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La marcha nocturna había sido larga pero se había realizado con una facilidad sorprendente. Sin embargo, Dechan Fraser seguía sin poder dormir. Estaba rendido y necesitaba descansar, pero su tienda era tan angosta y claustrofóbica que tuvo que ir a pasear entre los BattleMechs desactivados. Bajo la grisácea luz previa al alba, la llanura debía estar en silencio. Sin embargo, alrededor resonaban, traqueteaban, zumbaban y siseaban los miles de sonidos propios de un campamento de MechWarriors. Casi era como si los ’Mechs se agitasen nerviosos en su sueño, pero se trataba sólo de los equipos de techs que cuidaban de las máquinas después de la larga marcha.

Dechan contemplaba el cielo y se preguntaba qué depararía el nuevo día, cuando un brillante fogonazo, como una estrella errante pero inmóvil en el cielo, llamó su atención. No era un fenómeno natural; había visto combates suficientes para saberlo. Se dirigió hacia el centro de mando, pero no cedió a sus ganas de correr, como si el apresuramiento añadiera mucha más importancia a lo que ya podía ser un milagro.

Dechan ordenó a la tech que estaba de servicio que lo pusiera en contacto con el cuartel general del regimiento Gamma. Cuando, por fin, Parella contestó al otro lado de la línea, no perdió el tiempo con formalidades.

—¿Qué ha ocurrido?

—Chandra ha destruido un satélite —contestó con aspereza la ronca voz de Parella.

—¿De los nuestros o de los suyos?

—¡Qué pregunta más estúpida! Dado que el Khan Alpin quiere que seamos amables con Chandra y le sigamos la corriente, seguro que no era nuestro. La transmisión ha sido enviada a algún lugar del sector Naranja.

Algún lugar más allá de sus líneas, seguro que directamente hacia Wolf. Dechan sintió un nudo en el estómago.

—¿Algún indicio sobre qué puede ser?

—Hoy tenemos el día fisgón, ¿eh? ¿Qué pasa? ¿No puede esperar al informe de la mañana?

—Sería estupendo estar avisados si vamos a entrar en otra de las trampas de Wolf.

—Y también sería estupendo que Wolf se muriese, pero no lo va a hacer a menos que nosotros lo ayudemos. Por eso lo hemos traído aquí, mercenario. Ahora ponga a punto a sus hombres.

—Quiero hablar con Alpin.

—Es el Khan Alpin, y ahora está ocupado —gruñó Parella—. Cumpla con su obligación.

La conexión se interrumpió. La comtech intentó restablecerla, pero no lo consiguió, aunque aseguró a Dechan que la línea no había sido cortada. A Dechan se le revolvió el estómago. Que el cuartel general no quiera hablar con uno nunca presagia buenas noticias. Mientras se dirigía a la tienda del comedor, empezó a preguntarse si Elson había retenido al batallón Kappa para utilizarlo en el grandioso final que preparaba. Se pasó dos horas intentando convencer a su estómago que aceptase un poco de avena para que los ácidos tuvieran algo con que trabajar, pero no tuvo más éxito que la comtech tratando de conectar de nuevo con Parella.

La tienda estaba medio llena con otros comensales más afortunados que él. Entonces, Alpin hizo un anuncio general:

—Esta es la mañana por la que hemos trabajado tan duro. Las fuerzas de Wolf están en una situación desesperada. Al alba, el batallón Zeta llegó al planeta para apoyar la sucesión legítima en el mando. Jaime Wolf y sus seguidores están condenados. Las fuerzas que obstaculizan nuestro avance en el sector Verde ya están retirándose y los elementos más adelantados del regimiento Gamma ocupan sus posiciones para el ataque final.

»Ustedes no tardarán en entrar en acción —agregó. Resonaron gruñidos y protestas por toda la tienda. A Kappa se le había prometido un día de descanso—. Sé que es pedir mucho, pero también sé que ustedes son guerreros y lo entenderán. Debemos hacer un esfuerzo y atacar ahora, de forma rápida y contundente. No espero menos de los guerreros del batallón Kappa. Nos veremos al otro lado y recorreremos juntos la senda del honor. ¡Seyla!

Cuando la transmisión terminó, un mensajero estaba esperando a Dechan con un paquete sellado con las órdenes. Dechan se tragó a duras penas la última cucharada de avena, que cayó en el interior de su estómago como una plancha de plomo cuando leyó las órdenes.

Dechan entendió de inmediato por qué habían reservado su unidad. El regimiento Gamma debía abrir una brecha en las líneas de Wolf y girar a la derecha. Mientras avanzase, aparecería un hueco entre el flanco izquierdo de Gamma y el derecho de Epsilon. Kappa debía atravesar aquel hueco, flanqueando el grupo de combate M enemigo. Una vez que hubiesen rebasado el área delantera de la batalla, debían correr hacia el Área de Entrenamiento Tetsuhara y ocupar su centro de mando antes de que las fuerzas de Wolf se retiraran allí.

