«De aquellos magníficos tipos que nos trajeron Pearl Harbor»: la austeridad y la expansión militar que conoció Japón entre 1921 y 1937

«De aquellos magníficos tipos que nos trajeron Pearl Harbor»:[*] la austeridad y la expansión militar que conoció Japón entre 1921 y 1937

Japón iba a necesitar trece años para volver a ingresar en el patrón oro tras haberlo abandonado en 1917[506] —aunque desde luego no fue por falta de intentos—. Si existiera un premio para el país que más ahínco haya puesto jamás en atenerse a los principios de la austeridad económica, Japón lo ganaría con sobradísima holgura. Al término de la primera guerra mundial, Japón —que había luchado en el bando de los aliados— firmó la paz sin haber sufrido prácticamente ningún daño durante la contienda (salvo por algunas pérdidas territoriales que hubo de encajar en Siberia en 1918). Sin embargo, bajo esa rutilante fachada se encontraba un sistema bancario frágil y un enorme volumen de inflación refrenada. El hecho de hallarse fuera del patrón oro permitió que el país procediera a devaluar sus tipos de cambio, pero al ser Japón una nación extremadamente dependiente de las importaciones, el corolario inevitable acabaría concretándose en una circunstancia opuesta: la de que una política de devaluación no podía adoptar esa medida sin avivar la inflación a través de las importaciones. En tal sentido, hemos de decir además que la austeridad —encarnada en la instauración de unos elevados tipos de interés— se aplicó con mayor rigor que en cualquiera de los casos que hemos examinado hasta ahora, convirtiendo la recuperación de la posguerra en una mera acumulación de acciones y empujando a los mercados de materias primas al desplome vivido el Lunes Negro de marzo de 1920.[507] Después de aquel aciago Lunes, el crecimiento económico se desvaneció al arraigar con gran fuerza la deflación, no consiguiendo las sucesivas dosis de austeridad más que empeorar las cosas. De acuerdo con los cálculos de Yuji Kuronuma: «la tasa real del crecimiento económico fue de un -2,7 por 100 en 1922, de un -4,6 por 100 en 1923 y de un -2,9 por 100 en 1925».[508]

A pesar de encontrarse en una situación de recesión prácticamente permanente, las élites bancarias niponas y las autoridades del Banco de Japón trataron de lograr una rápida reincorporación al patrón oro. Sin embargo, frente a ellos se erigía una barrera de opositores integrada por un abigarrado conjunto de intereses nacionales —tanto de carácter agrícola como de índole laboral y empresarial—. La resolución de este forcejeo improductivo iba a exigir la realización de toda una serie de amplios debates públicos, tanto en la esfera académica como en los círculos políticos y en los medios de comunicación. La situación generada a raíz de esta polémica acabaría conociéndose con el nombre de «controversia “kin kaikin”» (o «disputa sobre la derogación del embargo del oro»).[509] Para complicar todavía más las cosas, los dos partidos políticos dominantes, el Seiyukai y el Kenseikai,[*] estaban ambos de acuerdo en la conveniencia de la recuperación del patrón oro, pero discrepaban respecto de las condiciones en las que debía producirse esa readhesión al sistema.[510]

En 1928, las élites financieras y los sectores del gobierno que habían comenzado a ejercer presiones para propiciar el inmediato regreso al patrón oro del Japón consiguieron la ayuda de los principales periódicos de la época, solicitándoles que convencieran al público de la necesidad de reincorporarse al patrón oro. Una de las acciones más características de esta campaña sería la del conjunto de editoriales publicados por el periódico Osaka Mainichi entre el verano de 1928 y la primavera de 1929. Por ejemplo, cuando Francia volvió a adherirse al patrón oro en el mes de junio de 1928, el mencionado rotativo sostuvo que «Francia acaba de caer en la cuenta de la derogación del embargo del oro: Japón debería avergonzarse de sí mismo». Ese mismo editorial se hacía la siguiente pregunta retórica: «¿Qué podría impedir que nos abrumara ahora un sentimiento de compunción por habernos quedado atrás? Y es que eso es justamente lo que debemos sentir, a menos que hayamos dejado de pensar que nuestra nación es una nación civilizada y de primer orden».[511] En julio de 1928, se les dijo a los lectores que para volver a formar parte del patrón oro «la gente tenía que padecer necesariamente los rigores de una operación quirúrgica […]. Lo primero que había que hacer era contraer la economía, ya que sólo eso permitiría la posterior expansión».[512] Poco después, aunque ese mismo verano, un editorial del Osaka Mainichi señaló que a pesar de que la reincorporación al patrón oro estuviera abocada a revelarse dolorosa, la cuestión «estribaba en el hecho de que se tratara de un dolor esperanzado. Al final hará posible nuestra recuperación».[513]

