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La sala de conferencias de la Talbot estaba atestada de oficiales exentos de servicio. También había una cantidad considerable de público, todos deseosos de oír al Consejo de Oficiales. Su presencia apelaría a la precaución e incluso a evitar ciertas discusiones a la hora del debate pero, según la costumbre de los Dragones, aquélla no podía ser una sesión cerrada. Elson se dio cuenta de que la presencia de observadores molestaba a algunos de los oficiales Dragones más viejos, sobre todo al coronel Atwyl. Su nerviosismo confirmaba que la teoría de Elson de animar a asistir a los Dragones de rangos inferiores había sido una buena estrategia.

Elson también vio a muchos de sus Elementales esparcidos por la periferia de la sala, cuya presencia no costaba advertir teniendo en cuenta que su cabeza y sus hombros sobresalían entre la multitud. No les había ordenado que acudiesen, sino que lo habían decidido ellos mismos y ahora se repartían juiciosamente por la sala de conferencias. No creía que fuese casualidad que cada uno estuviese cerca de algún oficial del consejo. Probablemente la precaución era innecesaria, pero se alegraba de que sus hombres mostrasen tanta iniciativa.

Contento de asistir a los debates preliminares, tomó asiento. El aire era cálido y la unidad de control climático en servicio daba resoplidos de cansancio mientras intentaba compensar el calor generado por los cuerpos que se aglomeraban en una cantidad muy superior a la capacidad de la sala. Dejó que el calor lo calase, la carne se debilitase y la sangre circulase con más fluidez. Estaba tranquilo, contento de sonreír a Hamilton Atwyl mientras el resto del consejo discutía.

El primer paso consistía en incorporar un séptimo oficial al consejo. La presentación de la candidatura de Edelstein por parte de Gilson fue muy oportuna. La piloto de ’Mech hizo una buena exposición de sus argumentos, como Elson le había enseñado. La multitud aclamó entusiasmada su apoyo a la candidatura. Atwyl añadió otros dos nombres a la lista antes de que Brandon hablase entre la muchedumbre para exigir que se leyese la lista. Cuando acabó la votación, Edelstein salió victorioso con un voto final de cuatro contra dos.

De nuevo con todos sus miembros, el consejo se centró en un asunto diferente: la elección de un nuevo oficial al mando. Cuando se mencionó el nombre de Elson, Atwyl pareció dispuesto a rebatirlo. Luego, después de que la capitana Brandon confirmase el vehemente informe de Gilson sobre los primeros minutos del encuentro con los saqueadores, alguien empezó a gritar el nombre del mayor entre la multitud. Poco a poco los espectadores se fueron uniendo al grito.

Entre el barullo, Atwyl pidió orden, y el público empezó a calmarse, pero el calor de la respuesta general le había quebrantado el ánimo. Habló sobre la incursión espacial de la misión y la importancia de tener un comandante preparado y que entendiese las complejidades de tales misiones. Pero era obvio que su alegato carecía de fuerza. El primer comandante de la misión, MacKenzie Wolf, había sido un MechWarrior, ni siquiera un aeropiloto, y menos aún un comandante de incursión espacial. La multitud, cada vez más impaciente, se quedó en silencio cuando Jessica Sedaño, capitana de la Nave de Descenso Havelock, se puso en pie y presentó a Atwyl. Gilson, tras la señal de asentimiento de Elson, la secundó y pidió inmediatamente que se tomase una decisión. Sólo Sedaño y Shankar, el líder de los cazas aeroespaciales, apoyaron a Atwyl. Elson fue nombrado primer oficial del consejo.

La noticia se difundió por la Nave de Salto y las Naves de Descenso acopladas, así como entre las tripulaciones a bordo de las naves del depósito. Antes de que la multitud abandonase la sala de conferencias, apareció el de comtech Ishora y se abrió paso entre la muchedumbre en dirección al espacio abierto que rodeaba la mesa del consejo. Vaciló durante unos instantes, y pareció recordar la nueva orden. Dirigiéndose a Elson, dijo:

—Un mensaje del mando de los Dragones, mayor.

—Coronel —corrigió Edelstein. El primero de los oficiales era siempre un coronel, aunque sólo fuese por cortesía.

—Lo siento, coronel Elson —farfulló Ishora.

