diciembre de 1808, pasó a ser el conde de Liverpool. Durante los
nueve años siguientes, sería uno de los más firmes partidarios del
señor Norrell.
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21. Las Cartas de Marsella
1.- El rey amaba
profundamente a sus seis hijas, pero con un amor que casi lo
convertía en su carcelero. No soportaba la idea de que alguna
pudiera dejarlo para casarse y las obligaba a llevar una vida de
intolerable aburrimiento en el castillo de Windsor, en compañía de
la malhumorada reina. De las seis sólo una consiguió casarse antes
de cumplir los cuarenta.
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22. El caballero de bastos
1.- Parece ser que Strange
no abandonó fácilmente la idea de dedicarse a la poesía. En Vida de
Jonathan Strange, ed. John Murray, Londres, 1820, John Segundus
describe cómo, frustrados sus esfuerzos por encontrar a un poeta,
Strange decidió escribir los poemas él mismo. «Las cosas fueron muy
bien el primer día; desde la hora del desayuno hasta la del
almuerzo, estuvo sentado al pequeño escritorio de su vestidor, en
bata, garabateando rápidamente en varias docenas de cuartillas.
Estaba encantado con todo lo que escribía, lo mismo que su ayuda de
cámara, que también era literato y le aconsejaba en las difíciles
cuestiones de metáforas y retórica, y daba vueltas por la
habitación recogiendo las cuartillas que volaban en todas las
direcciones, ordenándolas y bajando a toda prisa a leérselas a su
amigo, el ayudante del jardinero. Era realmente asombroso lo aprisa
que escribía Strange, y el criado decía incluso que cuando acercaba
la mano a la cabeza de su señor, notaba el calor que despedía la
potente energía creativa del interior. Al segundo día, Strange se
sentó a escribir otra cincuentena de páginas, pero enseguida se
encontró en dificultades, al no hallar una rima para «que el amor
nos baste». «Del vicio el lastre» no prometía demasiado, «preciado
engaste» era pedante, y «tú me regalaste», ramplón. Estuvo
batallando una hora, no encontró nada, salió a caballo para
desembotar el cerebro y no volvió a mirar su poema.
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2.- Pueblo situado a cinco
o seis millas de la casa de Strange.
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3.- El señor Norrell, al
parecer, lo adaptó de una descripción de un hechizo de Lancashire
extraído de La biblioteca de la muerte, de Peter Watershippe
(1448).
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Libro II: Jonathan Strange
23. Shadow House
1.- Algunos autores
(Jonathan Strange entre ellos) afirman que Maria Absalom sabía muy
bien lo que se hacía al dejar que su casa se convirtiera en una
ruina. Sostienen que se guiaba por la creencia popular de que todos
los edificios en ruinas pertenecen al Rey Cuervo. Ello explicaría
por qué en Shadow. House la magia pareció fortalecerse después de
quedar en ruinas.
«Todas las obras del hombre, todas sus ciudades, todos sus
imperios, todos sus monumentos, un día caerán y se convertirán en
polvo. Hasta las casas de mis queridos lectores caerán —aunque sea
sólo durante un día, una hora— y serán casas de piedras unidas por
mortero de luna, con ventanas abiertas por las estrellas y
amuebladas por el viento cargado de polvo. Se dice que ese día, esa
hora, nuestras casas se convierten en propiedad del Rey Cuervo.
Aunque nos lamentemos del fin de la magia inglesa, digamos que hace
tiempo que nos ha abandonado y nos preguntemos unos a otros cómo
pudimos perder algo tan precioso, no debemos olvidar que la magia
nos espera al fin de Inglaterra y que llegará el día en que no
podremos escapar del Rey Cuervo más de lo que ahora, en nuestro
tiempo, podemos hacer que vuelva.» Historia y práctica de la magia
inglesa, Jonathan Strange, ed. John Murray, Londres, 1816.
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2.- Cuando se habla de las
«Otras Tierras» se alude, en general, a Tierra de Duendes, o un
lugar parecido, indeterminado. En una conversación de carácter
general, basta esta definición, pero un mago debe tratar de
concretar. Es bien sabido que el Rey Cuervo gobernaba tres reinos:
el primero era el reino de Inglaterra del Norte, que comprendía
Cumberland, Northumberland, Durham, Yorkshire, Lancashire,
Derbyshire y una parte de Nottinghamshire. Los otros dos reinos se
llamaban «las Otras Tierras del Rey». Uno era parte de Tierra de
Duendes y el otro se suponía que era un país situado en los
confines del infierno, llamado a veces «las Tierras Amargas». Los
enemigos del Rey decían que se las había arrendado Lucifer.
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3.- Paris Ormskirk
(1496-1587), maestro de escuela del pueblo de Clerkenwell, cerca de
Londres. Autor de varios tratados de magia. No era un pensador muy
original, pero sí un trabajador diligente que se impuso la tarea de
reunir y seleccionar todos los conjuros posibles, a fin de
descubrir la versión más segura. Tardó doce años, durante los
cuales, su casita de Clerkenwell Green se llenó de miles de papeles
con sortilegios escritos en ellos. La señora Ormskirk no se sentía
muy complacida y la pobre mujer se convirtió en el prototipo de la
esposa del mago de las comedias y las novelas baratas del
género.
El encantamiento que por fin encontró Ormskirk se hizo muy popular
y se utilizó extensamente durante su propio siglo y los dos
siguientes, pero hasta que Jonathan Strange lo modificó e hizo
aparecer a Maria Absalom en su propio sueño y el del señor
Segundus, no sé de nadie que obtuviera el menor éxito con él, quizá
por las razones que aduce Jonathan Strange.
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4.- Parece ser que, en este
momento, al señor Segundus lo abandonó su sentido común. Charles
HetherGray (1712-1789) fue otro historiógrafo de la magia que
publicó un célebre conjuro, tan malo como el de Ormskirk. Sería
difícil elegir entre los dos.
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5.- Conjurar a los muertos
era un sortilegio mágico muy conocido en la Edad Media. Al parecer
había consenso sobre que a un mago muerto le resultaba muy fácil
que su espíritu resucitase e incluso hablase.
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6.- Eran muy pocos los
magos que no habían aprendido magia de otro practicante. El Rey
Cuervo no fue el primer mago británico. Hubo otros antes que él
—uno de los más relevantes, Merlín, el medio hombre y medio
demonio, en el siglo VII—, pero en el tiempo en que el Rey Cuervo
llegó a Inglaterra, no había ninguno. Poco se sabe de los primeros
años del Rey Cuervo, pero es lógico suponer que aprendió tanto a
ser mago como a ser rey en una corte de Tierra de Duendes. Los
magos de la Inglaterra medieval aprendían su arte en la corte del
Rey Cuervo y aquellos magos enseñaron a otros.
Una excepción pudiera ser Thomas Godbless (1105?-1182), mago de
Nottinghamshire. La mayor parte de su vida nos es desconocida.
Estuvo un tiempo con el Rey Cuervo, pero, al parecer, eso fue en su
madurez, cuando hacía años que era mago. Él es quizá un ejemplo de
que un mago puede ser autodidacta, como lo fueron, evidentemente,
Gilbert Norrell y Jonathan Strange.
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24. Otro mago
1.- El Mago Moderno fue el
primero de varios periódicos de magia que siguieron a la aparición
de Amigos de la Magia Inglesa, acaecida en 1808. Aunque no habían
sido nombrados por el señor Norrell, a los directores de estas
publicaciones ni les pasaba por la imaginación desviarse de la
ortodoxia marcada por él.
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2.- Horace Tott llevó una
existencia gris en Cheshire, siempre con el propósito de escribir
una gran obra sobre la magia inglesa, que no llegó a empezar. Murió
a los setenta y cuatro años, pensando todavía que la iniciaría a la
semana siguiente, o quizá a la otra.
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25. La educación de un mago
1.- Naturalmente, el señor
Norrell basaba su programa de estudios en las clasificaciones
contenidas en De Generibus Artium Magicarum Anglorum, de Francis
Sutton-Grove.
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2.- Richard Chaston
(1620-1695). Chaston escribió que tanto los hombres como los
duendes poseen un componente racional y un componente mágico. En
los hombres predomina lo racional sobre lo mágico. En los duendes
ocurre lo contrario: la magia es connatural en ellos, pero, según
los cánones humanos, apenas son racionales.
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3.- Libro azul: denuncia de
las mentiras más extendidas y los fraudes más frecuentes
perpetrados por los magos ingleses contra los súbditos del Rey y
unos contra otros, Valentine Munday, ed. 1698.
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4.- La historia de la hija
del maestro de Nottingham (a la que el señor Norrell no volvió a
referirse) es interesante, por lo que voy a contarla aquí.
La feria a la que fue la muchacha se celebraba en Nottingham el día
de san Mateo. La joven pasó una mañana muy agradable, recorriendo
los puestos y comprando ropa para la casa, encajes y especias.
Durante la tarde, se volvió de pronto a mirar a unos titiriteros
italianos que caminaban detrás de ella y golpeó con el borde de la
capa a una oca. La irascible ave se lanzó aleteando y graznando
contra la muchacha, que hizo un ademán de sorpresa, y el anillo de
su padre se le escurrió del dedo y fue a caer en el gaznate de la
oca, que se lo tragó. Antes de que la hija del maestro de
Nottingham pudiera decir o hacer algo, el propietario se llevó al
animal y ambos desaparecieron entre la gente.
Compró la oca un hombre llamado John Ford, que vivía en el pueblo
de Fiskerton, y al día siguiente, su esposa, Margaret Ford, mató al
ave, la desplumó y la destripó. En su interior encontró un pesado
anillo de plata adornado con una barra diagonal de ámbar, que dejó
en una mesa, al lado de tres huevos de gallina que había recogido
aquella mañana.
Inmediatamente, los huevos empezaron a temblar, se abrieron y de
cada uno salió algo maravilloso. Del primero, un instrumento de
cuerda que parecía una viola, pero tenía brazos y piernas y tocaba
solo, con un arco diminuto, una música muy dulce. Del segundo huevo
surgió un barco del más puro marfil, con velas de fina batista y
remos de plata. Y del último salió un polluelo de extraño plumaje
rojo y oro. Éste fue el único portento que llegó a la noche. Al
cabo de una hora o dos, la viola se resquebrajó como cáscara de
huevo y se hizo pedazos; al atardecer, el barco de marfil desplegó
las velas y se fue remando por el aire; el pájaro, empero, creció,
y al cabo de un tiempo encendió, un fuego que destruyó la mayor
parte de Grantham. Durante el incendio se lo vio bañarse en las
llamas, lo que dio lugar a que lo tomaran por un fénix.
Cuando Margaret Ford comprendió que tenía en su poder un anillo
mágico, decidió utilizarlo. Por desgracia, era una mujer maliciosa
que tiranizaba a su pobre marido y pasaba largas horas tramando
venganzas contra sus enemigos. John Ford detentaba el feudo de
Fiskerton y, durante los meses siguientes, se vio abrumado por las
tierras y los bienes que le regalaban otros hacendados más ricos
que él, temerosos de la maléfica magia de su esposa.
No tardaron las nuevas de los portentos obrados por Margaret Ford
en llegar a Nottingham, donde el maestro de Nottingham yacía en la
cama, esperando la muerte. Era tanto el poder que había puesto en
el anillo que su pérdida lo había hecho enfermar de tristeza y
desesperanza. Cuando al fin tuvo noticias de su anillo, estaba ya
muy débil para poder hacer algo.
Su hija, por el contrario, apenada por la desgracia que había
causado a su familia, creyó que era su deber tratar de recuperar el
anillo, por lo que, sin revelar a nadie su propósito, se puso en
camino hacia el pueblo de Fiskerton, siguiendo la margen del
río.
No había llegado más allá de Gunthorpe cuando contempló una escena
terrible. Un bosquecillo estaba envuelto en voraces llamas. La
negra humareda hacía llorar y se agarraba a la garganta. Pero era
un incendio que no consumía el bosque. Un sordo quejido brotaba de
los árboles, como si se dolieran del largo tormento. La hija del
maestro miró en derredor, buscando a alguien que le explicara aquel
prodigio. Un joven leñador que pasaba por allí le dijo:
—Hace dos semanas, Margaret Ford se paró en ese bosque al volver de
Thurgarton. Descansó a la sombra de sus árboles, bebió agua de su
arroyo y comió de sus nueces y sus bayas, pero cuando se iba,
tropezó con una raíz y cayó al suelo, y cuando fue a levantarse, un
rosal silvestre cometió la impertinencia de arañarle. el brazo.
Entonces ella echó un maleficio al bosque y juró que ardería para
siempre.
La hija del maestro dio las gracias al leñador por la información y
siguió andando. Sintió sed y se arrodilló a beber en el río. En
aquel momento, una mujer —o algo muy parecido a una mujer— que
estaba en el agua se incorporó a medias. Tenía el cuerpo cubierto
de escamas, la piel moteada como la de una trucha y el cabello
convertido en un extraño amasijo de púas. Parecía mirar fieramente
a la muchacha, pero sus ojos de pez, redondos y fríos, y su rígida
piel de pez no se prestaban a reproducir expresiones humanas, por
lo que era dificil adivinar su actitud.
—Oh, perdone —dijo la hija del maestro, asustada.
La mujer abrió la boca y mostró la garganta y la fea dentadura de
un pez, pero parecía incapaz de emitir sonido alguno. Entonces se
dio media vuelta y volvió a hundirse en el agua. Una mujer que
lavaba ropa en el río explicó a la hija del maestro:
—Es Joscelin Trent, que tiene la desgracia de ser la esposa del
hombre que le gusta a Margaret Ford, la cual, por celos, le ha
echado un maleficio, y la pobre ha de pasar los días y las noches
sumergida en los bajíos del río, para que no se le sequen su piel y
su carne de pez. Como no sabe nadar, vive con el terror de
ahogarse.
