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Hans y yo estábamos en la lanzadera dos horas antes de su hora de partida, por lo que estaba disponible cuando el Lobo subió a bordo una hora después. Sonrió con tristeza al vernos.

—Buenos días, caballeros. Os habéis levantado pronto.

—Conocemos nuestro deber, coronel —dije.

—Hum… Hay algunas cosas que quiero que hagáis. Hans…

—Llamaré a un secretario, coronel.

—Ya veo. No importa. ¿Está lista la tripulación?

—Sí, coronel.

—Pues pongámonos en marcha.

El vuelo transcurrió sin incidentes. Aterrizamos en los terrenos del Palacio de la Unidad, lejos de los grandes edificios y salones. Me asaltó la preocupación al ver varios BattleMechs vigilando los límites de la pista. Los kuritanos que nos saludaron nos aseguraron que los ’Mechs formaban parte de las medidas de seguridad habituales, pero tras estudiar el informe de Stan yo sabía que no era cierto.

La cortesía con que nos recibieron era puramente protocolaria. En términos kuritanos, eso significaba numerosas distracciones muy adornadas y demoras con una educación impecable. El coronel Wolf estaba cada vez más molesto, aunque lo disimulaba bien. Las horas iban pasando, pero al final se acercaba la hora prevista del encuentro con Takashi. Mientras tanto, nuestros escoltas no parecían ser conscientes del paso del tiempo.

Por fin, la paciencia del coronel se agotó. Se dirigió viejo general que estaba al frente de la delegación y le preguntó:

—¿Cuándo partiremos para encontrarnos con Takashi-sama?

El general se envaró, hizo una reverencia y respondió:

—Mis disculpas, general Wolf. Lo lamento muchísimo El horario ha sido modificado. Debido a asuntos de gran urgencia, el Coordinador no podrá verlo a la hora acordada Le agradeceremos que comprenda la situación.

—Creía que Takashi quería acabar con todo esto.

El general parecía muy incómodo.

—Obedezco las órdenes del Coordinador, coronel Wolf. Sólo estoy autorizado a decirle que podrá ver al Coordinador esta noche.

—¿Qué me dice del duelo?

—Eso deberá hablarlo con el Coordinador.

—Me dijeron que tendría un BattleMech preparado —dijo el Lobo, cruzándose de brazos—. ¿Podré verlo al menos?

—Un momento, coronel, por favor.

El general mantuvo una conversación apresurada con un ayudante vestido con el uniforme negro de las Fuerzas Internas de Seguridad. Cuando terminaron sus cuchicheos, hizo una reverencia a Wolf y dijo sonriendo:

—Sí, si lo desea. De lo contrario, podemos preparar algunas diversiones para usted y sus hombres.

—Quiero ver el ’Mech —declaró el coronel sin rodeos.

—Estamos a su servicio, coronel Wolf —contestó el general con otra reverencia.

Yo lo dudaba, pero nos condujeron hasta un Archer azul y dorado que imitaba el patrón de colores de la máquina de Jaime Wolf. Pasamos la tarde examinándolo. Comprobamos que estaba en un estado casi perfecto, aunque los depósitos de municiones estaban vacíos. El coronel parecía satisfecho con el ’Mech, pero a mí todavía me preocupaban los posibles planes urdidos por los kuritanos.

La Estación Gobi mantiene una órbita geosincrónica sobre una pequeña isla que está a ciento sesenta kilómetros de la cosa este del continente más pequeño de Outreach. La mecánica orbital hacía que el vuelo desde Harlech fuese corto y el de regreso, más largo. Era útil por motivos políticos, y ahora lo era para los propósitos de Elson. Se aseguró de estar en el hangar cuando llegó la lanzadera de Alpin.

—He recibido su mensaje —dijo Alpin mientras se dirigía hacia Elson. Muy directo.

—Me alegra que haya venido. Pensé que lo mejor era darle primero la noticia.

—¿Una noticia? Todo el planeta conoce la noticia. Han vuelto con las naves del depósito de armas.

—No hablaba de eso.

Elson se volvió ligeramente, dejando que la luz brillase sobre la insignia de su rango enganchada al cuello de su uniforme: una estrella de coronel. El brillo de la punta más larga indicaba que era la insignia del Primero de los oficiales. Elson no la llevaría durante mucho tiempo, pero ahora le sería útil.

El brillo atrajo la mirada de Alpin. Fuera lo que fuese lo que iba a decir, se apagó en su garganta al llegar a la conclusión obvia de aquello. Se quedó boquiabierto como un besugo. Por fin, farfulló:

—¿Mi padre ha muerto?

