La enésima crisis bancaria

La enésima crisis bancaria

La crisis desatada en 2008 iba a golpear a los países pertenecientes al grupo REBLL con una explosiva mezcla formada por una crisis de los balances por cuenta corriente (ya que las exportaciones se desplomaron en el mismo momento en el que se estaban agostando las fuentes de financiación destinadas a sufragar las importaciones, con lo que los déficits públicos, ya muy elevados de por sí, subieron hasta la estratósfera) y por el estallido de las respectivas burbujas inmobiliarias de esas naciones, un estallido provocado por el hecho de que los bancos extranjeros que se habían apoderado de los sectores financieros de los países REBLL hubieran comenzado a tratar de cubrir las pérdidas que les estaba causando el desmoronamiento de la actividad crediticia. Como ya tuvimos ocasión de exponer en el capítulo dos, cuando un banco ha de encajar una pérdida en una parte de su cartera, lo que intenta es liquidar los activos presentes en otras cuentas a fin de conseguir enjugar esas mermas.[610] Las naciones integradas en el REBLL eran la definición misma de esos «activos presentes en otras cuentas». Preocupadas por la solvencia de las entidades radicadas en sus países de origen a causa de la crisis de Lehman Brothers, las matrices de esos bancos de las naciones REBLL hicieron saber a los gobiernos de dichos estados que estaban sopesando la posibilidad de abandonar los países del Este a fin de poder aportar a sus sedes centrales (en la Unión Europea) la liquidez que tanto necesitaban para culminar sus operaciones. Dado que en los países del grupo REBLL había unas instituciones económicas que no sólo eran extremadamente abiertas, sino también muy favorables a los mercados, estos estados no contaban con ningún medio para propiciar que los capitales permanecieran en la nación. Por consiguiente, lo que pasó fue que descubrieron de una forma bastante súbita que los bancos occidentales no sólo eran dueños de las entidades bancarias de sus respectivas naciones, sino que también poseían el control de sus recursos monetarios. El miedo se apoderó del sistema, el dinero empezó a huir, la demanda exterior se redujo, las burbujas inmobiliarias que habían estado engordando durante años estallaron repentinamente y la economía de los países REBLL se vino abajo (véase el cuadro 6.1).

CUADRO 6.1: Crecimiento y consumo experimentado por los países pertenecientes al grupo REBLL en 2009

Fuente: Eurostat.

Llegadas las cosas a este punto, la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional decidieron intervenir, organizando un gigantesco rescate para evitar el desmoronamiento del sistema financiero del centro y el este de Europa —en otras palabras: para impedir la caída de las filiales que los bancos occidentales poseían casi al 100 por 100 en los países afectados—. De hecho, la actuación de ambas instituciones —Unión Europea y FMI— se produjo en el preciso instante en el que las cuentas corrientes de esos estados orientales estaban empezando a saltar en pedazos. En 2009, los bancos occidentales junto con la troica (formada por la Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional y la Comisión Europea) y los gobiernos de Rumanía, Hungría y Letonia firmarían así en Viena —mucho antes de que se vislumbrara la necesidad de todo rescate a Grecia o a Irlanda— un acuerdo por el que los bancos de la Europa occidental se comprometían a mantener sus fondos en las entidades bancarias de la Europa del Este si dichos gobiernos se comprometían a su vez a observar medidas de austeridad con el fin de estabilizar los balances generales de los bancos locales.[611] El acuerdo de Viena evitaría que la crisis de liquidez se extendiera al resto de los países pertenecientes al grupo REBLL, siempre y cuando se empleara en dichos estados el mismo elemento de garantía (es decir, la austeridad) para estabilizar los balances generales —cosa que, obviamente, no dejaría de hacerse—. Lo que vemos, una vez más, es que todo vuelve a girar en torno al imperativo de salvar a los bancos, mientras que la factura del proceso de rescate —vendida en forma de austeridad, de elevados tipos de interés, de fortísimos niveles de desempleo y de todo lo demás— se carga una vez más, y de mala manera, a la cuenta de los balances generales del sector público de los estados implicados. Por consiguiente, ya en 2009, esto es, en el preciso momento en el que tanto Estados Unidos como Europa occidental parecían redescubrir a John Maynard Keynes, los países integrados en el grupo REBLL se veían obligados a llevar a la práctica toda una serie de paquetes de medidas de austeridad destinadas a salvar a los principales bancos de la Unión Europea. Si también esta vez le parece haber oído esta historia con anterioridad, no le extrañe, porque no es esta la primera ocasión en que la oye, en efecto. Se trata en realidad de una versión temprana de lo que está sucediendo ahora mismo en la eurozona con la deuda soberana de los estados de la periferia europea y con la exposición financiera de los más importantes bancos de esos países.