La joven dio las gracias a la mujer por haberle dicho esto. Llegó
entonces al pueblo de Hoveringham. Un hombre y su esposa, que
montaban un pequeño poni, muy apretados, le aconsejaron que no
entrara en el pueblo y le hicieron dar un rodeo, llevándola por
estrechos senderos. Desde una pequeña loma, la hija del maestro
contempló el pueblo y vio que todos sus habitantes llevaban los
ojos vendados. Como no estaban habituados a esa ceguera
autoimpuesta, continuamente chocaban con las paredes, tropezaban
con taburetes y carretillas, se cortaban con cuchillos y otras
herramientas, y se quemaban con la lumbre. De manera que todos
estaban heridos y magullados, pero ni uno solo se quitaba la
venda.
—Es que el cura de Hoveringham tuvo la osadía de denunciar desde el
púlpito la maldad de Margaret Ford —explicó la esposa—. Obispos,
abades y canónigos han mantenido la boca cerrada, pero ese frágil
anciano la desafió y ella maldijo a todo el pueblo. La maldición
consiste en tener ante los ojos la imagen de aquello que más temen,
y esas pobres gentes ven a sus hijos morir de hambre, a sus padres
volverse locos y a aquellos a los que aman traicionarlos y
despreciarlos. Marido y mujer se ven el uno al otro atrozmente
asesinados. Por eso, aunque tales visiones no son sino ilusiones,
los habitantes del pueblo tienen que vendarse los ojos para no
enloquecer por lo que ven.
Sacudiendo la cabeza ante la maldad de Margaret Ford, la hija del
maestro siguió caminando hacia la casa de John Ford, donde encontró
a Margaret y a las criadas, que, armadas de palos, conducían las
vacas alestablo para el ordeño de la tarde. La muchacha se acercó
audazmente a Margaret Ford. Al instante, ésta se volvió y la golpeó
con el bastón.
—¡Ya sé quién eres, bribona! —le gritó—. Me lo ha dicho mi anillo.
Sé que piensas mentirme, a mí, que nunca te he hecho daño alguno, y
pedirme que te tome a mi servicio. Sé que te propones robarme el
anillo. ¡Pues bien, quiero que sepas que el anillo tiene unos
hechizos muy poderosos! Si alguien fuera tan necio como para
tocarlo siquiera, al momento saldrían de la tierra abejas, avispas
e insectos de todas clases a clavarle el aguijón, y del cielo
bajarían águilas, halcones y toda clase de aves a picotearlo, y por
último, aparecerían osos, jabalíes y toda clase de alimañas a
despedazarlo.
Entonces le dio de palos a la hija del maestro y ordenó a sus
criadas que la pusieran a trabajar en la cocina. Las criadas, un
hatajo de desgraciadas, víctimas de las iras de su ama, daban a la
joven los trabajos más arduos, y cada vez que Margaret Ford las
golpeaba o les gritaba, ellas se desahogaban haciendo otro tanto
con ella. A pesar de todo, la hija del maestro no perdía el ánimo.
Varios meses hacía ya que trabajaba en la cocina, y ni un solo
momento dejó de pensar en cómo conseguir que Margaret Ford se
desprendiera del anillo o lo perdiera. Margaret Ford era una mujer
cruel que se ofendía fácilmente y cuya cólera era inextinguible. No
obstante, adoraba a los niños pequeños, no desperdiciaba ocasión de
cuidarlos y, con un crío en brazos, era toda ternura. No había
tenido hijos y quienes la conocían sabían que eso era para ella
causa de profunda pena. Se suponía que había probado toda clase de
artes de magia para concebir, pero en vano. Un día, mientras jugaba
con la niña de una vecina, Margaret Ford dijo que si un día llegaba
a tener un hijo, le gustaría que fuera una niña y que tuviera la
piel blanca como la nata, los ojos verdes y el pelo rizado y del
color del cobre (como ella).
—¡Ah! —exclamó la hija del maestro con aire inocente—. La esposa
del agente del rey en Epperstone tiene una niña precisamente así,
la criatura más bonita que se pueda imaginar.
Margaret Ford hizo que la muchacha la llevara a Epperston a ver a
la hija de la esposa del agente del rey, y cuando comprobó que la
criatura era la más bonita que había visto en su vida (tal como le
había dicho la joven) anunció a la horrorizada madre su intención
de llevársela consigo.
Desde el momento en que se apoderó de la pequeña, Margaret Ford
pareció otra. Se pasaba el día cuidando de la niña, jugando con
ella y cantándole canciones. Ahora estaba contenta con su suerte.
Utilizaba el anillo mágico mucho menos que antes y casi nunca se
encolerizaba. Así siguieron las cosas hasta que iba a hacer ya un
año que la hija del maestro de Nottingham vivía en casa de Margaret
Ford. Un día de verano, Margaret Ford, la niña, la hija del maestro
y las otras criadas almorzaron en la orilla del río. Después de
comer, Margaret Ford se tendió a descansar a la sombra de un rosal
silvestre. Hacía calor y todas tenían sueño. En cuanto estuvo
segura de que Margaret Ford dormía, la hija del maestro sacó una
ciruela confitada y se la enseñó a la niña. La pequeña, que sabía
muy bien lo que hay que hacer con los confites, abrió la boca, y la
joven se lo metió en la boca. Luego, rápidamente y asegurándose de
que ninguna de las criadas veía lo que hacía, sacó el anillo mágico
del dedo de Margaret Ford y gritó:
—¡Oh, oh! ¡Despierte, señora! ¡La niña le ha quitado el anillo y se
lo ha metido en la boca! ¡Oh!, por el bien de la criatura, deshaga
el hechizo. ¡Deshaga el hechizo!
Margaret Ford se despertó y vio a la niña con la mejilla abultada,
pero estaba muy aturdida por el sueño para darse cuenta de lo que
ocurría. Volaba por allí una abeja, a la que la hija del maestro
señaló con el dedo, gritando. También las otras criadas
chillaron.
—¡Pronto, señora, se lo suplico! —rogó—. ¡Oh! —exclamó levantando
la mirada—. ¡Ya vienen las águilas y los halcones! ¡Oh! —Miró a lo
lejos—. Ahí están ya los osos y los jabalíes que despedazarán a la
pobrecita.
Margaret Ford gritó al anillo que deshiciera el hechizo, y el
anillo obedeció al instante, y casi al mismo tiempo la niña se
tragó el confite. Mientras Margaret Ford y las criadas, con ruegos,
carantoñas y golpecitos en la espalda, trataban de que la pequeña
escupiera el anillo mágico, la hija del maestro de Nottingham echo
a correr por la margen del río en dirección a Nottingham.
El resto de la historia tiene los elementos habituales. Cuando
Margaret Ford descubrió el engaño, lanzó a jinetes y perros en
persecución de la joven. Varias veces, la muchacha parecía perdida:
los caballos estaban a punto de darle alcance y ya tenía a los
perros en los talones. Pero la historia nos cuenta cómo las
víctimas de la magia de Margaret Ford la ayudaron. Los habitantes
del pueblo de Hoveringham se arrancaron las vendas y, a pesar de
las horribles visiones que aparecían ante sus ojos, corrieron a
construir barricadas para impedir el paso de Margaret Ford. La
infortunada Joscelin Trent se levantó del río y trató de hundir a
Margaret Ford en las enlodadas aguas; y el bosque en llamas le
arrojó ramas ardientes.
El anillo volvió a manos del maestro de Nottingham, que reparó todo
el daño que había perpetrado Margaret Ford y recuperó su propia
fortuna y su reputación.
Existe otra versión de la historia en la que no aparece el anillo
mágico ni el bosque en llamas perpetuas, ni fénix, ni milagro
alguno. Según esta versión, Margaret Ford y la hija del maestro de
Nottingham (que se llamaba Donata Torel) no eran enemigas, sino las
dirigentes de una agrupación de magas que floreció en
Nottinghamshire en el siglo XII. Hugh Torel, el maestro de
Nottingham, era contrario a la existencia de tal grupo e hizo
grandes esfuerzos por destruirlo (a pesar de que su propia hija
pertenecía a él). Estuvo a punto de conseguirlo, hasta que las
mujeres dejaron sus hogares, abandonando a padres y maridos, y se
fueron a vivir al bosque bajo la protección de Thomas Godbless, un
mago mucho más poderoso que Hugh Torel. Esta menos pintoresca
versión de la historia nunca fue tan popular como la otra, pero es
la que Jonathan Strange consideró válida e incluyó en Historia y
práctica de la magia inglesa.
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26. Esfera, corona y cetro
1.- Stephen describió cómo,
a poco de llegar a estas costas, Julio César se apartó de su
ejército para adentrarse en un bosquecillo. No había andado gran
trecho cuando se tropezó con dos jóvenes que suspiraban
profundamente y golpeaban el suelo con gesto de frustración. Los
dos eran muy apuestos y vestían túnicas del más puro lino teñido de
exquisitos colores. Julio César, admirado del noble aspecto de los
jóvenes, les hizo toda suerte de preguntas, a las que ellos
respondieron con candor, sin asomo de desconfianza. Le explicaron
que ambos tenían querellas que presentar al tribunal de la región.
El tribunal celebraba sesión el primer día de cada trimestre para
zanjar disputas y castigar a los delincuentes. Por desgracia, la
raza a la que ellos pertenecían era levantisca y violenta, y en ese
momento no podían presentar su demanda porque no encontraban un
juez imparcial; todas las personas venerables de su casta o estaban
acusadas de algún crimen o tenían relación con alguno de los casos
en litigio. Al oír eso, César se compadeció e inmediatamente se
ofreció a actuar de juez, a lo que ellos accedieron de buen grado.
Lo llevaron por el bosque hasta una hondonada cubierta de hierba y
rodeada de verdes colinas. Allí encontró César a un millar de los
hombres y mujeres más hermosos que viera en su vida. Se sentó en la
ladera y escuchó todas sus quejas y acusaciones. Cuando las hubo
oído, emitió unos juicios tan sabios que todos quedaron satisfechos
y ninguno se fue sintiéndose tratado injustamente. Tan complacidos
estaban con las sentencias que, en pago, ofrecieron a César lo que
quisiera. Él meditó un momento y dijo que quería dominar el mundo.
Y ellos se lo prometieron.
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27. La esposa del mago
1.- El 14 de mayo de 1810,
Strange le escribió a John Segundus: «... Existe aquí un gran afán
por ver visiones, que me place satisfacer siempre que puedo. A
pesar de lo que diga el señor Norrell, cuesta muy poco esfuerzo y
nada agrada más al profano. Lo único que lamento es que la gente
siempre acaba pidiéndome que les muestre a sus parientes. El martes
estaba en Tavistock Square, en casa de una familia llamada Fukher.
Derramé vino en la mesa, obré la magia y les mostré un combate
naval que en aquel momento se libraba en las Bahamas, una vista de
un monasterio napolitano en ruinas al claro de luna y, finalmente,
al emperador Napoleón Buonaparte tomando una taza de chocolate con
los pies en un barreño de agua caliente».
Los Fulcher son personas lo bastante corteses para aparentar
interés en lo que yo hacía, pero casi al final de la velada me
preguntaron si no podría mostrarles a su tía, que vive en Carlisle.
Durante la media hora siguiente, Arabella y yo tuvimos que hablar
el uno con el otro mientras la familia contemplaba, extasiada, la
imagen de una anciana sentada junto al fuego, con una cofia blanca,
haciendo calceta.» Cartas y documentos de Jonathan Strange, John
Segundus, ed. John Murray, Londres, 1824.
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2.- Uno de los libros del
señor Norrell. Norrell aludió a él indirectamente cuando los
señores Segundus y Honeyfoot fueron a visitarlo a primeros de enero
de 1807.
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3.- Eran las pinturas
venecianas que el señor Norrell había visto en casa de la señora
Wintertowne dos años antes. La señora Wintertowne le dijo entonces
al mago que pensaba darlos como regalo de boda a sir Walter y a la
señorita Wintertowne.
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28. La biblioteca del duque de Roxburghe
1.- Entre las formas de
magia que Strange y Norrell obraban en 1810 figuran: desecar una
gran extensión de mar del golfo de Vizcaya y materializar en ella
un vasto bosque de árboles monstruosos (con lo que destruyeron
veinte barcos franceses, crearon mareas y vientos insólitos que
desconcertaban a los franceses, arruinaban las cosechas y hacían
morir al ganado); modelar con lluvia flotas de navíos, ciudades
amuralladas, figuras gigantescas, bandadas de ángeles, etcétera,
etcétera, a fin de asustar, confundir o hechizar a los soldados y
marineros enemigos; hacer que cayera la noche cuando los franceses
esperaban el amanecer y viceversa.
Todo ello se enumera en De Generibus Artium Magicarum Anglorum, de
Francis Sutton-Grove.
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2.- A finales de 1809, lord
Castlereagh, el anterior ministro de la Guerra, se había peleado
violentamente con el señor Canning. Se batieron en duelo, después
del cual ambos tuvieron que dimitir de sus cargos en el gobierno.
Lord Liverpool, el actual ministro de la Guerra, es en realidad la
misma persona que lord Hawkesbury, que ya ha sido mencionado en
estas páginas y que, a la muerte de su padre, ocurrida en diciembre
de 1808, había dejado un título y asumido el otro.
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3.- Thaumatomane: persona
apasionada por la magia y los milagros, Diccionario de la lengua
inglesa, de Samuel Johnson.
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4.- Floors Castle es la
casa de los duques de Roxburghe.