El Area de Entrenamiento Tetsuhara. Tetsuhara. Aquel nombre volvía para atormentarlo. Outreach no era un lugar tan frío como Misery, pero en aquel planeta debía realizar una empresa aún más miserable. Aquellos terrenos estaban plagados de defensas automáticas. Dechan estaba seguro de que Wolf tenía a gente preparada para activarlas. Aquel lugar era un laberinto de trampas explosivas. Tal vez habían sido diseñadas sólo para poner a prueba a los guerreros, pero estaba seguro de que también tenían una capacidad de destrucción letal. Ni siquiera el fuego de artillería del Batallón de Soporte de Fuego que le habían prometido le facilitaría las cosas, si es que lo recibían. Habían asignado al batallón Kappa una misión inusitadamente mortífera.

A eso se reducían las promesas de Elson de concederles un puesto en los Dragones. Tal vez se refería a su cementerio.

Por otro lado, tal vez era la manera que tenía aquel Elemental de obligarlos a demostrar que eran dignos de ser miembros de los Dragones y que eran lo bastante fuertes para lo que Elson había previsto. No sería fácil conquistar aquella instalación, pero sería un golpe mortal. Si lograban controlar el centro de mando antes de que llegasen las fuerzas de Wolf, la campaña terminaría enseguida. Aquel complejo era la última posición de defensa para una fuerza organizada. Sin ella, Wolf tendría que rendirse o empezar una guerra de guerrillas. Si elegía esta última opción, su empeño por reconquistar el control de los Dragones estaría acabado. La tradición de los Dragones exigía que los desafíos a los Juicios se librasen como combates cara a cara.

Dechan desdeñó sus preocupaciones para ponerse a preparar su batallón.

A pesar de sus temores, el ataque inicial encontró escasa resistencia, dado que las fuerzas de Wolf estaban demasiado atareadas en otros lugares. La llegada del batallón Zeta y su elección del bando de Alpin habían alterado el equilibrio. Jamison afirmaba incluso que habían matado a Jaime Wolf, pero la cohesión de las fuerzas enemigas desmentía esta aseveración. Aunque las tropas de Wolf estaban muy afectadas por los terribles ataques asestados por los regimientos Beta y Gamma, se estaban retirando de forma ordenada. El único lugar donde las fuerzas de Alpin no avanzaban era en el sector Azul, donde el regimiento Epsilon mantenía el terreno. Los kuritanos habían desbaratado el ataque de Epsilon sufriendo pérdidas mínimas.

Nichole devolvió Epsilon a sus posiciones iniciales, cesando las operaciones de ataque e informando a los jefes de las fuerzas atacantes de que el plan de batalla se había transmitido a Wolf. Dechan no pudo conectar con Alpin ni con Elson para confirmarlo, pero Alpin respondió a la afirmación de Nichole con un mensaje, transmitido sólo por el canal de jefatura, admitiendo que la destrucción del satélite aquella misma mañana había sido el cumplimiento de la promesa de la capitana de flota Chandra de que eliminaría todos los satélites que utilizasen los combatientes. Destacó el éxito de Beta y Gamma, pero nunca negó la afirmación de Nichole de que se había transferido el plan de batalla. Dechan interpretó aquella omisión como que admitía implícitamente que Nichole tenía razón, al menos en parte.

Sin embargo, a pesar de este éxito de espionaje de los partidarios de Jaime Wolf, el ataque de Alpin se desarrollaba bien. El enemigo cedía en dos frentes y confluía en el Area de Entrenamiento Tetsuhara. Era en aquellos terrenos donde Jaime Wolf había forjado la grandeza de los señores de las Grandes Casas de la Esfera Interior. Allí, con sus pruebas y competiciones, les había demostrado a ellos y a sus crédulos hijos cómo debían resistir a los feroces guerreros de los Clanes. Para Wolf, aquella instalación era el lugar donde había comenzado la respuesta de la Esfera Interior a la invasión de los Clanes. A menos que Wolf tuviera algún as en la manga, también sería el lugar donde terminaría su rebelión contra Alpin y Elson.

El batallón Kappa llegó a los límites exteriores casi a la hora prevista y adelantándose al grupo de combate M en retirada. Sin embargo, menos de cien metros más allá del marcador del límite, el avance de Kappa fue frenado cuando un Vindicator detonó una bomba que no había explotado o una mina. Kappa siguió adelante, aunque más despacio, dejando atrás al piloto del Vindicator contemplando su ’Mech, que había perdido ambas patas.

