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—¿Crees que es sensato, marido?
La voz de Jasmine no era implorante ni acusadora, pero Takashi respondió con brusquedad.
—Es mi voluntad.
—Si sigues obstinado y te enfrentas hoy a Jaime Wolf, tienes que descansar. Un combate atlético te cansará.
—Tampoco soy tan viejo. El kendo me calma.
—Nunca lo pediste en tus combates con Subhash-kun.
—Aquellos días ya pasaron.
El Coordinador se entretenía ajustando las correas de su do. Jasmine lo ayudó sin mediar palabra. Sus dedos eran más hábiles que los de él y no menos seguros. Una vez fijada la armadura corporal, se agachó para recoger los guantes y la máscara.
—Veo que tu chaleco refrigerante y tu mejor uniforme están tendidos. ¿Te apetece un baño?
—Estaría bien.
—Marido…
—No digas nada, mujer.
Los ojos se le inundaron de lágrimas. Takashi acercó su mano con cariño y le secó esas lágrimas que empezaban a caerle por las mejillas. Con un movimiento repentino y feroz, ella le cogió una mano, la apretó entre las suyas y luego contra sus labios. Salió corriendo entre sollozos mientras sus pies resonaban en la galería que conducía al ala principal de palacio. Takashi le tendió una mano, pero no dijo nada. La dejó caer y permaneció inmóvil con la mirada clavada en la puerta vacía.
Desde el dojo donde esperaba, Homitsu pudo oír toda la conversación entre el Coordinador y su mujer. Como cualquier siervo de la Casa Kurita, hizo ver que no se había enterado de nada. Finalmente, Takashi empezó a caminar por las esterillas del otro lado de la estancia y sobre la madera pulida. Homitsu, ahora parte integrante del mundo del Coordinador, lo saludó con una gran reverencia. El Coordinador le respondió del mismo modo, más de lo que correspondía a un mero siervo.
—Le pido disculpas por haberlo hecho esperar, Homitsu-san.
—Estoy a vuestra disposición, Coordinador.
Takashi rió entre dientes por alguna broma personal.
—¿Sabe? Antes practicaba con el director de las FIS. Eran combates duros, bien luchados. No siempre ganaba.
—¿Tiene alguna queja el Coordinador?
—Iie —dijo en un tono ausente mientras se ponía la máscara y ataba las cuerdas que sujetarían el men—. Ninguna queja.
—Si el Coordinador lo desea, hoy había pensado sugerir bokken.
La expresión de Takashi quedaba oculta tras la máscara protectora.
—¿Bokken? Sí, las espadas de madera serán más apropiadas para hoy que el shinai. ¿Sabe lo que va a ocurrir hoy?
—Hai, Coordinador.
—No se reprima.
Homitsu acabó de Fijar su men. Le alegraba que no se viera su cara.
—No lo haré.
Se pusieron los guantes y Homitsu ofreció dos bokken a Takashi, dejando que el karma decidiese su destino. El Coordinador sopesó la espada de madera que había escogido y asintió satisfecho. Homitsu asió la otra espada e hizo lo mismo. Respiró profundamente y fue sacando el aire poco a poco.
Hicieron una reverencia y empezaron. Los movimientos del Coordinador eran más precisos de lo habitual a medida que aumentaba la presión de su ataque. Homitsu le cedió terreno y se limitó a bloquear. Perdió el equilibrio cuando el bokken se apartó de la mejor línea de defensa. El arma del Coordinador interfirió, golpeando a Homitsu en el do con un contundente crujido.
Takashi se echó hacia atrás.
—Se está conteniendo más de lo habitual.
—Así es, Coordinador.
—¡Ah! Al fin lo reconoce.
—Hai, Coordinador.
—¿Por qué?
—Ésta será la última vez que luchamos —dijo Homitsu con solemnidad.
Takashi se puso rígido.
—No sabía que desconfiase tanto de mis habilidades como guerrero.
—Lo respeto como guerrero, Coordinador.
No lo decía en broma. Las habilidades de Takashi como guerrero no tenían nada que ver con las que mostraba en otros asuntos.
—Pero cree que perderé contra Jaime Wolf.
—Iie, Coordinador. No perderá contra Jaime Wolf.
Takashi frunció el entrecejo mientras el desconcierto le hacía perder el control de sus emociones. Entonces, como si de repente hubiese advertido la amenaza que suponía Homitsu, Takashi interpuso su bokken entre ambos.
