Las lecciones vitales que podemos extraer de las experiencias vividas por los países de la Alianza REBLL
Las lecciones vitales que podemos extraer de las experiencias vividas por los países de la Alianza REBLL
Tratemos de contestar en primer lugar a la siguiente pregunta: ¿prueban realmente los casos de los países pertenecientes al grupo REBLL que la austeridad expansiva funciona de verdad? La respuesta es, con toda seguridad, negativa. Aunque casi pueda considerarse cierto que las medidas de austeridad lograron colocar en último término a las naciones REBLL en una senda de crecimiento alcista —aunque tras obligarlas a soportar unas enormes pérdidas en términos de bienestar— (y digo que casi puede considerarse cierto porque Letonia comenzó a crecer de nuevo al ponerse fin a las políticas de austeridad en 2010), también queda claro que la adopción del paradigma de la austeridad tras el desplome no contribuyó en nada a impedir el ahondamiento de la crisis económica que la había hecho necesaria. Además, el repunte del crecimiento tampoco tuvo nada que ver con la conmoción positiva que habrían recibido las expectativas racionales al conocer que se iban a implantar medidas de austeridad —y hemos de recordar que esas expectativas constituyen el elemento central de las tesis que defienden que la austeridad puede tener un carácter expansivo—. Fijémonos en Letonia, por ejemplo, dado que ese fue el país anfitrión de los festejos organizados para celebrar su éxito. Entre 2008 y 2011 habría de abandonar el país cerca de un 4 por 100 de ciudadanos letones.[615] En 2009, el 79 por 100 de los letones encuestados calificaba de «mala» la situación económica por la que estaba atravesando su país. Al llegar 2011, fecha en la que los índices de crecimiento letones eran los más elevados de toda la Unión Europea, el 91 por 100 de los ciudadanos letones entrevistados percibía que la situación económica de la nación era «mala», con el agravante de que el 58 por 100 sostenía que lo peor estaba todavía por llegar.[616] Lo mejor que puede decirse de este caso —que vendría a corresponderse con los resultados del país que supuestamente nos ofrece el más logrado ejemplo de todos los pertenecientes al grupo REBLL— es que, por mucho que las expectativas racionales puedan ceñirse al rebufo del crecimiento, siguiéndolo con cierto desfase tras haberse producido, lo evidente es que no son capaces de generarlo.
En segundo lugar, la alabadísima convergencia con los países más avanzados de la región no sólo revela haber sido de carácter limitado y frágil, sino también extremadamente propenso a experimentar un vuelco susceptible de invertirlo. Ninguna de las naciones REBLL habrá conseguido colmar en 2013 el diferencial de producción que se abrió en sus economías, al modo de una brecha, en 2009. Aun en el caso de que consigan mantener durante varios años más sus elevados índices de crecimiento, la verdad es que los países REBLL, y en especial los pertenecientes a la órbita báltica, seguirán todavía a muchos ejercicios de distancia de conseguir recuperar la pérdida de productividad provocada por las medidas de austeridad. Lo cierto es que siguen siendo más pobres hoy de lo que eran al empezar todo este proceso, y ello a pesar de todos sus esfuerzos. Incluso aceptando que se verifiquen los índices de crecimiento que vaticinan las estimaciones del Fondo Monetario Internacional, que son de carácter más bien optimista, Letonia tendrá que esperar al 2015 para recuperar los niveles de productividad que tenía antes de la crisis.[617] De hecho, según la Comisión Europea, es probable que a lo largo de los próximos años el crecimiento de los países pertenecientes al grupo REBLL se revele demasiado lento como para seguir sosteniendo la recuperación económica. De acuerdo con las estimaciones de la Comisión Europea, las naciones REBLL están abocadas a asistir a un descenso de sus índices de crecimiento después de 2012, ya que a partir de esa fecha terminarán situándose en un mero 2 por 100 anual, lo que es una cifra notablemente más modesta que la actual.[618] Con todo, es probable que esos niveles continúen siendo más elevados que los de los países más importantes de la eurozona, aunque la tarea a la que deban enfrentarse las naciones integradas en el REBLL habrá de revelarse mucho más ardua, dada la magnitud de sus pérdidas y la irresuelta fragilidad de sus modelos de crecimiento.