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5.- El Comité de
Privilegios falló finalmente a favor de sir James Innes, y, como el
señor Lascelles había pronosticado, el nuevo duque puso en venta la
biblioteca al instante. La subasta, que tuvo lugar en el verano de
1812 (estando Strange en la Península Ibérica), fue sin duda el
acontecimiento bibliográfico más extraordinario desde el incendio
de la biblioteca de Alejandría. Se prolongó durante cuarenta y dos
días y fue causa de dos duelos por lo menos. Entre los libros del
duque figuraban siete textos mágicos, a cual más extraordinario.
Rosa et Fons era una meditación mística sobre magia, escrita por un
mago desconocido del siglo XIV. Thomas de Dundelle, poema hasta
entonces ignoto de Chrétien de Troyes, era una versión colorista de
Thomas Dundale, el primer sirviente humano del Rey Cuervo.
El libro de Loveday Ingham era la descripción de las ocupaciones
cotidianas de un mago del siglo XV en Cambridge.
Exercitatio Magica Nobilissima era un intento de describir toda la
magia inglesa que databa del siglo XVII.
Historia de Seven era una obra muy embarullada, parte en inglés,
parte en latín y parte en una lengua mágica desconocida. No podía
determinarse su antigüedad, no podía identificarse al autor ni
podía adivinarse su intención al escribir el libro. En lineas
generales, parecía ser la historia de una ciudad de Tierra de
Duendes llamada Seven, pero la información se presentaba en un
estilo muy confuso y con frecuencia el autor interrumpía su
narración para acusar a una persona no especificada de haberlo
perjudicado de algún modo misterioso. Esas partes del texto más
parecían una carta de protesta que otra cosa. El Parlamento de las
mujeres era una descripción alegórica del siglo XVI, de la
sabiduría y la magia propias de las mujeres.
Pero, con mucho, el más maravilloso era Espejo de la vida de Ralph
Stokesey, que salió a subasta el último día junto con una primera
edición del Decamerón de Boccaccio. El mismo señor Norrell ignoraba
la existencia de ese libro hasta aquel día. Al parecer, había sido
escrito por dos autores, un mago del siglo XV llamado William
Thorpe y Col Tom Blue, el criado duende de Ralph Stokesey. Por ese
tesoro, el señor Norrell pagó la inaudita suma de 2.100
guineas.
Era tal el respeto que inspiraba el mago que ni uno solo de los
caballeros que estaban en la sala pujó contra él. Pero una dama
pujó por todos los libros. Arabella Strange había estado muy
ocupada durante las semanas que precedieron a la subasta. Escribió
cartas a las amistades de su esposo y visitó a todos sus amigos de
Londres, tratando de reunir dinero suficiente para comprar algún
libro para su marido, pero el señor Norrell los copó todos.
Sir Walter Scott, el escritor, describió el final de la subasta.
«Fue tal la decepción de la señora Strange al perder La vida de
Ralph Stokesey que se le saltaron las lágrimas. En aquel momento,
el señor Norrell pasó por su lado con el libro en la mano. Ni una
palabra, ni una mirada tuvo aquel hombre para la esposa de su
discípulo. No recuerdo cuándo he visto una conducta tan repelente.
Varias personas observaron esa actitud y oí comentarios severos
acerca de Norrell. El mismo lord Portishead, cuya admiración por el
mago no tiene limites, admite que éste se ha comportado muy mal con
la señora Strange.»
Pero no fue sólo el trato dado a Arabella lo que suscitó
comentarios adversos. Durante las semanas que siguieron a la
subasta, estudiosos e historiadores esperaban enterarse de los
nuevos conocimientos que se hubieran hallado en los siete
maravillosos libros. Concretamente, esperaban que Espejo de la vida
de Ralph Stokesey diera respuesta a algunos de los misterios más
desconcertantes de la magia inglesa. Se suponía que el señor
Norrell revelaría sus descubrimientos en las páginas de Amigos de
la Magia Inglesa o que mandaría imprimir copias de los volúmenes.
No hizo ninguna de estas cosas. Una o dos personas le escribieron
para hacerle preguntas específicas. No contestó. Y cuando en los
periódicos aparecían cartas con quejas acerca de ese
comportamiento, se indignaba. Al fin y al cabo, él no hacía nada
más que lo que había hecho siempre: adquirir libros valiosos y
esconderlos donde nadie pudiera verlos. La diferencia estaba en
que, cuando era un desconocido, a la gente no le importaba, pero
ahora los ojos del mundo estaban puestos en él. Su silencio era
causa de extrañeza y la gente empezó a recordar otras ocasiones en
las que el señor Norrell había obrado con rudeza y arrogancia.
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29. En casa de José Estoril
1.- El St. Serlo’s Blessing
había sido capturado a los franceses. Su nombre francés era Le
Temple Foudroyé. St. Serlo’s Blessing, por supuesto, era el nombre
de uno de los cuatro bosques mágicos que rodeaban y protegían la
ciudad de Newcastle, capital del Rey Cuervo.
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2.- Desde luego, puede
aducirse que Wellington era irlandés, pero un patriótico autor
inglés no se rebajaría a responder a semejante objeción.
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3.- Había tres grandes
plazas fuertes que guardaban la frontera de España: Almeida,
Badajoz y Ciudad Rodrigo. A principios de 1811, las tres estaban en
poder de los franceses. Mientras avanzaba sobre Almeida, Wellington
envió al general Beresford con el ejército portugués al sur, a
poner sitio a Badajoz.
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30. El libro de Robert Findhelm
1.- Yorkshire formaba parte
del reino del Rey Cuervo de Inglaterra del Norte. Saber que
Vinculus era del norte, igual que ellos, tenía que incrementar el
respeto de Childermass y Norrell hacia él.
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2.- Otras muchas personas,
además de Lascelles, repararon en la extraña circunstancia de que
el señor Norrell, que no toleraba ni oír hablar del Rey Cuervo,
hubiera vivido en una casa construida con piedras talladas por
orden del Rey y en unas tierras que el Rey había poseído y conocía
bien.
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3.- Asesinato de libro fue
una adición tardía a la ley de la magia inglesa. La deliberada
destrucción de un libro de magia merecía el mismo castigo que el
asesinato de un cristiano.
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4.- No todos los personajes
mencionados por el caballero eran cristianos. Al igual que
nosotros, al referirnos a una gran diversidad de tribus y razas de
criaturas sobrenaturales, decimos «duendes», ellos suelen llamarnos
«cristianos», independientemente de nuestra religión, raza o
era.
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31. Diecisiete napolitanos muertos
1.- Voz acuñada en España
durante la guerra de la Independencia para designar la acción de
bandas, compuestas por docenas o por miles de hombres, que
combatían y hostigaban a los ejércitos franceses. Algunas estaban
mandadas por ex soldados y mantenían un grado de disciplina militar
impresionante. Otras eran poco más que cuadrillas de bandoleros que
dedicaban tantas energías a sembrar el terror entre sus
infortunados compatriotas como a luchar contra los franceses.
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2.-Jonathan Strange a John
Segundus, Madrid, 20 de agosto de 1812.
«Siempre que hay que encontrar a alguien o algo, lord Wellington me
pide que conjure una visión. Nunca da resultado. El Rey Cuervo y
otros aureates tenían una magia especial para localizar objetos y
personas. Tengo entendido que empezaban por utilizar un cuenco de
plata lleno de agua. Dividían la superficie del agua en cuatro
partes con rayas de luz. (Por cierto, John, realmente no puedo
creer que tengas tantas dificultades como dices para crear esas
líneas. Yo no puedo describirlas con más claridad. ¡Son la cosa más
sencilla del mundo!) Los cuartos representan Cielo, Infierno,
Tierra y Tierra de Duendes. Parece ser que se utiliza un hechizo de
elección para determinar en cuál de estos reinos ha de encontrarse
la persona o la cosa que buscas, pero no tengo ni la menor idea de
lo que se hace a partir de entonces, ni tampoco Norrell. ¡Si yo
dispusiera de esa magia...! Wellington y su estado mayor siempre
están encomendándome tareas que no puedo realizar o que debo dejar
a medias porque no dispongo de ella. Noto su falta casi a diario.
Sin embargo, no tengo tiempo para experimentos. Por lo tanto, John,
te agradecería infinito que dedicaras un tiempo a ensayar este
hechizo y me comunicaras inmediatamente si has conseguido
algo.»
En los papeles que dejó John Segundus no hay ninguna indicación de
que tuviera éxito en sus intentos por recuperar esta magia. No
obstante, en el otoño de 1814 Strange se dio cuenta de que un
pasaje de Revelaciones de otros treinta y seis mundos, de Ormskirk
—durante mucho tiempo considerado un referente de las rimas basadas
en números—, ofrecía, de hecho, una especie de versión embrollada
precisamente de este hechizo. Hacia finales de ese año, Strange y
Norrell practicaban esta magia con reservas.
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3.- Strange sabía que era
un acto de magia que hacía el Rey Cuervo. La magia del Rey era casi
toda misteriosa, bella y delicada, por lo que nos sorprende que
hubiera utilizado un hechizo tan brutal. A mediados del siglo XIII,
los enemigos del Rey trataban de formar una alianza contra él.
Conocía a la mayoría de sus integrantes: el rey de Francia era uno
de ellos; el rey de Escocia era otro; y había también varios
duendes desafectos que se daban títulos altisonantes y que tal vez
gobernaran —o tal vez no— los vastos territorios que se atribuían.
Había también otros personajes más misteriosos e importantes.
Durante la mayor parte de su reinado, el Rey había estado en buenas
relaciones con la mayoría de los ángeles y demonios, pero ahora
corrían rumores de que se había peleado con dos de ellos: Zadkiel,
el que administra la misericordia, y Alrinach, el que rige los
naufragios.
No parece que las actividades de la alianza inquietaran mucho al
Rey. Pero se despertó su interés cuando los presagios mágicos
parecían indicar que uno de sus propios nobles se había unido a los
aliados y cons- piraba contra él. El sospechoso era Robert
Barbatus, conde de Wharfdale, hombre conocido por su astucia y sus
artes manipuladoras, por lo que le habían puesto el mote de Zorro.
A los ojos del Rey, no había peor delito que el de la traición.
Cuando Henry Barbatus, el primogénito del Zorro, murió de unas
fiebres, el Rey Cuervo ordenó que lo desenterraran y lo resucitó
para hacerle decir lo que supiera. Thomas de Dundale y William
Lanchester sentían una viva aversión hacia esa clase de magia y le
suplicaron que utilizara algún otro medio. Pero el Rey estaba muy
enfadado y no lograron disuadirlo. Había otras cien formas de magia
que hubiera podido usar, aunque ninguna tan rápida y directa, y, al
igual que la mayoría de los grandes magos, el Rey Cuervo era, ante
todo, práctico.
Se dijo que, en su furor, golpeó a Henry Barbatus. En vida, Henry
era un joven muy agraciado, admirado por su apostura y donaire y
temido por su audacia en el combate. Que tan noble caballero fuera
reducido por el Rey a la condición de pelele acobardado y
quejumbroso enfureció a William Lanchester y fue causa de una
enconada pelea entre ambos magos, que duró varios años.
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4.- Para acabar con la
«vida» de los cadáveres hay que arrancarles los ojos, la lengua y
el corazón.
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5.- «Por lo que respecta a
los soldados italianos muertos, sólo puedo decir que todos
lamentamos profundamente infligir tal crueldad a hombres que ya
habían sufrido mucho. Pero nos vimos obligados a hacerlo. No
dejaban en paz al mago y lo habrían vuelto loco. Teníamos que poner
a dos hombres de guardia mientras dormía para impedir que fueran a
despertarlo. Habían sufrido muchos quebrantos desde su muerte y no
eran una visión que a nadie apeteciera contemplar al despertar. Al
fin hicimos una hoguera y los arrojamos al fuego.» Lord Fitzroy
Somerset a su hermano, 2 de septiembre de 1812.
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6.- El coronel Vickery
había reconocido el terreno y descubierto a soldados franceses al
acecho entre los árboles, esperando para disparar contra el
ejército británico. Sus oficiales estaban discutiendo lo que
convenía hacer cuando llegó lord Wellington a caballo.
—Podríamos dar un rodeo —dijo—. Pero nos llevaría tiempo y tengo
prisa. ¿Dónde está el mago? —Alguien fue en busca de Strange—.
Señor Strange, —le dijo lord Wellington—, no creo que suponga un
gran esfuerzo para usted mover esos árboles. Mucho menor que el que
tendrían que hacer cuatro mil hombres para dar un rodeo de siete
millas. ¡Mueva esos bosques, por favor!
Strange hizo lo que se le pedía y trasladó el olivar y el pinar al
otro lado del valle. Los franceses quedaron al descubierto en una
ladera desnuda y rápidamente se rindieron a los ingleses.
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7.- Por un error, en los
mapas de España de Wellington, la ciudad de Pamplona no estaba
situada en su lugar real. Wellington se sintió vivamente defraudado
el día en que, después de una marcha de veinte millas, el ejército
no llegó a Pamplona, que estaba diez millas más al norte. Tras una
breve discusión, se creyó más conveniente hacer que el señor
Strange desplazara la ciudad que rectificar todos los mapas.
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8.- Las iglesias de Saint
Jean de Luz constituyeron un caso bochornoso. No había ninguna
necesidad de moverlas. Lo cierto es que un domingo por la mañana
Strange estaba desayunándose con brandy en un hotel de Saint Jean
de Luz con tres capitanes y dos tenientes del 16o de la Ligera de
Dragones, a los que explicaba la teoría que regía el desplazamiento
mágico de objetos diversos. Era una empresa totalmente vana: de
haber estado sobrios, tampoco lo habrían entendido, y hacía dos
días que ni ellos ni Strange estaban sobrios. A modo de
ilustración, Strange intercambió el emplazamiento de las dos
iglesias, con los fieles en el interior. Tenía el propósito de
devolverlas a su lugar antes de que la gente saliera., pero lo
llamaron para jugar una partida de billar y no volvió a pensar en
ello. Es más, pese a las seguridades dadas reiteradamente, Strange
nunca encontró tiempo ni ocasión para devolver a su lugar original
río, árboles, ciudad ni nada.
