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Primero Dechan pensó que la lucha por el control de los Dragones estallaría inmediatamente en guerra abierta, pero los días pasaban y no había confrontaciones a gran escala. Los regimientos Beta, Gama y Epsilon continuaban dentro de sus cuarteles en el continente habitado. Si se trataba de un truco de relaciones públicas para convencer a los intrusos de que no pasaba nada, estaba teniendo un éxito limitado. La noticia de la partida de Wolf y los rumores de un conflicto inminente circulaban por doquier en Harlech.

Cada interlocutor con quien hablaba preguntaba a Dechan acerca del amenazador problema. Decirles a todos lo mismo —nada— no era una proeza difícil: sabía poco más que eso. Cuando Jenette terminó de preparar el equipaje y se dirigió al campamento Dorrety la noche en que el Grupo de Reconocimiento Especial se marchó, su unión interior con los Dragones se fue con ella. No notaba la falta de información, sino que echaba de menos a su mujer. Su negativa a irse con ella y la negativa de ella a quedarse podían representar el desacuerdo final. Se acercaba un conflicto y era muy posible que ella no sobreviviera.

Dechan supo que la tregua estaba llegando a su fin cuando Elson visitó el Salón de Contratos. Alpin había dispuesto una llamada a los Dragones auxiliares, prometiendo que una buena actuación significaría un puesto permanente con los Dragones. Muchos de los mercenarios pensaron que les ofrecían una tarea fácil. Dechan observaba los tableros del Salón y anotaba los nombres de los que firmaban. A algunos de ellos no los conocía, pero a otros los reconoció por su reputación. No eran el tipo de tropas que los viejos Dragones hubiesen alquilado. Los trabajadores independientes de renombre destacaban por su ausencia, así como unidades menos conocidas pero efectivas como la Brigada Negra. Scuttlebutt dijo que era a causa del precio, pero Dechan sospechaba que había otras razones más importantes.

Dechan estaba subiendo las escaleras que daban al Salón cuando Elson y un grupo de mercenarios salieron de allí. El corpulento Elemental lo vio enseguida y pronunció unas palabras a sus compañeros. Después de diversos comentarios joviales, Elson dejó a los mercenarios y se dirigió a Dechan.

—Buenos días, Dechan Fraser.

La sonrisa del hombre parecía sincera, pero algo en la actitud de Elson parecía forzado, lo cual hizo que Dechan se sintiera incómodo. A regañadientes, dijo:

—Hola.

—He oído decir que la Mancomunidad Federada le ha hecho una oferta sustancial por sus servicios.

—La he rechazado; sólo quieren sonsacarme para obtener información sobre el ejército del Condominio Draconis para su servicio de espionaje. En los viejos Dragones, no traicionábamos a un antiguo empleado por el nuevo.

Elson no reaccionó a la inferencia de Dechan acerca de que los Dragones ya no eran lo que habían sido. Con la sonrisa todavía en la boca, dijo:

—Entonces, todavía necesita trabajo.

—No soy uno de ellos —afirmó Dechan, inclinando la cabeza en la dirección de los mercenarios.

—Lo sé —continuó Elson con gran seriedad—. Esta es la razón por la cual los dejé para hablar con usted.

—Me parece que hoy ya tiene bastantes mercenarios.

—¿Cuándo le ha importado a un mercenario cuántos mercenarios hay, si el pagador tiene billetes C para todos?

—Cuando es suficientemente inteligente para preocuparse por el asunto en que se mete —respondió Dechan.

—Es un hombre astuto, Dechan Fraser. Creo que puede ver lo que está pasando. Cuantas más fuerzas reunamos en nuestro bando, menos posibilidades habrá de conflicto armado con los leales a Wolf. Sabe que Jaime Wolf es un hombre práctico. ¿No cree que se dará cuenta de que no tiene posibilidades de ganar?

Dechan se encogió de hombros. El Jaime Wolf que lo había olvidado no era el que lo había contratado. O quizá sí un mocoso no lo había podido hacer mejor. ¿Quién podía saber qué pensaba ese hombre con tantos enemigos?

—¿Y si lucha, de todos modos? —preguntó Dechan.

—Perderá, y el coste para los vencedores será menor del que sería si los enemigos fueran de un nivel similar.

