LA MUERTE
Ahí tenemos la muerte: un azulón
destilado en una taza sin platillo.
un lugar singular para una taza:
se apoya sobre el dorso de una mano.
Claramente se advierte todavía en la curva esmaltada el asa rota,
cubierta por el polvo y por delante escrito:
«Espe - ranza» con letra ya ilegible.
Esto silabeó quien bebió aquí
en algún desayuno ya lejano.
Mas qué clase de seres son éstos que al final
debe uno espantar con un veneno.
¿Se quedaron aquí en cualquier caso?
Están tan cautivados
con aquella comida llena de impedimentos?
Ese duro momento de presente hay que extirparlo de ellos,
como si fuera una dentadura postiza.
Y después balbucean, balbucean, ba-ba-ba…
Oh caída de estrellas
una vez vislumbrada desde un puente.
¡No olvidarte! ¡Quedar!
Munich, noviembre de 1915
Ámbito de las Elegías de Duino