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9.- El gobierno británico
le había otorgado a lord Wellington el título de duque. También se
habló de conceder un título nobiliario a Strange. «Una baronía es
lo mínimo que esperará —le dijo lord Liverpool a sir Walter—, y
estaríamos perfectamente justificados si le diéramos algo más. ¿Qué
le parece un vizcondado?» La causa de que esto no llegara a ocurrir
fue que, tal como señaló sir Walter, no se le podía dar un título a
Strange sin hacer otro tanto por Norrell, y ningún miembro del
gobierno sentía por Norrell tanta simpatía. La idea de tener que
llamar al señor Norrell «sir Gilbert» o «milord» era
deprimente.
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32. El rey
1.- En Vida de Jonathan
Strange, John Segundus describe otras maneras en que, en su
opinión, el duque de Wellington influyó en la posterior actuación
de Strange.
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2.- Ni la tenía Ormskirk,
seguramente, que se habría limitado a anotar la fórmula que alguien
le había dado o que había encontrado en un libro. Es éste un
problema constante en los escritos de los magos argentine. En su
afán por preservar hasta el último resto de conocimiento mágico,
con frecuencia se sentían obligados a escribir cosas que ni ellos
mismos entendían.
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3.- El estanque y la
arboleda eran lo único que quedaba de un gran jardín plantado por
orden de Guillermo III, que no llegó a terminarse. Su construcción
fue abandonada porque el coste era excesivo, y el terreno recuperó
su anterior estado de parque y prado.
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33. Ponme la luna en los ojos
1.- Charles James Fox,
político radical que había muerto hacía unos ocho años. Esta
afirmación demuestra lo muy perturbado que estaba el rey: el señor
Fox era un ateo notorio que por nada del mundo hubiera puesto los
pies en una iglesia.
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2.- Después, al rememorar
los sucesos de la mañana, Strange no pudo sino suponer que el
flautista no había tratado de engañarlo por el sentido del
gusto.
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3.- Es discutible si el
señor Norrell estaba en lo cierto al decir que los caminos de las
hadas no hacen daño. Son lugares misteriosos y existen docenas de
relatos de las extrañas aventuras ocurridas a los que trataron de
transitar por ellos. La que cuento a continuación es una de las más
conocidas. Es difícil decir cuál fue con exactitud la suerte que
corrieron los caminantes, aunque desde luego no es una suerte que
ni tú ni yo deseáramos compartir.
En Yorkshire, a finales del siglo XVI, había un hombre que poseía
una granja. Una mañana de verano temprano salió al campo con dos o
tres de sus hombres, para empezar la siega del heno. La tierra
estaba cubierta de una bruma blanca y el aire era frío. A lo largo
de uno de los lados del campo discurría un antiguo camino
encantado, bordeado de altos setos de espino. Crecían en él hierba
alta y árboles jóvenes, y hasta en los días más claros estaba
oscuro y sombrío.
El granjero nunca había visto a nadie en el sendero, pero aquella
mañana él y sus hombres vieron avanzar por él a un grupo de
personas. El hombre que caminaba delante dejó la senda y entró en
el campo. Vestía de negro y era joven y bien parecido, y, aunque ni
el granjero ni sus hombres lo habían visto antes, enseguida
supieron quién era: John Uskglass, el rey mago. Cayeron de
rodillas, pero él los levantó y dijo que iba de viaje. Ellos le
llevaron un caballo, comida y bebida. Luego fueron en busca de sus
esposas e hijos, y John Uskglass los bendijo y les otorgó buena
suerte. El granjero miraba con recelo a la extraña gente que se
había quedado en el camino, pero John Uskglass le dijo que no tenía
nada que temer. Le prometió que aquella gente no podía hacerle daño
alguno. Luego se alejó cabalgando. La gente extraña permaneció en
el antiguo sendero mágico durante un rato, pero con los primeros
rayos del fuerte sol de verano, se desvaneció, al mismo tiempo que
la bruma.
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35. El caballero de Nottinghamshire
1.- El retrato estuvo
colgado en la biblioteca del señor Norrell desde noviembre de 1814
hasta el verano siguiente, en que fue retirado. Desde entonces
nadie lo ha visto. El siguiente extracto de un tomo de memorias
describe las dificultades experimentadas por el señor Lawrence
(posteriormente, sir Thomas Lawrence) para pintarlo. También es
interesante por la luz que arroja sobre las relaciones entre
Norrell y Strange a finales de 1814. Parece ser que, pese a muchas
provocaciones, Strange aún trataba de ser paciente con su tutor y
animaba a otras personas a hacer lo mismo.
«Los dos magos posaron en la biblioteca del señor Norrell. El señor
Lawrence vio en el señor Strange a un hombre de lo más agradable, y
su retrato marchaba satisfactoriamente. El señor Norrell, por el
contrario, se mostró desde el principio muy inquieto. Se revolvía
en su asiento y torcía el cuello como si tratara de ver las manos
del señor Lawrence: vano intento, puesto que el caballete se
interponía entre ellos. El señor Lawrence, suponiéndolo nervioso
por la marcha del retrato, le aseguró que éste iba perfectamente y
que si lo deseaba podía mirar la tela para comprobarlo con sus
propios ojos, pero eso no bastó para calmar su agitación. De pronto
el señor Norrell se dirigió al señor Strange, que estaba
escribiendo una carta a un ministro:
—Señor Strange, noto corriente de aire. Me parece que la ventana
que hay detrás del señor Lawrence está abierta. ¡Haga el favor de
ir a ver si es así!
Sin levantar la mirada del papel, Strange respondió:
—Se equivoca; la ventana no está abierta.
Minutos después, al señor Norrell le pareció oír en la plaza a un
vendedor de empanadas y rogó al señor Strange que mirase por la
ventana, y nuevamente él se negó. Después era el coche de una
duquesa lo que oía. Por todos los medios, quería conseguir que el
señor Strange fuera a la ventana, pero éste no iba. Aquello era muy
extraño, y el señor Lawrence empezó a sospechar que la agitación
del señor Norrell nada tenía que ver con imaginarias corrientes de
aire, vendedores de empanadas ni duquesas, sino con el cuadro.
Cuando el señor Norrell salió de la habitación, el señor Lawrence
preguntó al señor Strange qué ocurría. En un principio, el señor
Strange le aseguró que no ocurría nada, pero el señor Lawrence
estaba decidido a averiguarlo e insistió hasta que el señor Strange
suspiró:
—¡Está bien! Se le ha metido en la cabeza que, al amparo del
caballete, copia usted hechizos de sus libros. El señor Lawrence
estaba consternado. Él había pintado a los más grandes personajes
del país y nunca había sido acusado de robar. Ése no era el trato
que esperaba.
—Vamos, no se enfade —dijo el señor Strange suavemente—. Si hay en
Inglaterra un hombre que se merezca que seamos pacientes con él,
ése es el señor Norrell. El futuro de la magia inglesa gravita
sobre sus hombros y le aseguro que él siente su gran peso. Eso hace
que sea un poco excéntrico. ¿Cuáles serían sus sensaciones, señor
Lawrence, si una mañana al despertarse se encontrara con que usted
es el único pintor de Europa? ¿No se sentiría un poco solo? ¿No
sentiría fija en usted la mirada atenta de Miguel Ángel,
Rafael,
Recuerdos de sir Thomas Lawrence durante una amistad de casi
treinta años, de la señora Croft.
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2.- Francis Pevensey, mago
del siglo XVI. Escribió Dieciocho prodigios que se encuentran en la
casa de Albión. Sabemos que Pevensey fue alumno de Martin Pale.
Dieciocho prodigios tiene todas las características de la magia de
Pale, incluida su afición a complicados diagramas y aparatos
mágicos. Durante muchos años, Francis Pevensey ocupó un lugar, si
no preeminente, respetable en la historia de la magia inglesa,
gracias a su condición de seguidor de Martin Pale, y causó gran
sorpresa cuando, de pronto, fue objeto de una de las más agrias
controversias del siglo XVIII sobre la teoría de la magia. Todo
empezó en 1754, con el descubrimiento de numerosas cartas en la
biblioteca de un caballero de Stanford, en Lincolnshire. Estaban
escritas en caligrafía antigua y firmadas por Martin Pale. Los
eruditos de la época no cabían en sí de gozo.
Pero luego resultó que se trataba de cartas de amor y en ellas no
había ni una sola palabra de magia. Contenían las más apasionadas
frases que imaginarse puedan. Pale comparaba a su amada a una
lluvia suave que cayera sobre él, a un fuego en el, que él se
calentara, a una tortura que él prefería a cualquier goce. Había
varias referencias a pechos blancos como la leche, piernas
perfumadas, largo cabello castaño en el que se enredaban las
estrellas, y a otras cosas que no interesaban en absoluto a los
estudiosos de la magia, que esperaban hechizos.
Pale gustaba de repetir el nombre de su amada —que era Francis— y
en una de las cartas había compuesto un pequeño poema haciendo un
juego de palabras con su apellido: Pevensey. En un principio, los
estudiosos del siglo XVIII sostenían que la amante de Pale debía de
ser la hermana o la esposa del otro Francis Pevensey. En el siglo
XVI, Francis era un nombre muy corriente tanto entre hombres como
entre mujeres. Luego, Charles Hether-Gray publicó siete extractos
de las cartas en los que se mencionaba Dieciocho prodigios que se
encuentran en la casa de Albión y demostró claramente que la amante
de Pale y el autor del libro eran una misma persona.
William Pantler dijo que las cartas eran falsas. Habían sido
halladas en la biblioteca de un tal Whittlesea. La esposa del señor
Whittlesea había escrito varias obras de teatro, dos de las cuales
habían sido representadas en el teatro Drury Lane. Era evidente,
argumentaba Pantler, que una mujer que se rebajaba a escribir obras
de teatro se rebajaría a hacer cualquier cosa, y sugirió que la
señora Whittlesea había falsificado las cartas «... con el
propósito de elevar a las de su sexo por encima del lugar natural
que Dios ha dispuesto para ellas...». El señor Whittlesea desafió a
un duelo a William Pantler, y éste, que era un hombre de letras y
no sabía nada de armas, presentó excusas y se retractó públicamente
de sus acusaciones contra la señora Whittlesea.
El señor Norrell no tenía inconveniente en utilizar la magia de
Pevensey, puesto que, desde hacía tiempo, se había convencido a sí
mismo de que Pevensey era un hombre. En cuanto a las cartas, como
no contenían ni una palabra de magia, se desentendió de ellas.
Jonathan Strange tenía otra opinión. Según él, sólo cabía una
pregunta para zanjar la cuestión: ¿habría enseñado Martin Pale
magia a una mujer? La respuesta, según Strange, era afirmativa. Al
fin y al cabo, Martin Pale afirmaba haber sido instruido por una
mujer: Catherine de Winchester.
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3.- Thaddeus Hickmann
(1700-1738), autor de una biografía de Martin Pale.
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4.-
La hiedra prometió maniatar a los enemigos de Inglaterra,
el escaramujo y la zarza prometieron azotarlos,
el espino dijo que respondería a cualquier pregunta,
el abedul dijo que haría puertas a otros países, el tejo nos trajo
armas,
el cuervo castigó a nuestros enemigos,
el roble vigiló los montes lejanos,
la lluvia lavó toda la tristeza.
Este tradicional dicho inglés supuestamente enumera los diversos
acuerdos que el Rey Cuervo, en nombre de Inglaterra, alcanzó con
los bosques.
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37. Los Cinque Dragownes
1.- Los Cinque Dragownes
(los Cinco Dragones) era un tribunal que debía su nombre, no como
se supone generalmente, a la ferocidad de sus jueces, sino a una
cámara de la casa de John Uskglass, el Rey Cuervo, en Newcastle,
donde en un principio se celebraban los juicios. Se dice que la
cámara tenía doce lados y estaba decorada con preciosas tallas,
unas hechas por hombres y otras, por duendes. Las más bellas eran
las que representaban a cinco dragones.
Entre los delitos que juzgaban los Cinque Dragownes figuraban:
malas tendencias, magia con una finalidad intrínsecamente malévola;
falsa magia, fingir que se obraba un acto de magia o prometer obrar
un acto de magia que no se podía o no se tenía intención de hacer;
vender anillos, sombreros, zapatos, chaquetas, cinturones, palas,
habichuelas, instrumentos musicales, etcétera, mágicos, a personas
de las que no cabía esperar que pudieran controlar objetos tan
poderosos; fingirse mago o simular que se actuaba en nombre de un
mago; enseñar magia a personas no aptas, por ejemplo, a borrachos,
locos, niños, personas con malos hábitos e inclinaciones; y otros
muchos delitos cometidos por magos propiamente dichos y otros
cristianos. También los actos contra la persona de John Uskglass
eran juzgados por los Cinque Dragownes. Los únicos delitos para los
que los Cinque Dragownes no tenían jurisdicción eran los cometidos
por los duendes y demás criaturas sobrenaturales. Éstos eran
juzgados por el tribunal de Folflures. Durante los siglos XII, XIII
y XIV había en Inglaterra una floreciente comunidad de magos y
duendes que continuamente practicaba la magia. Por desgracia, es
muy difícil reglamentar la magia y, desde luego, no toda la que se
practicaba era bienintencionada. Al parecer, John Uskglass dedicó
mucho tiempo y esfuerzo a la creación de un corpus de leyes que
rigiera la magia y a los magos. Cuando se extendió por toda
Inglaterra la práctica de la magia, los reyes de Inglaterra del Sur
se apresuraron a seguir el ejemplo de su vecina del Norte. Es una
de las peculiaridades de la época que, si bien Inglaterra estaba
dividida en dos naciones, con sistemas judiciales separados, las
leyes que gobernaban la magia eran las mismas en una y otra. El
equivalente de los Cinque Dragownes en Inglaterra del Sur se
llamaba los Petty Dragowners (o Dragowners de primera instancia) de
Londres y tenía la sede cerca de Blackfriars.