Homitsu hizo lo mismo al tiempo que se movía hacia adelante. Ahora que se habían comprometido, se tenía que resolver con rapidez. Nadie debía interferir.
El Coordinador no le dejó tomar la iniciativa. Takashi golpeó rápidamente, con una fuerza mortífera en sus movimientos. Homitsu esquivó golpe tras golpe mientras la ira del ataque del Coordinador lo obligaba a retirarse. Los golpes de Takashi evitaron las zonas restringidas del kendo y arremetieron contra aquellas desprovistas de armadura. Si se empuñaba con una fuerza letal, un bokken podía ser tan mortal como una espada, hasta el punto de romper los huesos y machacar los músculos en lugar de cortarlos.
Homitsu podía dejarse vencer. Su vida no sería nada si ese día fracasaba; su honor quedaría manchado. El fuego de la necesidad le quemaba y las llamas se propagaban por sus extremidades.
Takashi simuló una arremetida contra el men y lo introdujo en una fisura cada vez mayor. El impacto del golpe en la armadura resonó en la cabeza de Homitsu, pero el bokken se desvió rompiendo el ritmo de Takashi. Homitsu disparó su bokken en dirección a la cara del Coordinador y consiguió que Takashi se retirase. Haciendo presión hacia adelante, Homitsu arremetió una y otra vez contra Takashi, obligándolo a retroceder aún más. La superficie del arma de Homitsu chocaba contra el bokken del Coordinador. La defensa de Takashi empezó a fallar. Su respiración se volvió irregular, signo de que estaba perdiendo la concentración. Homitsu dio en el lateral del bokken del Coordinador, haciendo girar su arma hacia arriba con la intención de dar un golpe seco. Indefenso, Takashi se preparó para recibir el impacto, pero Homitsu detuvo el arma a tiempo para que ésta rozase el men del Coordinador.
Dio un paso hacia atrás, dejando que el desconcertado Coordinador colocase su bokken en posición de defensa. Homitsu no se lo pensó dos veces y arremetió contra el bokken de Takashi. Esta vez, el borde tocó el arma del Coordinador. La madera se partió. El resplandeciente filo oculto en la madera salió disparado y cortó el bokken de Takashi por encima de la empuñadura. Homitsu completó el enorme círculo, frenando su movimiento sólo cuando la punta del filo alcanzó la garganta de Takashi.
El Coordinador dejó caer la inútil empuñadura de su bokken al suelo. El ruido resonó en el repentino silencio. Homitsu esperó a que Takashi recuperase el aliento.
—Podría haberme matado.
Homitsu no dijo nada.
—Que no lo hiciera me indica que tiene algo más en mente. ¿Espera torturarme? —Takashi deshizo el nudo que aseguraba su men, se quitó la máscara y la tiró al suelo—. Un grito bastará para que venga el Otomo. Cualquier daño que inflija será breve, y le aseguro que mi respuesta lo decepcionará. Aunque consiga matarme, no tardará en morir usted también.
El señuelo del Coordinador no tenía sentido. Empuñando la espada con firmeza, Homitsu se quitó su men. El Coordinador no hizo ningún movimiento para escapar o gritar. A Homitsu no le importaban los motivos que tuviera Takashi; agradecía que el Coordinador mantuviera la calina Tal vez Takashi advertía la importancia del momento.
La voz de Takashi se oyó por encima del ruido de la más cara al caer.
—¿Qué es lo que quiere?
—Vuestra muerte.
—¿Por qué? —preguntó Takashi sin vacilar—. No estamos en guerra.
—No estáis en guerra con Fukushu Homitsu, Takashi Kurita, pero yo ya no soy Homitsu. Él es una ficción, una herramienta. —El hombre que había negado su propio nombre se llevó la mano a la cara y se quitó el parche del ojo dejando al descubierto un ojo totalmente blanco—. Soy Michi Noketsuna.
La revelación no alteró las fuertes facciones del rostro del Coordinador. Su dura expresión no se iluminó ni se oscureció. Ante tal severidad, Michi dijo:
—Decís que no estamos en guerra, y en cierto modo tenéis razón. Hago justicia en nombre de otra persona, un hombre inocente al que sacrificasteis por vuestro odio personal. Minobu Tetsuhara era mi señor y mentor. Os traigo su venganza.
—Tetsuhara —dijo Takashi lentamente—. Él escogió su respuesta y murió como un verdadero samurai. Lo honro.
—Vos lo matasteis. No debió ver la verdad como yo la he visto.
