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Takashi no esperó a recibir el golpe del hombre. Dio una patada rasa y le dislocó la rótula, pero se resintió del esfuerzo. Empezó a gemir por el dolor en su propia rodilla torcida. Sin embargo, ser un samurai le permitía hacer caso omiso del dolor de su pierna y consiguió arrebatar la espada a Wilson, que se desplomaba. La cabeza del agente de las FIS abandonó su cuerpo bajo el filo de la espada.

—¡Nada de pistolas! —gritó Ninyu—. Tiene que morir por el acero. Primera brigada.

Los agentes que habían entrado con Ninyu dispararon sus armas automáticas y desenfundaron las espadas de las vainas que colgaban en sus espaldas. El acero resonó contra la madera laqueada; fue el único sonido en la estancia. El Coordinador levantó la espada por encima de su cabeza y la fue bajando lentamente hasta la posición chudan-no-kamae.

—La hoja de una espada es demasiado buena para perros como vosotros, pero los canallas son muchos y yo sólo uno. Venid y morid.

Un agente corpulento, demasiado rápido para su tamaño, corrió hacia el Coordinador. Sus espadas tintinearon al parar los golpes hasta que Takashi colocó su espada a lo largo de la del agente y giró el filo, cortando el cuello del hombre al retirarse. El hombre muerto cayó al suelo mientras su tráquea rajada emitía un quejido.

El primer encuentro demostró la debilidad del Coordinador con respecto a sus oponentes. La rodilla torcida de Takashi limitaba sus movimientos. Una segunda agente dio un paso al frente para batirse en duelo a larga distancia, intentando intimidarlo. Takashi se mantuvo firme, sin prestar la menor atención a la estratagema. En su lugar, condujo a la agente a una trampa de las suyas. Dejó que la espada de ella pasase a través de su dispositivo de seguridad y arremetió contra su do. Había advertido que le fallaban las fuerzas cuando su rival dio claras muestras de hacer una finta. El resultado inesperado del golpe que el Coordinador había esquivado le permitió iniciar un contraataque. La espada de Takashi se hundió en su estómago y la destripó. Un segundo golpe le rajó la parte superior del torso antes de caer sobre sus compañeros.

Los otros tomaron más precauciones y empezaron a rodear a Takashi. Él se mantenía en su terreno, con la espalda hacia Michi. De este modo los agentes no podían acercarse a él sin tropezar con el cuerpo.

Dos de ellos avanzaron repartiendo golpes por doquier. Takashi giró sobre la pierna debilitada al tiempo que se agachaba. La espada del primer agente chocó contra la suya, y la del segundo pasó rozándole la cabeza. Espada contra espada, Takashi se levantó y empujó a su oponente hacia atrás con todas sus fuerzas. La espada del otro agente atravesó su kimono y rasgó la carne de su brazo derecho. Takashi tomó la revancha golpeando el brazo del gigantesco hombre con una sola mano y mucha más fuerza. La espada del agente repicó contra el suelo mientras él se tambaleaba hacia atrás sin parar de sangrar.

El primero se volvió a acercar y Takashi apenas logró esquivarlo. Intercambiaron una rápida serie de golpes al tiempo que sus espadas repicaban en animadas melodías. Para mantener la iniciativa, Takashi se vio obligado a avanzar. Con un silbido repentino y agudo, la espada del agente arremetió contra él. Takashi lo atravesó con un rápido movimiento. Sacó la espada del agente boquiabierto y volvió a su posición inicial.

—Segunda brigada —dijo Ninyu.

Aparecieron cinco espadas más mientras los agentes se unían al único superviviente de la primera. Ninyu seguía observando desde el otro extremo de la sala. Takashi estaba cansado y su dominio de la espada empezaba a fallar. Aunque la segunda brigada fuese inferior a la primera, era probable que acabase con el Coordinador.

Se oyeron gritos en el jardín.

Ninyu maldijo en voz baja y Takashi sonrió. Los agentes se detuvieron. Los que estaban más cerca dieron un paso atrás y se retiraron a un lugar más seguro mientras miraban inquisitivamente a su líder.

—Acabaré contigo —dijo Takashi.