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39. Los dos magos
1.- A finales del siglo
XVII vivía en Newcastle, la ciudad del Rey, un guantero que tenía
una hija, una chiquilla despierta y atrevida. Un día, la niña, a la
que todos suponían jugando en algún rincón de la casa, desapareció.
Sus padres y hermanos la buscaron. También los vecinos, pero nadie
la encontraba. Ya atardecía cuando, al levantar la mirada, la
vieron bajar por la adoquinada y embarrada calle. Durante un
momento, a algunos les pareció distinguir a alguien a su lado a la
luz incierta del crepúsculo invernal, pero ella iba sola.
Estaba indemne, y de sus palabras se dedujo que esto era lo
ocurrido: salió de casa de su padre para dar un paseo por la ciudad
y, al poco rato, se encontró en una calle desconocida. Era una
calle ancha y bien pavimentada que la condujo más arriba de lo que
ella había estado nunca, hasta la verja y el patio de una gran casa
de piedra. Entró en la casa y se asomó a muchas habitaciones, pero
todas estaban silenciosas, desiertas y llenas de polvo y telarañas.
A un lado, había una serie de habitaciones en cuyas paredes y
suelos se proyectaban sombras de hojas, como si tras las ventanas
hubiera árboles frondosos, pero no había árboles (y, en cualquier
caso, era invierno). En una habitación no había nada más que un
espejo muy alto. Espejo y habitación no estaban bien avenidos,
porque el espejo mostraba una habitación llena de pájaros y aquélla
estaba vacía. No obstante, la hija del guantero oía cantar pájaros
a su alrededor. Había un corredor largo y oscuro del que llegaba un
murmullo de agua, como si a su extremo hubiera un mar o un río
tenebroso. Por las ventanas de algunas de las estancias, la niña
veía la ciudad de Newcastle, pero por otras veía una ciudad
completamente distinta, y por otras, sólo páramos agrestes y frío
cielo azul.
Vio muchas escaleras dentro de la casa, amplias escaleras al
principio, que se estrechaban y retorcían a medida que ella iba
subiendo, hasta que, en lo más alto, no eran más que pequeños
huecos y rendijas en los muros que sólo un niño podría ver y por
los que sólo un niño podría meterse. El último llevaba a una
sencilla puertecita de madera.
La niña la empujó sin miedo, pero al ver lo que había al otro lado
lanzó un grito. Le pareció que miles de aves poblaban el aire, de
manera que no había luz ni oscuridad, sino una gran confusión de
alas negras. Sentía un viento que parecía llegar de muy lejos y
tenía la impresión de encontrarse ante un espacio inmenso, como si
hubiera escalado el cielo y lo hubiera encontrado lleno de cuervos.
La hija del guantero empezaba a estar muy asustada, pero entonces
oyó una voz que pronunciaba su nombre. Al momento, los pájaros
desaparecieron y ella se halló en una habitación pequeña de
desnudas paredes de piedra y desnudo suelo de piedra. No había
mueble alguno, pero, sentado en el suelo, había un hombre que la
invitó a acercarse con una seña, volvió a llamarla por su nombre y
le dijo que no tuviera miedo. El hombre tenía el pelo negro, largo
y despeinado, y llevaba extrañas ropas negras y descuidadas. No
tenía nada de rey, y el único símbolo de su magia era el gran
cuenco de plata lleno de agua que estaba a su lado. La hija del
guantero permaneció junto al hombre durante varias horas, hasta el
crepúsculo, y entonces él la condujo por la escalera abajo, hasta
la ciudad, cerca de su casa.
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2.- Véase capítulo 33, nota
3.
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3.- Quizá el relato más
inquietante que se haya hecho del retorno de John Uskglass sea el
de un marinero vasco, superviviente de la Armada Invencible. Cuando
su barco fue destrozado por la tempestad frente a las costas del
Norte de Inglaterra, este marinero y dos compañeros consiguieron
llegar a la playa y se escondieron tierra adentro. No se atrevían a
acercarse a los pueblos, pero era invierno, la escarcha cubría el
suelo y temían morir de frío. Al anochecer, encontraron una casa de
piedra en lo alto de una colina árida y helada. La casa estaba
vacía y casi a oscuras, pero por las altas ventanas entraba la luz
de las estrellas. Los hombres se tendieron en el suelo y se
quedaron dormidos.
El marinero vasco soñó que un rey lo observaba. Despertó. Sobre su
cabeza, franjas de una tenue luz gris surcaban la penumbra
invernal. Entre las sombras del rincón más lejano de la casa, creyó
distinguir un estrado de piedra. Cuando creció la luz, vio que en
el estrado había algo, una silla o un trono. En el trono se sentaba
un hombre pálido, de largo pelo negro, vestido de negro. El
marinero, aterrorizado, despertó a sus compañeros y les mostró la
extraña visión. El hombre parecía observarlos desde el trono, sin
mover ni un dedo, pero a ninguno se le ocurrió dudar de que
estuviera vivo. Salieron atropelladamente y escaparon corriendo por
el campo helado.
El marinero vasco no tardó en perder a sus compañeros: uno murió de
frío y de pena antes de una semana y el otro, decidido a volver al
golfo de Vizcaya, emprendió el camino del sur y nadie sabe qué fue
de él. Pero el marinero vasco se quedó en Cumbria, fue recogido por
unos granjeros que lo tomaron como criado y se casó con una
muchacha de una granja vecina.
Durante toda su vida, contó la historia de la casa de piedra de lo
alto de la colina, y sus nuevos amigos y vecinos le decían que el
hombre que se sentaba en el trono negro era el Rey Cuervo. El
marinero vasco no volvió a encontrar la casa de piedra, ni ninguno
de sus amigos, ni sus hijos. Y durante el resto de su vida, siempre
que entraba en un lugar oscuro, decía: «Te saludo, señor, y te abro
mi corazón», por si el rey pálido de largo pelo negro lo aguardaba,
sentado en la oscuridad. En las grandes extensiones del norte de
Inglaterra, hay mil y mil lugares oscuros, mil y mil lugares en los
que puede estar el Rey. «Te saludo, señor, y te abro mi
corazón.»
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4.- Un bosque encantado se
marchita (1444), de Peter Watershippe. Descripción
extraordinariamente detallada, hecha por un mago contemporáneo, de
cómo decayó la magia inglesa cuando John Uskglass abandonó
Inglaterra. En 1434 (año de la marcha de Uskglass) Watershippe era
un joven de veinticinco años que apenas había empezado a practicar
la magia en Norwich. Un bosque encantado se marchita contiene una
detallada relación de los hechizos que eran perfectamente
practicables cuando John Uskglass y sus súbditos duendes estaban en
Inglaterra, pero dejaron de surtir efecto después de su marcha. Es
muy sorprendente que gran parte de lo que sabemos de la magia
inglesa de los aureates se deba a Watershippe. Un bosque encantado
se marchita da la impresión de ser un libro escrito con ira, hasta
que lo comparamos con dos de las obras posteriores de Watershippe:
Defensa de mis actos, escrita hallándome injustamente encarcelado
por mis enemigos en el castillo de Newark (1459-1460) y Crímenes
del falso Rey (¿escrito en 1461?, publicado en 1697, Penzance).
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5.- Residencia de lord
Liverpool en Londres, una vieja mansión de forma anárquica situada
a orillas del Támesis.
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40. «Puede estar seguro de que tal lugar no existe»
1.- Los ciudadanos de
Bruselas y los distintos ejércitos que ocupaban la ciudad se
sorprendieron al saber que ahora se encontraban en un país lejano.
Desgraciadamente, estaban muy ocupados con los preparativos para la
inminente batalla (y la parte más rica y más frívola de la
población, con los preparativos para el baile que daba la duquesa
de Richmond aquella noche), por lo que apenas alguien tuvo tiempo
de ir a averiguar cómo era el país ni quiénes eran sus habitantes.
Por lo tanto, durante mucho tiempo no se supo dónde había puesto
Strange a Bruselas aquella tarde de junio.
En 1830, un comerciante y trampero llamado Pearson Denby viajaba
por las grandes llanuras. Le salió al encuentro un jefe lakota
amigo suyo llamado Hombre Que Teme al Agua, que le preguntó si
podía comprar para él unas cuantas bolas negras del rayo, ya que
quería hacer la guerra contra sus enemigos y las necesitaba con
urgencia. Dijo que tiempo atrás había tenido unas cincuenta de
aquellas bolas, que las había usado siempre con moderación, pero ya
se le habían terminado. Denby no sabía de qué le hablaba y le
preguntó si se refería a munición. Hombre Que Teme al Agua
respondió que no, que se parecía a la munición, pero eran mucho más
grandes. Llevó a Denby a su poblado y le mostró un obús de cinco
pulgadas y media, fabricado por la Carron Company de Falkirk,
Escocia. Denby, atónito, le preguntó de dónde había sacado el
cañón, y el jefe lakota respondió que en unos montes cercanos vivía
una tribu llamada «gente a medio hacer». Habían sido creados
repentinamente un verano, pero su creador sólo les había dado una
de las habilidades que los hombres necesitan para vivir: la de
combatir. No sabían hacer nada más, ni cazar búfalos o antílopes,
ni domar caballos, ni hacerse una casa. Ni siquiera se entendían
entre ellos, ya que su creador, que debía de estar loco, les había
dado cuatro o cinco lenguas distintas. Pero tenían ese cañón, que
le habían dado a cambio de comida.
Denby, intrigado, fue en busca de la gente a medio hacer. Al
principio, parecían como cualquier otra tribu, pero después observó
que los hombres de más edad tenían un curioso aspecto europeo y
algunos hablaban inglés. En general, sus costumbres era las mismas
que las de las tribus lakota, pero con reminiscencias de normas
militares europeas. Su lengua era el lakota, aunque con muchas
palabras inglesas, holandesas y alemanas.
Un hombre llamado Robert Heath (por otro nombre, Hombre Pequeño Que
Habla Demasiado) le explicó a Denby que, la tarde del 15 de junio
de 1815, todos habían desertado de distintos ejércitos porque al
día siguiente iba a librarse una gran batalla y tenían el
presentimiento de que si se quedaban, morirían. ¿Sabía Denby si
ahora reinaba en Francia Napoleón Buonaparte o el duque de
Wellington? Denby lo ignoraba. «En fin, señor —dijo Heath
filosóficamente—, quienquiera que sea, supongo que a usted y a mí
ha de tenernos sin cuidado.»
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2.- El general Rebecq
compuso también una versión de la canción en holandés que entonaban
los soldados al marchar hacia Quatre Bras. Ellos la enseñaron a sus
camaradas ingleses y después se convirtió en un estribillo que
cantan las niñas al saltar a la comba, tanto en Inglaterra como en
Holanda.
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3.- Copenhagen, el famoso
alazán del duque, 1808-1836.
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4.- En 1810, los señores
George y Jonathan Barratt, propietarios de Vauxhall Gardens, les
ofrecieron a Strange y Norrell una fuerte suma de dinero para que
todas las noches realizaran demostraciones de magia en los
jardines. Ésta era exactamente la clase de magia que deseaban los
Barratt: visiones de criaturas sobrenaturales, de personajes
bíblicos e históricos, etcétera. Naturalmente, el señor Norrell se
negó.
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5.- La técnica mágica
reconocida para crear confusión en caminos, parajes, habitaciones y
otros espacios físicos consiste en crear un laberinto en su
interior. Pero Strange no la aprendió hasta febrero de 1817.
No obstante, se ha argumentado que ésta fue la acción que decidió
la campaña. El general francés D’Erlon estaba tratando de llegar al
campo de batalla con veinte mil hombres, circunstancia que Strange
ignoraba, y perdió unas horas cruciales deambulando por un
territorio que, inexplicablemente, cambiaba a cada pocos minutos.
Si él y sus hombres hubieran conseguido llegar a Quatre Bras, es
probable que los franceses hubieran conseguido la victoria, y la
batalla de Waterloo no habría tenido lugar. Strange estaba dolido
por el exabrupto del duque y no le reveló a nadie lo que había
hecho. Después se lo contó a John Segundus y a Thomas Levy. Por lo
tanto, los historiadores de Quatre Bras estaban desconcertados por
el retraso de D’Erlon, cuyas causas no se explicaron hasta que, en
1820, se publicó Vida de Jonathan Strange, de John Segundus.
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6.- En realidad, el señor
Pink fue sólo uno de los varios paisanos que el duque utilizó aquel
día como ayudantes de campo improvisados. Entre otros había un
joven suizo y otro viajante de comercio, éste, de Londres.
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42. Strange decide escribir un libro
1.- William de Lanchester
era senescal y el sirviente de confianza de John Uskglass y, por lo
tanto, uno de los hombres más importantes de Inglaterra.
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2.- Thomas de Dundale, el
primer sirviente humano de John Uskglass. Véase capítulo 45, nota
2.
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43. La curiosa aventura del señor Hyde
1.- El Dyke es un gran muro
de tierra y piedras, ahora muy deteriorado, que separa Gales de
Inglaterra, obra de Offa, un rey mercio del siglo VIII al que la
experiencia había enseñado a distanciarse de sus vecinos
galeses.
