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Como me temía, los hombres de Ansell tenían un motivo para conservar sus municiones. Dos días después, cuando nuestras últimas unidades se dirigían al campamento nocturno, comenzó un bombardeo. El sistema de intercepción de radar y telemetría nos indicó que los sistemas de misiles Arrow se estaban utilizando como complemento de la artillería normal, lo que quería decir que se había sumado el Batallón de Soporte de Fuego. En esos momentos eran la única unidad de los Dragones con esa clase de potencia de fuego. Elson iba en serio.
Empezaron a llegar informes desde las unidades de la Guardia Nacional que constituían el frente. Se estaba desarrollando un ataque importante en la zona limítrofe entre el Duodécimo y el Decimocuarto de Blindados. Los BattleMechs de Elson estaban presionando en el hueco para aprovechar la división de las zonas de mando.
—¡Por la Unidad! Será mejor que Zeta llegue pronto —exclamó Grant.
No me cuidé de contestarle. Tanto si Zeta llegaba como si no, teníamos mucho que hacer. Yo estaba seguro de que había actividad a lo largo de todo el frente, aunque no había recibido noticias de los otros grupos de combate.
Nuestro primer contacto con el enemigo se produjo poco después de medianoche, justo a las afueras del falso pueblo de Potterdam. Una lanza de tres BattleMechs avanzaba a lo largo del cauce del río seco. Iban mucho más adelantados que el grueso de las fuerzas de que teníamos noticia y eso no era nada bueno. Como eran sólo tres, los atacamos sin piedad. No quería estar cerca si había más fuerzas hostiles en camino y, dada nuestra superioridad numérica, su derrota fue sencilla. Uno voló en pedazos a causa de la explosión de sus municiones tras recibir varias andanadas de misiles. El segundo quedó paralizado y el tercero emitió una señal de rendición y abrió la escotilla tras haberse puesto a cubierto de nuestro fuego. Decían formar parte del batallón Iota, pero no eran más que guerreros a sueldo. Pedí a la base que enviaran un aerodeslizador rápido con uno de nuestros pilotos sin montura; podíamos utilizar el ’Mech del mercenario.
El mercenario era parlanchín. Confirmó que Elson y Fancher eran los comandantes en jefe de aquel lado del frente. También dijo que había otra unidad de Mechs, el batallón Kappa, que había sido transferido al sector Naranja. Tenía que ser la unidad que el sistema de reconocimiento había localizado durante las primeras fases del conflicto. Fancher no era la clase de oficial que debilitara sus unidades justo antes de una ofensiva importante. Si había prescindido de una unidad, probablemente era porque la fuerza principal atacaría en otra parte. Si enviaba refuerzos a las fuerzas de Alpin en el sector Naranja, donde la defensora era Maeve, ello sugería que Alpin estaba al frente de la fuerza de ataque principal.
Seguimos avanzando más deprisa.
El mando del Decimocuarto de Blindados era un caos. La mayoría de sus tanques estaban inactivos, pero habían conseguido volver a enlazar con el Duodécimo de Blindados. Este se encontraba en mejor estado, pero no mucho. El regimiento Beta se había adelantado y estaba atacando a los tanques. Nuestra estrategia de aislar al enemigo y tenderle trampas estaba fracasando frente a su estrategia de ataques potentes. No pasaría mucho tiempo hasta que los ’Mechs enemigos destrozasen nuestra frágil defensa.
Envié a mi grupo de combate a detener una ofensiva que se estaba llevando a cabo en el flanco derecho del Decimocuarto de Blindados. Si ese flanco se desmoronaba, la infantería de Alpin tendría el campo libre y podría penetrar por nuestras dispersas posiciones de infantería hasta el interior del sector Naranja, detrás de las líneas de Maeve. El grupo de combate rechazó a los ’Mechs enemigos, pero tuvo que retirarse cuando localizamos varias Estrellas de Elementales que avanzaban en posición de ataque a lo largo de un risco.
Di la orden de retroceder.
Mientras me dirigía a la segunda línea de defensa, establecí contacto con el coronel. Me aseguró que Maeve conocía nuestra nueva posición. Estaba sufriendo una fuerte presión por parte del regimiento Gamma de Parella, pero hasta entonces había conseguido contenerlos cambiando constantemente el grupo de combate allí donde la lucha era más encarnizada. Yo sabía el precio que la Telaraña debía de estar pagando; no podrían mantener siempre este ritmo.
En aquel sector no había indicios del batallón Kappa.
En el sector Azul no había habido enfrentamientos importantes, pero era probable que la situación cambiase pronto. Los kuritanos avanzaban para enfrentarse a una ofensiva de dos batallones de Epsilon.
—Lo estamos haciendo muy bien —me aseguró el coronel.
Yo quería creerle.
