ECLIPSAR AL SOBERANO
ECLIPSAR AL SOBERANO
Para hacernos una idea de los riesgos en que incurre el estado soberano con este tipo de operaciones, debemos recordar que si consideramos el volumen de activos combinados que poseían en el tercer trimestre de 2008 los seis bancos más importantes de Estados Unidos y sumamos su monto global nos encontraremos ante una cifra ligeramente superior al 61 por 100 del producto interior bruto estadounidense. Esto explica que cualquiera de esos bancos pudiera esgrimir la pretensión de venir a ejercer, por término medio, un impacto aproximado del 10 por 100 en el producto interior bruto de Estados Unidos en caso de tener que ir a la quiebra. Si a esto le añadimos el riesgo de contagio del que ya hemos hablado anteriormente, nos encontraremos ante el problema, claramente percibido por las autoridades estadounidenses, de unas entidades demasiado grandes como para poder permitir su quiebra. Ahora bien, si realiza usted ese mismo cálculo, en relación en este caso con los bancos europeos y fijándose igualmente en el cuarto trimestre de 2008 —cosa que en esta ocasión tendrá que hacer en el plano de los diferentes estados, estimando el porcentaje que representan los activos de esas entidades en el producto interior bruto de los países considerados—, llegará usted a una conclusión muy preocupante, ya que lo que se constata, habida cuenta de que en el momento en el que escribo estas líneas no existe ningún plan para la constitución de un fondo de garantía de depósitos capaz de cubrir la totalidad del ámbito europeo ni ningún mecanismo comunitario susceptible de venir al rescate de los bancos, es que todo el peso de una potencial quiebra viene a recaer sobre los hombros de los estados soberanos; con lo que me temo, como decía, que habrá llegado usted a un resultado verdaderamente aterrador.[138]
En 2008, el peso conjunto de los activos de los tres bancos franceses de mayor envergadura venía a suponer el 316 por 100 del producto interior bruto galo. Los dos principales bancos alemanes disponían de unos activos equivalentes al 114 por 100 del PIB alemán. En 2011, estas cifras se habían elevado ya, respectivamente para cada una de esas entidades, al 245 por 100 y al 117 por 100 del producto interior bruto germano. Por sí solos, los activos del Deutsche Bank venían a ejercer un impacto superior al 80 por 100 del PIB alemán, asumiendo además dicha entidad un apalancamiento operativo cuya proporción venía a ser aproximadamente de cuarenta a uno.[139] Esto implicaba que una simple bajada del 3 por 100 del valor de sus activos era capaz de alterar íntegramente su balance general, poniendo potencialmente en peligro al estado soberano alemán. Un banco, el ING, cuya sede central está en Holanda, tiene una huella de activos que representa el 211 por 100 del PIB de su estado soberano. Los cuatro mayores bancos del Reino Unido poseen unos activos cuyo peso conjunto representa el 394 por 100 del producto interior bruto del país. En cambio, los tres bancos más importantes de Italia apenas suponen el 115 por 100 del PIB italiano y, sin embargo, da la impresión de que a Gran Bretaña se le permite circular con mucha más libertad que a Italia por los mercados de obligaciones. En comparación, la situación del Reino Unido hace palidecer las respectivas deudas soberanas de todos los demás países de Europa hasta hacerlas parecer insignificantes.[140]
En los estados periféricos las cosas tampoco habrían de pintar mejor. Los bancos locales no iban a dejar pasar la oportunidad de realizar esa misma operación teniéndola prácticamente a la puerta de casa, de modo que se dedicaron a comprar enormes volúmenes de su propia deuda soberana. De acuerdo con el conjunto de bancos de la zona euro que, a título de muestra, se sometieron a diversas pruebas de estrés en julio de 2011, los bancos griegos habían acumulado una cantidad de bonos nacionales equivalente al 25 por 100 del PIB griego, mientras que el porcentaje de producto interior bruto que poseían los bancos españoles era del 20 por 100. Además, el carácter nacional de la titularidad de esos bonos no iba a parar de crecer a lo largo de 2012.[141] Hemos de recordar asimismo que no era preciso que el valor de estos activos cayese a cero para que surgieran problemas. Bastaría con que la entidad se viera lo suficientemente afectada como para tener que liquidar el capital básico del banco —un capital de primer nivel que puede representar una cantidad tan reducida como el simple 2 por 100 de sus activos—, sobre todo si se incluyen en el cálculo los pasivos transfronterizos y los riesgos de contagio.[142]
En suma, tanto en cada uno de los distintos países de la Unión como en el conjunto de la zona euro, los bancos europeos han pasado a convertirse en unas entidades excesivamente grandes como para poder asumir su rescate. No hay en el mundo un solo estado soberano, ni siquiera en el caso de que conservara una fábrica de moneda y timbre propia, capaz de acudir al rescate de un banco lastrado por una exposición al riesgo de semejante magnitud. Y si uno se ha adherido a un acuerdo cambiario que le obliga a prescindir de la capacidad de imprimir efectivo, entonces el problema al que puede enfrentarse es verdaderamente grave. De hecho, Simon Tilford y Philip Whyte lo han dicho ya sin ambages: la crisis de la eurozona constituye «un episodio cuyo núcleo causal guarda relación con el exceso de apalancamiento bancario y con una mala gestión del riesgo, [por no mencionar] la pésima asignación de capital que realizaron los bancos (y el hecho, insistimos, de que padecieran un nivel de apalancamiento a todas luces superlativo)».[143]
Desde el primer momento, el euro vino a sentar las bases de una crisis bancaria en simple estado de latencia. Uno de los desencadenantes de la crisis fue la situación de Grecia y el descubrimiento de que los PIIGS estuvieran provocando el incremento de la rentabilidad de los bonos, como ya hemos explicado en detalle anteriormente. Sin embargo, el otro factor detonante fue la irrupción de todo un conjunto de acontecimientos que no sólo vinieron a producirse en la médula misma del sistema bancario, sino que pasaron a centrarse en la utilización de la deuda pública como garantía destinada a la financiación de los bancos con vistas al mercado de títulos con pacto de recompra, como ya pudimos comprobar que sucedía en 2008 en el caso de Estados Unidos. Constatamos así, una vez más, que la situación que se pretende hacer pasar por una crisis del sector público resulta ser, en su núcleo mismo, un problema casi enteramente debido a las malas prácticas del sector privado (y más concretamente de las entidades bancarias).