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2.- En la época de la boda
de Strange y Arabella, Henry era rector de Grace Adieu, en
Gloucestershire. Mientras estaba allí, tomó la decisión de casarse
con una joven del pueblo, la señorita Parbringer, pero Strange no
aprobaba su elección, ya que ni ella ni sus amigos le parecían
recomendables. Por aquel entonces, quedó vacante el beneficio de
Great Hitherden, y Strange convenció a sir Walter Pole, a quien
incumbía el nombramiento, para que se lo otorgara a Henry, que
estuvo encantado, ya que Great Hitherden era mucho mayor que Grace
Adieu, y no tardó en olvidar sus planes de matrimonio.
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3.- Desde luego, los libros
que poseía Strange eran libros «sobre» magia, no libros «de» magia.
Estos últimos estaban todos en poder del señor Norrell. Véase
capítulo 1, nota 5.
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4.- El significado iba,
quizá, más allá. Ya en el siglo XII se reconocía que, en cierto
modo, curas y magos son rivales. Unos y otros creen que el universo
está habitado por una gran variedad de seres sobrenaturales y
sometido a fuerzas sobrenaturales. Unos y otros creen que, con
hechizos o con oraciones, se puede mover a estos seres
sobrenaturales a ayudar o perjudicar a los hombres. En muchos
aspectos, ambas cosmologías son muy similares, pero curas y magos
sacan conclusiones muy distintas de esta creencia. Interesa a los
magos, principalmente, la utilidad de los seres sobrenaturales;
ellos quieren saber en qué circunstancias y por qué medios se puede
hacer que ángeles, demonios y duendes presten su ayuda en la
práctica de la magia. Para sus fines, casi es indiferente que unos
seres sean seráficamente buenos; otros, infernalmente maléficos, y
los terceros, moralmente ambiguos. Para los curas, por el
contrario, esto es primordial. En la Inglaterra medieval, todos los
intentos por reconciliar estas dos cosmologías estaban condenados
al fracaso. La Iglesia se daba mucha prisa en identificar multitud
de herejías diferentes de las que podía acusar a un mago incauto.
Ya hemos hablado de la herejía meraudiana. Alejandro de Whitby
(1230?-1302) explicaba que el universo es como un tapiz del que
sólo son visibles algunos fragmentos a un mismo tiempo. Cuando
muramos, lo veremos entero, y entonces comprenderemos la relación
que existe entre las distintas partes. Alejandro fue obligado a
publicar una retractación de su tesis, y a partir de entonces los
sacerdotes persiguieron la herejía whitbiana. Hasta los más
humildes magos de pueblo se vieron en la necesidad de convertirse
en astutos políticos, para sustraerse a las acusaciones de
herejía.
Esto no significa que todos los magos evitaran confundir la
religión con la magia. Muchos «hechizos»
que han llegado hasta nosotros exhortan a tal o cual santo o beato
a ayudar al mago. Sorprendentemente, con frecuencia el origen de la
confusión fue el criado duende del mago. La mayoría de los duendes
eran bautizados a la fuerza tan pronto como entraban en Inglaterra,
y no tardaron en empezar a incorporar en su magia referencias a los
santos y a los apóstoles.
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Libro III: John Uskglass
45. Prólogo de Historia y práctica de la magia inglesa, de Jonathan Strange
1.- Hoy, en Inglaterra
nadie conoce esa lengua, de la que sólo se conservan unas cuantas
palabras que nos hemos apropiado para describir oscuras técnicas de
magia. Dice Martin Pale en su De Tractatu Magicarum Linguarum que
es afín a las antiguas lenguas celtas.
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2.- Llamado también Thomas
de Dundelle o Thomas de Donvil. Al parecer, varios nobles que
acompañaban a Enrique reconocieron en Thomas al hijo menor de un
poderoso gentilhombre normando que había desaparecido una Navidad
catorce años atrás. Dadas las circunstancias de su regreso, es de
suponer que no se alegraron de volver a verlo.
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3.- En el país de las
hadas, cuando era niño, la Sidhe le daba un nombre que en nuestra
lengua significa «estornino», pero en la época en que entró en
Inglaterra ya lo había desechado. Después adoptó el de su padre,
John Uskglass, pero durante la primera parte de su reinado era
conocido, simplemente, por uno de los muchos nombres que le daban
sus amigos y sus enemigos: el Rey, el Rey Cuervo, el Rey Negro, el
Rey del Norte.
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4.- El nombre de este rey
de la Daoine Sidhe era muy largo y difícil. Tradicionalmente, se lo
ha conocido como Oberon.
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46. «El cielo me hablaba...»
1.- El hechizo que detecta
la magia aparece en Instrucciones, de Jacques Belasis.
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47. «Un chico negro y un tipo azul... algo querrá decir eso»
1 El escudo de armas de
John Uskglass era el cuervo volante, un cuervo negro sobre un campo
blanco.
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2.- Probablemente, el
primitivo nombre sidhe del Rey Cuervo, que, según Jonathan Strange,
significaba «estornino».
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48. Los grabados
1 Famulus: palabra latina
que significa «criado», especialmente el de un mago.
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2.- Sir Walter expresa una
preocupación general. La magia de la transformación se ha mirado
siempre con recelo. Los aureates solían emplearla durante sus
viajes por Tierra de Duendes y por otros territorios situados más
allá de Inglaterra. Ellos eran conscientes de que la magia de la
transformación se prestaba a toda clase de abusos. Por ejemplo, en
1232, en Londres, la esposa de un noble llamada Cecily de Walbrook
encontró a un gato gris que arañaba la puerta de su dormitorio. Lo
dejó entrar y le puso el nombre de Sir Loveday. El animal comía de
su mano y dormía en su cama. Lo más curioso era que la seguía a
todas partes, incluso a la iglesia, donde se enroscaba en el
dobladillo de su falda, ronroneando. Un día, un mago llamado Walter
de Chepe la vio por la calle con Sir Loveday, y enseguida concibió
una sospecha. Acercándose a Cecily, dijo: «Señora, ese gato que la
sigue... Me temo que no es un gato.» Se llamó a otros dos magos,
que, conjuntamente con Walter, pronunciaron hechizos sobre Sir
Loveday, que recuperó su forma verdadera, la de un mago menor
llamado Joscelin de Snitton. Poco después Joscelin fue juzgado por
los Dragownes de primera instancia de Londres y sentenciado a que
se le cortara la mano derecha.
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3.- Ya se ha visto cómo la
devoción que sentía el teniente coronel Colquhoun Grant por su
uniforme escarlata hizo que fuera capturado por los franceses en
1812.
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4.- El pueblo llano del
norte de Inglaterra creía haber sufrido mucho durante los últimos
años, y no le faltaba razón. La pobreza y la falta de trabajo se
habían sumado a las desgracias provocadas por la guerra contra los
franceses. Y cuando acabó la guerra, surgió una nueva amenaza: unas
máquinas prodigiosas que producían toda clase de artículos a bajo
costo y les quitaban el trabajo. No es de extrañar que a ciertos
individuos les diera por destruirlas, a fin de preservar su medio
de vida.
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5.- Muestra de la curiosa
actitud que el gobierno de Londres mantenía hacia la mitad norte
del reino. El gobierno representaba al rey de Inglaterra, pero el
rey de Inglaterra era rey sólo de la mitad sur. Legalmente, era
administrador de la mitad norte para mantener el imperio de la ley
hasta el momento en que John Uskglass decidiera volver.
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6.- Naturalmente, en varias
épocas han surgido pretendientes que, diciendo ser John Uskglass,
reclamaban el reino de Inglaterra del Norte. El más famoso fue un
joven llamado Jack Pharaoh, que fue coronado en la catedral de
Durham en 1487. Tenía el apoyo de numerosos nobles del norte y de
varios duendes que habían permanecido en Newcastle, la ciudad del
Rey. Pharaoh era apuesto y tenía un porte majestuoso. Podía
realizar sencillos actos de magia, y sus amigos duendes obraban
otros en su presencia y se los atribuían a él. Era hijo de una
pareja de magos vagabundos. Siendo niño, el conde de Hexham lo vio
en una feria y observó su gran parecido con las descripciones de
John Uskglass. Hexham pagó a los padres siete chelines por el niño.
Pharaoh no volvió a verlos. Hexham lo mantuvo en un lugar secreto
de Inglaterra del Norte, donde lo adiestró en las artes de los
reyes. En 1486, el conde lo presentó al pueblo y Pharaoh empezó su
breve reinado sobre Inglaterra del Norte. El mayor obstáculo con
que se enfrentaba Pharaoh era el de que muchas personas estaban
enteradas del engaño. Pharaoh y Hexham se pelearon. En 1490, Hexham
fue asesinado por orden de Pharaoh. Los cuatro hijos de Hexham se
unieron a Enrique VII de Inglaterra del Sur y atacaron a Pharaoh,
que fue derrotado en la batalla de Worksop en 1493, encerrado en la
Torre de Londres y ejecutado en 1499.
Otros pretendientes, más o menos afortunados, fueron Piers
Blackmore y Davey Sans-chaussures. Al último pretendiente se lo
conoció sólo con el nombre de Rey de Verano, ya que no llegó a
saberse su verdadera identidad. Apareció cerca de Sunderland en
mayo de 1536, poco después de que Enrique VIII disolviera los
monasterios. Se cree que pudo ser monje de una de las grandes
abadías del Norte: Fountains, Rievaulx o Hurtfew. El Rey de Verano,
a diferencia de Pharaoh y de Blackmore, no gozaba del favor de la
aristocracia del norte, ni hizo nada por obtenerlo. Él tenía el
apoyo del pueblo llano. En cierto modo, su trayectoria fue más
mística que mágica. Curaba a los enfermos y exhortaba a sus
seguidores a venerar la naturaleza y las criaturas salvajes,
postulado que parece más afín a las enseñanzas de Thomas Godbless,
mago del siglo XII, que a los principios propugnados por John
Uskglass. Su banda de desharrapados no trató de conquistar
Newcastle ni, en realidad, ninguna otra cosa. Durante el verano de
1536 deambularon por Inglaterra del Norte de, ganando seguidores
dondequiera que aparecían. En septiembre, Enrique VIII envió contra
ellos a un ejército. Como no estaban pertrechados para guerrear, la
mayoría escapó y volvió a sus casas. Sólo unos cuantos se quedaron
a luchar por su rey y fueron exterminados en Pontefract. El Rey de
Verano pudo haber estado entre los muertos o pudo, simplemente,
haberse desvanecido.
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7.- Consultar a los magos
muertos puede parecernos algo enormemente sensacional, pero es un
procedimiento mágico con unos antecedentes muy respetables. Martin
Pale afirmaba haber aprendido magia de Catherine de Winchester (que
había sido discípula de John Uskglass). Catherine de Winchester
murió doscientos años antes de que naciera Martin Pale. Del propio
John Uskglass se aseguraba que había mantenido conversaciones con
Merlin, la bruja de Endor, Moisés y Aarón, José de Arimatea y otros
venerables magos de la Antigüedad.
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49. Audacia y locura
1.- A los estudiosos de la
magia les interesa sobremanera cualquier nuevo descubrimiento
relacionado con el gran doctor Pale, el cual ocupa una posición
preeminente en la historia de la magia inglesa. Hasta la aparición
de Strange y Norrell, él fue el único mago práctico de relieve que
escribió sobre su magia para conocimiento general. Naturalmente,
sus libros se valoran más que los de cualquier otro.
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2.- Durante siglos se
consideró este pasaje una curiosidad interesante, pero sin valor
práctico, ya que hoy en día nadie cree que la muerte sea una
persona a la que se pueda interrogar de la forma que sugiere
Pale.
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3.- La mayoría nos
resistimos a las limitaciones que nos imponen amigos y familiares,
pero si tenemos la desgracia de perder a un ser querido, ¡qué
diferencia! Entonces la limitación se convierte en obligación
sagrada.
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4.- Ni John Uskglass, que
tenía tres reinos que gobernar y toda la magia inglesa que dirigir,
estaba libre de este afán de hacer largos viajes misteriosos. En
1241 abandonó su casa de Newcastle por un medio secreto que sólo
los magos conocen. Le dijo a un criado que al cabo de un día lo
encontrarían dormido sobre un banco delante del fuego.
Al día siguiente los criados y los miembros de la casa real lo
buscaron en el banco, delante del fuego, pero el Rey no estaba.
Siguieron buscándolo todas las mañanas y noches, pero él no
apareció.
En su nombre gobernaba el conde William de Lanchester, y muchas
decisiones se aplazaban «hasta el regreso del Rey». Pero a medida
que pasaba el tiempo, mucha gente empezó a dudar de que regresara.
Entonces, un año y un día exactamente después de su partida, el Rey
apareció dormido en el banco, delante del fuego.
No parecía que le hubiera ocurrido contratiempo alguno, ni reveló
dónde había estado. Nadie se atrevió a preguntarle si siempre había
tenido intención de estar ausente tanto tiempo ni si había sucedido
algo terrible. William de Lanchester llamó al criado del Rey y le
ordenó que repitiera palabra por palabra lo que había dicho el Rey.
¿Podría ser que en realidad hubiera dicho que estaría fuera un año
y un día? El hombre respondió que quizá. El Rey solía hablar en voz
muy baja. Era posible que él no hubiera oído bien.
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50. Historia y práctica de la magia inglesa
1.- Falso. Durante la
Guerra de la Península, el duque de Wellington se quejaba con
acritud de las constantes injerencias del gobierno.
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2.- Lord Byron salió de
Inglaterra en abril de 1816 escapando de los acreedores, de
acusaciones de crueldad hacia su esposa y de los rumores de que
había seducido a su hermana.
