A LA CONDESA ROSTÓPCHINA
Creo que los dos hemos nacido
bajo la misma estrella.
Idéntico nuestro camino,
nos engañaron los mismos sueños.
¡Qué más da! De los nobles fines
alejado por la tormenta de las pasiones,
he olvidado en la estéril lucha
las ilusiones de la juventud.
Previendo una separación eterna,
me asusta libre curso conceder
al corazón y confiar a la palabra
mendaz los sueños vanos…
Así dos olas el mismo curso siguen
por el azulado desierto del mar,
unidas por un amor libre y azaroso.
Juntas las empuja el cálido viento,
pero al llegar a un punto las separa
el seno rocoso de la peña…
Y en su fría carrera
a orillas distintas llevan,
sin amor y sin pesar,
su lánguido y dulce murmullo,
su rumor tormentoso, los destellos
que el cielo les presta, sus durables caricias.