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Stanford Blake entró en el despacho del coronel Wolf como un huracán. Me alegré de verlo y confiaba en que pudiese sacudir al coronel del extraño letargo en que se había sumido desde que se había enterado de la muerte de su hijo. Blake todavía iba vestido con el uniforme de combate, gastado y manchado por las maniobras de entrenamiento que había estado realizando desde que me puse en contacto con él. Me preocupaba que me reprendiese por no haber seguido el cauce reglamentario, pero cuando oyó lo que tenía que decirle, me prometió que acudiría enseguida. Cumplió su palabra.
El coronel pareció sorprendido al ver que su jefe de inteligencia entraba por la puerta. Tal vez fuese porque estábamos estudiando un informe de inteligencia rutinario, pero yo tenía algunas dudas. Ultimamente Jaime Wolf se lo había tomado todo con lacónica indiferencia.
—Llegas un poco pronto, ¿no, Stan?
Blake iba a decir algo, pero calló al ver que el coronel no estaba solo. Lanzó una mirada a la capitán Svados, segunda del servicio de inteligencia de Blake, y dijo:
—Janey, será mejor que vayas a atender al mostrador.
Ella asintió con un gesto brusco. Blake permaneció de pie, golpeándose el muslo con su gorra, hasta que salió. Yo iba a hacer lo mismo cuando Stan me detuvo.
—Cierra la puerta, Brian, y haz una inspección de micrófonos.
—Pero éste es…
—¡Hazlo!
Lo hice. Stan tomó asiento y esperó en silencio hasta que hube terminado. El coronel le siguió la corriente y también aguardó. Los escáneres no registraron la existencia de ningún dispositivo activado. Así se lo comuniqué a Blake. Su respuesta fue la siguiente:
—Ahora haz una inspección general y compárala con el último resultado de tu comunicador personal.
El coronel Wolf dejó de interesarse por la cuestión mientras yo obedecía las órdenes de Stan. Abrió los informes de situación de aquella mañana en su pantalla y los examinó con mayor interés del que había mostrado cuando los repasamos juntos. Aun así, me preguntaba si su interés era sólo aparente. Cuando iniciaba la comprobación terciaria, dijo:
—¿Stan?
—Enseguida, Jaime.
Reinó el silencio mientras yo terminaba la inspección. Cuando informé de que todo estaba en orden, el coronel dijo:
—Está bien, Stan. Ahora quizá me cuentes de qué va todo esto.
—Tal vez me lo cuentes tú a mí —replicó Stan.
—Así no vamos bien, Stan —dijo el coronel, frunciendo el entrecejo—. Empieza explicándome por qué has echado de aquí a la capitana Svados. Si es una reunión de trabajo, tu segunda en el mando debe enterarse de lo que se hable aquí. ¿Cuándo empezaste a ocultarle cosas?
—Desde que ella empezó a ocultármelas a mí —contestó Stan, confirmando lo que yo me temía.
—¿De qué estás hablando? —preguntó el coronel Wolf, arrugando aún más el entrecejo.
—Es lo que intentaba decirle, coronel —intervine, aunque casi perdí todo el valor cuando me miró—. Alguien ha estado falsificando comunicados.
—Es una acusación peligrosa, Brian.
—Lo sé, coronel. Por eso he estado intentando tenerlo todo protegido, pero no me ha sido posible. Veo registros cronológicos que indican que se han enviado mensajes y órdenes, y otros que confirman su recepción, pero oigo a gente que dice que nunca los recibió o discutiendo cuál era su contenido. Por eso me puse en contacto con el coronel Blake. Pensé que él podía conocer la explicación.
Stan tomó el revelo y agregó:
—Jaime, yo ni siquiera sabía que habías vuelto a Outreach hasta que Brian llamó a través de la red de emergencia. Y no lo acuso de uso inadecuado de la red; creo que tenía buenas razones. Si no lo hubiera hecho, todo estaría mucho peor. Svados informó de que seguías estando incomunicado en el espacio profundo.
—¿Incomunicado? —repitió el coronel, perplejo.
—Por órdenes tuyas —añadió Stan.
—Nunca dicté esa orden.
—¡Maldición! —exclamó Stan, arrojando su gorra al suelo—. Entonces es peor de lo que creíamos, Jaime. Nunca debiste acudir a aquel conflicto.
La exclamación de Stan fue interrumpida por alguien que llamó a la puerta. No sé qué esperaba ver cuando Stan y yo nos volvimos hacia la puerta, pero seguro que no era el coronel Carmody. Aquel anciano de cabellos blancos pareció sorprendido por unos momentos al ver a Stan, pero no hizo ningún comentario. Se limitó a decir lo que había venido a comunicar a Wolf.
