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Aunque Jamison seguía resistiendo, Elson concluyó que el ataque iba bien. La amenaza de los ’Mechs de asalto de Zeta era suficiente, por el momento. Había comprobado que Nichole era reacia a poner en juego todas sus fuerzas, pero eso tampoco era un problema grave, porque las fuerzas principales de Wolf estaban combatiendo al norte de sus posiciones. Epsilon seguía siendo una amenaza para los rebeldes y mantenía ocupadas a unas fuerzas muy necesarias. A veces, una amenaza podía valer tanto como la presencia de tropas de primera línea; sin duda, obligaban a un jefe militar con escasez de suministros a desplegar demasiado sus fuerzas. Este jefe no podría saber de dónde vendría el enemigo.

Elson deseaba estar seguro de que Wolf estaba en la misma posición que aquel jefe. El robo del plan de batalla del ordenador táctico principal en el Salón del Lobo y su posterior transmisión habían sido una contrariedad importante, pero no había pruebas de que Wolf hubiera recibido esa transmisión. Desde luego, no había habido ningún cambio drástico en la actividad de sus tropas en el campo de batalla, ni alteraciones repentinas en sus puntos vulnerables, como cabía esperar si Wolf hubiera tenido acceso a sus planes. Aun con los recelos de Nichole, la batalla se desarrollaba tal como Elson la había previsto; de todos modos, él nunca había esperado mucho del regimiento Epsilon.

Las fuerzas de Wolf se derrumbaban bajo la presión de los regimientos Beta y Gamma. Y, a pesar de la intromisión de Alpin, Parella conseguía avances frente al batallón Telaraña y las fuerzas de la Guardia Nacional que lo apoyaban. Los MechWarriors de Fancher habían puesto en retirada a la Guardia Nacional en el sector Verde y perseguían a los restos del grupo de combate B. De las fuerzas rebeldes, sólo las unidades de Elementales de Wolf permanecían incólumes. En las primeras fases del conflicto se habían mostrado más eficaces de lo que Elson esperaba, realizando ataques relámpago en distintos puntos del frente, pero ese día todavía no habían aparecido en ningún frente de la batalla. Las posibilidades de victoria de Wolf disminuían con rapidez.

Era el momento de asestar el golpe de gracia.

Elson bajó la visera de su armadura de combate. El tenue siseo de los sellos al cerrarse era reconfortante. Cuando se activaron las pantallas, unas luces multicolores se encendieron en la oscuridad del interior del casco. La comprobación de los sistemas dio resultado positivo. Salió al exterior y los otros cuatro miembros de su Punto lo siguieron.

La Lanza de Mando de Fancher esperaba fuera del búnker. Otros tres Puntos de Elementales subían por los OmniMechs hacia las posiciones de transporte de sus torsos. Irían a la batalla abrazados a aquellas máquinas blindadas. Esa era la costumbre entre los Clanes cuando había que realizar un ataque rápido o debían cubrirse grandes distancias.

Por desgracia, no había suficientes OmniMechs para que pudiesen montar todos los Elementales. Elson había ordenado a los techs que adhiriesen asas de hierro a los BattleMechs típicos, pero el sistema sólo permitía a un ’Mech llevar dos o tres soldados blindados. Aun así, habían creado posiciones improvisadas de transporte suficientes para toda la fuerza militar. Las tropas de Elson participarían en la batalla y estaba seguro de que su intervención sería decisiva.

Su Punto montó en el ’Mech de Fancher, un Gladiator, un modelo ideal para las operaciones combinadas. En la batalla no usarían la táctica típica de los Clanes en el combate coordinado. Los pilotos de los ’Mechs no habían recibido el adiestramiento correcto.

Eso cambiaría en el futuro.

Muchas cosas iban a cambiar.

Elson se sentía confiado mientras el Gladiator emprendía la marcha y los demás Omnis formaban alrededor.

Avanzaron hacia la batalla a más de sesenta kilómetros por hora, pasando junto a tanques achicharrados y BattleMechs caídos. Casi todos los vehículos habían sido de los rebeldes.

Las fuerzas de Elson se componían exclusivamente de BattleMechs e infantería blindada. Era cierto que algunas fuerzas de la Guardia Nacional habían decidido apoyar a Alpin, pero Elson no las había considerado lo bastante dignas de confianza para desplegarlas en el Interior. Por esa misma razón, no había incluido en sus planes de batalla a las fuerzas que defendían el complejo de la Fortaleza. Los ’Mechs y los Elementales, con su suplemento adicional de mercenarios del que podían prescindir, bastarían para esta labor.

Atravesaron un área con una gran concentración de ’Mechs destrozados: era el emplazamiento de la batalla de la mañana anterior. Elson se sintió ligeramente conmocionado al contar más máquinas del regimiento Beta que rebeldes y abrió un canal de comunicaciones con Fancher.

—Hay más BattleMechs en el campo de batalla de los que informó.