—Un coste sufrido sobre todo por los mercenarios —y quizá por Jenettte, pensó.

—Como acabo de decir, usted es una persona perspicaz, Dechan Fraser. Espero que Wolf luche, principalmente porque es un guerrero, y un verdadero guerrero no se rinde sin luchar.

—¿Como hizo en el Juicio?

—Su defensor luchó. —Su cara se ensombreció—. Quizás Wolf quería perder el Juicio. Tal vez, en aquel entonces, vio una ventaja estratégica en presentarse como perdedor; esperaba utilizar el cambio de poder para algún objetivo secreto. Sin embargo, su próxima derrota será real, cualquiera que sea su enrevesado plan. Cuando todo esto termine habrá verdaderos cambios en los Dragones, y más de uno. Los hombres que hayan dado prueba de su valor podrán obtener una buena posición.

El cebo era obvio; de todos modos, Dechan lo consideraba tentador. Había entrenado y dirigido a los Ryuken, pero no habían sido suyos. La lógica señalaba el problema.

—Los Dragones no me seguirán.

—Sus tropas no tendrían por qué ser Dragones, al principio. Prepare su propia unidad de guerreros. Usted juzga bien a los hombres, seleccione a los mejores. Estoy seguro de que los que escoja serán dignos de los nuevos Dragones.

Por su experiencia con los Ryuken en el Condominio, Dechan pensó que Elson tenía razón. Confiaba en que podría crear una buena unidad y que los MechWarriors que escogiera serían dignos de los Dragones. O al menos de los Dragones como él los recordaba. No obstante, había un problema mayor que hacía que fuese muy fácil despreciar la oferta de Elson.

—No tengo el dinero necesario para iniciar una unidad.

Elson rechazó este argumento.

—Dispone del dinero.

Todavía cauto, Dechan intentó provocarlo.

—Dinero que no tendrá que pagar cuando esos respetables hombres demuestren su valor muriendo por usted.

La sonrisa de Elson se desvaneció.

—No despilfarro recursos valiosos. Esta no es la manera de actuar de los Clanes.

La vehemencia del último comentario de Elson había impresionado positivamente a Dechan. Tal vez realmente no despilfarraría buenas tropas. ¿Podía aplicarse eso al otro bando? ¿Escatimaría Elson a Dragones, como Jenette, que estaban en el bando de Wolf? ¿Merecían ser perdonados? Al fin y al cabo, ella lo había dejado. Confundido por estos sentimientos y preocupado por la tendencia de sus pensamientos, Dechan vio cómo asentía con la cabeza a Elson y le decía:

—Supongo que no. Deje que lo piense.

—No durante mucho tiempo, como puede comprender. —La sonrisa reapareció—. Hágamelo saber en el Salón de los Lobos. Hasta pronto, Dechan Fraser.

—Bien.

Dechan lo observó mientras el Elemental se iba. Los mercenarios se recompusieron a su alrededor, y el grupo se dirigió cruzando la plaza hacia el distrito de ocio, sin duda para el tradicional cierre del contrato. Mientras permanecía confuso en las escaleras, un hombre alto, con barba, se le aproximó. Dechan reconoció la cara y el uniforme cuando se giró para verlo de frente, pero necesitó comprobar el transmisor de nombres para dar con el suyo: el mayor Norm Carter de los Caballeros de Carter.

—¿Elson intentaba reclutarlo, verdad? —preguntó Carter de modo terminante.

—Sí.

El mayor parecía disgustado.

—Imagino que no podré igualar su oferta. Con Wolf fuera del panorama, supongo que volverá a ponerse el uniforme.

—¿Usted lo haría?

—Nunca he sido un Dragón, o sea que la pregunta no es pertinente. Sin embargo, mi gente ha aceptado subcontratos de los Dragones durante décadas, desde que mi padre empezó a trabajar con Wolf. Siempre ha sido un acuerdo equitativo. No siempre fácil, pero justo. —Frunció el entrecejo un segundo—. Sí, supongo que sí, si me lo ofrecieran. No obstante, primero me aseguraría de que se encargaran de mi gente.

—Hay muchas posibilidades en la frontera de los Clanes.