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3.- A pesar de la aparente
discordia entre ambos hombres, Strange debió de impresionar a
Byron. Su siguiente poema, Manfred, que empezó a escribir en
septiembre u octubre del mismo año, trata de un mago. Ciertamente,
Manfred no se parece mucho a Jonathan Strange (o, por lo menos, al
respetable Strange que tanto desagradaba a Byron). Mucho más se
semeja al propio Byron, con su egocentrismo, su odio a sí mismo, su
altivo desdén hacia sus semejantes, sus insinuaciones de tragedias
imposibles y sus anhelos misteriosos. No obstante, Manfred es un
mago que dedica su tiempo a invocar a espíritus del aire, la
tierra, el agua y el fuego para pedirles que le hablen. Era como si
Byron, después de conocer a un mago que lo había decepcionado,
creara otro más de su gusto.
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4.- Walter de Chepe fue un
mago que vivía en Londres a principios del siglo XIII. Su proceso
de profilaxis protege de los hechizos a una persona, ciudad u
objeto. Se supone que está inspirado en un acto de magia de los
duendes. Se lo considera muy potente. En realidad, el único
inconveniente de este hechizo es su extraordinaria eficacia. En
ocasiones, los objetos se tornan insensibles a toda actuación,
tanto de hombres como de duendes, mágica o no. De manera que si los
alumnos de Strange hubieran conseguido lanzar el hechizo sobre uno
de los libros de Strange, es posible que nadie hubiera conseguido
levantarlo o volver las páginas.
En 1280, los ciudadanos de Bristol pidieron a los magos de la
ciudad que lanzaran la profilaxis de De Chepe sobre toda la ciudad,
a fin de protegerla de los conjuros de los enemigos.
Lamentablemente, la magia fue tan poderosa que todos los habitantes
de la ciudad, los animales y los barcos del puerto quedaron
convertidos en estatuas vivientes. Dentro de los limites de la
ciudad, nadie podía moverse, el agua dejó de correr y hasta las
llamas quedaron quietas en el hogar. Así estuvo Bristol todo un
mes, hasta que John Uskglass acudió desde su casa de Newcastle a
poner remedio.
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5.- La carta contenía dos
implicaciones que fueron consideradas especialmente ofensivas: la
primera, que se consideraba que el comprador no era lo bastante
inteligente para comprender el libro, y la segunda, que no poseía
criterio moral para decidir por sí mismo si la magia que Strange
describía era buena o mala.
Los norrellianos ya contaban con que la destrucción del libro de
Strange suscitaría polémica y estaban preparados para afrontar las
críticas; no obstante, el daño infligido a su causa por la carta
fue totalmente involuntario. El señor Norrell tendría que haber
enseñado la carta al señor Lascelles antes de enviarla. Si éste la
hubiera leído, se habrían modificado el tono y las expresiones, y
seguramente habría resultado menos ofensiva para los
destinatarios.
Por desgracia, hubo una mala interpretación. El señor Norrell le
preguntó a Childermass si Lascelles había hecho las correcciones, y
Childermass, creyendo que se refería a un artículo para Amigos de
la Magia Inglesa, le respondió que sí.
Por ello, la carta salió sin corregir, Lascelles se puso furioso y
acusó a Childermass de haber incitado al señor Norrell a perjudicar
su propia causa. Childermass negó con vehemencia haber hecho tal
cosa. A partir de entonces, las relaciones entre Lascelles y
Childermass (que nunca habían sido buenas) empeoraron rápidamente,
y Lascelles no tardó en empezar a insinuar al señor Norrell que
Childermass simpatizaba con Strange e intrigaba contra su
señor.
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6.- «Por sus frutos los
conoceréis.» Mateo 7,16.
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7.- «... Nada puedo
contarle de Plasencia —le escribió Strange a Henry Woodhope—, ya
que no me quedé para verla. Llegué a última hora de la tarde.
Después de cenar, decidí salir a dar un paseo de media hora, pero
al llegar a la piazza principal, me llamó la atención una urna
puesta sobre un alto pedestal, que proyectaba una sombra muy larga
en las losas del pavimento. De la urna asomaban dos o tres ramas de
hiedra u otra planta trepadora, pero estaban secas. No sé por qué,
la visión me inspiró una tristeza insoportable. Era como una
alegoría de la ausencia, la muerte, la desolación. Volví al hotel,
me metí en la cama y al día siguiente salí para Turín.»
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51. Una familia llamada Greysteel
1.- El árbol del saber, de
Gregory Absalom (1507-1599).
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2.- Famoso café de la
piazza San Marco.
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3.- Probablemente, la tía
Greysteel habla del Derwent. Hace mucho tiempo, cuando John
Uskglass era niño y aún estaba cautivo en Tierra de Duendes, un rey
predijo que si el niño llegaba a la edad adulta, todos los reinos
feéricos caerían. El rey envió a sus criados a Inglaterra a buscar
un cuchillo de hierro para matar al niño. Forjó el cuchillo un
herrero que vivía a orillas del Derwent, cuyas aguas sirvieron para
templar el metal. Pero el intento fracasó y el rey y sus
partidarios fueron aniquilados por el niño mago. Cuando John
Uskglass entró en Inglaterra y fundó su reino, sus duendes fueron
en busca del herrero. Lo mataron a él y a toda su familia,
destruyeron su casa y hechizaron el Derwent, para castigarlo por su
intervención en la fabricación del cuchillo criminal.
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4.- Las opiniones que
Strange expresa en este momento son excesivamente optimistas y
románticas. La literatura mágica inglesa está llena de ejemplos de
duendes estúpidos, ignorantes o con escasos poderes.
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5.- Jacques Belasis tenía
fama de haber creado un excelente hechizo para invocar a los
duendes. Desgraciadamente, el único ejemplar de las Instrucciones,
su obra maestra, estaba en la biblioteca de Hurtfew y Strange nunca
lo había visto. Lo único que conocía eran las vagas descripciones
que se hacían en obras posteriores, por lo que es de suponer que se
basaba en ellas sin tener más que una remota idea de adónde se
dirigía. Por el contrario, el hechizo que comúnmente se atribuye al
maestro de Doncaster es bien conocido y aparece en numerosos libros
que se hallan disponibles. Se desconoce la identidad del maestro de
Doncaster. Su existencia se deduce de una serie de referencias que
los magos argentinos hacen en sus escritos a magos del siglo XIII
que adquirían hechizos y magia «de Doncaster». Por otra parte, no
está claro que toda la magia que se atribuye al maestro de
Doncaster sea obra de un solo hombre. Hay historiadores que
propugnan la existencia de un segundo mago, aún más misterioso que
el primero, el pseudomaestro de Doncaster. Si, tal como se ha
señalado de manera harto convincente, el maestro de Doncaster era
realmente John Uskglass, es lógico suponer que el hechizo de
invocación fue creado por el pseudomaestro. No parece probable que
John Uskglass necesitara un hechizo para invocar a los duendes. Al
fin y al cabo, su corte estaba llena de ellos.
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52. La anciana de Cannaregio
1.- El signor Tosetti
confesó después a los Greysteel que creía saber quién era la
anciana de Cannaregio. Había oído contar su historia en la ciudad
más de una vez, pero hasta que la vio con sus propios ojos creía
que era una fábula, un cuento para asustar a los jóvenes y a los
tontos. Al parecer, su padre era judío y su madre descendía de la
mitad de las razas de Europa. Ya siendo niña hablaba varias lenguas
a la perfección. No había nada que no dominara con maestría si se
lo proponía. Encontraba placer en el estudio. A los dieciséis años,
hablaba no sólo francés, italiano y alemán —que forman parte de la
educación que recibe cualquier señorita—, sirio todas las lenguas
del mundo civilizado (y por civilizar). Hablaba la lengua de las
Highlands de Escocia (que es como cantar). Hablaba vasco, que es
una lengua que casi nunca deja impresión alguna en el cerebro de
cualquier otra raza, por lo que un hombre puede oírla tan a menudo
y durante tanto tiempo como quiera y no ser capaz de recordar ni
una sola sílaba. Aprendió hasta la lengua de un país extraño en
cuya existencia, según habían asegurado al signor Tosetti, aún
creían algunas personas, aunque nadie sabía dónde estaba. (El
nombre de este país era Gales.) Viajó por todo el mundo y
compareció ante reyes y reinas, archiduques y archiduquesas,
príncipes y obispos, margraves y margravinas, y a cada uno de
aquellos importantes personajes hablaba en la respectiva lengua
materna, y todos sin excepción quedaban maravillados. Y finalmente
fue a Venecia.
Pero aquella mujer no había aprendido a moderar su conducta en
nada. Su ansia de saber era igual a su ansia de otras cosas, y
contrajo matrimonio con un hombre que era como ella. Marido y mujer
llegaron a Venecia para el carnevale y ya no se marcharon.
Perdieron su fortuna jugando en los ridottos y perdieron la salud
entregándose a otros placeres. Y una mañana, cuando el amanecer
plateaba y encendía los canales, el marido apareció muerto en las
húmedas losas de Fondamenta dei Mori. Quizá a la mujer le hubiera
valido más otro tanto, porque no tenía dinero ni adónde ir. Pero
los judíos recordaron que ella tenía cierto derecho a su caridad,
ya que, en cierta manera, podía considerársela judía (aunque ella
nunca lo había reconocido), o quizá se apiadaron de su sufrimiento
(porque los judíos han tenido que sufrir mucho en Venecia). Lo
cierto es que la acogieron en el gueto. Existen varias versiones de
lo que sucedió después, pero todas coinciden en que ella vivía
entre los judíos, pero no era una de ellos. Vivía completamente
sola, y si la culpa era de ella o era de los judíos, lo desconozco.
Estuvo mucho tiempo sin hablar con nadie y en su interior se
desató
el vendaval de la locura, que se llevó todas las lenguas. Olvidó el
italiano, olvidó el inglés, olvidó el latín, olvidó el vasco,
olvidó el galés y olvidó todo lo del mundo, menos el lenguaje de
los gatos, que, según dicen, habla de maravilla.
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54. Una cajita color de congoja
1.- Col Tom Blue fue el
sirviente más famoso de Ralph Stokesey; el maestro Witcherley fue
ayudante de Martin Pale.
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2.- Esta dama fue la más
bella y turbulenta de las hermanas de Napoleón Buonaparte,
aficionada a coleccionar amantes y a posar desnuda para esculturas
de su persona.
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3.- Agrace es el nombre que
a veces se da al tercer reino de John Uskglass. Se creía que se
encontraba en los confines del infierno.
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4.- Brugh, la antigua
palabra sidhe que designa las moradas de los duendes, suele
traducirse por «castillo o mansión», pero en realidad significa
«interior de un túmulo o montículo hueco».
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5.- Stokesey hizo ir a Col
Tom Blue a su casa de Exeter. Cuando el duende se negó por tercera
vez a servirlo, Stokesey se hizo invisible y lo siguió. Col Tom
Blue tomó un camino encantado y pronto llegó a un lugar que no era
Inglaterra. Había una colina de color pardo junto a un estanque. A
una orden de Col Tom Blue, se abrió una puerta en la ladera de la
colina, por la que entró. Stokesey entró tras él. En el centro de
la colina, Stokesey encontró un salón encantado en el que había
gente bailando. Esperó a que se acercara una de las damas que
bailaban e hizo que rodara hacia ella una manzana mágica. La dama
la recogió. Naturalmente era la manzana más hermosa de todos los
mundos que hayan sido. Cuando la dama se la hubo comido, deseó más
que nada en el mundo comer otra igual. Miró en derredor y no vio a
nadie.
—¿Quién me ha enviado la manzana? —preguntó. —El Viento del Este
—susurró Stokesey. A la noche siguiente, Stokesey volvió a seguir a
Col Tom Blue al interior de la colina. Observó el baile y de nuevo
hizo que rodara una manzana hacia la dama. Cuando ella preguntó
quién la enviaba, él respondió que el Viento del Este. A la tercera
noche él conservó la manzana en la mano. La dama se apartó del
baile y miró en derredor.
—Viento del Este, Viento del Este —susurró—. ¿Dónde está mi
manzana? —Dime dónde duerme Col Tom Blue —susurró Stokesey—, y te
la daré. Y entonces ella le dijo que en lo más hondo, en el extremo
norte del brugh. En noches sucesivas, Stokesey encarnó al Viento
del Oeste, el Viento del Norte y el Viento del Sur, y con sus
manzanas indujo a otros habitantes de la colina a darle información
acerca del duende. Un pastor le dijo qué animales lo guardaban
mientras dormía: una cerda salvaje y un carnero más salvaje
todavía. La niñera de Col Tom Blue le dijo que, mientras dormía, él
tenía en la mano una piedra muy especial y muy importante. Y un
pinche de cocina le dijo las tres palabras que Col Tom Blue
pronunciaba todas las mañanas al despertarse.
De este modo, Stokesey descubrió lo necesario para adquirir poder
sobre el duende. Pero antes de que pudiera utilizar sus
conocimientos, Col Tom Blue fue a decirle que había recapacitado y
que creía que, después de todo, le gustaría servir a Stokesey.
Esto es lo que sucedió: Col Tom Blue descubrió que el Viento del
Este, el Viento del Oeste, el Viento del Norte y el Viento del Sur
habían estado haciendo preguntas sobre él. No sabía qué podía haber
hecho para ofender a tan importantes personajes, pero estaba muy
alarmado. De pronto, le pareció mucho más atractiva la idea de una
alianza con un mago inglés sabio y poderoso.
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55. El segundo verá su posesión más preciada en manos de su enemigo
1.- El último mago inglés
que entró voluntariamente en Tierra de Duendes antes que Strange
fue el doctor Martin Pale. Hizo muchos viajes. El último debió de
ser hacia 1550.
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2.- Véase capítulo 54, nota
4.
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3.- Una fiesta de sociedad
en Italia.
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4.- Probablemente el nombre
sidhe de John Uskglass.