Si tenemos en cuenta todos estos extremos, el repunte alcista de los países pertenecientes al REBLL resulta sencillamente no ser lo suficientemente amplio como para revertir en un espacio de tiempo razonablemente breve el enorme incremento del desempleo que han experimentado dichas naciones. Si tomamos una vez más como ejemplo el caso paradigmático de la austeridad letona, hemos de decir que las previsiones del Fondo Monetario Internacional sostienen que el desempleo que habrá de sufrir ese país continuará instalado en cifras porcentuales de dos dígitos hasta 2017 —y eso dando por buenos los más risueños vaticinios de crecimiento disponibles—.[619] Se trata de una situación que no difiere en absoluto de la que afecta actualmente a los países denominados PIIGS. Si sumamos a las cifras oficiales del gobierno letón el número de personas que trabajan a tiempo parcial o que han abandonado la búsqueda de un empleo, lo que obtenemos son unas cifras de desempleo y subempleo que se sitúan en el 30 por 100 en 2010 y en el 21 por 100 en el tercer trimestre de 2011. Y si a estas cifras le añadimos las correspondientes a la emigración motivada por razones laborales, acabaremos encontrándonos con que, en el mejor momento de la recuperación letona, los índices de desempleo y subempleo se elevaron a un 29 por 100.[620]
En tercer lugar, hay un factor muy relevante a tener en cuenta: el relacionado con el hecho de que en dos sectores decisivos la austeridad no funcionó como se suponía que tenía que funcionar —me refiero a las bandas salariales del sector privado y al endeudamiento y el déficit públicos—. Los recortes introducidos en los salarios del sector privado no han sido de la magnitud requerida para permitir el incremento de la competitividad de los costes que la deflación había diseñado para poder resultar efectiva.[621] Los costes laborales unitarios revelaron una tenaz resistencia al descenso durante todo el tiempo de aplicación de los programas de austeridad —y ello a pesar de la realización de enormes recortes en el sector público—. Esto significa que sólo un incremento de los salarios en la Europa occidental podría conseguir que los salarios relativos de los países pertenecientes al grupo REBLL descendieran a niveles más competitivos, y eso es algo que difícilmente podría producirse en un Occidente europeo sumido en la doble recesión provocada por las medidas de austeridad implantadas. De manera similar, los paquetes de medidas de austeridad aplicados en los países REBLL no consiguieron reducir los déficits presupuestarios tan rápidamente como predecía la teoría de Alesina. Lo cierto es que en el período comprendido entre 2009 y 2010, es decir, en el momento álgido de la aplicación de sus respectivos programas de austeridad, los déficits presupuestarios que arrastraban tanto Letonia como Lituania y Rumanía eran muy superiores a los de Grecia o España.
Según se supone, la austeridad también debería reducir la deuda. De hecho, esa es toda su razón de ser. Y sin embargo, no lograría hacerlo en el caso de los países REBLL —como tampoco lo consiguió en el de los PIIGS—. Pese a que la totalidad de las naciones REBLL tuvieran unos niveles de deuda extremadamente bajos al comenzar la crisis —inferiores al 20 por 100 de su producto interior bruto—, y a pesar también de que contaran con la ventaja de operar en un entorno marcado por las directrices surgidas con posterioridad al acuerdo de Viena —como la de un mercado de deuda soberana estructuralmente integrado por inversores pacientes (tanto locales como extranjeros, pero en este caso vinculados por los mandatos de la troica) y dispuestos a relajar las presiones que gravitaban sobre el mercado de obligaciones públicas—, lo cierto es que todos ellos tienen hoy (a excepción de Estonia) una deuda superior a la que tenían al inicio del proceso —y en algunos casos, espectacularmente mayor que antes—.[622] A título comparativo, imagínese lo que habría sucedido si los niveles de endeudamiento de los griegos o los italianos, ya elevados de por sí, se hubieran multiplicado por cuatro, como sucedió, por ejemplo, en el caso letón al dispararse su deuda y pasar de representar el 10,7 por 100 del producto interior bruto en 2007 a suponer el 42 por 100 en 2012. De hecho, los países pertenecientes al grupo REBLL van a verse obligados a soportar unos niveles de endeudamiento mucho mayores, y durante largo tiempo, debido precisamente al hecho de haber puesto en práctica esos programas de austeridad. Lejos de hacer saltar en pedazos la nave de la Deuda Galáctica, lo que han hecho es construirse una mayor para su propio uso. Como suele decirse, para este viaje no hacían falta estas alforjas.
En cuarto lugar —y este es el factor más decisivo si lo que se pretende es exportar este «éxito» a otros países—, hemos de tener en cuenta que la demanda externa que determinó que la economía de las naciones integradas en el REBLL consiguiera repuntar no puede ser un factor que considerar para sacar del atolladero a los PIIGS ni a cualquier otro grupo de naciones. Pese a que Bulgaria y Rumanía confiaran en la demanda interna y en sus vínculos con el sector automovilístico alemán como principal elemento impulsor de sus respectivas economías, lo cierto es que en el caso de los estados bálticos las exportaciones venían a constituir aproximadamente el 50 por 100 de su producto interior bruto. Y dado que es justamente la demanda interna la que más sufre cuando se ponen en práctica medidas de austeridad, esta situación determina que las exportaciones hayan de actuar como primera locomotora del crecimiento económico. Pese a que la totalidad de los países REBLL —aunque muy especialmente los estados bálticos— haya disfrutado de un significativo incremento de las exportaciones, hay que decir que ese simple dato apenas alcanza a infundir esperanza alguna a ninguna otra nación, dado que los principales socios comerciales de los estados pertenecientes al grupo REBLL son países que ya en 2008 consiguieron sortear, al menos en términos generales, el escollo de la recesión —como Alemania— o que han logrado recuperarse a gran velocidad —como es el caso de Suecia, Finlandia y Rusia—. Y hay que saber que el crecimiento finlandés no va a contribuir demasiado a la mejoría de Italia o España.
