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—Dispara dos niveles por debajo. Los Puntos segundo y quinto, debajo del hueco del ascensor principal. El Punto tercero, atento a la sala de ingeniería. El cuarto conmigo —ordenó Edelstein.

Mientras los Puntos de Elementales se desplegaban, Elson seguía sus movimientos a través de sus conversaciones tácticas. A pesar de las momentáneas interrupciones por los ruidos del combate, se sentía complacido. Sus Elementales estaban actuando con precisión y eficiencia para acabar con la resistencia en la Alexander. Por los ecos que en ocasiones colapsaban las comunicaciones, creyó que sus soldados se estaban conteniendo y utilizaban una fuerza mínima. No se trataba de destruir lo que habían conseguido con tanto esfuerzo.

Pero algo de lo que oyó empezó a perturbarlo hasta que se dio cuenta de lo que era: Edelstein estaba dispersando a su equipo más de lo necesario o prudente. El destacamento de abordaje de la Orion’s Sword, a excepción del grupo que iba con MacKenzie Wolf, se retiraba progresivamente del equipo de abordaje principal de los Elementales de la Hammer. Elson pensaba que Edelstein era mejor estratega de lo que estaba demostrando.

Al volver a la lanzadera, congregó a su Punto. Despojado de la armadura de combate y preparado para entrar en acción, el soldado Hanson le dio la bienvenida a bordo. Elson ordenó al hombre que se volviera a poner el arnés de contención y se dirigió a la cabina. Tras analizar las pantallas de datos, habló con el piloto.

—Tiempo estimado hasta la Alexander. Trayectoria directa.

—Tardaré un minuto en calcularlo.

—En tal caso, proceda al lanzamiento. —Elson se giró para encaminarse de nuevo a la plataforma de pasajeros—. Puede calcularlo por el camino.

Hizo caso omiso del balbuceo de conformidad del piloto. El Punto se estaba abrochando los cinturones cuando volvió a la plataforma. Tomó asiento mientras el piloto reducía la energía de los propulsores de lucha y disparo para regular la posición de la lanzadera. Los motores principales se pusieron en marcha y la lanzadera inició su viaje hacia la Alexander.

Cuando estaban a punto de llegar, el canal de tácticas entre Edelstein y la Hammer empezó a emitir sonidos de interferencias y disparos de pequeñas armas. Elson ordenó al piloto que aterrizase rápidamente. Mientras se quitaba el arnés, el piloto cumplió sus órdenes. La sacudida que siguió al brusco aterrizaje hizo que Elson saliese disparado de su asiento y chocase contra un mamparo. La protección de su traje de combate evitó todo tipo de daño excepto el de la dignidad. Agarrándose a una empuñadura de hierro próxima a la escotilla, consiguió incorporarse. En cuanto la luz de confirmación de acoplamiento se iluminó, incrustó el puño de su traje en la apertura de la escotilla de la cabina. El panel se dobló hacia arriba y Elson pasó a través de él, dejando que el resto del Punto lo siguiese como pudiese.

No era la primera vez que subía a bordo de una nave de la clase de la Alexander y tenía una idea clara de dónde se encontraba Edelstein. Atravesó la plataforma a grandes zancadas, rebotó contra la pared del fondo y bajó a toda velocidad por el hueco de acceso a los niveles inferiores. Poco familiarizado con el diseño de la nave, su Punto avanzaba más lentamente. Lo dejó atrás.

No se oía nada por el canal de Edelstein.

Elson encontró el Punto cuarto exactamente donde esperaba encontrarlo. Había habido un combate y era obvio que el Punto había salido sano y salvo. Cuerpos y esferas de sangre derramada flotaban por todos los rincones del medio con gravedad cero. La mayoría de los cuerpos llevaban uniformes de los Dragones. Los Elementales arrastraban los cuerpos de los saqueadores fuera del pasillo y los depositaban en las superficies pertinentes. Edelstein se inclinó sobre uno de los cuerpos, y no fue hasta que el capitán Elemental se incorporó cuando Elson se dio cuenta de que el cuerpo inerte sobre el que se había inclinado era el de MacKenzie Wolf.