Tras haber preparado de este modo el terreno para la implantación de la austeridad, el empujón final destinado a conseguir que el Japón retornara al patrón oro habría de ser el propiciado por Junnosuke Inoue, el ministro de Hacienda del nuevo gabinete de Osachi Hamaguchi, constituido en 1929. Inoue sería el encargado de poner en marcha una campaña de propaganda llamada a dejar definitivamente zanjada la polémica vinculada con el regreso al patrón oro. Comenzó a caer, por tanto, sobre el público un diluvio formado por trece millones de panfletos, varias decenas de programas radiofónicos y un sinfín de nuevos editoriales periodísticos.[514] Y funcionó. Así lo recogen en uno de sus escritos Koichi Hamada y Ashai Noguchi: «La consigna de la “derogación del embargo del oro” se convirtió en un lema de moda».[515] El propio Inoue habría de publicar varias obras breves sobre el particular, y hemos de decir que todas y cada una de ellas constituyeron un triunfo del pensamiento favorable a la austeridad. Así lo expresaría el propio Inoue: «Mientras dure el proceso resultará imposible evitar la introducción de ajustes fiscales o la aplicación de medidas de liquidación —al menos en una ocasión—». Por consiguiente, «el camino más seguro consiste en dirigirnos directamente a la obtención de la derogación del embargo del oro […], dado que en ningún caso podremos evitar cierto padecimiento […] y una buena dosis de sacrificio».[516] Inoue viajó a lo largo y ancho del país, defendiendo sus planteamientos y pidiendo a la gente que estuviera preparada para el endurecimiento de la situación económica, ya bastante austera de por sí.[517]

Inoue lograría materializar su deseo, de modo que el Japón se reincorporó al club del patrón oro en el mes de enero de 1930, haciéndolo además en el preciso instante en el que el resto de la economía mundial entraba en fase de contracción. El resultado de ese retorno fue la Depresión Showa, es decir, el mayor desplome experimentado en tiempos de paz por la actividad económica japonesa en toda su historia. Los índices de crecimiento del Japón cayeron en picado, hasta situarse en un -9,7 por 100 en 1930 y en un -9,5 por 100 en 1931. Al mismo tiempo, la cotización del yen respecto del dólar creció aproximadamente un 7 por 100.[518] Por consiguiente, al producirse la revalorización del yen y quedar estrangulado el comercio internacional a causa del desmoronamiento general de las economías, la demanda de manufacturas japonesas cayó tanto en Estados Unidos como en otros países. El promedio de los ingresos de los hogares japoneses cayó a plomo, pasando de 1326 yenes en 1929 a 650 yenes en 1931.[519] Quizá piense el lector que una concatenación de circunstancias de semejante magnitud debió de haber constituido un aldabonazo tendente a señalar el inicio del replanteamiento de las medidas políticas asociadas con la austeridad, pero lo cierto es que las élites financieras japonesas no se dieron en modo alguno por enteradas.