Ninyu se encogió de hombros con excesiva despreocupación.

—No tienes pruebas, Coordinador. Esto no era más que un atentado de una facción insatisfecha de renegados. Tal vez el trabajo de los infiltrados de Davion. Habrá pruebas a tal efecto —dirigía la mirada una y otra vez a la entrada del jardín—. Olvida este asunto. Tú mismo debes saber que el Condominio no podría sobrevivir si decapitases a las FIS en este momento de la historia.

—Hemos sobrevivido al ataque de otros traidores anteriormente. —La voz de Takashi era fría e implacable.

—Las FIS sirven al Condominio, no a los Kurita. ¿Quiénes son los verdaderos traidores? No eres más que un samurai en busca de gloria.

Takashi dio un paso al frente y su voz tembló llena de ira.

—Yo mismo te mataré.

Ninyu se rió de él.

—Si pensase que vivirás para ver un día más, puede que me preocupase, Coordinador. Pero recogerás lo que has sembrado, ya que morirás en manos de Jaime Wolf. Una muerte estúpida.

Se oyó el estruendoso repicar de pasos en la galería. El Otomo no tardaría en llegar.

—Debo irme. Disfruta de tu duelo, Coordinador —dijo Ninyu.

Los agentes de las FIS salieron por la puerta de la que habían salido. Ninyu cerró el panel, al parecer convencido de que él y sus agentes se habrían ido mucho antes de que el Otomo pudiera atravesar la pared por la fuerza.

El suelo de la sala estaba cubierto de hombres muertos vestidos de negro. Uno de ellos sólo estaba herido, pero se sacó un cuchillo del cinturón y se unió a sus compañeros. Takashi se quedó solo en medio de un círculo de cadáveres.

Un puñado de hombres, una docena de Otomos y seis guerreros Izanagi, se apresuraron a entrar al interior del dojo. Algunos llevaban la armadura ceremonial de la guardia de palacio, otros uniformes de trabajo o ropa de calle e incluso algunos estaban a medio vestir. Todos iban armados. Se detuvieron al llegar a la puerta, atónitos ante la carnicería que rodeaba al Coordinador.

Theodore se abrió paso entre ellos. Inspeccionó la sala antes de desenfundar la pistola.

—¿Padre?

—Apenas me han herido.

—Y no gracias a tus guardaespaldas. —Su tono prometía represalias por la infracción en la seguridad de palacio—. ¿Dónde está Shin Yodama? —Ninguno de los guardias congregados respondió. Nadie se atrevía a hacer conjeturas sobre dónde podía encontrarse el jefe de la guardia—. Estaba de servicio. Encontradlo.

Una mujer con el uniforme de los guerreros Izanagi de Yodama salió a toda prisa. Todavía algo inseguros, los demás guardias se amontonaban junto a la puerta. Takashi se arrodilló y dejó su espada ensangrentada en el suelo. Parecía exhausto.

—No servirá de nada.

—¿Los mataste a todos?

Takashi se encogió de hombros.

—Podría haber más. Tal vez sea una buena idea inspeccionar el jardín.

Theodore miró a los guardias y asintió. Todos excepto dos salieron corriendo. Éstos últimos tomaron posiciones junto a la puerta. Theodore se arrodilló al lado de su padre.

—Tiene que verte un médico.

—Primero debes oír lo que ha ocurrido aquí.

Un destello de desconcierto atravesó el rostro de Theodore. Se inclinó para escuchar el susurro de Takashi explicando la historia del enfrentamiento con Indrahar. Takashi concluyó:

—Por todo esto, no me atrevo a tomar una decisión. La evaluación de la situación por parte de Indrahar tiene mérito. Mis propias preocupaciones me impedían advertir lo que supondría un duelo con Wolf.

—Tal vez una reconciliación con Wolf…

Iie. El Coordinador no se equivocó. No se puede pasar por alto el insulto público de Wolf —Takashi cerró los ojos—, pero ahora veo lo que Michi Noketsuna vio antes de perder su vida por el Condominio.

—Seguro que encontramos una solución.