—No tiene importancia. Yo tampoco estoy acostumbrado. —Elson tomó el papel y se lo puso delante. No necesitaba leerlo; ya lo había hecho cuando Ishora se lo enseñó por primera vez el día anterior. Tenía suerte de que el de comtech fuese uno de los partidarios de Elson, ya que el contenido del mensaje podría haber llevado a algunos oficiales indecisos en la dirección equivocada. Pero ahora era él quien debía anunciar el mensaje y quien podía interpretarlo a voluntad.

—El mando de los Dragones anuncia que el coronel Jaime Wolf ha despegado hacia Luthien. Va a responder al desafío de Takashi Kurita. —Dejó que el murmullo cesara antes de añadir—: El Coordinador ha propuesto un duelo a muerte.

Se oyeron gritos de incredulidad y de alegría. Elson se mantuvo inmóvil como una roca mientras la multitud se aglomeraba alrededor, parloteando animosamente. Algunos de los presentes opinaban que el Lobo se había equivocado, pero éstos eran una minoría. La mayor parte de la tripulación de la misión pareció alegrarse al recibir la noticia, aunque para Elson era obvio que los motivos de su alegría eran diversos. La mayoría de ellos, sobre todo los Dragones más jóvenes, estaban eufóricos, convencidos de que la vieja Serpiente recibiría su merecido, mientras que a otros les aliviaba el simple hecho de que el fin de la contienda con Kurita estuviese tan cerca. La mayoría de éstos eran los Dragones de más edad y sus familiares de sangre. Eran los únicos con los que Elson tenía que hablar.

Levantó la mano y esperó a que la multitud reaccionase. Los que estaban más cerca de él empezaron a sisear para sofocar el ruido, acallando a la multitud de vez en cuando.

—¿Creéis que todo acabará aquí? —preguntó elevando la voz para que los que se encontraban en el pasillo exterior pudiesen oírlo. Algunos de los oyentes asentían, pero la mayoría lo miraba con curiosidad—. Puede que no sea nativo de la Esfera Interior, pero he estudiado a su gente. Tales observaciones me han enseñado que, de todos los pueblos de los Estados Sucesores, los kuritanos son los que más se parecen a los Clanes, sobre todo en temas de honor. Aunque el coronel Wolf mate a Takashi Kurita, esta contienda no acabará.

—Si tienen honor, harán que acabe —dijo Atwyl.

—No ha estado atento a los detalles, coronel. El mensaje del cuartel general no contiene ningún indicio de que este duelo vaya a poner fin a la contienda. Tiene todo el aspecto de tratarse de una cuestión de honor personal, un hombre que está ajustando cuentas con otro, un Juicio de Agravio. Por lo tanto, el clan Kurita no se dejará influir por el resultado.

—No estoy de acuerdo con su teoría —declaró Atwyl—. Con Takashi muerto, Theodore tomará el mando. Él sabe lo destructiva que ha sido y puede ser esta contienda. No es ningún tonto.

—Theodore Kurita es un jefe excelente —admitió Elson—, pero es un miembro del clan Kurita. ¿Acaso su código de honor no insiste en que un hombre no puede vivir bajo el mismo cielo que el asesino de su padre? —Atwyl movió la cabeza hacia atrás. Parecía que iba a decir algo, pero Elson no le dio la oportunidad—. Saben que es así. Si el Lobo gana, Theodore Kurita estará obligado a matarlo. Si el Lobo muere, Takashi se habrá deshecho del único hombre que cree que le ha impedido eliminar a los Dragones por completo. Gane o pierda, el Lobo ha antepuesto su honor personal al de los Dragones. Entre los Clanes, esto es motivo de destitución.

La multitud objetó que la tradición de los Clanes no era la tradición de los Dragones, pero junto a las protestas se oían murmullos de apoyo a Elson. No los suficientes para cambiar las cosas, pero sí para satisfacerlo hasta el punto de aumentar su base de influencia. Por ahora bastaría. El viaje de vuelta a Outreach era largo.

—Podemos quedarnos y hablar o podemos volver a nuestro trabajo. Los Dragones tenemos naves que reclamar para los Dragones —dijo—. Este es un trabajo que tenemos que hacer, sin importarnos lo que ocurra en otra parte. Una mera charla sólo nos hará perder el tiempo.

Dio órdenes específicas, intentando no excluir a aquellos que habían defendido a Atwyl. Elson asignó las obligaciones que se adecuasen a la posición de su rival derrotado como comandante en jefe de la Nave de Salto, pero no dejó a Atwyl nada de mucha importancia. El mando de la misión fue transferido a la Alexander.

El equipo personal de Elson ya se había trasladado a bordo.