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El coronel Jaime Wolf había advertido la disensión entre los Dragones, se había dado cuenta de que sus reformas no estaban teniendo el efecto deseado. El partidismo seguía aumentando y cada facción se ocupaba de sus propios asuntos. A veces parecía que el Lobo y sus oficiales más allegados eran los únicos que veían a los Dragones como una sola entidad.
Y ahora, como siempre, la amenaza de los Clanes se adivinaba imponente tras el horizonte.
Los Dragones originarios habían sido extraños en una tierra extraña, un efecto desarraigante que los había unido más de lo que su estructura militar y la serie de campañas habrían conseguido jamás. Las pruebas a las que se habían enfrentado en su vagar por la Esfera Interior, sobre todo la férrea lucha en Misery, donde los kuritanos habían estado a punto de derribarlos, habían afianzado aún más los lazos entre los supervivientes. Los que habían prevalecido, tanto provenientes de los Clanes como esferoides, eran los que ahora se hacían llamar veteranos.
Cabría pensar que la amenaza de los Clanes se convertiría en el origen de pruebas similares y vínculos afectivos, que la mera previsión de la amenaza de los Clanes habría bastado para que las facciones intentasen resolver sus diferencias. Pero hasta el momento sólo los veteranos y pocos más habían visto la necesidad de conseguir la armonía absoluta entre los Dragones.
El Lobo había urdido un plan en un intento de promocionar la armonía al tiempo que se mejoraba nuestra posición militar. Al personal previamente seleccionado le fue asignada una misión especial y secreta.
En la Periferia había una estrella fría llamada Bristol, circundada por planetas yermos. No aparece en ninguno de los mapas estelares de la Esfera Interior, ya que está tan alejada de los sistemas habitables que una destartalada Nave de Salto esferoide podría perderse si le fallasen las transmisiones. Pero Bristol sí aparecía en los mapas de los Dragones.
Antes de la entrada de los Dragones en la Esfera Interior, éstos se habían reunido en el frío espacio de Bristol. Su misión inicial les recomendaba que se hicieran pasar por mercenarios, pero las misiones encubiertas de reconocimiento les habían demostrado que la inteligencia de los Clanes había cometido unos cuantos errores. Una parte del equipo de los Dragones sobrepasaba incluso lo que las unidades de elite de las Grandes Casas de la Esfera Interior tenían a su disposición. El uso de un equipo así habría sido motivo de preguntas incómodas, por no hablar de una mortífera codicia. Jaime y Joshua Wolf, jefes de la misión, habían decidido esconder parte del equipo en esa fría estrella. Avanzadas Naves de Salto y Naves de Descenso, BattleMechs que no habían sido más que prototipos cuando la gente de Kerensky abandonó la Esfera Interior, modernos equipos electrónicos de los Clanes y armamento habían sido trasladados a la reserva. Creo que incluso entonces, los hermanos Wolf ya habían previsto la posibilidad de una ruptura con los Clanes. En cualquier caso, la creación de un depósito de reserva no dejaba de tener sentido. Con todo, los Dragones causaron gran revuelo con la calidad y los diseños del equipo que no escondieron.
Ahora los Dragones necesitábamos disponer de alguna ventaja. Nuestro origen en los Clanes, antaño secreto, era ahora del dominio público. No teníamos que seguir fingiendo, pero sí necesitábamos fuerza. El alijo de Bristol nos ayudaría a conseguirla.
Sin embargo, los líderes de la Esfera Interior no podían saber nada de la misión. Con los Clanes a la vuelta de la esquina, se habrían vuelto más codiciosos que nunca con lo que pudiésemos traer. Pero las naves y las máquinas eran nuestras. Serían nuestro as en la manga, nuestro último recurso en caso de ser amenazados por las empresas indignadas. Eso en caso de sobrevivir a la amenaza de los Clanes.
El viaje a través de la oscuridad tenía otro propósito, un propósito más sutil, quizá más importante. MacKenzie Wolf había sido elegido para dirigir a los oficiales al mando de la misión, y su consejo fue seleccionado con toda meticulosidad entre las facciones. En el viaje a Bristol, MacKenzie tendría la oportunidad de forjar una relación de comunicación con los hombres y mujeres que formarían su núcleo principal de comandantes.