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5.- Un problema
característico de la Inglaterra medieval era la abundancia de
cowans. Es un término (hoy obsoleto) que se aplicaba a artesanos
poco cualificados o fracasados, pero aquí tiene especial aplicación
a los magos.
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6.- Varias autoridades han
observado que las criaturas sobrenaturales de larga vida suelen
decir «cuatro mil arios» al referirse a cualquier largo período. La
dama quiere decir, sencillamente, que conoce el brugh desde tiempo
inmemorial, antes de que alguien se molestara en medir el tiempo en
años, siglos y milenios. Muchos duendes, al ser preguntados,
responderán que tienen cuatro mil años; con ello quieren dar a
entender que no saben su edad; son más viejos que la civilización
humana..., o, quizá, más viejos que la humanidad.
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7.- Es decir, Venecia:
Altinum era la ciudad de la costa oriental de Italia de la que
llegaron los primeros habitantes de Venecia.
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56. La Torre Negra
2.- «De otra tierra», nombre
un tanto poético de los duendes y demás seres sobrenaturales.
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3.- Lord Byron habla de
Gran Bretaña.
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4.- Véase carta de Byron a
Augusta Leigh, 28 de octubre de 1816.
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57. Las Cartas Negras
1.- Las últimas cartas
escritas por Strange desde Venecia (en particular las dirigidas a
Henry Woodhope) son conocidas por ese nombre desde su publicación
en Londres, en enero de 1817. Sin duda, los abogados y los
estudiosos de la magia seguirán debatiendo acerca de si su
publicación fue o no legal. Strange no la autorizó y Henry Woodhope
siempre mantuvo que tampoco él dio su consentimiento, y dijo
también que las cartas publicadas tenían alteraciones y añadidos,
hechos, sin duda, por Henry Lascelles y Gilbert Norrell. En su Vida
de Jonathan Strange, John Segundus publicó las que él y Woodhope
decían que eran las cartas originales. Son estas versiones las que
aquí se han reproducido.
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2.- Esta carta no se ha
encontrado. Es probable que Strange no llegara a enviarla. Según
lord Byron (carta a John Murray del 31 de diciembre de 1816), el
mago solía escribir a sus amigos largas cartas que luego destruía.
Strange confesó a Byron que era incapaz de recordar cuáles había
mandado y cuáles no.
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3.- Byron murió de pulmonía
cinco años después, en Grecia.
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59. Leucrocuta, el lobo de la noche
1.- Cárcel en la que
Drawlight había estado recluido por deudas desde noviembre de
1814.
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61. El árbol habla a la piedra; la piedra habla al agua
1.- Véase capítulo 3, nota
1.
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2.- Restauración y
rectificación era un hechizo que invertía los efectos de una
desgracia reciente.
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3.- El Mano de Teilo era un
antiguo hechizo de los duendes que detenía toda clase de cosas:
lluvia, fuego, viento, agua y sangre. Se supone que recibía el
nombre del duende que se lo había enseñado a un mago inglés.
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4.- Chauntlucet: hechizo
antiguo y misterioso que invita a la luna a cantar. Al parecer, la
luna sabe una canción muy hermosa que cura la lepra o la locura del
que la oye.
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5.- Rosa de Dédalo: un
proceso bastante complejo, ideado por Martin Pale para conservar
emociones, vicios y virtudes en ámbar, miel o cera de abeja. Cuando
el medio de conservación se expone al calor, libera las cualidades
que encierra. Tiene —o, mejor dicho, tenía—gran número de
aplicaciones. Servía para infundir valor en uno mismo o cobardía en
el enemigo; podía provocar amor, deseo, nobles propósitos, cólera,
celos, ambición, abnegación, etcétera, etcétera.
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6.- Como tantos otros
hechizos de nombre extraño, el Damas Desnudas era mucho menos
estimulante de lo que su nombre sugiere. Las «damas» eran una
especie de flor silvestre que se utilizaban en un sortilegio
destinado a captar los poderes de un duende. Para ello había que
despojar a la flor de hojas y pétalos; es decir, «desnudarla».
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7.- El vitrificación de
Stokesey convierte objetos —y personas— en cristal.
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63. El primero enterrará su corazón en un oscuro bosque, bajo la nieve, y aun así sentirá dolor
1.- Se ha observado con
frecuencia que los ingleses del norte, aunque leales a John
Uskglass, no siempre lo tratan con el respeto que inspira a los del
sur. En realidad, los súbditos de Uskglass son aficionados a los
relatos y baladas en los que él sale mal parado, como el cuento de
John Uskglass y el carbonero de Ullswater o el de la bruja y la
hechicera. Existen muchas versiones de este último (algunas,
bastante ordinarias). El cuento relata cómo John Uskglass estuvo a
punto de perder el corazón, el reino y el poder por culpa de una
vulgar bruja de Cornualles.
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2.- Al igual que John
Uskglass, el mago de Athodel gobernaba su propia isla o reino. Al
parecer, Athodel era una isla de la costa occidental de Escocia.
Pero, o bien se ha hundido en el mar o, como creen algunos, es
invisible. Hay historiadores escoceses que ven en Athodel la prueba
de que la magia escocesa es superior a la inglesa; el reino de John
Uskglass, argumentan, cayó, y ahora está en manos de los ingleses
del sur, mientras que Athodel sigue siendo independiente. De todos
modos, siendo Athodel invisible e inaccesible, la proposición es
difícil de demostrar y de refutar.
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3.- En el relato de John
Uskglass y el carbonero de Ullswater, Uskglass hace una competición
de magia con un pobre carbonero y pierde. Se asemeja a otras
antiguas historias en las que un gran monarca es vencido en ingenio
por uno de sus súbditos más humildes, razón por la cual muchos
eruditos sostienen que no tiene fundamento histórico.
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4.- En casa de los
grabadores, en Spitalfields, a principios de la primavera de 1816,
Strange le había dicho a Childermass: «La escuela te marca.»
Childermass había tenido varios oficios antes de ser criado y
hombre de confianza del señor Norrell. El primero, que ejerció con
talento siendo niño, fue el de ratero. Su madre, Black Joan,
dirigía una pandilla de ladronzuelos que actuaban en las ciudades
del East Riding hacia 1770.
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64. Dos versiones de lady Pole
1.- Antiguo juramento del
norte de Inglaterra. El escudo de armas de John Uskglass era un
cuervo sobre campo blanco (argén, cuervo volante); el de su
canciller, William Lanchester, el mismo, más un libro abierto
(argén, cuervo volante sobre libro abierto).
Durante gran parte del siglo XIII, John Uskglass se dedicó al
estudio y a la magia, dejando tareas de gobierno en manos de
Lanchester. El escudo de Lanchester presidía todos los altos
tribunales de justicia y estaba grabado en los documentos legales
importantes. En consecuencia, el pueblo tomó la costumbre de jurar
por el pájaro y el libro, las figuras del escudo.
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2.- Una mañana de otoño, la
niña de Cumbria salió al huerto de su abuela. En un rincón
apartado, descubrió una casa de la altura y la anchura de una
colmena, construida de telarañas endurecidas y blanqueadas por la
escarcha. Dentro de aquella casita como de encaje había una persona
diminuta, que unas veces parecía infinitamente vieja y otras no
mayor que la propia niña. El pequeño ser le dijo que era pastor de
pájaros cantores y que durante siglos su misión había sido guardar
las tordellas, los alirrojos y los tordos de aquella parte de
Cumbria. La niña y el pastor de pájaros jugaban juntos, sin que la
diferencia de tamaño fuera obstáculo para su amistad, ya que unas
veces él se hacía tan grande como ella y otras, se volvían ambos
tan pequeños como pájaros, escarabajos o copos de nieve. El pastor
presentó a la niña a muchas personas extrañas e interesantes,
algunas de las cuales vivían en casas aún más curiosas y bellas que
la de él.
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3.- Como la mayoría de los
hechizos de Martin Pale, el de restauración y rectificación exige
utilizar una herramienta o llave fabricada especialmente para el
fin. En este caso, la llave es un pequeño objeto en forma de cruz
hecho con dos finas piezas de metal. Los cuatro brazos de la cruz
representan el estado anterior y el estado futuro, estado completo
(o de salud) y estado incompleto (o de enfermedad). Tal como
explicaría después en El Mago Moderno, el señor Segundus utilizó
una cuchara y una aguja de jareta del tocador de lady Pole que la
doncella ató con una cinta.
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65. Las cenizas, las perlas, la colcha y el beso
1.- En los cuentos de hadas
se suele preguntar: «¿Cuál es la más hermosa de todas?» Pero en la
realidad ningún mago —duende o humano— accedería a responder a una
pregunta tan imprecisa.
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2.- San Antonio de Padua.
Varios de sus milagros consistieron en preservar de la lluvia a las
congregaciones a las que predicaba o a criadas devotas suyas,
También ayuda a la gente a encontrar objetos perdidos.
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3.- Penlaw es el nombre del
lugar de Northumbria en el que John Uskglass y su ejército de
duendes aparecieron en Inglaterra por vez primera.
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66. Jonathan Strange y el señor Norrell
1.- Los tres elementos
habituales de un tradicional hechizo de invocación inglés. El
emisario encuentra a la persona invocada, el sendero la conduce al
que la invoca y el presente la obliga a acudir.
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2.- En julio de 1809, en
Shadow House, en presencia del señor Segundus, el señor Honeyfoot y
Henry Woodhope.
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3.- Florilegium, epitome y
skimmer son términos que designan partes de hechizos. En los siglos
XIII y XIV, en Inglaterra, los duendes solían agregar a su magia
exhortaciones a santos cristianos elegidos al azar. Los duendes
estaban desconcertados por la doctrina cristiana, pero sentían
fascinación por los santos, a los que consideraban poderosos seres
mágicos cuyo patrocinio podía ser muy útil. Estas exhortaciones se
llamaban florilegia (literalmente, colecciones de flores), y los
duendes las enseñaban a sus señores cristianos. Cuando en
Inglaterra se implantó el protestantismo y los santos cayeron en
des- gracia, los florilegia degeneraron en retahílas de palabras
mágicas sin sentido, mezcladas con fragmentos de otros conjuros que
los magos agregaban, con la esperanza de que alguno surtiera
efecto. Un epitome es una forma de hechizo muy condensada que se
inserta en otro hechizo para aumentar su fuerza o ampliar su
efecto. En este caso, un epitome de preservación y liberación tiene
por objeto proteger al mago de la persona invocada. Skimmer es una
palabra de un dialecto del norte de Inglaterra que significa
«pulir» o «abrillantar». En magia, un skimmer es un aderezo de
palabras o fórmulas. Un skimmer de súplica incita a la persona
invocada a ayudar al mago.
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4.- El último elemento de
un hechizo de invocación eficaz es temporal. El mago debe indicar
al invocado cuándo debe aparecer. De lo contrario, como observó en
cierta ocasión el propio Strange, la persona invocada puede
presentarse en cualquier momento y creer que ya ha cumplido. Un
cabo de vela es un medio muy conveniente: el mago indica al
invocado que debe aparecer cuando se apague la llama.
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5.- El caos de los cuervos
y el viento se describe también en el relato de la hija del
guantero de Newcastle. Véase capítulo 39, nota 1.
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68. «Sí»
1.- Un número sorprendente
de reyes y príncipes de Tierra de Duendes han sido humanos. John
Uskglass, Stephen Black y Alessandro Simonelli no son sino tres de
ellos. En general, los duendes son seres irremisiblemente
perezosos. Aunque amigos del ceremonial y el fasto, detestan el
duro trabajo de gobierno.
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69. Strangianos y norrellianos
1.- Durante años, las
gentes de Clun decían que si en invierno, en una noche de luna
llena, te ponías de puntillas al lado de un árbol determinado y
torcías el cuello para mirar por entre las ramas de otro árbol,
podías ver Ashfair a lo lejos. Al claro de luna y bajo la nieve, la
casa aparecía misteriosa, perdida y solitaria. Pero, con el tiempo,
los árboles crecieron y ya no volvió a se Ashfair.
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2. -Esto no es insólito, como lo demuestra el
siguiente pasaje de El Mago Moderno (otoño de 1812). «¿Dónde está
la casa de Pale? ¿Dónde la de Stokesey? ¿Por qué nadie las ha
visto? La casa de Pale estaba en Warwick. Se sabía hasta en qué
calle. La casa de Stokesey se hallaba situada frente a la catedral
de Exeter. ¿Dónde está el castillo del Rey Cuervo en Newcastle?
Todos los que lo vieron decían que no había en todo el mundo
edificio más bello y suntuoso; pero ¿lo ha visto alguien en la Edad
Moderna? ¿Existe constancia de que fuera destruido? No.
Sencillamente, se desvaneció. Todas estas casas existen en algún
sitio, pero cuando el mago se va o muere, desaparecen. Él puede
entrar y salir a placer, pero nadie más es capaz de
encontrarlas.»
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3.- Muchos de los nuevos
magos solicitaron a lord Liverpool y a los ministros autorización
para ir en busca de Strange y Norrell. Algunos, muy previsores,
acompañaban su solicitud con listas de los pertrechos, mágicos y
mundanos, que estimaban necesarios y que confiaban en que el
gobierno les procurase amablemente. Un tal Beech de Plymouth pedía
que se le prestaran los dragones de Inniskilling.
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4.- Esta calumnia no fue
totalmente disipada hasta que la propia Arabella Strange regresó a
Inglaterra a primeros de junio de 1817.
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5.- Son muy pocos los magos
modernos que no se declaran strangianos o norrellianos, siendo el
propio John Childermass la única excepción destacable. Cuando le
preguntan, dice ser, en cierta medida, las dos cosas. Como esto
equivale a pretender ser liberal y conservador al mismo tiempo,
nadie entiende lo que quiere decir.
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