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Bajamos por las rampas y llegamos al suelo mientras seguía levantándose polvo a causa del aterrizaje de la Chieftain. Sólo éramos cuatro: no había habido tiempo de llenar la Nave de Descenso en toda su capacidad sin activar las alarmas, así que todo lo que teníamos eran los ’Mechs que seguían a bordo desde el viaje al Condominio Draconis. Yo estaba en la primera máquina, mientras Grant Linkowski pilotaba el Archer del coronel; el Víctor de Hans Vordel y el Gallowglas de Franchette iban detrás. Sólo nosotros cuatro íbamos a enfrentarnos a todo un regimiento de la caballería blindada y la infantería de la Guardia Nacional.

Al ver que no nos disparaban inmediatamente, comencé a albergar algunas esperanzas de que el permiso de aterrizaje no había sido un subterfugio, un señuelo para atraer al Lobo a una trampa. A lo lejos podía ver los blindados en fila entre la polvareda que ya se disipaba. Aumenté el sistema de ampliación un par de grados y suspiré aliviado: el teniente coronel Joe García, segundo de Carmody, estaba en campo abierto sobre la cubierta de su tanque Rommel. A su lado se hallaba la coronel Edna Grazier, jefe de operaciones de blindados. Si hubiese sido una trampa, estarían encerrados en sus vehículos.

Mientras reducía la velocidad de mi Loki, observé la intensidad con que funcionaba mi chaleco refrigerante y me di cuenta de lo aterrado que había llegado a estar.

Abrí un canal de comunicaciones con un enlace láser e hice los preparativos para el establecimiento del cuartel general del coronel. En menos de una hora, el cuerpo de mando estaba reunido en la caravana móvil de García, escuchando sus explicaciones. Mientras trabajaba codo con codo con su jefe, García había llegado a sospechar que podía haber problemas. Había puesto sus fuerzas en estado de alerta tan pronto como perdió la comunicación con Carmody en el Mundo. No sabía qué podía esperar y nuestra llegada había sido una sorpresa. Había decidido ser cauteloso: por eso había reunido a sus fuerzas. Cuando oyó nuestro relato de la huida y la muerte de Carmody, supo de qué lado debía estar.

—Coronel Wolf, tal vez seamos una pandilla de fracasados, pensionistas, novatos y niños de sibko, pero vamos a permanecer a su lado —dijo—. No hay ningún honor en el asesinato. Tengo que admitir que no entendí lo del Juicio, pero supuse que usted estaría planeando algo. Al parecer, tenía razón: sólo lo hacía para que las ratas quedasen al descubierto y todo el mundo pudiera verlas, ¿verdad?

—Usted me sobreestima, Joe.

—En tal caso, sería el primero, coronel.

—Haré lo que esté en mi mano para justificar su fe en mí.

—No estoy preocupado, coronel.

—Tal vez debería estarlo, Joe. Dios sabe que tenemos muchas cosas de que preocuparnos.

—Confío en usted, coronel.

—Gracias, Joe. Se lo agradezco. No he hecho mucho últimamente para merecerlo. —Se produjo un silencio extraño durante unos momentos. Luego, el coronel añadió—: El pasado está muerto, y nosotros también lo estaremos pronto si no nos ponemos manos a la obra. Si conseguimos entrar en el centro de operaciones, podremos empezar a pensar en serio que vamos a demostrar a esos advenedizos quiénes son los verdaderos dirigentes de los Dragones.

El coronel y los oficiales de la Guardia Nacional condujeron un tren desde el puerto al complejo del centro de adiestramiento. Llevamos a los ’Mechs por el campo, lo que resultaba más rápido que seguir la vía del ferrocarril o la autopista, ya que ambas estaban confinadas a la larga y poco inclinada pendiente que rodeaba las colinas septentrionales. En cualquier caso, no podíamos mantener el ritmo del tren. Durante el recorrido, establecí contacto con el centro de operaciones con mi Loki y adelanté una parte de mi trabajo Volqué un mapa actualizado en el ordenador para que ya estuviese preparado cuando el Lobo llegase.

