[FRAGMENTO DE ELEGÍA]
¿Debo yo celebrar las ciudades, supervivientes, grandes
constelaciones de la tierra (que atónito admirara)?
Porque a celebrar sólo está dispuesto
mi corazón: inmenso entiendo el mundo.
Y hasta mi queja misma se torna en alabanza
frente al gemido del corazón.
Que no me diga nadie que no amo el presente,
pues en él yo me agito, él me conduce,
me regala el día amplio y para que haga uso de sus horas
me da la más antigua jornada de trabajo.
Magnánimo, concede que sobre mi existencia sean lanzadas
noches que nunca han sido.
Poderosa, su mano se cierne sobre mí
y aun si ella por fuerza del destino me llevara a lo hondo,
sumergido allí abajo probaría a respirar.
Aunque ínfima fuera mi tarea
cantaría el presente. Pero más que cantarlo, yo supongo que él quiere
que vibre como él. Antaño resonaba la voz de los poetas
en los campos de batalla. Pero qué es una voz
frente al zumbar reciente de la acción del metal
en la que este tiempo se debate
contra el futuro que le está saltando.
Invocación tampoco necesita: su rumor de combate
a sí mismo se acalla para el canto.
Dejadme mientras, pues, mantenerme delante de este transcurrir;
y nunca acusador, sino de nuevo os digo, admirativo.
Y si algo se hunde delante de mis ojos
y quizás me conmueve y me lamento, que no os suene a reproche.
¿Por qué los pueblos jóvenes no deberían huir para su avance
de aquello que a menudo enterrara en la ruina ignominiosa
a pueblos ya marchitos? Debéis saber que mísera sería la grandeza
si fueran suyos tales miramientos.
A aquel que nunca más ya los palacios, la audacia de jardines,
y el flujo y el reflujo de las antiguas fuentes nunca más,
o aquella contención de las imágenes
o la presencia eterna de las estatuas nunca, nunca más
el alma le conmueva y lo transforme,
que se aleje de ellos y que cumpla su día de trabajo
pues a ése lo inmenso está acechándole
en cualquier otro lado: lo asaltará y habrá de defenderse.
Duino, finales de enero de 1912
Ámbito de las Elegías de Duino
(Escrito entre la Primera y la Segunda Elegía)