—Usted está equivocado y él no.
—En el antiguo Japón, hubo una vez un samurai obligado a hacer seppuku por estar implicado en las maquinaciones e intrigas de un noble de la corte. Su nombre era Asano, y tomó la única decisión que pudo, como hicieron sus leales criados. Como yo.
»Yo he sido tan leal a mi maestro Minobu Tetsuhara como Oishi Yoshio lo era a su señor Asano. Oishi abandonó su vida de samurai y simuló que no le importaba el destino de su señor. Pero pasaba todo el tiempo preparando la venganza en nombre de su señor. Así, durante años, él y sus compañeros esperaron hasta poder enfrentarse al señor Kira, el hombre que había provocado la muerte de su señor.
»Yo también he negado mi herencia y he escondido mi objetivo. Aunque sólo soy uno y no cuarenta y siete, como los leales criados del señor Asano, conseguiré que se haga justicia. Ahora vos estáis en mis manos. Del mismo modo que los cuarenta y siete ofrecieron al señor Kira el camino del honor, yo os ofrezco ahora la oportunidad de hacer seppuku. Reparad vuestro fracaso como señor de los samurais.
Los ojos de Takashi estaban petrificados como el hielo.
—¿Y si no?
—Os mataré —dijo Michi en un tono tan frío como los ojos de Takashi.
—Usted dice que hará justicia, sin embargo le digo que no hay justicia en lo que pretende hacer. Nunca deseé la muerte de Minobu Tetsuhara.
—El señor de la guerra Samsonov era su hombre.
—Samsonov era un estúpido —dijo Takashi de repente—. A la larga actuó por su cuenta, y pagó por ello. Pero usted ya lo sabe, ¿no? Fue usted quien lo mató, no uno de los Dragones de Wolf.
—Yo lo maté —confirmó Michi—. No era lo bastante hombre para acabar su vida honrosamente. Espero algo más de Takashi Kurita.
—Hubo muchas cosas que me pasaron inadvertidas durante aquellos años —dijo Takashi—. Como hubo muchas cosas que no usted no pudo ver o, mejor dicho, entender. Su venganza está fuera de lugar.
El Coordinador habló de la maniobra política que se desencadenó en torno a los Dragones de Lobo durante su contrato con el Condominio Draconis. Habló del señor de la guerra Samsonov y del odio del hombre a los Dragones y a Jaime Wolf en particular. Takashi declaró que no había ordenado a Samsonov que hiciera lo que se les hizo a los Dragones; en concreto, no había ordenado el ataque a las familias de los Dragones.
Si Takashi decía la verdad, sus preocupaciones por el Condominio habían sido mal interpretadas por Samsonov. Michi sintió cómo el germen de la duda le invadía la mente. Si Takashi no había ordenado las acciones de Samsonov, no había razón para vengarse del Coordinador. Se equivocaba al pedir la muerte de Takashi.
Takashi enumeró las amenazas a las que había hecho frente el Condominio en aquellos tiempos. Tras hacer hincapié en su gran preocupación por la supervivencia del reinado, Takashi aseguró que nadie podría poner sus propias preocupaciones al frente del Condominio. Michi no podía opinar lo contrario; había dejado de lado sus propios deseos en más de una ocasión en beneficio de la supervivencia del Condominio. Takashi creía que la importancia de tal supervivencia justificaba las acciones necesarias para ponerlo a salvo. Habló de manipular a los caudillos, enfrentándolos entre sí y poniendo a prueba su lealtad constantemente, como una herramienta para alcanzar aquel fin. En ocasiones, por desgracia, las herramientas se rompían o se utilizaban mal. El Coordinador insinuaba que Samsonov había malinterpretado y usurpado prerrogativas reservadas al Coordinador.
A pesar de que Takashi habló de su propio clan y del Condominio como una sola entidad, Michi consideró los argumentos del Coordinador de una persuasión seductora. Pero ¿acaso los argumentos no podían ser otra mera manipulación? ¿Acaso no podían ser mentiras?
Unos sonidos perturbaron su conciencia. El ruido de unos pasos sobre las esterillas de tatami. Un leve ruido mecánico. El roce de la ropa sobre la carne. Michi dejó sus dudas a un lado y volvió a tomar conciencia de guerrero. Sintió el veteado de la madera noble bajo sus dedos y advirtió el parpadeo de la luz que indicaba la presencia de cuerpos en movimiento.
Él y Takashi ya no estaban solos.