—¿Qué ha ocurrido?

El traje de Edelstein se volvió rígido.

—Los saqueadores nos han tendido una emboscada, señor. Advertí al coronel Wolf de que no debíamos avanzar demasiado rápido por esta zona, pero él insistió. Me ofrecí para ponerme al mando, creyendo que la armadura de combate nos protegería de las tropas que nos seguían. Los saqueadores también lo creyeron así. Nos dejaron pasar y abrieron fuego. Nos deshicimos de ellos, pero era demasiado tarde. Mataron a MacKenzie Wolf y a sus hombres en el combate.

Edelstein hizo su discurso con tanta rapidez y precisión que casi parecía preparado. A Elson le habría gustado mirar al hombre a los ojos, pero Edelstein llevaba todavía su traje de combate y su rostro quedaba totalmente cubierto por el oscuro visor de su casco redondeado. Elson contempló el pasillo, valorando los daños. Tal vez había sido como Edelstein decía; tal vez no.

Los Gatos Nova no tenían ninguna estima a los Lobos, biennacidos o librenacidos. No lamentaría la muerte de un Lobo; el lamento se reservaba para la muerte de verdaderos guerreros. MacKenzie apenas era un verdadero Dragón, un traidor al legado de los Glanes. Si los saqueadores lo habían derribado, parecía una justicia cósmica que el intento de aprovecharse de la herencia de los Clanes hubiese provocado su muerte.

Pero si la muerte de MacKenzie había sido planeada, no podía ser el acto de un solo hombre. Elson encontraba ese hecho significativo. Puede que estos Elementales le fuesen más leales de lo que él sospechaba. La posibilidad era importante porque uno siempre tiene que adaptarse a las circunstancias que la batalla conlleva.

Hammer, aquí Elson. Equipos médicos a la zona. —Entonces cambió de frecuencia—. Talbot, Elson para el coronel Atwyl.

—Aquí Atwyl. ¿Qué ocurre, mayor Elson? Ha habido muchas interrupciones en las transmisiones.

—Nada bueno, coronel. Creo que necesitamos convocar una reunión del Consejo de Oficiales. Han matado al coronel Wolf.

Atwyl hizo una pausa antes de decir:

—Entendido —y nada más.

Ninguna orden, sólo un «entendido». Elson dejó de apretar la mandíbula. Alguien tenía que tomar el control.

—Sugiero que nos encontremos a bordo de la Talbot una hora después de controlar la Alexander. También sugiero que no hablemos de las bajas, al menos hasta entonces.

—Entendido.

Elson cerró el canal. Se sentía molesto por la ineficaz respuesta de Atwyl, pero satisfecho en otros sentidos. Allí había oportunidades, había trabajo que hacer antes de la reunión en la Talbot, y él aprovecharía esas oportunidades. Mientras tanto, había otros asuntos más apremiantes.

—¿Hay algún herido?

—Ni uno —informó Edelstein.

—¿Sus soldados son los únicos supervivientes de la emboscada?

—Correcto, señor.

Como sospechaba.

—Acabe de controlar la nave.

—Sí, señor. La tendremos limpia antes de que usted tome el mando, señor. —Edelstein saludó y condujo a sus hombres fuera.

Elson pensó que no tardarían mucho tiempo.

Inspeccionó la cámara en busca de cualquier rastro que demostrara que los saqueadores no habían matado a MacKenzie Wolf y a sus hombres. Todo encajaba con la descripción que Edelstein había hecho de los acontecimientos. Lo único que no cuadraba era el exceso de fuerzas utilizadas contra los últimos saqueadores, pero aquello podía atribuirse a la ira de los hombres que acababan de ver cómo derribaban a su oficial comandante.

Teniendo en cuenta su conversación con Edelstein antes del abordaje, Elson debía tener cuidado con el hombre. Edelstein era de lo más eficiente. Sería una herramienta útil, si no peligrosa, pero con hombres tan entregados, Elson sabía que tenía mucho ganado.