Sabía que el combate de BattleMechs no era tan prolongado como había sido el de los soldados durante casi toda la historia humana. No era posible mantener una batalla entre ’Mechs durante largos períodos de tiempo. Eran demasiadas máquinas que llevaban suministros limitados de municiones y que perdían eficacia cuando éstas se agotaban. Incluso los Mechs armados exclusivamente con armas de energía tenían una duración limitada; el combate era demasiado violento y ni siquiera un blindaje de BattleMech podía soportar un castigo tan duro. Además, aquellas máquinas eran demasiado caras y difíciles de reparar. Cuando la máquina de un guerrero resultaba dañada, éste debía saltar si era lo bastante inteligente. Con una nueva máquina y nuevas municiones, volvería a ser una amenaza; quedarse era buscar la muerte.
Así pues, las batallas tenían altibajos y raras veces se ponían en juego todas las fuerzas de una unidad. Con cada enfrentamiento, los ’Mechs se desgastaban y las fuerzas se reducían de tamaño. Teníamos que mandar al frente a nuestros guerreros cada vez con mayor frecuencia, y eso me preocupaba. La gente también se cansaba, y un guerrero cansado comete errores. Y el precio de un error en un campo de batalla suele pagarse con vidas.
Así ocurrió. Al igual que el grupo de Maeve, el mío iba corriendo de un lado a otro tapando agujeros en la línea del frente y rechazando a las unidades que conseguían abrir brecha en nuestras posiciones. Los tanquistas eran los que tenían la labor más pesada. Tenían menos movilidad que los ’Mechs y habían de realizar un trabajo propio de la infantería y mantener las posiciones. Había momentos en que deseaba disponer de infantería para hacer retroceder a los tanques y reagruparlos para un contraataque, pero las tierras yermas y áridas del sector Verde no eran un territorio apropiado para la infantería. Tal vez para Elementales provistos de armaduras, pero no tenía a ninguno bajo mi mando.
No podía quejarme de las tropas que tenía bajo mis órdenes: eran magníficas. Lo que había comenzado como un grupo abigarrado de guerreros veteranos, aprendices y muchachos de sibko, se había convertido en una máquina de guerra flexible y resistente. Me permitió atisbar lo que debieron de ser los antiguos Dragones y lo que el coronel quería hacer con los nuevos. Estaba muy orgulloso de formar parte de aquello.
Aunque el combate era encarnizado, había empezado a creer que el coronel tenía razón y que las cosas nos iban bien. Entonces, el equipo de reconocimiento informó de que unas Naves de Descenso habían aterrizado en el flanco izquierdo: tres de Clase Leopard y dos de Clase Union. Eran vehículos de transporte de ’Mechs. Temí que el mercenario capturado nos hubiese mentido y acabásemos de encontrar al batallón Kappa.
Ordené al grupo de combate que se retirase y me llevé conmigo a Grant. Nuestra lanza de mando, formada por dos ’Mechs, iba a ser más útil en el campo de batalla que en el puesto de mando. Nos costó tiempo, demasiado tiempo, colocarnos detrás del Duodécimo de Blindados. Los Mechs recién llegados se desplegarían y se moverían antes de que pudiésemos alcanzarlos.
Cuando distinguimos las lejanas montañas Luma que formaban el horizonte del lado más alejado del cañón de Gremmer, recibimos los informes de exploración actualizados. La nueva fuerza se había desplegado y avanzaba hacia nosotros. Habían pasado al menos junto a dos grupos de búnqueres sin abrir fuego. Yo sabía por qué los defensores de los búnqueres no habían disparado: eran muy pocos y su misión consistía principalmente en actuar como vigías para observar movimientos de fuerzas hostiles e informar de sus posiciones. Pero ¿y los ’Mechs? Eso me tenía confuso.
La polvareda anunció su llegada mucho antes de que pudiéramos verlos, incluso con la imagen ampliada al máximo. El tamaño de la nube indicaba que se trataba, por lo menos, de dos compañías y probablemente más.
La capitana Jenette Rand, situada un kilómetro por delante de nuestras posiciones, informó de la presencia de dos Stalkers, un King Crab y un BattleMaster en la primera lanza que pudo ver. Todos eran ’Mechs de asalto. Observó una gran variedad de esquemas de color, pero ningún emblema de unidad. Le ordené que retrocediera. Su Mongoose no podría aguantar ni un minuto frente a su potencia de fuego.
Los ’Mechs se aproximaban en estrecha formación. Se hallaban todavía a varios minutos de nosotros, por lo que di órdenes de tomar posiciones para una emboscada. Tal vez estuviésemos en inferioridad numérica, pero si podíamos hacer unos cuantos disparos antes de retirarnos, pensé que tendríamos ventaja.
El Mongoose de Rand salió de improviso del cauce seco que había utilizado para protegerse de los atacantes.
—Vienen más —informó por radio—. Hay ’Mechs al sudeste.