Si tenemos en cuenta este desmoronamiento, seguido de un rescate deflacionario, llegaremos a la conclusión de que la consolidación posterior al desplome fue gigantesca: en Letonia se elevó al 17 por 100 del producto interior bruto, en Lituania alcanzó el 13 por 100 del PIB de ese país y en Estonia se cifró en el 9 por 100. A esto hemos de añadirle aún el hecho de que la mitad de esos recortes se realizaron a lo largo del primer año, recayendo además la mayor parte del esfuerzo —debido a las recomendaciones de Alesina— en las partidas de gasto.[612] De este modo se instauraría en todas las naciones REBLL la norma de que la reducción de los costes salariales del sector público alcanzara tasas de dos dígitos, y ello a pesar de que el entonces director gerente del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss Kahn, protestara diciendo que, al menos en el caso de Rumanía, el gobierno debería haber procedido a tomar otras medidas, como la de aumentar los impuestos de las personas más acaudaladas.[613] La realización de unos recortes de gasto de semejante magnitud sembró el caos tanto en los servicios sanitarios como en la educación y los sistemas de protección social.[614] Se aumentó la presión fiscal, pero solamente en los tributos regresivos, como el Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA) y el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF). Como era de esperar, esas medidas dieron lugar a una evasión fiscal generalizada, lo cual sólo contribuirá a empeorar todavía más la situación tributaria de los estados afectados.

Detengámonos un instante y analicemos con detalle todo esto. Lo que tenemos aquí es el desmoronamiento de un conjunto de economías manifiestamente insostenibles e inestables, financiadas mediante una serie de burbujas crediticias radicadas en el extranjero —verificándose el desplome, como era más que lógico y predecible que ocurriera, en el preciso instante en el que dichas economías se vieron enfrentadas a una conmoción—. ¿Y son esos países los que supuestamente han de convertirse ahora en los paradigmas que tenían que imitar el resto de las naciones del mundo? España está pasando por una época difícil, sin duda, pero ¿realmente hemos de suponer que lo que ha de hacer es vaciar por completo su economía y vivir a costa de nuevos préstamos extranjeros? ¿Hemos de pensar que Italia debe abandonar su competitivo sector exportador y vender sus entidades bancarias al mejor postor? En eso consistiría en realidad «seguir el ejemplo de los países REBLL». De hecho, esos «modelos» o «paradigmas», como se les llama, apenas son otra cosa que una suma de las peores características de Irlanda, España y Grecia juntas, con el agravante de que esas naciones del grupo REBLL no cuentan con ningún colchón amortiguador y sí en cambio con el apartadero de una política étnica basada en la vieja máxima del «divide y vencerás», además de con una hoja de instrucciones económica de índole libertaria. Puede que la situación financiera de los países pertenecientes al grupo REBLL haya conseguido repuntar, pero ¿por qué habría de querer nadie reproducir unas medidas que han desembocado, de entrada, en la instauración de un modelo de crecimiento tan sumamente inestable y tan poco equitativo? ¿Cuáles son, pues, las lecciones que debemos aprender de la Alianza REBLL si, como resulta indudablemente obvio, la perspectiva de acabar convirtiéndonos en un nación de características similares no es una de esas lecciones?

Austeridad
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