—Es la hora, coronel.
—Iré en unos minutos, Jason.
Carmody asintió con la cabeza y cerró la puerta.
—¿Qué ocurre, Jaime? —inquirió Stan, diciendo en voz alta lo que yo me estaba preguntando.
—Una reunión del consejo —respondió el coronel en voz baja.
Era una noticia para mí, cuando se suponía que yo conocía todas las actividades del coronel en todo momento.
—No estaba en su agenda —comenté.
—¿Por qué no he sido informado? —preguntó Stan al mismo tiempo.
El coronel nos miró sucesivamente.
—Creía que lo estabas, Stan. Lo siento, Brian, pero olvidé comentártelo.
—¡Lo olvidaste! —exclamó Stan.
—Basta, Stan. Estoy cansado y no quiero oír quejas. Lo olvidé. Tendrás que perdonarme por ser humano.
Sin embargo, Stan no iba a ceder tan deprisa.
—¡Por la Unidad, Jaime! En nombre de Kerensky, ¿que crees que estás haciendo? ¿Por qué no vendes los ’Mechs como chatarra y nos despides a todos?
—Estoy intentando mantener unidos a los Dragones.
—Esta reunión es para nombrar al segundo en el mando —declaró Stan en tono de sospecha, y yo empecé a entender lo que estaba ocurriendo.
—Es cierto —admitió el coronel—. Pensaba designar a Kelly Yukinov. Ha hecho un buen trabajo con el regimiento Alfa.
—Según los rumores, Alpin espera ser nombrado como segundo —dije.
El coronel meneó la cabeza y dijo con voz grave, cargada con lo que interpreté como arrepentimiento:
—No. No está preparado… si es que lo está alguna vez.
Stan suspiró y se humedeció los labios. Estaba nervioso y yo no podía culparlo por ello.
—Alpin ha estado frecuentando a la facción proclive a los Clanes. Lo han estado promoviendo como tu sucesor.
—¿Alpin? No tiene madera de líder.
—Has estado un poco desconectado. La gente cambia. Parece que ha organizado una coalición.
—Estás sacando las cosas de quicio, Stan. A los pro-Clanes no les gusta la idea de la sucesión familiar. Alpin no podría convencerlos de lo contrario.
—Entonces tal vez deberías designarlo tú. Los pro-Clanes tendrán que callarse. Cuando meta la pata, tendrás motivos para sustituirlo y, entretanto, habrá tiempo para que se lleve a cabo algunos de los programas de integración. No podemos permitirnos desastres como la misión de las reservas.
Se dio cuenta de su desliz al ver que el coronel se envaraba.
—Lo siento, Jaime. No quería decirlo así. Es que las cosas no han salido tal como esperábamos. Todavía hay muchas fricciones entre los Dragones.
La oleada de emociones de Jaime Wolf se apagó tan deprisa como había aparecido. La energía lo abandonó y habló con la voz de un hombre viejo y cansado.
—No importa, Stan. Todo saldrá bien. Yukinov es un buen jefe y ha hecho un excelente trabajo con Alfa. Dale un año y, bueno, ¿quién sabe? —Se levantó de la silla—. El consejo me espera.
Fuimos a la sala de reuniones. El consejo estaba compuesto por todos los jefes de los regimientos activos de los Dragones y los líderes de los diversos mandos y áreas operativas. Tenía trece miembros, catorce contando al coronel como jefe del consejo. La mayoría de ellos estaba presente y, salvo el coronel y Stan, todos habían llevado los dos ayudantes que permitía el reglamento. Por tradición, un ayudante tenía autorización para sentarse a la mesa con el miembro del consejo, mientras que el otro permanecía sentado o de pie en uno de los extremos de la sala. Yo ocupé mi lugar junto al coronel. Stan se sentó solo a mi lado. Los labios le temblaban de irritación. Miré a Alpin Wolf, que estaba sentado al otro lado de la mesa, junto a Neil Parella del regimiento Gamma.
De los otros jefes de unidad, sólo estaba presente Alicia Fancher del regimiento Beta. Hanson Brubaker, del Mando de Contratos, estaba inclinado sobre su ayudante, hablando de forma animada con Gerald Kearne, el representante de Blackwell Corporation, que era miembro sin voto del consejo. Jason Carmody estaba sentado muy erguido. El comandante en jefe de Outreach tenía el aspecto de no querer estar presente. Me solidaricé con ese sentimiento, pero al menos él sabía que iba a haber una reunión. A su lado se hallaban Chan, Nikkitch y Grazier: los jefes de BattleMechs, Infantería y Operaciones Blindadas. El último miembro del consejo que estaba presente era Hamilton Atwyl, jefe del Mando Aeroespacial.
