Con temor contemplo el futuro
y el pasado con tristeza.
Y como el condenado en el patíbulo
busco a mi alrededor un alma hermana.
¿Acaso el mensajero salvador
me revelará el sentido de la vida,
el fin de expectativas y padecimientos?
¿Me anunciará que Dios me creó
para contradecir de forma tan amarga
las esperanzas de mi juventud?
A la tierra he pagado el tributo del amor
terrenal, la esperanza, el bien, el mal.
Estoy listo para otra vida.
Rezo y aguardo: es hora de partir.
Ningún hermano dejo en el mundo,
y la tiniebla y el frío circundan
mi alma extenuada.
Como un fruto precoz y sin zumo,
marchitado en las tormentas del destino
bajo el sol abrasador de la existencia.