—No se ponga nervioso, Elson. La mayoría sólo está averiada; será fácil repararlos cuando haya acabado la guerra. Todos los guerreros saltaron.

—Mis planes se basaban en un número más elevado de BattleMechs.

—También los de Wolf —repuso ella, echándose a reír—. Todavía tenemos superioridad numérica.

La conversación terminó cuando encontraron rebeldes. Era una escaramuza con una unidad combinada de ’Mechs y sus últimos tanques y vehículos blindados. La batalla fue breve y terminó después de que los Elementales desmontasen entre las fuerzas convencionales. Los tanques no eran rival para un soldado entrenado y provisto de armadura de combate.

Como esperaban, los BattleMechs se retiraron cuando el resultado de la escaramuza les fue adverso. Tuvieron que abandonar los tanques; era la única solución razonable desde un punto de vista estratégico. Elson ordenó que pasaran de largo de los tanques paralizados. Perderían tiempo destruyéndolos y él quería perseguir a los ’Mechs, ya que eran su objetivo principal. Una vez eliminada la fuerza de ’Mechs, la rebelión de Wolf perdería su base.

Los soldados de infantería volvieron a montar en los BattleMechs y emprendieron la persecución.

A mediodía, los únicos intercambios de disparos entre ambas fuerzas se produjeron a larga distancia, pero Elson se sentía satisfecho: los rebeldes se estaban retirando hacia el Area de Entrenamiento Tetsuhara, como él quería.

A las 1310 horas, las fuerzas de Fancher cruzaron los límites exteriores. Los rebeldes se hallaban a poco más de dos kilómetros y el campo abierto ofrecía una buena vista de los ’Mechs que huían. La imagen borrosa de un edificio apareció en el horizonte. Elson se conectó al ordenador de Fancher y observó que se trataba de un centro de entrenamiento diseñado para simular un complejo industrial con un anillo defensivo de búnqueres. Esos búnqueres debían de tener armas que ayudarían a la gente de Wolf.

Los ’Mechs de Fancher aceleraron cuando los ’Mechs rebeldes se encaminaron hacia aquella instalación. Podían verse pequeños puntos oscuros saltando entre los edificios: eran Elementales. Cabían pocas dudas de que la fuerza de Wolf iba a resistir entre aquellas construcciones.

Los ’Mechs atacantes cruzaron la línea de lo que Elson consideraba el límite exterior del alcance de las armas defensivas. No se produjeron disparos. La falta de fuego defensivo sólo podía significar que Wolf carecía de la posibilidad de convertir los simuladores en armas reales. Los rebeldes empezaron a emitir señales de interferencia, creando ruidos de estática en los canales de comunicaciones. Aquel ruido no podía obstruir las transmisiones a corta distancia, pero Elson perdió el contacto con sus fuerzas leales restantes. Poco importaba: Fancher y él habían llevado allí las fuerzas del norte, y Gamma estaba arrinconando a las fuerzas móviles del enemigo en una instalación similar a ésa.

Elson estaba satisfecho. Iban a combatir allí. Sería una batalla de BattleMechs y de infantería blindada; un combate majestuoso. Para eso un guerrero se entrenaba, vivía y moría.

Los ’Mechs de Fancher entraron en el radio de alcance de las armas de los rebeldes y realizaron maniobras evasivas. Las ráfagas de los defensores hicieron pagar su precio a los atacantes: sólo fue derribado un ’Mech, pero muchos sufrieron daños. Varios Puntos informaron de bajas en sus filas.

Elson dio la orden de desmontar en la primera fila de búnqueres. Estaban tan cerca que los propios retropropulsores de los Elementales podían conducirlos hasta la instalación. Ir montados sobre los ’Mechs sólo los convertía en blancos fáciles, y ningún soldado quería servir de blindaje para un piloto de ’Mech incompetente.

Fancher envió una unidad a un extremo del flanco para impedir la retirada a los enemigos, pero su jefe ya había previsto esta maniobra y la había bloqueado, tendiendo una emboscada a la lanza enviada y haciéndola retroceder con tantos daños que Fancher tuvo que ordenar a los supervivientes que se retirasen de la batalla.

El combate se libraba ferozmente entre los edificios, con ’Mechs y guerreros de infantería mezclados, y se produjeron numerosas bajas en ambos bandos. El Punto de Elson volvió de la batalla para recargar sus lanzadores, cuando él observó un patrón constante en los informes que recibía de los Puntos que seguían combatiendo. Estaban perdiendo el contacto con los Elementales rebeldes. Elson intentó conectar con Fancher, pero el ruido de la estática era demasiado fuerte entre los edificios. Vio una torre y corrió hacia ella. Si no podía establecer comunicación desde un punto más alto, al menos tendría una buena vista de lo que estaba ocurriendo.

Se encontraba a mitad de la ascensión cuando vio que los ’Mechs de Wolf se reagrupaban en el otro extremo del complejo. En lugar de regresar a la batalla, estaban saliendo rápidamente de la instalación en dirección sur. Las órdenes de Fancher resonaron fragmentadas entre la estática: las interferencias eran cada vez más erráticas. Elson oyó lo suficiente para saber que ella era consciente de la maniobra de los ’Mechs enemigos y estaba organizando la respuesta.