Además de los técnicos y científicos que restaurarían las naves y el cargamento del alijo para su puesta en funcionamiento, estaban los representantes de todos los brazos de combate de los Dragones y la mayor parte de los de apoyo. El personal civil también estaría presente para proporcionar un microcosmos de Dragones. Aislado y tras un objetivo común, el grupo llegaría a conocerse mejor, a aprender que compartían un objetivo común y que se necesitaban mutuamente para cumplir tal objetivo.
Jaime Wolf había llegado a la conclusión de que gran parte del partidismo de los Dragones se debía a que los diversos grupos no se habían familiarizado lo suficiente. Sabía que las pruebas compartidas unían incluso a los grupos más dispares. Esta misión se había planteado como una oportunidad para acabar con el prejuicio e instaurar el respeto.
La Nave de Descenso Orion’s Sword sería el buque insignia de la pequeña flota. Era una nave reconstruida de clase Overlord, de casi diez mil toneladas de peso. Completamente equipada para una misión de combate, llevaría dos compañías de BattleMechs, seis aviones de combate aeroespacial y un batallón de infantería con sus vehículos de apoyo. Sin contar el armamento propio de la nave, había fuerza más que suficiente para asaltar un planeta defendido. Aunque la invasión no era la misión de la Orion’s Sword, ésta iba al completo. Las otras tres Naves de Descenso de la flota también contaban con todo tipo de complementos. La flota de la Nave de Descenso sería trasladada a través de un circuito de mando por varios sistemas de estrellas deshabitados de la Mancomunidad Federada hasta encontrarse con la Nave de Salto Talbot en el último tramo del viaje por la Periferia. La razón oficial de la fuerza militar era la precaución: nadie sabía en qué estado se encontraba el depósito y era probable que a largo plazo las operaciones en el lejano espacio se convirtiesen en modelo de las futuras operaciones de los Dragones. El Lobo estaba seguro de que su estratagema no funcionaría si se descubrían sus verdaderos motivos.
Me encontraba en el puente de la Orions Sword hablando con el oficial de señales cuando MacKenzie Wolf llegó en una especie de tour turístico de la nave con su familia. Katherine lo sujetaba del brazo como si quisiera retenerlo. Shauna, su hija, se paseaba con aire inquisitivo, tropezando con todo hasta que los techs la echaron. Era como uno de esos MechWarriors a los que les encanta juguetear con el equipo si no consiguen entrar en la clase tech. Alpin seguía al grupo a distancia, como una sombra alta y gruñona. Aunque no había posibilidades de acción inmediata, llevaba chaleco y pantalones refrigerantes en lugar del mono de los Dragones. En el hombro izquierdo tenía un tatuaje con un llamativo emblema del clan de los Lobos, que revelaba su simpatía por los que idealizaban el origen de los Dragones en los Clanes. Su habitual gesto agrio se suavizaba de vez en cuando al descubrir algún trozo de tecnología de los Clanes capturada en Luthien e incorporada a la Orion’s Sword.
—Es una nave preciosa —dijo Katherine a MacKenzie al llegar a la estación de comunicaciones—. Estoy muy orgullosa de ti.
—El heredero siempre se lleva los mejores juguetes —se burló Alpin.
—Eso está fuera de lugar, Alpin —dijo MacKenzie.
—Jaime no escogió a tu padre sólo por ser de la familia —lo reprendió Katherine.
—Sí, claro.
Indiferente a las palabras de sus padres, Alpin se apartó para examinar la silla del capitán.
Katherine se acercó a MacKenzie.
—No es así, ¿verdad?
—No —dijo Mac sacudiendo la cabeza—, papá nunca lo haría. ¿Por qué crees que pasé tanto tiempo en el regimiento Beta con otro nombre? Papá me puso al mando de los oficiales de esta misión porque pensó que estaba lo bastante cualificado para dirigirla y era lo bastante inexperto para necesitar este tipo de viaje galáctico.
—Por el complejo corre el rumor de que es una especie de prueba. Para ver si puedes unir a algunas de las facciones.
—Si es así, no me ha dicho nada al respecto.
—Ten cuidado.
Mac sonrió a Katherine y le dio una palmadita en el hombro.
—No vamos a luchar. Sólo vamos a recoger una parte del equipo.
Sus palabras no parecieron convencerla.
—Sabes que me preocupo.
—Bueno, te preocupas demasiado —dijo antes de besarla.
—Me das motivos.
Mac rió con dulzura, una risa que denotaba cierta tristeza.