El centro de mando del Instituto de Adiestramiento Tetsuhara no tenía la complejidad del centro principal del Salón del Lobo, pero era mejor que las instalaciones de la Chieftain. La ventaja de disponer de espacio sin preocuparse por la masa de la instalación permitía dar un mejor soporte al Loki y una capacidad de mando, control y comunicaciones más que adecuada para las fuerzas implicadas. El sistema de sensores de tierra cubría bien la zona, pero se suponía que formaba parte de un sistema mayor que abarcaba todo el planeta. Al estar cortados los enlaces colectivos, no funcionaba a plena capacidad y dejaba unos agujeros abiertos en su radio de acción que me preocupaban. Al haberse roto los enlaces por satélite, también estábamos limitados en la extensión del radio en que podíamos controlar nuestras fuerzas. Trabajé hasta que fue posible configurar unas estaciones retransmisoras de manera que las zonas muertas para las comunicaciones se redujesen al mínimo. Las estaciones retransmisoras tenían algunas ventajas: los láseres de comunicaciones y los sistemas de cable de fibra óptica eran mucho menos vulnerables a las interferencias. Cuando terminé mi visita al centro de operaciones, Grazier estaba reaccionando ante el mapa actualizado.

—¿Esto es todo? —preguntó, horrorizada—. ¿Qué ha pasado con Yukinov?

—Probablemente sigue en Ingersoll con el resto del regimiento Alfa —respondió el Lobo.

Habíamos averiguado que Kelly Yukinov no se había encaminado hacia Outreach, a pesar del informe del servicio de inteligencia que decía que iba a asistir a la fatídica reunión del consejo que terminó con el Juicio de Posición. No cabía ninguna duda de que Yukinov era leal al coronel Wolf y el informe de su inminente llegada seguramente pretendía confirmar al coronel que sus partidarios serían mayoría en el consejo. Aquellos informes eran falsos, y habían sido preparados por la capitana Svados para apoyar el golpe de estado de Elson y Alpin. Todavía ignoro si el Lobo fue engañado por el subterfugio o si tenía otra razón para dejar que se celebrara aquella reunión. ¿Quizá García tenía razón al sugerir que el Lobo lo había planeado todo? Jaime Wolf no había desmentido esa posibilidad, pero tampoco la había confirmado. Fueran cuales fuesen los planes del coronel Wolf, la reunión se había celebrado, él había sido depuesto y por culpa de todo ello nos encontrábamos ahora en el Interior.

—Es posible que Alfa nos apoye —dijo el Lobo—, pero no están aquí. Dado que no tenemos conexión con los generadores de hiperpulsación, no podemos establecer contacto con ellos. Y aunque pudiéramos, la situación en Crimond hace que sea improbable que puedan partir a tiempo de intervenir en los acontecimientos de este lugar.

—¿Es posible que los informes de situación de Crimond también hayan sido falsificados? —quiso saber García.

—Sí —contesté—, pero no es probable. Los medios de comunicación de la ManFed han informado de la presencia de los Clanes en la zona, y eso implica que hay combates.

—Así pues, no podemos contar con Alfa —concluyó Grazier con malhumor.

—Pero ellos tampoco podrán reorganizarse contra nosotros. Al igual que Alfa, las fuerzas de los Dragones en otros planetas también están combatiendo. No podrán intervenir en un futuro inmediato. Por ninguna de ambas partes. Sólo podemos contar con las fuerzas que tenemos en el Interior para hacer frente a las fuerzas de Alpin en el planeta.

—Y en órbita —gruñó García.

—No parece que debamos tomar eso en consideración —intervino el coronel.

—¿Qué?

—Mientras veníamos hacia aquí, Ham Atwyl y su compañero de ala ascendieron a una órbita superior. Allí se encontraron con la flota de reserva. Ham planeaba explicarles la situación. Al parecer, pensaba que podía convencerlos para que se pusieran de nuestro lado o, al menos, mantenerlos neutrales, y parece que lo ha conseguido hasta cierto punto. Hace media hora, la capitana de flota Chandra ha emitido un comunicado en que ha declarado que la flota es neutral en el conflicto. En esta declaración de neutralidad se incluyen la estación Gobi y los recursos del sistema situados en el espacio profundo.