—Tal vez la situación no sea tan mala como pensaba —me susurró Stan—. Epsilon está en el planeta y Nichole es una aliada poderosa. Cuando ella llegue, tendremos el número suficiente.
Ojalá me hubiese hecho partícipe de sus sospechas. Sabía dónde estaba Alpin. Parella idolatraba abiertamente a los Clanes, y tanto Carmody como Atwyl eran firmes partidarios del coronel, pero no conocía las tendencias políticas de los demás. ¿Cómo podía ayudar si no sabía quiénes eran de fiar?
La puerta de la estancia se abrió y el mayor Elson entró con cuatro suboficiales, la mayoría de infantería.
—¿Qué hace aquí, Elson? —exigió saber Stan.
—Represento a Epsilon —contestó, poniéndose firmes—. La coronel Nichole y la mayoría de los miembros del mando están de baja a causa de un problema intestinal. Parece que está relacionado con algo que comieron en el comedor de oficiales. Como soy el único oficial no afectado, la política de los Dragones exige que represente al oficial al mando en el cumplimiento de todos los deberes y responsabilidades.
Stan frunció el entrecejo y lanzó una mirada furiosa al coronel Wolf cuando éste invitó a Elson a tomar asiento a la mesa. Elson hizo un gesto a su ayudante para que se sentara pero él no lo hizo, sino que rodeó la mesa y extendió una hoja de papel muy fino al coronel.
—Coronel Wolf, cuando venía hacia aquí me entregaron este comunicado.
El Lobo leyó lo que le había entregado Elson y me lo pasó. Leí el texto en voz alta.
—La Nave de Descenso del coronel Yukinov ha sufrido una avería en el propulsor. Todavía está en órbita.
—Tendremos que empezar sin él —dijo Fancher.
—Ahora tenemos problemas —me susurró Stan.
Elson tomó asiento y el coronel inició la sesión.
—Existen muchas presiones de ciertos ámbitos —comenzó—. Entiendo su preocupación y la comparto. Es verdad que debemos unirnos y espero que todos ustedes me apoyen en mi elección de segundo en el mando.
—Venga, Jaime, vamos al grano. Tengo que ir a firmar un contrato esta noche —dijo Parella—. Di a quién has elegido para que podamos iniciar la discusión.
Se alzaron otras voces alrededor de la mesa que compartían esta opinión. Un indicio de la confusión en la que estaban sumidos los Dragones era que algunas de esas voces pertenecían a los ayudantes y no a los miembros del consejo.
El coronel pidió silencio. Cuando lo consiguió, dijo:
—Propongo a Kelly Yukinov como segundo. Teniendo en cuenta la situación actual, espero que entregue el mando de Alfa a su segundo y asuma el puesto de forma inmediata.
Tras la primera reacción, esperaba que se produjera un alboroto. Sin embargo, por unos momentos nadie dijo nada. Entonces, Fancher se puso de pie.
—¿Le niegas el puesto a Alpin?
—Debo hacerlo —contestó Wolf, bajando la mirada.
—Ha roto sus propias reglas del mismo modo que rompió las del clan —lo acusó Elson.
—¡Cállate! —exclamó Atwyl, volviéndose hacia él con el rostro contraído.
—No puedo. Estoy demasiado involucrado en esto. Aunque no soy medtech, tengo ojos en la cara. Y lo que veo me dice que debo hablar, aunque otros teman decir lo que ya saben en su interior. Jaime Wolf se está comportando como un anciano senil. Rehuye sus responsabilidades y deja que otros lleven esa carga. No afloja su control sobre los Dragones, pero no da oportunidades a la nueva generación. Es un peligro para todos nosotros.
Me quedé estupefacto al ver que el coronel no decía nada para defenderse.
—Es su comandante en jefe, Elson —le recordó Nikkitch.
Elson no le prestó la menor atención.
—El consejo debe actuar. Existe la posibilidad de aprobar una moción de censura.
—Eso no va a suceder, clanista —le espetó Atwyl—. No podrá conseguir que una votación expulse a Jaime.
—Tal vez no —dijo Elson. Su confianza sugería que no creía necesariamente que Atwyl tuviera razón.
—Pero podemos establecer un desafío —propuso Alpin, mirando a Elson como un perro amaestrado que comprobase si había hecho bien la pirueta.
—Perderás, Alpin —le advirtió Carmody.
—Pero yo no —dijo Elson, levantándose y volviéndose hacia el coronel—. Jaime Wolf, coronel y líder durante demasiado tiempo de los Dragones de Wolf, lo declaro incapacitado para el cargo. Es viejo y ha mantenido su puesto más allá del tiempo razonable. Reconozca que su capacidad está menguando. Reconozca la verdad y retírese.