—Preocúpate por Alpin. El también te da motivos, y a mí más.
Se quedaron mirando a su hijo. Alpin había abandonado la silla del capitán y estaba probando el sofá del comandante militar. Mac lanzó un suspiro. Se separó de su mujer, se dirigió hacia él y puso una mano en el hombro de Alpin.
—Voy a tener que volver pronto al trabajo —Mac miró con cariño al resto de la familia—. No quiero que os vayáis, pero es la hora.
Alpin saltó de la silla.
—Podrías haber conseguido que me incluyeran en la plantilla. Ahora estaría al mando de una de las lanzas.
—No creía que fuera conveniente. Además, tu madre te necesitará.
Alpin apretó la mandíbula y miró fijamente al techo. Luego volvió a mirar a su padre con rabia.
—¿Por qué me proteges? Tu padre te dejó ser un guerrero.
—Yo no…
—Soy tan bueno como tú hayas podido serlo.
—Alpin…
—No necesito esto.
Se encogió de hombros para que su padre retirase la mano y salió disparado hacia el ascensor. Golpeó el botón de llamada y dio un puñetazo en el panel al ver que la puerta tardaba en abrirse.
Mac observó a su hijo con tristeza. Katherine se le acercó y se quedó a su lado. Levantó una mano y empezó a frotarle el cuello. La escena duró casi un minuto, hasta que Shauna apareció bailando e insistió a sus padres para que fueran a ver algo que había encontrado. Todavía con la mirada fija en su hijo, Mac permaneció inmóvil por un instante antes de dejarse convencer. Luego padres e hija se dirigieron al otro extremo del puente.
Observé al hijo enfadado.
El ascensor se abrió y Alpin se metió de golpe, chocando contra un gigantesco Elemental.
Era Elson.
Aunque él también era alto, Alpin tuvo que estirar el cuello para mirar la cara del hombre contra el que había chocado.
—¡Aparta de mi camino!
Elson soltó una carcajada.
—Teniente, no estás asignado para esta misión, así que deberías decir «¡aparta de mi camino, señor!».
—Eres una mole.
—Y tú eres un alto y poderoso MechWarrior que no puede ver la insignia de rango. Podría enseñarte, pero no te gustarían las lecciones. De todos modos, creo que ya has tenido algún problema hoy y seré indulgente. Tienes suerte de que esté de buen humor.
—No me importa de qué humor estés. Estás en mi camino.
—Que es donde permaneceré hasta que te expliques. No permitiré este tipo de comportamiento en mi nave.
—No es tu nave; es la suya —gruñó Alpin, inclinando la cabeza hacia atrás para señalar el lugar donde se encontraba su padre.
Elson miró por encima del hombro de Alpin en la dirección indicada. Sacó un poco la lengua y se balanceó ligeramente.
—¿Y él es tu problema?
—Es mi padre —Alpin musitó algo entre dientes—. Sí, se podría decir que él es mi problema.
Elson asintió levemente.
—Ya veo.
—Lo dudo.
Elson colocó su enorme manaza en el hombro de Alpin.
—Puedo entender tu enfado. No es un gran guerrero.
—Es un buen oficial —Alpin se puso a la defensiva.
—Oh, un Dragón muy bueno.
Alpin apartó la mano de Elson y lo miró con desdeño.
—Tú eres un Dragón.
Elson bajó la mano y se limitó a decir:
—Era un Gato Nova.
La cara de Alpin se iluminó al reconocerlo al tiempo que daba un paso atrás. Su tensa postura cambió y todo él adoptó un aire distinto.
—¡Eres Elson!
El Elemental sonrió.
—He oído hablar mucho sobre ti. Tú naciste en los Clanes, ¿no? Quiero decir, ¿quiaf?
Alpin miró fijamente a Mac y sonrió al ver a su padre conversando con uno de los oficiales de la nave.
—Él no te necesitará durante un rato. Tal vez podría invitarte a tomar algo mientras tú me explicas cómo es. Me refiero a ser un guerrero de los Clanes.
—Mis Elementales están en formación y tengo poco tiempo —repuso Elson. Rodeó a Alpin con su enorme brazo y lo condujo al interior del ascensor—. Podría explicarte muchas cosas sobre la senda del honor y creo que las entenderás.
Aunque la puerta del ascensor se cerró y me impidió verlos y oírlos, no dejé de pensar en ellos durante un rato.