—¿Incluidos los satélites? —preguntó Grazier.

—Sí. Se retendrán todas las exploraciones orbitales Chandra dice que eliminarán o desconectarán los satélites que se utilicen para realizar transmisiones no autorizadas La declaración de Chandra parece omitir los recursos aeroespaciales que estén actualmente en tierra. No obstante ella apremia a los contrincantes, según sus propias palabras, a reducir al mínimo los daños en los recursos aeroespaciales de los Dragones evitando su uso tanto como sea posible.

—¿Qué está haciendo Ham ahora? —inquirió Cythene Martel. Como capitán de la Chieftain, ella formaba parte del personal de mando de Atwyl.

—Nada. Lo han citado como participante y lo han internado mientras dure la disputa. Chandra mantendrá el control del Centro de Mando Aeroespacial hasta entonces. —El Lobo se encogió de hombros y añadió—: Parece que la capitana de flota quiere que las fuerzas aeroespaciales representen un papel más importante en la jerarquía de los Dragones, sea cual fuere el bando que alcance la victoria.

—Así pues, intentan forzar que la lucha sea estrictamente planetaria —dijo García.

—No ha oído bien —repuso Martel—. No se dijo nada de cosas basadas en el suelo ni nada que pudiera venir. En concreto, no mencionaba ninguna acción en la interfaz atmosférica, ¿verdad, coronel Wolf?

—En efecto. Todavía podemos esperar Naves de Descenso y cazas aeroespaciales que operan en trayectorias transorbitales.

—¿No habrá bombardeos desde las naves de guerra? —preguntó García.

—Si la capitana de flota advierte que la ventaja se inclina por uno de los bandos, es posible que abandone su neutralidad para acabar en el lado vencedor —explicó Wolf—, pero es un problema del futuro. En el presente tenemos otros más acuciantes. En Outreach hay casi tres regimientos. Todas las unidades de Beta y Gamma están presentes y, a juzgar por el rendimiento de sus comandantes en jefe, creo que podemos estar seguros de que ambos regimientos apoyarán a Alpin sin titubeos.

—¿Qué me dice de Epsilon? —inquirió Grazier. Su expresión de cordero degollado indicaba que esperaba una respuesta poco halagüeña.

—Sólo está la mitad en el planeta —contesté—, pero la ausencia de la coronel Nichole en la reunión del Juicio implica que ella y sus oficiales están a favor de Wolf.

—Eso en cuanto a los oficiales, pero ¿y las tropas? —insistió Grazier.

—Los Dragones son entrenados como un grupo y organizados según criterios de compatibilidad. Eso da a los regimientos su carácter. Los líderes promocionados desde sus filas tienen, de forma natural, la misma personalidad que el grupo. Un oficial de un regimiento destinado a otro se esforzará por reflejar el carácter de su nuevo regimiento, al menos si quiere mantener la lealtad y el respeto de sus tropas, claro está. Como resultado, las tropas suelen compartir las opiniones de su jefe, además de recibir sus órdenes.

Pensé que mi discurso sonaba a una conferencia académica y la expresión agria de Grazier lo confirmó.

—Creo que sabemos cuál es la posición de la infantería de la Epsilon, dado que son los muchachos de Elson. ¿Cree que el resto de la Epsilon luchará por usted, coronel? —preguntó.

—Si pueden, sí.

Nadie creyó necesario señalar que Epsilon, al igual que Beta y Gamma, seguía estando en el Mundo. Resultaría difícil a un solo regimiento vencer a los otros dos.

—Si Elson no consigue eliminar a Nichole de la misma manera que intentó hacerlo con el coronel —comentó García.

—No lo creo probable —respondió el coronel—. El asesinato es una herramienta de la noche y ahora brilla la luz del día. Elson no podría desentenderse fácilmente de ese crimen y no puede permitirse ningún motivo de deshonor.

—Entonces tenemos que establecer contacto con Nichole —razonó Grazier.