—Ayer hubiese estado de acuerdo con usted, pero el mercado se ha enfriado. El nuevo régimen de los Dragones ha sido retirado de la lista A de mercenarios recomendados, en la cual, debo añadir, los Caballeros ocupan un buen lugar, y las oficinas de reclutamiento de las Grandes Casas dan mucha más importancia a los contratos individuales. Después hay todo este reclutamiento abierto que están llevando a cabo los Dragones, casi en competencia directa con las Casas. El funcionamiento del mercado está cambiando, y todavía no he decidido si esto es bueno o malo. Supongo que depende del resultado de todo este embrollo.

—¿Qué embrollo?

—No sea tan reservado, Dechan —repuso Carter echándole una mirada de enojo simulado—. Todo el mundo sabe que Wolf no accede a los deseos del otro bando. —Meneó la cabeza con tristeza—. Nunca pensé que vería una guerra civil entre los Dragones. Ustedes siempre han estado muy unidos.

Dechan tampoco lo habría imaginado nunca, pero su opinión de los Dragones, así como la de sus miembros individuales, había cambiado y todavía seguía cambiando.

—Las cosas cambian.

—No siempre.

—Wolf no empezará nada.

—No tendrá que hacerlo. ¿Cuánto tiempo cree que pasará antes de que Alpin y Elson envíen a jugar a sus muchachos comprados? El tiempo puede que no favorezca a Wolf, pero tampoco favorece al nuevo régimen. Si no demuestran que lo tienen todo bajo control, no dominarán nada.

Dechan lo miró y le preguntó:

—¿Haría algo que afectara el resultado a su favor si pudiera?

—Quizás.

—Entonces creo que deberíamos hablar.

—Creo que deberíamos hablar.

Me hizo falta mucha sangre fría para decírselo a Maeve cuando la paré fuera del cuartel. Me miró con una expresión defensiva. Creí ver una sombra en sus normalmente transparentes ojos grises.

—¿Sobre qué?

—¿Sobre qué? —repetí yo—. ¡Sobre nosotros!

Mi grito hizo que la gente que pasaba o simplemente paseaba por la zona se girase. Maeve lanzó una mirada incómoda, me cogió por el brazo y me arrastró por la parte lateral del edificio. Me empujaba contra la pared y yo estaba demasiado avergonzado para protestar.

—Mira, llegamos a conocernos bastante bien, fue rápido, intenso. Fue… —Calló y giró la cara. Echó la cabeza atrás y la sacudió para apartarse el pelo. Suspiró y yo sentí un gran dolor al oír ese sonido—. Nunca diría esto delante de las tropas, y calificaría a la persona que lo repita como mentiroso, pero… pero tú eres la razón por la cual estoy aquí.

Mis esperanzas aumentaron. No me había atrevido a creer que todavía le importaba, pero aquí estaba ella para decírmelo. Si no hubiese notado la dura superficie del hormigón contra mi espalda, habría estado seguro de que estaba soñando.

Sabía que era duro para ella; era duro para mí. El amor, el amor verdadero, no era una de las emociones experimentadas a menudo por alguien criado en un sibko. Al menos no el amor hacia una persona no perteneciente al grupo. Ambos deambulábamos por territorio extraño. Respiró profundamente y pareció estar considerando sus próximas palabras. Sus ojos se clavaron en mí, pero enseguida se apartaron. Se estremeció, atormentada por la intensidad de sus emociones. Irguió la espalda mientras mantenía el control antes de hablar.

—Eres leal, Brian, pero sabes lo que significan los Dragones y lo que significan las formas. Era consciente de que si todavía estabas con el Lobo, la llamada de Alpin a la sucesión no podía ser correcta. El hecho de que estuvieses aquí me indicó inmediatamente que o bien habían engañado al Lobo, o bien todo este asunto era un engaño. En ambos casos, sabía dónde tenía que estar.

Enseguida me di cuenta de lo imbécil que había sido. Sus comentarios no eran personales. Se había ido, ¿no? Sin decir ni una sola palabra. Había sido un estúpido al pensar que yo seguía en sus pensamientos tal como ella continuaba en los míos. No había enviado ningún comunicado, ni yo tampoco. Nunca pensó que fuéramos más que guerreros compartiendo lo que éstos comparten. Reuní los fragmentos de mi ego e intenté poner buena cara. Con demasiada amargura, le dije:

—¿Así pues, volviste por el Lobo?