El área de entrenamiento era enorme, con una amplia variedad de terrenos, estructuras simuladas y grupos de edificios. Dechan ordenó a Kappa que siguiera avanzando con cautela; no deseaba perder más Mechs de forma innecesaria. Los fogonazos y el estrépito de la batalla aumentaban al nordeste mientras buscaban el emplazamiento del cuartel general; curiosamente, era un dato que faltaba en los mapas que les habían proporcionado.

La lanza que exploraba el flanco derecho informó de que había avistado ’Mechs y blindados que se acercaban desde el lugar de la batalla. Dechan ordenó que se detuvieran y fueran a investigar. Los exploradores tenían razón: estaban llegando los primeros elementos de las fuerzas de Wolf. Dechan ordenó a su batallón que ocupase posiciones en su ruta de retirada.

Se detuvieron y esperaron.

El aerotanque que iba en cabeza debía de tener una sonda activa porque, cuando llegó al límite del radio de acción de los misiles, hizo un viraje brusco y regresó junto a sus compañeros. El resto también cambió de rumbo y se escondió en una ciudad simulada. Dechan mantuvo a su unidad en sus posiciones y rechazó una petición de obligar a los tanquistas provistos de sondas a salir de sus escondrijos.

El grupo de combate M se acercaba, seguido de cerca al menos por un batallón del regimiento Gamma. Las fuerzas enemigas estaban realizando una retirada escalonada clásica, moviéndose y disparando alternativamente con precisión y resolución. Dechan lo observaba fascinado mientras su oficial de comunicaciones hacía una tentativa de identificación del líder del grupo de combate mediante la actividad de la radio. Pilotaba un Thunderbolt y luchaba con una eficacia admirable mientras controlaba simultáneamente la retirada de sus tropas. Era una actuación heroica.

El grueso de sus adversarios casi había llegado ya a la ciudad cuando apareció un grupo nuevo entre las filas de Gamma. Unos ’Mechs pesados iban en cabeza, absorbían los disparos de los hombres de Wolf y los devolvían. Al frente de la carga iba una Estrella de OmniMechs. Entre todas las tropas de Alpin, Dechan sólo conocía una unidad organizada de esa manera: la propia Lanza de Mando de Alpin. El Khan había acudido para resolver el problema en persona.

Un combate a corta distancia se desarrollaba en las afueras de la ciudad. Las tropas de Wolf luchaban con denuedo, pero estaban en inferioridad numérica y el resultado final parecía inevitable. Entonces, en uno de esos momentos de calma relativa que se producen de forma imprevista en las batallas, un ’Mech salió al descubierto. Era aquel Thunderbolt abollado, que extendió los brazos.

—¡Yo, Maeve de la Manada de Lobos, anuncio mi desafío! —dijo la voz del piloto a través de los altavoces y en varias frecuencias abiertas—. Reto al líder de los usurpadores a que se enfrente a mí. Alpin Wolf, ¿eres tan cobarde que no te enfrentarás a quien te ha mantenido a raya durante un mes? ¿Tienes miedo de una guerrera sin apellido?

Dechan volvió la mirada hacia el lugar donde había visto la Lanza de Mando por última vez. Alpin había estado en el fragor de la batalla donde había perdido a dos miembros de su lanza. Su Thor dio un paso adelante hacia el Thunderbolt.

—¿Qué haces, loco? —gritó Parella a través del canal de mando.

—Lucharé contra ella. Su muerte pondrá fin antes a la batalla —contestó Alpin con voz ansiosa—. Ella es la que nos ha causado tantas pérdidas.

—Entonces apártate de la línea de fuego y la atacaremos todos.

—¡Neg! ¡Lo prohíbo! No es ese el estilo de los Clanes. ¿Qué pensarían Elson y los demás partidarios de los Clanes?

—Elson te diría que no perdieras el tiempo con ella. Hay que seguir combatiendo en esta batalla. Todavía falta Wolf.

El Thor detuvo su avance hacia el Thunderbolt. Dechan tuvo la impresión de que las palabras de Parella habían hecho mella en Alpin. Una sonora carcajada resonó en el canal. De algún modo, Maeve había encontrado la frecuencia de mando de Gamma. Tal vez estaba incluida en los planes transmitidos. No importaba cómo lo había hecho, sino lo que entonces dijo:

—¡Pobre Alpin! Tal vez deberías hacer caso al viejo Parella. Pero yo te diré lo que te diría Elson. Él es un guerrero de los Clanes. Te diría que no eres lo bastante hombre para atreverte a esto.

—¡Zorra! —exclamó Parella mientras el Thor de Alpin echaba a correr.

—¡Te destruiré! —vociferó Alpin, y embistió con el Thor empujado por un chorro de aire muy caliente.

El lanzador que el T-bolt llevaba montado en la parte superior giró siguiendo la trayectoria del Omni. Una andanada de misiles voló hacia él, pero no fue acompañada de ningún rayo láser. Esa no era la táctica habitual en un Thunderbolt. Dechan esperaba que la guerrera rebelde utilizase todo su arsenal de largo alcance, pero el gran láser montado en el brazo era su arma principal. Si no lo utilizaba, debía de estar averiado.