—En cuanto podamos —admitió el Lobo—. No hay más unidades de BattleMechs en el planeta, salvo algunas unidades de entrenamiento en la Guardia Nacional. Como dijo Brian, las unidades de combate son bastante homogéneas, pero la Guardia Nacional es más variada. Joe, ¿cuál es tu valoración de las preferencias de la Guardia?

García pareció un poco molesto cuando todos se volvieron hacia él. Se peinó los cabellos con una mano y acabó el gesto con un suave masaje en su cuello.

—«Variada» es una buena manera de describir la situación. Yo diría que la Guardia está dividida. No obtenemos mucha información sobre el Mundo, pero, al parecer, la mayoría de las unidades que no fueron enviadas aquí, apoyan a Alpin como jefe legítimo de los Dragones. Si Alpin y sus secuaces enviaron lejos a la Guardia para alejar a los partidarios de usted, han demostrado ser vulnerables. Cuando transmitimos su llegada, sufrimos algunas deserciones. Las brigadas Décima y Duodécima, la compañía de Vikingos y tres o cuatro sibkos marcharon del campamento y se dirigieron hacia el complejo de la Fortaleza. No han dicho nada, pero podemos suponer que apoyan al otro bando. Eso equivale a una cuarta parte de los BattleMechs de los Guardias.

—El complejo de la Fortaleza —dije, dando un tono interrogativo a mis palabras—. Lo he visto señalado en el mapa, pero nunca he estado allí.

—Es un área de prácticas de guerra —dijo Grazier—. Es para escenarios de ataque. Si se hacen fuertes allí, costará Dios y ayuda sacarlos.

—¿Todavía tenemos un enlace de mando con la Fortaleza, Brian? —preguntó el coronel Wolf.

Lo comprobé.

—El ordenador sigue aceptando nuestras contraseñas.

—Bien. Ordena al ordenador que se bloquee, prioridad alfa-omega-omega-tres. Esto les impedirá acceder al arsenal y desconectará las defensas simuladas. Si quieren mantener la posición, tendrán que hacerlo por sí mismos.

—Seguirá siendo un hueso duro de roer —comentó Grazier.

—Con suerte, se quedarán quietos y observarán. Si Elson no se fiaba de ellos lo suficiente para mantenerlos en Harlech, tal vez tampoco confíe en que luchen por él.

—Tal vez no los necesite —dijo García—. Coronel, ¿vamos a recibir algún tipo de ayuda del exterior?

Wolf asintió con la cabeza y yo respondí:

—Según el último informe, el regimiento Delta y el batallón Zeta estaban librando duras batallas. Para participar tendrían que retirarse, interrumpiendo el contacto. El coronel Paxon ha apoyado siempre de forma decidida al coronel, al igual que Jamison. No obstante, el historial de Paxon sugiere que no rompería un contrato voluntariamente, así que podemos olvidarnos de Delta. En cuanto a Jamison, es imprevisible. Si volviera a casa, actuaría según la tradición de Zeta.

—Eso sería una bendición —declaró Grazier—. Podríamos utilizar la potencia de fuego de Zeta. Un batallón de ’Mechs de asalto es algo que los malos no pueden pasar por alto. Si Zeta rompe el contrato, Paxon quedaría con fuerzas insuficientes para terminar la misión. Tal vez entonces rompa el contrato también. Por otro lado, la ManFed podría permitir su marcha si tú se lo pides, Jaime. Estaríamos en deuda con ellos, pero con Delta y Zeta tendríamos las fuerzas suficientes para derrotar a los rebeldes.

—No, no podemos permitirnos quedar en deuda con la Mancomunidad Federada en estos momentos. Ya están insinuando que les debemos muchas cosas. Si aceptamos ayuda de ellos, acabaremos igual que la Caballería.