—Claro. ¿Por qué crees que lo habría hecho?

Su voz tenía un tono extraño. Parecía necesitar la tranquilizadora noticia de que había tomado la decisión correcta. ¿Qué sabía yo? Ella era una guerrera, y yo, un muchacho enamorado con las hormonas demasiado agitadas para saber la respuesta correcta. Los miembros de los Clanes tenían la razón, decidí, con repentina convicción. Las emociones no existían en un guerrero. Al no responder, ella prosiguió:

—He vuelto.

—Pero te fuiste.

Los ojos se le nublaron y tragó saliva.

—Tenía que hacerlo.

¿Qué respuesta era ésa? Por supuesto, las órdenes son órdenes.

—Pensé que…

Me hizo callar poniéndome un dedo sobre los labios.

—No fuiste tú, Brian. Fui yo.

Sus palabras no tenían sentido alguno para mí, y debía de parecer un estúpido, que era como me sentía. Ella se rió nerviosamente.

—Tenía miedo, Brian.

No podía imaginármela atemorizada por nada.

—¿De qué?

—Pensé que eras comprensivo, como un sib. No obstante, tú no eras como mis sibs y no entendía lo que eso significaba. Cuando estaba contigo, me sentía diferente. Extraña. Esa sensación me daba miedo y no sabía qué hacer, primero creí que se debía a que eras la primera persona que no pertenecía a mi sibko y que el mundo exterior me confundía. Pensé que cuando hubiese visto y hecho más cosas, me adaptaría. Pero no lo sé, Brian. —Levantó la vista hacia el cielo—. Mira, conocerte en el campamento me enseñó una cosa. Cuando no somos más que oficiales Dragones, puedo soportarlo. Dejo que los uniformes se lleven las tensiones. Aquí, en persona, es diferente.

Incliné la cabeza. No iba a permitir que mis fantasías recobraran el control.

—Lo entiendo.

—No, no lo comprendes. —Sus dedos me empujaron la barbilla. Cediendo a su presión, levanté la cabeza hasta que nuestros ojos se encontraron—. Brian, aún tengo miedo.

No sabía qué decir y sabía que parecía un imbécil.

—¿Qué vamos a hacer?

¿Vamos? Había arruinado mi propósito y mi mente estaba hecha un lío. Afortunadamente, mi cuerpo respondió. La abracé. Era suave y cálida. Se fundió en mi abrazo.

—Perdona si te he empujado demasiado fuerte —murmuré.

Ella rió. El sonido se deformó, entrecortó y apagó contra mi pecho, pero fue delicioso.

—Para lo inteligente que eres, puedes llegar a ser muy torpe.

—¿Me das una segunda oportunidad?

—¿Cuántas quieres?

—Espero no necesitar más de una.

—Es tuya, si la quieres.

—Sí, la quiero.

Se echó atrás.

—Tal vez es un poco pronto para ir tan lejos.

Me ruboricé cuando imaginé lo que quería decir con eso. No había pensado en las promesas que implicaba esa expresión, y me aterré al darme cuenta de que ella sí lo había hecho.

—Supongo que deberíamos hablarlo durante al menos cinco minutos —añadí en tono bromista.

—Al menos. —Soltó una carcajada, pero de repente se puso seria—. Es posible que éste no sea el mejor momento para hablar sobre ello. Pronto habrá una guerra.

No tenía por qué haberla. A pesar de la tensión creada por la ausencia de combate, yo pensaba que esta ausencia era esperanzadora. Podía significar que no tendríamos que luchar contra nuestros antiguos amigos. Sabía que el coronel tenía las mismas esperanzas porque había estado ideando planes de evacuación, al igual que planes de contingencia para el combate.

—El coronel no empezará nada.

—Ya lo ha hecho. El desafío se inició cuando no aceptó la muerte ante los asesinos de los usurpadores. No pueden dejar que viva.

Sabía que tenía razón y la abracé más fuerte. Por primera vez en mi vida no estaba seguro de querer ser un guerrero.