[UN DÍA YO TOMÉ TU ROSTRO…]
Un día yo tomé tu rostro entre mis manos.
La luna entraba en él.
De los objetos el más inasible
bajo un llanto que estaba rebosando.
Como algo que consiente, que persiste en silencio,
casi era una cosa que se toca.
Sin embargo, ningún ser en la fría
noche se me escapaba más infinitamente.
Cómo nos derramábamos hacia esos lugares
y apremiábamos hacia la poca superficie
de nuestro corazón las olas todas,
debilidad y placer,
¿y finalmente a quién las ofrecimos?
Al extranjero, ay, que con nosotros
se confundió o al otro
que no encontramos nunca,
a los criados que nos vincularon,
a los primaverales vientos que se fueron con ellas
o al silencio que juega a perder.
París, finales de 1913