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Sobre sus piernas separadas, Elson inspeccionó el puente de la Hammer. La Nave de Descenso no era tan grande como la Orion’s Sword, pero para ser una nave de asalto de infantería, se adaptaba mejor a su tipo de guerra preferido. También le gustaba advertir que la capitana Brandon y su tripulación parecían más eficientes que aquellos que servían a bordo de la Orion’s Sword. Al menos charlaban menos cuando desempeñaban sus funciones. Tal vez su transferencia a ese lugar no sería tan mala después de todo. Era mejor estar al mando en cualquier parte que permanecer a la sombra de un oficial poco competente como MacKenzie Wolf.
El ruido de las puertas del ascensor y de unos pasos a su espalda anunciaron la llegada de un visitante al puente. Elson reconoció los pasos del capitán Edelstein. Era de un sibko de los Dragones, uno de los que contaba con el tamaño y las aptitudes físicas necesarias para los Elementales. A Elson le recordaba a Pietr Shadd, aunque él carecía de su insufrible elegancia. A pesar de la similitud de Edelstein con la línea de sangre Elemental, su torpeza al andar denotaba su inferioridad con respecto al puro linaje Elemental. Sin embargo, era un guerrero aceptable y jefe de Trinaria pese a su falta de iniciativa personal.
Edelstein se detuvo detrás de Elson, donde éste no podía verlo, y permaneció a la espera. Elson dejó que esperase durante casi dos minutos mientras fingía gran interés en los monitores de estado de la Nave de Descenso. Hasta que oyó el crujido de los zapatos de Edelstein al moverse, señal de que el hombre estaba perdiendo la paciencia, Elson no se dignó a hablar.
—¿Deseaba hablar conmigo, capitán Edelstein?
—Sí, comandante Elson.
El tono de voz de Edelstein indicaba que Elson había pillado desprevenido al capitán. Bien.
—¿Qué pasa?
—Quería asegurarme de que había entendido que no le guardo ningún rencor.
—¿Y por qué debería hacerlo?
—Alguien podría pensar que me molesta que usted esté al mando de la Hammer.
—Tengo el mando militar en mi posición como líder Elemental y el mando estratégico como miembro del Consejo de Oficiales. El mando operativo sigue en manos de la capitana Brandon. No confunda la cadena de mandos.
—La Hammer es una nave de asalto, señor. Eso significa que el mando militar es el verdadero mando. Al menos, ésa es la doctrina de los Dragones. —Edelstein se movió hasta ver con claridad la cara de Elson—. Ese era mi trabajo hasta que MacKenzie Wolf lo transfirió aquí. Quería que supiera que no le guardo rencor por ello. De hecho, me alegro. Esperaba tener la oportunidad de servir a su lado. El Lobo podría pensar que lo está dejando al margen, pero nosotros creemos que está muy equivocado.
—¿Nosotros?
—Las tropas, señor. Todos nosotros pensamos que usted es el mejor oficial a cargo del brazo convencional desde Antón Shadd.
La comparación no perturbó a Elson. De hecho, le resultaba halagadora hasta el punto de hacer que la sonrisa que ahora dirigía a Edelstein fuera bastante real. Antón Shad era un héroe, no como la imitación Elemental que había ganado el derecho a llevar su nombre.
—Gracias, capitán. Aprecio su opinión, pero MacKenzie Wolf actuaba dentro de los derechos que le había concedido su padre.
—Scuttlebutt dice que usted también estaba en su derecho cuando expresó su opinión.
—Sin embargo, los pilotos de los ’Mechs se entrometen allí donde los personajes de peso temen aventurarse.
—Maldita sea, es verdad. —Edelstein asintió enérgicamente—. Tuvo que partir y escribir corriendo un mensaje a su padre en cuanto la flota del depósito fue localizada en las exploraciones más profundas. Esos nacidos de sangre. Siempre en busca de las palmaditas reconfortantes de papá. Vaya mequetrefe.
—Yo le di mi consejo, pero decidió hacer caso omiso de la precaución.
—Está en su derecho —admitió Edelstein—, pero no debería haberlo avergonzado burlándose de sus preocupaciones por el recuento de las naves. «¿Uno es demasiado? —gimió Edelstein intentando imitar la voz de MacKenzie—. Un simple error de registro». Debería haber seguido su consejo de investigar antes de devolver un mensaje. Falso orgullo de MechWarrior, eso es lo que es. Fantasías de poder.
—No a todos los pilotos de los ‘Mechs les seduce creer que son dioses por el poder aparente de sus máquinas —dijo Elson en un tono caritativo—. Tal vez crea de veras que es un error de registro.
Elson no sabía lo que MacKenzie creía de veras, pero pensó que no era lógico suponer que el recuento contradictorio de naves era insignificante. Supuso que se debía a la influencia de la ciencia imprecisa de la Esfera Interior. Con lo que desdeñaban su herencia, era poco probable que los Dragones de Wolf se equivocasen en el recuento del material de guerra. Ese tipo de recuento era algo que los miembros de los Clanes llevaban en los genes. Edelstein no lograba calmarse.