Dechan admiraba su coraje. Ya era bastante difícil enfrentarse a un Omni con un BattleMech en perfecto estado de funcionamiento. Debía de haber visto aquel desafío como la única posibilidad que tenía de arrebatarle su líder al enemigo.

Él lanzador del Thor de Alpin escupió una lluvia de misiles mientras aterrizaba sobre sus patas flexionadas. Rayos de partículas cargadas volaron hacia el T-bolt. El rayo del CPP destrozó la piedra de un búnquer, pero no acertó en el ’Mech, que había emprendido la carrera. Los misiles explotaron alrededor de sus pies, y media docena de ellos abrieron orificios en el blindaje de sus patas.

El Thor echó a correr en pos del T-bolt. Se acercó hasta que sólo estuvo a un centenar de metros de él. El Thunderbolt corría en zigzag entre los edificios y los búnqueres, manteniendo una distancia suficiente entre ambos. Aparecía sólo de vez en cuando, disparando sus tres láseres contra el Thor. Por lo general no conseguían perforar su protección, pero a veces uno de ellos quemaba parte del blindaje del torso. El Thor disparaba sus misiles, pero causaba más daños en el paisaje que en el T-bolt. Alpin atacaba también con su CPP, aunque sus disparos acertaban más en los edificios de alrededor que en el ’Mech de Maeve. No obstante, en ocasiones conseguía arrancarle pedazos del blindaje.

Poco a poco, el Thor iba acercándose al T-bolt. Maeve seguía confiando en sus misiles para sus ataques más contundentes y disparaba el lanzador una y otra vez. Los misiles caían muy juntos, lo que sugería que el T-bolt podía ir provisto de un lanzador de tecnología de los Clanes. Dechan comprendió que el Thunderbolt no era un modelo de la Esfera Interior y se preguntó si Alpin habría advertido las diferencias. Tal vez ella no estaba tan desesperada como había pensado.

El CPP de Alpin acertó en la pata izquierda del Thunderbolt. El debilitado blindaje que protegía la espinilla cedió y dejó al descubierto las fibras de miómero. Unas descargas eléctricas chisporroteaban y reptaban a lo largo de las estructuras desprotegidas. El Thor disparó su cañón automático, y sus ráfagas abrieron brechas en el torso superior del T-bolt. Los misiles llegaron chirriando y cayeron a lo largo del costado izquierdo del Thunderbolt. El ’Mech huyó tambaleándose y se escondió del Omni tras una estructura de ladrillos antes de desplomarse.

Alpin se acercó para rematarlo.

Cuando dobló la esquina, vio que el Thunderbolt estaba acurrucado. Estaba claramente deteriorado y tenía el brazo derecho extendido hacia el Thor como si suplicase clemencia. Alpin levantó el brazo de su ’Mech; el CPP crepitaba con las chispas que a veces podían verse antes de la descarga del capacitador.

El láser del Thunderbolt lanzó un rayo de pulsaciones cegador, que incidió en el Thor justo debajo de su afuste de misiles. El blindaje borboteó y se convirtió en líquido, dejando la estructura interna a merced de la voracidad del láser. El Thor se dobló como si fuese un hombre al que le hubieran dado una patada en el vientre. Entonces, las municiones del lanzamisiles explotaron. Unas llamas y humo brotaron de la espalda del ’Mech cuando el sistema de seguridad ECAM liberó casi toda su fuerza devastadora. Pero era ya demasiado tarde para el Thor.

La explosión había destrozado casi todo su interior. El brazo izquierdo cayó al suelo y el cañón automático disparó sus cargas sin control antes de que sus municiones se consumieran también. El victorioso Thunderbolt se alzó entre el humo impulsado por sus retropropulsores.

Descendió detrás del Omni con el brazo izquierdo levantado. Lo bajó con fuerza, obligando al Thor a hincarse de rodillas. El Omni se desplomó y se balanceó adelante y atrás. El brazo derecho del Thunderbolt giró, penetró en el blindaje que protegía la articulación del hombro y se deslizó hacia arriba hasta chocar con la carlinga. El Omni se inclinó y se desplomó sobre el costado izquierdo.

El Thunderbolt hundió sus dedos mecánicos en el blindaje que había debajo de la carlinga del Thor. El blindaje cayó al suelo, y del interior brotó una columna de humo. Maeve arrojó la carlinga a un lado y, en una asombrosa demostración de control de un BattleMech, introdujo los dedos en la cabina y sacó con delicadeza a su contrincante derrotado.

Maeve levantó el brazo del Thunderbolt y sostuvo a la vista de todos el cuerpo inerte y cubierto de sangre de Alpin Wolf.