La mención de la Caballería Ligera de Eridani impresionó a todos los veteranos presentes. La Caballería era un grupo de excelentes soldados que creían en las virtudes de la antigua Liga Estelar, pero que había sido absorbida poco a poco por el ejército de la Casa de Davion. Oficialmente seguían siendo mercenarios, pero su contrato era tan a largo plazo que les quedaban pocas alternativas para elegir otros destinos. El coronel Wolf había luchado muy duro para mantener la independencia de los Dragones y evitar esta clase de dominación. Parecía preferir la disolución antes que ver a los Dragones convertidos en una unidad mercenaria controlada por una sola Casa como la Caballería Ligera de Eridani.

—De acuerdo, entonces no podemos contar con ellos —concluyó Grazier—. ¿Qué hay del batallón Telaraña? Son los chicos de Mac. ¿Estarán de nuestro lado?

—No hemos tenido ningún contacto fiable con ellos desde hace días —respondí—. Todos los informes son de la semana pasada y llegaron a través de la capitana Svados. El segundo de MacKenzie era John Clavell; es claramente opuesto al partido de los Clanes, pero fue herido el mes pasado. El siguiente en la cadena de mando era Gremmer, que es un adoptado de los Gatos Nova. La lealtad y coherencia del batallón están en entredicho. Recuerden que Alpin es el hijo de Mac y la lealtad a la familia podría decantarse por cualquiera de ambos lados. De lo único que estamos seguros es que no sabemos dónde están.

—Tal vez Elson los ha enviado lejos —sugirió Grazier.

—Stanford Blake lo sabría —intervino Martel.

La miré con enojo. Sabía que no era Stan, pero yo tampoco era un oficial de inteligencia.

—Stan nos dio todo lo que pudo antes de nuestra partida de Harlech. Svados ha estado saboteando sus operaciones durante meses. Si estuviese aquí, les diría lo mismo.

—¿Y dónde está?

—Ojalá lo supiéramos —intervino el coronel—. Insistió en quedarse en la capital. Dijo que podía ser de más valor allí.

—¿Un espía en el campamento enemigo? No cuando es de conocimiento público que te apoya, Jaime. No conseguirá nada. —Grazier suspiró y añadió—: Es una lástima. Me caía bien.

El Lobo lanzó una mirada feroz a Grazier, pero ésta aparentó no darse cuenta. García sí, e intentó dar un tono más optimista a la reunión.

—¿Qué hay de los kuritanos, coronel? Vinieron específicamente para unirse a usted, ¿no?

—Algunos, sí. Pero como fuerza de combate, son un comodín. Como no han sido inducidos de manera oficial, es probable que no intervengan. Sería lo más sensato.

Una llamada prioritaria pasó entre el flujo del tráfico de mensajes en la red. La pasé de inmediato.

—Coronel, el centro de mando informa que una Nave de Descenso sobrevuela el Sector Naranja.

El Lobo bajó bruscamente la mano hacia la consola del mapa y la imagen se desvaneció, siendo sustituida por una representación del sector de mando del continente. El Sector Naranja, una de las cuatro divisiones de colores del Interior, era una cuña ancha que se extendía desde el Área de Entrenamiento Tetsuhara hacia el este. El terreno era agreste, tierras yermas en su mayoría. Más allá, la tierra empezaba a descender hacia el mar en un desierto rocoso delimitado por una cordillera que atravesaba el mar en forma de complejo laberinto de islotes. El Sector Naranja era una zona improbable para un ataque importante de los usurpadores; las líneas de suministros con el Mundo serían más complicadas que en cualquiera de los otros tres sectores.

—¿Vector? —inquirió el coronel.

—Ha venido del norte y después ha virado al oeste —informé, trazando al mismo tiempo los datos en el mapa de la mesa—. Ahora avanza sobre las montañas hasta quedar fuera de nuestro alcance.

—¿Un vuelo de reconocimiento? —sugirió Martel.

—Negativo —dije con la autoridad de un informe recién llegado—. Múltiples contactos en vectores descendentes. Ha estado poniendo huevos. Pronto llegarán BattleMechs. La estimación es de dos o tres compañías.

—Que salgan los ’Mechs de inmediato —ordenó el Lobo—. Joe, que la mitad de los blindados formen una segunda línea. Los demás y la infantería, que mantengan sus posiciones. Si podemos, tenemos que ir a su encuentro antes de que se organicen.