El estado había mantenido el gasto público bajo control durante toda la década de 1920, dado que dichos desembolsos sólo habrían de variar de manera marginal en el transcurso de esos diez años, al no pasar más que de 1200 millones de yenes a 1400 millones de yenes. Si medimos las cosas en términos reales, los japoneses llamados a llevarse la peor parte de esta contracción fueron los militares, ya que vieron sustancialmente recortado su gasto —que pasó de representar el 47,8 por 100 de los presupuestos generales del estado a suponer únicamente el 28,4 por 100 de los mismos a lo largo de ese lapso de tiempo—.[520] Otro de los elementos que acabaría amplificando los ecos de la cruzada pro austeridad de Junnosuke Inoue sería el del lema con el que su partido decidió concurrir a las elecciones de 1930, ya que en él se proponía lo siguiente: «economía, desarme, purificación de la política, reforma de las medidas adoptadas en relación con China y eliminación del embargo del oro».[521] Al ejército no le complacían en absoluto estas propuestas. Pese a todo, Inoue continuó presionando para que se pusieran en práctica.

Los tipos de interés se elevaron «en lo más crudo de la depresión», y el gasto público se redujo prácticamente en un 20 por 100, pese a que ya se encontrara previamente en un nivel bajo.[522] Cuando finalmente se ratificó el Tratado Naval de Londres, en el mes de octubre de 1930 —por el que se condenaba a la armada japonesa a verse en una condición de permanente inferioridad—, los militares perdieron la paciencia. En noviembre de 1930, el primer ministro Osachi Hamaguchi cayó abatido por los disparos de un partidario del ejército, y murió al año siguiente a causa de sus heridas. Impertérrito, el Ministerio de Hacienda continuó con sus planes. A principios de 1931, el ejecutivo intentó recortar otros veintiocho millones de yenes más de los presupuestos del ejército de tierra y de la armada. En octubre de 1931 se descubrió una conjura militar de la infantería y la marina destinada a derrocar al gobierno. Los dos hechos —el recorte y la confabulación— se hallaban relacionados. Las tensiones entre las instituciones civiles y las militares llegaron a un punto crítico. El gobierno fue el primero en flaquear, dimitiendo en pleno en el mes de diciembre de 1931.

El nuevo gobierno no podía ser más distinto al anterior. El partido Seiyukai, que había vivido hasta entonces en la oposición y que ahora acababa de hacerse con el poder, nombró ministro de Hacienda a Takahashi Korekiyo. Este abandonó el patrón oro con la mayor celeridad posible y después redujo las tasas de descuento que se aplicaban a las facturas comerciales (y que venían a constituir, de facto, el tipo de interés más bajo), dictando que pasaran del 6,57 por 100 vigente a principios de 1932 al 3,65 por 100 instaurado a partir del mes de julio de 1934.[523] También incrementó de manera drástica la oferta monetaria e instituyó toda una serie de controles de capital para impedir que continuara huyendo del país. Dio al Banco de Japón instrucciones para que financiara la emisión de bonos del estado a largo plazo.[524] El gasto público se incrementó en un primer momento en un 34 por 100, de manera que a finales de 1932 representaba ya, en total, un 10 por 100 adicional del producto interior bruto.[525] Los precios subieron, el peso de la deuda se redujo y la economía japonesa se disparó, abandonando rápidamente el ciclo depresivo y creciendo un 4 por 100 anual en términos reales —y esto, además, año a año, entre 1932 y 1936—. Si tenemos en cuenta que en ese preciso momento el resto del mundo se hallaba en plena deflación, y si recordamos asimismo que Japón era por entonces (y sigue siéndolo ahora) una economía que dependía de las importaciones y encontraba en cambio su motor económico en las exportaciones, llegaremos rápidamente a la conclusión de que el resultado fue francamente notable.