Avancé con mi Loki a lo largo del borde del río hasta donde pude tener una buena vista en aquella dirección. Rand tenía razón: media docena de ’Mechs ligeros, Omnis mixtos y modelos de tecnología antigua avanzaban apresuradamente hacia nosotros. No cabía duda de su afiliación: unas letras beta de color negro decoraban sus pinturas de camuflaje de color arenoso. Varios de ellos lanzaron misiles de largo alcance hacia el ’Mech de Rand y empezaron a disparar sus cañones automáticos ligeros.
Avisé a la lanza de Corwyn y les di permiso para entrar en combate. Estaban en el camino de los ’Mechs de Beta, pero el terreno agreste que los separaba de los atacantes los protegería bastante. Disparé un láser de siete centímetros con el ’Mech ligero que iba en cabeza, un Puma. El rayo cruzó el ancho caparazón del blindaje que protegía su torso curvado y de forma cúbica. Tras haber atraído la atención del piloto, yo también recibí el impacto de un CPP cuyo rayo artificial arrancó parte del blindaje del costado izquierdo de mi Loki. El segundo rayo del Puma salió desviado.
Entonces, la lanza de Corwyn abrió fuego y el piloto del Puma tuvo otras cosas de que preocuparse. Había demostrado que era peligroso y los hombres de Corwyn lo atacaron con todas sus fuerzas. Su blindaje se desintegró bajo la lluvia de fuego. Tras sufrir el terrible ataque, el Puma se tambaleó y dio un par de saltos hacia un lado. Un chorro de vapor surgió a través de una grieta en el blindaje del brazo derecho. Los sellos de la articulación saltaron por los aires y el brazo dejó su posición de disparo y cayó al suelo. El Mongoose de Rand se volvió y disparó tres rayos láser al manco Omni. La carlinga del Puma voló por los aires cuando el piloto saltó fuera y el ’Mech se desplomó en el suelo.
El segundo de los Omnis, otro Puma pero con una configuración de armas diferente, acertó en el Mongoose de Rand con su láser pesado; su rayo de luz coherente incidió en el torso izquierdo del ’Mech. El piloto insistió con una andanada de fuego del cañón automático que impactó con fuerza en el Mongoose y le hizo dar la vuelta. El Mongoose agitó los brazos en el aire y se desplomó pesadamente. No vi saltar a Rand.
Grant avanzó con su Archer hasta ponerse a mi lado y abrió fuego contra los Mechs de Beta. El fuego combinado de la lanza de Corwyn y nuestros dos ’Mechs pesados desde una posición superior hizo que los guerreros de Beta se replantearan su situación. En unos minutos, habían pasado de perseguir a un explorador solitario a un combate encarnizado contra una fuerza numéricamente superior.
Habían empezado a retirarse cuando unos misiles de largo alcance comenzaron a explotar en la ladera de los riscos que se alzaban sobre Grant y sobre mí. Una segunda andanada cruzó el cielo y estalló un poco más allá.
Los ’Mechs de asalto se estaban acercando y ya nos encontrábamos dentro de su radio de alcance y al descubierto.
Me detuve y la polvareda empezó a cubrir los ’Mechs que estaban inmóviles. Otra lanza, compuesta por dos Daishis y los Mad Cats, ocupaba posiciones a la izquierda de la primera lanza, mientras otra lanza mixta formada por ’Mechs pesados y de asalto avanzaba por la derecha.
Al ver la calidad de aquellos ’Mechs comprendí que no se trataba del batallón mercenario que faltaba. No tuve necesidad de oír el anuncio de su jefe para saber que, por fin, había llegado el batallón Zeta.
—Aquí J. Elliot Jamison del batallón Zeta. Esto ya ha durado demasiado.
—En efecto, ¡ahora vamos a repartir unas cuantas bofetadas! —gruñó Grant a través del canal de nuestra lanza.
—Ya basta, Wolf.
—¿Qué? ¡Se supone que están de nuestro lado! —exclamó Grant en un tono más de afrenta que de perplejidad.
—¿Por qué? —pregunté yo por un canal abierto.
—No he venido a hablar con usted, Cameron. No sé por qué dejaste que se celebrase el Juicio de Posición, Jaime, pero es preciso respetar su resultado. ¿Qué me dices, Jaime Wolf?
Comprendí que Jamison pensaba que estaba hablando con el coronel. Grant, al mando del antiguo Archer del coronel, guardó silencio.
—Si ésta es la manera como quieres actuar… —Hubo un breve silencio—. Lo lamento de verdad. Zeta, al ataque.
Los ’Mechs de Zeta desaparecieron entre las nubes de polvo producidas por el disparo de sus misiles. El resplandor azul de los rayos de CPP y las saetas cegadoras de color rubí de las armas láser brillaron entre el humo y llovieron sobre nuestras posiciones.
La andanada desolló el Archer de Grant, que era el principal objetivo del ataque, pero mi Loki recibió muchos de los disparos que no dieron a Grant. Sonaron las alarmas de los sistemas averiados y el Loki empezó a inclinarse. La explosión de las municiones que hizo trizas el Archer también alcanzó a mi máquina y la arrojó lejos. No recuerdo que el Loki chocase contra el suelo.