—Sólo quería que supiera que hay quienes piensan que el Lobo, tanto si resulta que estaba equivocado con respecto a las naves como si estaba en lo cierto, se equivocó en la forma de tratarlo.
—Eso me reconforta.
La llamada del oficial de comunicaciones desde el otro lado del puente interrumpió la conversación.
—La Orion’s Sword informa de que está preparada para separarse del anillo de acoplamiento.
—Permaneced en las estaciones —respondió la capitana Brandon. Se dirigía a los soldados de infantería—. Puede que quieran ocupar sus puestos, comandante Elson y capitán Edelstein. La Talbot no es la Nave de Salto más nueva de la flota y las separaciones de los anillos de acoplamiento no suelen ser suaves.
—Estaré bien, capitana —contestó Elson.
—Yo también —dijo Edelstein mirando con nostalgia un sillón desvencijado y vacío.
Brandon se encogió de hombros.
—Como deseen.
La nave se estremeció ligeramente y luego se encaminó hacia el puerto. Edelstein perdió el equilibrio y aterrizó sobre su cadera, pero Elson se mantuvo en pie. Le costó bastante esfuerzo conseguirlo sin cambiar de postura, casi tanto como conservar la tensa expresión de su cara. Pero fue recompensado con los susurros que oyó alrededor admirando su habilidad. Había que hacerles creer que era fácil; era parte de la imagen. La imagen era una de las cosas que un jefe triunfador necesitaba.
—La Orion’s Sword se ha ido —informó el de comtech.
—Muy bien, señor Jones. Todas las estaciones vuelven a sus funciones habituales.
Elson tendió una mano a Edelstein. Cuando el capitán avergonzado se incorporó, Elson se acercó al sofá de la capitana Brandon.
—Capitana, ¿podemos observar el vuelo de la Orion’s Sword?
Ella se encogió de hombros.
—¿Qué me dice, señor Jones? —preguntó entonces Elson al comtech.
Este respondió con el resplandor de la pantalla principal de visualización. Las estrellas brillaban en la distante noche espacial, pero la pantalla inferior izquierda brillaba con la superficie agujereada del planetoide sobre el que orbitaba la flota del depósito. La espina del Talbot se extendía por el arco del planetoide. La Hammer, amarrada al anillo más próximo al arco, impedía ver el cargamento de Naves de Descenso que transportaba la de Salto. Al final de la larga espina del Talbot se encontraba el globo de su casco principal, una oscura silueta contra la brillante vela con forma de polígono que recogía la energía solar para recargar el propulsor interestelar de la nave. Los resplandecientes e irregulares puntos que se veían a lo lejos eran las naves del depósito y los detritos asteroidales que les daban cobijo.
—Ya la tengo —informó Jones.
La forma ovoide y abultada de la Orion’s Sword apareció lentamente por la izquierda de la pantalla, eclipsando la vista. Centelleos de luces se movían a un ritmo irregular por los flancos mientras sus propulsores de maniobra la empujaban suavemente alrededor de la espina de la Talbot y la alejaban de la vela. A una distancia prudencial de la Nave de Salto, la Orion’s Sword activó sus propulsores traseros e inició un recorrido por el arco que la condujo al otro lado de la vela. Se perdió de vista, pero Elson pudo seguir su trayectoria por el monitor de recorrido orbital. La Orion’s Sword se dirigía hacia la mayor concentración de naves del depósito.
—Una persecución impecable.
—Eso está por ver, capitán Edelstein —dijo Elson en voz baja.
Esperaron a que la Orion’s Sword emergiese de la zona de bloqueo de la vela de la Talbot.
—Capitán —dijo Jones, el tono de su voz era más elevado de lo normal—, el puente de la Talbot informa de movimiento entre las naves no identificadas.
—¿La Orion lo sabe?
—Neg. La vela nos lo tapa y la nave no identificada está detrás de lo que debe ser… —Jones se detuvo para consultar una pantalla secundaria— la Alexander.
Brandon manipuló los mandos de conexión con el puente de la Talbot y directamente con los auriculares del capitán. Se mantuvo a la escucha mientras se pasaba la lengua por el labio superior. Elson denotaba un estado de nerviosismo poco profesional.
—¿Está pensando en salir a retomar una posición más elevada, capitana Brandon?
—Así me lo ha ordenado la Nave de Salto.
Como esperaba.
—Póngame con ella.
—Aquí operación espacial, comandante Elson.
Aquello también era de esperar, pero Elson no se inmutó.
—Como miembro del consejo de oficiales al mando de esta expedición, tengo un rango superior a todos los comandantes aeroespaciales con excepción del coronel Atwyl de la Talbot, quien también forma parte del consejo. ¿Están desobedeciendo una orden?
Brandon volvió a mostrar la lengua. Se encogió de hombros.
—Hable cuanto quiera. Póngalo con la nave, señor Jones.
—Gracias, capitana —dijo Elson con una leve sonrisa.
Brandon refunfuñó, pero Elson se dio cuenta de que no había detenido sus preparativos para el despegue. Le daría una lección.
