El desplazamiento de Keynes en el ámbito global: el monetarismo, la teoría de la elección pública y los peligros de la democracia
El desplazamiento de Keynes en el ámbito global: el monetarismo, la teoría de la elección pública y los peligros de la democracia
Pese a haber hallado refugios en Alemania y cabezas de puente en Estados Unidos, lo cierto es que si queremos comprender cómo es posible que estas ideas de carácter decididamente local hayan conseguido saltar a la palestra global y adquirir relieve en ella durante la vigente crisis, tendremos que abordar el examen de lo que yo denomino catalizadores de la austeridad, los cuales podrían definirse como aquellos grandes cambios ideológicos e institucionales que poco a poco han ido devolviendo a la austeridad el marchamo de actitud de sentido común en la esfera económica después de que dicha idea se hubiera visto rebajada en épocas anteriores, y de forma aparentemente definitiva, a la categoría de religión periclitada. Ya hemos tenido ocasión de entrar en contacto con esos planteamientos en el capítulo dos al exponer detalladamente el ascenso de las convicciones económicas relacionadas con la eficiencia de los mercados y con los inversores de expectativas racionales —y es preciso recordar aquí que también señalamos entonces que la actual crisis ha acabado por desinflar la credibilidad de esas certidumbres—. Sin embargo, esas nociones no eran las únicas que se esgrimían en relación con los mercados financieros. Lo cierto es que formaban parte de un giro intelectual de dimensiones mucho mayores cuyo alcance no sólo era mundial sino que se extendía a las esferas de la economía y de la política económica vigentes en un gran número de países —un giro intelectual, por cierto, que también era una consecuencia indisociable del abandono de la hoja de instrucciones keynesiana, arrojada al cesto de los papeles, como sabemos, en la década de 1970—. Habría de ser justamente el ascenso de estas ideas neoliberales lo que permitiera el regreso de la exigencia de austeridad como respuesta de sentido común a toda crisis económica. Si separamos estas tesis del registro intelectual fósil del liberalismo económico, comprobaremos que resulta imposible pasar de la maltrecha y aislada situación en que se vieron durante la década de 1960 las ideas favorables a la austeridad a la actual expresión de las mismas.[351]
En este caso, las ideas de los llamados economistas partidarios del monetarismo y la elección pública revisten un carácter decisivo. El elemento que vino a aglutinar todas esas ideas y a conferirles el poderoso empuje político que tienen fue el hecho de que, unidas, definieran al estado diciendo que no debía actuar tanto al modo de un amortiguador destinado a absorber los impactos económicos como a la manera de una bomba inflacionaria. Al ofrecer esa representación del estado, estos posicionamientos consiguieron que las tesis favorables a la posibilidad de que las estructuras estatales pudiesen «hacer más cosas» terminaran viéndose como otras tantas ideas peligrosas. En resumen, los liberales clásicos pusieron sobre la mesa la reacción estándar y automática de la austeridad; los economistas de la escuela austríaca y los ordoliberales generaron la noción de una austeridad inherente al diseño mismo de la economía; y los neoliberales de los últimos tiempos han acabado proponiendo la austeridad por exclusión —al suponer que, por definición, cualquier otra política estaría necesariamente condenada al fracaso—. Al actuar e influir de forma conjunta en el pensamiento contemporáneo, todos estos planteamientos han hecho posible que la austeridad se convierta, una vez más, en la última idea que continúa en pie tras un varapalo económico.