Sin embargo, Junnosuke Inoue, seguía haciendo campaña en favor de un reingreso en el sistema del patrón oro —aunque también él fue asesinado en 1932—. Ese mismo año, tanto el director de un gran banco nipón como el primer ministro Takahashi Korekiyo resultarían igualmente muertos a manos de un sicario. La austeridad empezaba a acumular ya un gran número de cadáveres. Las experiencias vividas tras una década de austeridad habían convencido a los militares japoneses de que no les quedaba más remedio que declarar «la guerra a la totalidad de la élite política civil».[526] El propio Takahashi, que había sido el artífice de la recuperación, sería inmediatamente expulsado del gabinete por los militares al empezar a argumentar que, al haberse recuperado la economía (estamos ya a finales de 1934), había llegado el momento de enfriar el ritmo del gasto público y de preocuparse por la inflación. Dos años después, también Takahashi caía asesinado, junto con un grupo de figuras políticas relevantes, en otro frustrado golpe de mano sufrido en el mes de febrero de 1936. A los ojos de los militares, su sustituto en el Ministerio de Hacienda era un simple cero a la izquierda, así que pusieron a funcionar las máquinas de la fábrica nacional de moneda y timbre al máximo. En 1937, fecha en la que se terminó declarando la guerra a China, las finanzas del Japón quedaron sepultadas, junto con toda forma de prudencia financiera.

La austeridad no sólo se reveló inoperante en el Japón, sino que generó la peor depresión de toda la historia japonesa, desatando asimismo una campaña de asesinatos contra los banqueros y los políticos, y poniendo finalmente el poder en manos de «aquellos magníficos tipos que nos trajeron Pearl Harbor». Ahora bien, si ya ha quedado usted convencido de que todo cuanto hemos referido hasta el momento basta para demostrar que la austeridad es efectivamente una idea peligrosa, aguarde solamente a comprobar lo que sucedió en la Francia de esa misma época.

Austeridad
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
dedicatoria.xhtml
section001.xhtml
section002.xhtml
section003.xhtml
section004.xhtml
section005.xhtml
section006.xhtml
section007.xhtml
section008.xhtml
section009.xhtml
section010.xhtml
section011.xhtml
section012.xhtml
section013.xhtml
section014.xhtml
section015.xhtml
section016.xhtml
section017.xhtml
section018.xhtml
section019.xhtml
section020.xhtml
section021.xhtml
section022.xhtml
section023.xhtml
section024.xhtml
section025.xhtml
section026.xhtml
section027.xhtml
section028.xhtml
section029.xhtml
section030.xhtml
section031.xhtml
section032.xhtml
section033.xhtml
section034.xhtml
section035.xhtml
section036.xhtml
section037.xhtml
section038.xhtml
section039.xhtml
section040.xhtml
section041.xhtml
section042.xhtml
section043.xhtml
section044.xhtml
section045.xhtml
section046.xhtml
section047.xhtml
section048.xhtml
section049.xhtml
section050.xhtml
section051.xhtml
section052.xhtml
section053.xhtml
section054.xhtml
section055.xhtml
section056.xhtml
section057.xhtml
section058.xhtml
section059.xhtml
section060.xhtml
section061.xhtml
section062.xhtml
section063.xhtml
section064.xhtml
section065.xhtml
section066.xhtml
section067.xhtml
section068.xhtml
section069.xhtml
section070.xhtml
section071.xhtml
section072.xhtml
section073.xhtml
section074.xhtml
section075.xhtml
section076.xhtml
section077.xhtml
section078.xhtml
section079.xhtml
section080.xhtml
section081.xhtml
section082.xhtml
section083.xhtml
section084.xhtml
section085.xhtml
section086.xhtml
section087.xhtml
section088.xhtml
section089.xhtml
section090.xhtml
section091.xhtml
section092.xhtml
section093.xhtml
section094.xhtml
section095.xhtml
section096.xhtml
section097.xhtml
section098.xhtml
section099.xhtml
section100.xhtml
section101.xhtml
section102.xhtml
section103.xhtml
section104.xhtml
section105.xhtml
section106.xhtml
section107.xhtml
section108.xhtml
section109.xhtml
section110.xhtml
section111.xhtml
section112.xhtml
section113.xhtml
section114.xhtml
section115.xhtml
section116.xhtml
section117.xhtml
section118.xhtml
section119.xhtml
section120.xhtml
section121.xhtml
section122.xhtml
section123.xhtml
section124.xhtml
section125.xhtml
autor.xhtml
notas.xhtml
notas2.xhtml
notas-aste.xhtml