Los estados bálticos se encuentran en realidad a muy poca distancia geográfica de las economías escandinavas, a las que ofrecen un entorno regido por arbitrajes salariales además de un contexto de negocio liberalizado, culturalmente próximo y de baja presión tributaria. España no cuenta con esa misma posibilidad. Está demasiado lejos, y lo que es más importante —incluso decisivo— es que se trata de una economía demasiado grande como para poder reproducir esa misma estrategia. Si Rumanía y Bulgaria son estados de mediano tamaño e ingresos igualmente medios, los estados bálticos tienen en cambio un tamaño diminuto. En promedio, cada uno de esos estados bálticos viene a tener aproximadamente las mismas dimensiones que el casco urbano y la periferia de la ciudad de Nueva York. Por eso cuentan con la posibilidad de sobrevivir entre las grietas de la economía mundial, en un ejercicio de adaptación que los estados grandes no pueden realizar. ¿Se imagina lo que sucedería en el plano de la estabilidad política si el 4 por 100 de las personas integrantes del mercado laboral de la Europa meridional abandonara sus respectivos países de origen en el breve lapso de tiempo de tres años? ¿Adónde irían a buscar trabajo? ¿A Lituania?
Por último, hay que recordar que no es posible reproducir en la periferia europea la misma política de la austeridad que hizo posible la introducción de unos recortes de semejante magnitud en las naciones integradas en el REBLL —y tampoco resultaría deseable hacerlo—. La baza que jugaron los gobiernos de los países REBLL —y pienso en algunos de los estados bálticos— fue la de una política de división étnica lo suficientemente acusada como para aislar y marginar toda oposición a las medidas de austeridad. Allí donde no se empleó esa estrategia, como en Rumanía y Bulgaria, las protestas ciudadanas revelaron ser lo suficientemente fuertes como para ralentizar la implantación de las políticas de austeridad, llegando incluso a rechazarla de plano, como ha sucedido recientemente tras las votaciones celebradas en Rumanía en diciembre de 2012. Si volvemos a tomar el ejemplo de Letonia, hemos de tener presente que el mayor de los partidos que se oponían a la austeridad era un partido vinculado con las personas de etnia rusa —circunstancia que habría de facilitar muy notablemente (dado el pasado histórico que lastra las relaciones entre Letonia y Rusia) la aplicación de las políticas de «divide y vencerás» que se precisaban para mantenerlas totalmente aisladas—.[623] La utilización de la carta del nacionalismo para forzar la introducción de recortes presupuestarios no es una política destinada a saldarse con un final feliz, como sabemos por la experiencia acumulada en la década de 1930.[624] Por consiguiente, es muy posible, una vez más, que las antiguas lecciones que aprendimos en los años treinta soporten mucho mejor el análisis crítico que las nuevas moralejas que se nos anima a extraer ahora del episodio vivido en los países pertenecientes al grupo REBLL.
En resumen, el éxito de la Alianza REBLL no constituye ninguna prueba de que la austeridad expansiva funcione de verdad, del mismo modo que la situación vivida en el Japón de entreguerras tampoco alcanza a probar las tesis de un keynesiano sensato. Las estructuras políticas y económicas de estos estados no son ni transferibles ni estables. Además, las medidas que aplicaron no prueban nada en absoluto respecto del comportamiento de las expectativas racionales y tampoco respaldan la sostenibilidad de esas consolidaciones. Tanto la recuperación que han conocido esos países como sus propias economías muestran una fragilidad inherente, por no mencionar el hecho de que encuentren además su fundamento en un conjunto de fuentes de demanda que no es posible reproducir en ningún otro sitio. La deuda que ahora acumulan es superior a la que tenían antes de empezar a aplicar las medidas de austeridad. Lejos de constituir un modelo, su ejemplo nos recuerda que la austeridad no sólo resulta inútil sino que tiene unos costes sumamente elevados.
Cuando los líderes mundiales, tan entusiasmadamente proclives a legitimar los perjuicios y la afectación que ya han introducido en las vidas de millones de conciudadanos suyos, buscan ejemplos como estos para reivindicar sus acciones, aplaudiendo las políticas de estos países como si la generación de miseria fuera merecedora de palmas, hemos de preguntarnos qué es la circunstancia más relevante que todo esto nos muestra. Y la respuesta es que la austeridad sigue siendo una ideología inmune a los hechos y cualquier forma de refutación empírica fundamental. Esta es la razón de que siga siendo, pese a todos los materiales probatorios que podamos reunir en su contra, una idea extremadamente peligrosa.