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Elson nunca había desempeñado una función similar a la restauración de las naves del depósito y su organización en un convoy. Le sorprendió su interés por los detalles y las complejidades de coordinar los esfuerzos de su mando. Sus enemigos en el consejo de oficiales parecían todavía más sorprendidos, mientras su propia facción ya daba sus habilidades por supuestas.
El viaje de vuelta a Outreach por el circuito de mando fue tan largo como el viaje al exterior, pero, en lugar de entrenar a Elementales, Elson se ocupó de una gran variedad de tareas. Era un modo distinto de prepararse para el futuro. Cada vez que se detenían a recargar motores o transferirse a una Nave de Salto en espera, visitaba algunas de las otras Naves de Descenso y se presentaba a las tripulaciones. Aunque pasó la mayor parte del tiempo con los guerreros, no pasó por alto a los techs ni a los científicos. Cualquier buen guerrero entendía la importancia de los que diseñaban y mantenían el armamento. Al demostrar que entendía sus funciones, ganaba su lealtad con una facilidad sorprendente.
Cuando el convoy estuviese de vuelta en el planeta natal de los Dragones, Elson tendría un fuerte equipo de gente que creía en él y en su visión de futuro. Sabía que no lograría convertir a Atwyl ni a sus compinches; los veteranos eran los más comprometidos con el camino erróneo de Jaime Wolf. El Lobo conducía su respeto y lealtad con tal fuerza que hasta los guerreros más lúcidos se olvidaban de siglos de tradición. Era algo a lo que Elson no podía dar la espalda y que le preocupaba constantemente.
Pero abrigó una esperanza. Incluso en el funeral, algunos habían hablado de los fracasos de MacKenzie Wolf. Las conversaciones no habían sido en público ni en los panegíricos del registro, pero ahí estaban. Se volvieron más habituales a medida que el viaje avanzaba. Las habladurías de los esferoides sobre la corrupción de MacKenzie también habían llegado a oídos de algunos veteranos. El hijo de Jaime Wolf no había heredado su genialidad, y ahora que MacKenzie estaba muerto no había motivos para afirmar lo contrario.
Un viejo proverbio de los Clanes decía que los defectos de los hijos son un reflejo de los defectos de los padres. Los derechos de procrear eran para aquellos que cumplían, aquellos que habían demostrado lo que valían. Aquellos que eran deshonrosos perdían todos los derechos y privilegios. La sangre decía la verdad.
No era difícil darse cuenta de que el linaje de Jaime Wolf era defectuoso, a pesar del prestigio que él había alcanzado. Los miembros de los Clanes entendían que un jefe con defectos era una sentencia de muerte, y nadie quería una sentencia así. Los miembros de los Clanes también sabían que los veteranos arrinconaban el presente y se aferraban al pasado y a su seguridad. Un jefe así perdería a sus guerreros tarde o temprano, traicionándolos con una muerte inmerecida o un fracaso vergonzoso.
El temor es un compañero constante de todo guerrero, pero el verdadero guerrero controla sus temores. Al hacerlo, conquista y cumple su destino. La muerte no es una amenaza para un guerrero de verdad; sabe que no hay alternativa a la muerte. Su trabajo es tratar con la muerte, así que debe entender su funcionamiento y, más importante aún, su significado. Una muerte sin significado era el mayor temor de un verdadero guerrero.
Pero estos Dragones, miembros de los Clanes o esferoides, no entendían esa realidad. Habían llegado a creer que la vida era su premio, que siendo los mejores podrían dejar atrás su naturaleza de guerreros y aspirar a algo más. ¿Cómo podían pasar por alto la conciencia de guerrero sobre la precariedad de la vida? Habían caído en la forma de pensar de un veterano. Jaime Wolf temía por sus Dragones y se preocupaba por su capacidad de supervivencia. Durante años sus acciones se habían encaminado a reducir sus temores, y su misión de recuperar las naves del depósito era sólo el último paso en el plan de Wolf.
Pero la visión de Wolf se había nublado, distorsionado por su propio rechazo de su herencia. Había olvidado que el destino de un guerrero es la muerte y había soñado que las naves del depósito y su tecnología podrían preservar a los Dragones. Era un sueño ridículo. Las armas carecen de valor sin guerreros que las empuñen y los guerreros no pueden desempeñar su trabajo sin la muerte.
El Lobo no podía ver la verdad que crecía alrededor, pero Elson sí. Él escuchaba a los hombres y mujeres que llevaban uniformes de los Dragones. A veces oía a los esferoides utilizar los argumentos de los Clanes cuando hablaban de sus temores. Dedicándoles parte de su tiempo, había aprendido que querían ser guerreros y cuánto deseaban caminar por la senda del honor. El Lobo se equivocaba al negar eso a los Dragones.
Las costumbres de veterano de Jaime Wolf le costarían su vida y la de los Dragones si no se hacía nada al respecto.
Cuando los Clanes volvieron a la Esfera Interior, la vida cambió para siempre. Se acercaba un nuevo orden. Elson era parte de esa nueva era, y aquellos que lo rodeaban podían verlo. Pronto todos los Dragones lo sabrían.