—Lo acompaño en el sentimiento —dijo Elson solemnemente—. Murió en una emboscada. Había unos saqueadores a bordo de algunas naves. También hubo otras bajas.

Alpin meneó la cabeza poco a poco, con el entrecejo fruncido. Hizo un intento de hablar varias veces, pero se detuvo antes de emitir palabra alguna. Elson esperó.

—¿Estaba usted allí? —preguntó Alpin, sondeándolo.

—Me encargaba de la captura de la Nave de Descenso de los saqueadores. Cuando comprendí que había una emboscada en la nave que él había abordado, la Alexander, acudimos tan deprisa como pudimos, pero era demasiado tarde. Su fallecimiento dejará un gran vacío.

Con voz amarga pero sin ninguna intención, Alpin dijo:

—Así que usted tomó el mando.

—Los oficiales consideraron oportuno nombrarme el primero de entre ellos —respondió inclinando la cabeza—. Podía sustituirlo en la misión, pero no podré hacerlo aquí.

Usted sigue con vida, y la costumbre de los Dragones, al parecer, decreta que es usted ahora el heredero de Jaime Wolf dado que su único hijo superviviente es demasiado joven para ejercer el mando.

—Pero eso no es…

—¿Acaso MacKenzie no debía reemplazar a Jaime cuando su padre se retirase? No he oído nada más desde que recibí el cordón de servidumbre. Es lógico que sea usted ahora el sucesor de Jaime como líder de los Dragones.

—Pero yo…

—Lo sé, amigo mío, y lo entiendo. —Elson apoyó la mano en el hombro de Alpin. El muchacho estaba temblando—. No está preparado para esa responsabilidad, después de estar tanto tiempo a la sombra de su padre. Pero alcanzará el éxito; yo confío en usted. Escogerá a hombres buenos para ayudarlo, hombres que entiendan lo que ha sufrido a manos de un padre celoso. ¿Qué hombre honrado que no lo apoyaría?

Elson comprobó que la expresión perpleja de Alpin se envaraba en una mueca calculadora.

—¿Usted me ayudará?

—No veo otro rumbo posible. —Elson apretó el hombro de Alpin con más fuerza—. ¿No ha notado que su destino es dirigir a los Dragones?

—Sí —dijo Alpin en voz baja—. ¿Sabe?, siempre pensé que lo era. —Pareció mirar hacia su interior por unos segundos y agregó—: Ellos también lo sabían: mi padre y mi abuelo. Ahora lo comprendo. Siempre me pusieron las pruebas más difíciles para que no obtuviese buenos resultados. Debió de ser para evitar las envidias de otros. Sí, eso es lo que haría el viejo Wolf. Lo preparó todo para engañarlos y conseguir que no me odiasen.

—Nadie lo odia, Alpin —afirmó Elson. Eres demasiado débil para merecer que te odien, pensó.

—Pero no les caigo bien.

—El destino de un jefe es no gustar. La mayoría de esas emociones surgen de la envidia.

—Sí, tiene razón. Están celosos.

—Y lo estarán aún más cuando ocupe el lugar de Jaime.

Alpin lo miró con expresión preocupada.

—Usted no estará celoso, ¿verdad, Elson?

—No tengo motivos para estarlo, amigo mío —contestó

Elson con una sonrisa sincera.

—Entonces me ayudará, ¿quiaf? Me vigilará la espalda cuando esté al mando. Necesito a hombres leales como usted, hombres que sepan lo que es justo.

—Contará con mi ayuda, pero necesita algo más.

—Sólo oírlo hablar ya me anima y me preocupa al mismo tiempo. Es coj… perdón, estoy muy contento de contar con usted, pero tiene razón. Necesitaré más ayuda. Hay demasiados Dragones que se han creído los resultados de esas pruebas amañadas. Al viejo Wolf le saldrá el tiro por la culata. Todos esos ancianos creen que no tengo las cualidades para ser jefe.

—Ellos no estarán siempre. Entre los Clanes, los viejos son retirados muy pronto para dejar que la siguiente generación mantenga la sangre del liderazgo renovada y vuelta hacia el futuro. Es nuestra forma de vida: una generación pasa el testigo a la siguiente, que es mejor. Su abuelo alienta el pensamiento egoísta de los veteranos aferrándose él mismo al mando.

Alpin asintió con gesto enérgico.

—Es un mal ejemplo.

—Exacto.

—Pero ¿qué puedo hacer al respecto?

Elson rodeó los delgados hombros de Alpin con su brazo y dijo:

—Venga, tengo algunas ideas que quiero contarle.