—Tú nunca te adheriste al código. —Takashi intentó esbozar una sonrisa—. Yo soy un samurai y creo en la vieja usanza. Es posible que eso no sea lo que se necesita para gobernar nuestro reino en esta nueva era. Lo cierto es que me has enseñado que las nuevas costumbres son necesarias para hacer frente a los nuevos problemas. Quizá con esto te demuestre que no se puede dar la espalda a las viejas costumbres. En algunas circunstancias, el bushido es la respuesta a los problemas que ni una buena dosis de flexibilidad puede resolver.

—Padre, ésta no es la respuesta.

—Esta es la respuesta de un samurai viejo y cansado. —Takashi señaló a Michi con un movimiento de cabeza—. Qué karma tan extraño. Dejó de lado su honor personal por el bienestar del reinado, defendiendo mi vida contra la de aquellos que me la arrebatarían ilícitamente. Hoy quería mi seppuku, y hoy seguiré adelante. Pero yo, nosotros, no podemos permitir que se sepa la verdad. Mi honrosa supervivencia debe cubrirse con una deshonrosa mentira. Por el bien del reinado. Indrahar quería que la gente creyese que yo había muerto mientras dormía. Sirvámonos nosotros también de su mentira, hagamos que el cuento se haga realidad. No debes decir la verdad a nadie, ni siquiera a Jasmine.

—No estoy de acuerdo —replicó Theodore en un tono severo.

—Yo soy el Coordinador. En esto, no necesito tu aprobación.

—Puede que no comparta tu interpretación del código, pero no olvido que me instruiste bien en el bushido. No puedes mentir frente a tus enemigos. Tetsuhara-sensei no lo aprobaría.

—Tal vez tengas razón, pero ese viejo hombre es un defensor más estricto del código que yo. Igual que yo soy más estricto que tú. Creo que te diría que el honor de un hombre se encuentra en su corazón, no en los ojos de otra gente. Él entendió la muerte de su hijo Minobu.

»Tal vez este camino que elijo se me presente igual de débil, tal vez igual de fuerte. Debes decidir por ti mismo. Yo he tomado la decisión de pasar la lucha a mi heredero. Me llevaré la contienda de los Dragones conmigo, en nombre del Condominio. Aunque esto signifique que muera con el honor manchado, este fracaso menor del honor sirve a uno mayor. El reino tiene que sobrevivir; nuestro sagrado deber como miembros del clan Kurita es conseguirlo.

Theodore intentó rebatirlo, sin embargo Takashi lo hizo callar. Resignado, Theodore acabó por obedecer las órdenes de su padre de ir en busca de material de escritura. Cuando ya se había ido, llegó un médico. Desestimando las atenciones del hombre, Takashi le pidió que primero atendiera a Michi diciendo:

—Asegúrese de que este cuerpo es tratado con honor, puesto que él era un honorable samurai.

Theodore volvió, ahora vestido con kimono y hakama y con las dos espadas correspondientes a su rango de samurai. Su padre seguía arrodillado en el mismo sitio. El Kanrei colocó la bandeja que llevaba junto a su padre. Bajo un conjunto de prendas blancas apareció una caja negra laqueada con un exquisito diseño de flores de cerezo doradas.

—Una buena elección —dijo Takashi.

—Tradicional —contestó Theodore.

—Honras a un viejo hombre.

—Honro a mi padre.

Takashi levantó la tapa de la caja laqueada y la puso a un lado. Luego apartó la bandeja del material de escritura, tomó una hoja de papel de arroz y se la puso delante. Finalmente preparó la tinta y seleccionó un pincel. Permaneció inmóvil, pincel en mano, durante varios minutos. A continuación hundió el cepillo en la tinta y lo sostuvo durante unos instantes antes de reproducir vigorosos caracteres sobre el impoluto papel.

Habló mientras escribía:

Anochecer, el dragón llora;

De la noche al día como invierno, primavera;

Amanecer, el dragón brama.

Takashi dejó el pincel, que rodó de la bandeja laqueada al suelo esparciendo diminutas gotas de tinta sobre el papel de arroz.

—Un final desordenado —dijo en voz baja mientras se levantaba.

Takashi empuñó la espada corta que Theodore le ofrecía y se retiró al jardín.

Theodore lo siguió en silencio.