Jaime Wolf se mantuvo en silencio.
—Jaime no se retirará porque usted lo diga —respondió Stan en nombre del coronel.
—Entonces, ante este consejo, desafío a Jaime Wolf a un Juicio de Posición —anunció Elson, mirando fijamente al coronel—. Lo derrotaré.
—¡Eso no está permitido! —gritó Atwyl.
—¡Sí que lo está! —replicó Parella a voz en grito—. El consejo puede aprobar el desafío de cualquier guerrero.
—Sólo si la mayoría está de acuerdo —repuso Atwyl.
—Pido una votación —exigió Fancher, dando un puñetazo sobre la mesa.
—El líder del consejo debe convocar la votación —objetó Carmody. Su voz sonó débil, como si esperase ser vencido.
—Su implicación personal descalifica al jefe del consejo para esa convocatoria —dijo Fancher, sonriendo fríamente a Carmody—. Como comandante en jefe de Outreach, es usted quien debe convocarla a petición de cualquier miembro del consejo. Y yo presento esa petición.
Carmody imploró con la mirada al coronel, pero no obtuvo ningún apoyo. El Lobo parecía haberse sumido en su propio mundo interior, sin que nada le importase. A su pesar, Carmody preguntó a cada uno de los miembros del consejo si aprobaban el desafío. Aunque Jaime Wolf y Elson no podían votar, su presencia permitía que hubiera el quorum suficiente para aplicar el resultado de la votación. Los desafíos formaban parte de la vida de los Clanes. Yo sospechaba que algunos miembros del consejo creían que debían permitirlo, aunque quizás habrían preferido una solución menos militar. Hubo demasiados votos a favor del desafío.
Cuando hubo consultado a todos, Carmody dijo:
—Mi voto no tiene importancia para el recuento, pero que conste en acta que este desafío me parece inapropiado. Él consejo acepta el desafío por seis votos contra cuatro.
—Está decidido —dijo Elson—. Lucharemos, Jaime Wolf.
Por fin, el coronel levantó la mirada y contestó:
—Parece que así será.
—Así debe ser —declaró Elson, sonriendo satisfecho—. Si rehúsa el Juicio, habrá perdido. Su posición está en el filo de la navaja.
—Eso ya lo he perdido —manifestó Jaime Wolf con un hilo de voz.
—Aunque gane el combate, Elson, no podrá hacerse con el control de los Dragones —le avisó Stan—. Debería haber estudiado mejor la situación. Si vence, el consejo no podrá confirmarlo como líder de los Dragones. No ha llevado el uniforme el tiempo suficiente.
—Soy consciente de ello, coronel Blake. Sin embargo, no se preocupe: he hecho mis deberes. No es necesario que el desafiante ocupe el puesto en litigio, si tiene un patrocinador. Creo que es una de las mejoras que su consejo de librenacidos ha hecho a la tradición de los Clanes. —Elson paseó Ja mirada por la mesa y agregó—: Presento este desafío en nombre de Alpin Wolf. El pertenece al linaje del líder y, por lo tanto, está cualificado para sucederlo, según sus normas. Alpin dirigirá los Dragones cuando yo haya vencido.
—Usted es un imbécil —dijo el coronel Wolf en voz baja.
Su nieto Alpin respondió al comentario con una mirada de puro odio. Elson se encogió de hombros.
—Soy un superviviente, Jaime Wolf. Sus opiniones pronto no tendrán la menor importancia. Tiene que tomar una decisión que no puede pasar por alto: cuál será el tipo de combate del Juicio. Por supuesto, optará por un combate aumentado.
—No, creo que no.
—¡Jaime!
Los que habían apoyado al coronel Wolf estaban estupefactos; no podían creerse lo que estaba pasando. Un combate no aumentado contra Elson era un suicidio. De pronto, temí que justamente fuese la muerte lo que el coronel estaba buscando. Desde que se había enterado de la muerte de MacKenzie, su energía vital parecía haberlo abandonado. Entre los Clanes, los guerreros viejos aceptaban complacidos cualquier oportunidad de morir en combate. Jaime Wolf veía eso como una oportunidad.
El coronel apartó su silla de la mesa poco a poco y se incorporó.
—No obstante, me reservo el derecho a tener un campeón.
Elson sonrió confiado y respondió:
—Entonces nómbrelo, ya que a mí me corresponde el derecho de elegir la hora y el lugar del Juicio. Elijo que la hora sea ahora mismo y que el lugar sea esta habitación. Tracen el Círculo de Iguales.