Elson no veía ningún Elemental aferrado a los ’Mechs rebeldes que se alejaban. Habían dejado atrás su infantería blindada, seguramente para retrasar el avance de los ’Mechs de Beta y permitir escapar a los suyos. Sin embargo, la rápida reacción de Fancher estaba impidiéndolo. Elson le dijo que sacara sus ’Mechs de la instalación por donde habían entrado. No quería que cayeran en emboscadas de los Elementales. Él mismo se encargaría de ellos. Ordenó a sus soldados que avanzaran y barrieran toda la instalación.

Los ’Mechs de Fancher se encargarían de los ’Mechs rebeldes, mientras los soldados de Elson se enfrentarían a los Elementales. En definitiva, carecía de importancia si eran dos batallas distintas en lugar de una.

Los primeros Puntos que atacaron posibles emboscadas informaron de que no habían encontrado fuerzas hostiles, ni siquiera fuego de hostigamiento. Elson ordenó a sus hombres que actuaran más deprisa.

Ambas fuerzas de BattleMechs eran cada vez más pequeñas, a medida que se iban alejando.

De pronto, el ruido de estática cesó por completo.

El Punto de Grant fue el primero en informar de la repentina desaparición de las interferencias en los canales de comunicaciones.

—Oímos motores, señor. De fusión.

Los tanques no causarían ningún problema en las áreas construidas, controladas por la infantería. El canal de mando apartó su atención de los alrededores.

—¡Elson! ¡Elson! ¡Maldita sea! ¿Dónde demonios está?

—Cálmese, Parella. Estoy aquí. Informe.

—Todo se está derrumbando.

—¿Qué quiere decir?

—Alpin está muerto. Ese loco se ha enfrentado en un duelo con la jefe de los rebeldes y ha conseguido que lo matara. La mitad de mis tropas se están retirando…

La comunicación con Parella se interrumpió de nuevo a causa de la estática.

El sonido de los lanzamisiles situados al borde de la instalación anunció lo que Elson supuso que era la reanudación de la batalla. Estaba equivocado.

Un pequeño aerodeslizador surgió por detrás de los edificios y cruzó el terreno despejado. Unos misiles disparados por los soldados de Elson lo persiguieron, pero explotaron a poca distancia de la veloz nave. Elson activó el sistema de ampliación de imagen y observó la situación. Cada vehículo —si se podía llamar así a aquellas estructuras esqueléticas— era poco más que un chasis abierto que rodeaba un motor de fusión y los conductos del sistema de flotación. Cada uno transportaba a un Punto de Elementales. Elson recordó haber visto planos de aquellos modelos, pero no sabía que se hubiera fabricado ninguno. Blackwell Corporation no había pasado del diseño de prototipos. Entonces comprendió que ésos debían de ser aquellos prototipos y supo lo que había hecho Wolf.

Había asaltado la fábrica de Blackwell, se había apoderado de los prototipos y había creado una fuerza de ataque rápido. No había más de seis Estrellas de Elementales en total, una fuerza mucho menor de lo que Elson había calculado. Los rápidos aerodeslizadores explicaban cómo tan pocos Elementales podían dar la impresión de ser muchos más. El uso de esos vehículos había dado una movilidad extraordinaria a los Elementales, permitiéndoles desplazarse con facilidad a un lado y otro del frente.

Elson deseó haber pensado antes en saquear la fábrica de Blackwell. Pero los deseos no ganaban batallas. Aunque era imposible que sus Elementales pudieran perseguirlos, dio esta orden mientras descendía para reunirse con su Punto. Los condujo por el árido terreno en persecución de los vehículos, que se acercaban rápidamente a las fuerzas de Fancher.

Elson no iba a permitir que lo dejasen al margen de esta batalla.

Gracias a los sistemas de comunicaciones, aunque plagados de estática, supo cuándo los aerodeslizadores alcanzaron a los ’Mechs de Beta y depositaron a sus pasajeros entre ellos. Los ’Mechs que huían habían dado la vuelta para unirse al combate. Wolf había conseguido separar a los ’Mechs de Beta de sus Elementales de apoyo. Había comenzado la que podía ser la última batalla de la campaña, y Elson se encontraba demasiado lejos para intervenir en ella.

Maldijo su suerte, embargado por la rabia. Pero eso no le hizo sentirse mejor.

—Se acerca otra fuerza de ’Mechs —informó Fancher. Su voz sonó débil, casi ininteligible entre las interferencias, pero aun así Elson se estremeció al oír sus siguientes palabras—. ¡Frak! ¡Es Wolf!

El Lobo había salido de su escondite y ponía en juego sus últimas fuerzas.

Elson puso los retropropulsores de su armadura a máxima potencia.

Sin duda, era la batalla final.