CONFESIÓN
Creo, prometo creer,
aunque mi experiencia lo desmienta,
que los monjes no son hipócritas
y respetan su juramento;
que los besos y sonrisas de los hombres
no son siempre pérfidos;
que los deudos a veces nos perdonan
nuestros pequeños errores;
que el tiempo cura los sufrimientos,
que en el mundo reina la felicidad,
que la virtud es algo más que un nombre
y más que un sueño la vida…
Pero a la tibia fe la fría experiencia
contradice a cada instante:
la razón, otra vez desconsolada,
el anhelado objetivo no alcanza.
Y el corazón, lleno de pena,
guarda la profunda huella
de muertas y sagradas visiones,
la sombra de sentimientos
ya borrados. Nada le asusta.
Lo que sería
veneno para otros le da vida,
lo nutre con su fuego devastador.