—Coronel Atwyl, aquí el mayor Elson Gatonova a bordo de la Hammer. Entiendo que ha recibido órdenes de despegar y retomar una posición de apoyo a la Orion’s Sword.
—Estoy ocupado, Elson —contestó Atwyl lacónicamente.
—Entendido. ¿Puedo recordarle que el coronel MacKenzie especificó que ésta sería la única Nave de Descenso que despegaría de la Talbot hasta conseguir contacto con las naves del depósito?
—Eso fue antes de tener una nave no identificada.
—Era una orden específica. Hago notar que en esa conexión no hay ningún signo de amenaza inminente que justifique una desobediencia legítima.
El suspiro de Atwyl resonó en el enlace de comunicaciones.
—Puede que esa nave no identificada…
—Y puede que no —lo interrumpió Elson.
—No me gusta arriesgarme.
—Que es exactamente lo que está haciendo con su carrera al desobedecer una orden. Hasta el coronel Jaime Wolf se sometió a la disciplina. —Elson se regocijó en el silencio de Atwyl. Era el momento de dar el siguiente paso—. La Orion’s Sword recogerá la vela en breve, ¿correcto?
—Diez minutos.
—Y se estiman veinte más de viaje hacia la órbita del depósito. Hay tiempo de sobra para comunicarse con el coronel Wolf y dejar que él mismo tome una decisión.
Atwyl sopesó la idea segundos antes de contestar.
—Muy bien —asintió y luego añadió—: Capitana Brandon, prepare la Hammer para el despegue.
—Af —contestó Brandon.
—Una estrategia sensata, coronel —dijo Elson.
Elson se giró hacia la pantalla y permaneció cinco minutos observando los escasos cambios que en ella se producían. Comprobó el monitor orbital y sonrió. Aunque apenas dominaba las tácticas aeroespaciales, entendía la necesidad de protección y subterfugio al enfrentarse a un oponente mayor. El enemigo se mantendría a la espera. Si de verdad había un enemigo.
La Orion’s Sword estaba todavía saliendo de la sombra de la vela de salto cuando disparó rayos de energía desde el cinturón de detritos. Silenciosas floraciones de luz estallaron a un lado de la Sword. El enlace de comunicaciones resonó con una voz confusa.
—Advertencia a los saltadores en posición. Esas naves son nuestras. Será mejor que no se acerquen.
—Aquí la nave Orion’s Sword de los Dragones de Wolf, Mackenzie Wolf al mando. Está traspasando la propiedad de los Dragones. Si no sale inmediatamente, serán considerados como saqueadores.
—Frak —respondieron al otro lado del enlace. La respuesta de la nave no identificada se hizo más rotunda al volver a disparar.
Elson habló mientras los rayos de la nave no identificada sacudían la Orion’s Sword.
—Se ha abierto fuego contra la Orion’s Sword, capitana Brandon. Le ordeno que arranque la Hammer inmediatamente y tome un vector que nos permita una rápida aproximación a la nave no identificada.
Atwyl ordenó hacer lo mismo medio minuto después, pero para entonces Elson ya había dado órdenes a sus Elementales para que se preparasen.
Edelstein sonreía.
—Vamos a salvarle el culo al lobezno.
—Vamos a cumplir con nuestra obligación. La recuperación de las naves del depósito es nuestra misión primordial. Si eso implica sacrificar el orgullo de MacKenzie Wolf, así será. De lo contrario, perdería mucho más.
Edelstein asintió al tiempo que ensanchaba su sonrisa.
—Sería una pena que los saqueadores lo capturaran, ¿no?
—Yo no lloraría.
Elson hizo caso omiso del irritante MacKenzie y de las posibles consecuencias de esta interacción de las órdenes al acabarse la acción. Hasta entonces había una lucha por delante.
—Envíe el informe de la Primera Estrella a la plataforma de lanzamiento. Que todas las otras Estrellas se dirijan a las estaciones de carga. Informen a Beta.
—Af mayor Elson.
Mientras Edelstein se dirigía a toda prisa hacia el ascensor, Elson lo llamó.
—El equipo de lanzamiento irá tras la nave no identificada. Los destacamentos a bordo se encargarán de las naves hostiles. Asignaciones a su criterio. Si MacKenzie Wolf continúa con su plan, puede que necesite ayuda. Es posible que algunos de los saqueadores hayan cargado las naves del depósito y estén preparando trampas.
—Af —afirmó Edelstein mientras se metía en el ascensor.
—Yo dirigiré la Primera Estrella.
Edelstein hizo un rápido saludo mientras se cerraban las puertas del ascensor. Elson contempló el puente. Admiraba el modo en que todos los operadores espaciales participaban en su misión. Se alegraba de que su tripulación fuera eficiente.
Casi demasiado eficiente. El despegue de la Hammer lo pilló por sorpresa. Aunque logró mantenerse en pie, la hazaña no alcanzó la elegancia de la anterior. Pero al menos esta vez nadie se dio cuenta. Un verdadero jefe debe mantener su dignidad.
Caminó tranquilamente hacia el ascensor y pidió su coche. Habría tiempo de sobra para ponerse la armadura de combate.