LA PRIMERA ANTEOJERA: EL RIESGO DE RENTABILIDAD NEGATIVA
LA PRIMERA ANTEOJERA: EL RIESGO DE RENTABILIDAD NEGATIVA
Pero ¿cómo es posible que nadie viera venir el maremoto? En 2009, la reina Isabel II de Inglaterra preguntó al pleno de economistas reunidos en la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres cómo es que ni ellos ni los analistas de ningún país habían sido capaces de prever la ocurrencia de una crisis de tal envergadura. La respuesta hay que buscarla en las técnicas que emplean los bancos para valorar y gestionar los riesgos —técnicas que constituyen el tercero de los elementos que aquí hemos recogido como factores que, pese a su aparente falta de conexión recíproca, se revelaron finalmente capaces de generar la crisis de 2008, unos factores que son, repito, la quintaesencia de la forma en que puede llegar a fallar en su modus operandi el sector privado, no el sector público—. La precipitada ansia de conseguir títulos con pacto de recompra puede desencadenar algo así, y los derivados tienen la capacidad potencial de amplificarla, pero para que a uno le pille totalmente por sorpresa una crisis de semejante magnitud es preciso, antes que nada, estar manejando una teoría del riesgo que dé en negar la posibilidad misma de que se produzcan acontecimientos catastróficos, y dejar después enteramente en manos de los intereses particulares del sector privado la gestión de ese riesgo. Lamentablemente, la práctica totalidad del sistema financiero internacional basaba su funcionamiento en una teoría de la gestión de riesgos de esa misma índole.
En el mundo de las finanzas, la primera y más fundamental de todas las técnicas de gestión de riesgos es la denominada «diversificación de la cartera de inversiones», noción con la que se trata de garantizar que la cartera de activos que se vaya uno forjando no sufra a causa de una exposición excesiva a ninguna particular forma de riesgo, salvo que se haga deliberadamente. La primera manera de conseguir esa diversificación consiste en tratar de no adquirir los mismos activos que todos los demás inversores. Lo juicioso, por el contrario, es comprar activos diferentes, preferiblemente unos que no se hallen vinculados por ninguna forma de correlación, o que disfruten incluso de una correlación negativa, respecto de los activos de otros actores del mercado.[58] La segunda técnica que permite conseguirlo es recurrir a una estrategia de cobertura. En lugar de confiar sin más en el conjunto de correlaciones pasivas que operan en el mundo real y abrigar la esperanza de que dichas correlaciones consigan garantizar nuestra seguridad —como sucede, por ejemplo, con la relación inversa que predomina habitualmente en los tipos de cambio que median entre el dólar estadounidense y el euro—, los bancos pueden adoptar un conjunto de estrategias concretas, o comerciar con toda una serie de instrumentos derivados provistos de unas determinadas características, a fin de lograr que la rentabilidad obtenida por medio de una cartera de productos que posea cierta exposición al riesgo alcance a cubrir (o a escudar)[*] cualquier posible pérdida que la entidad se vea obligada a enjugar en función del mal comportamiento de otro activo.[59]
En principio, por tanto, la suma de la diversificación de la cartera y de la adopción de mecanismos de cobertura —suponiendo que se ejecuten adecuadamente en un determinado entorno de mercado— debería tener la virtud, como mínimo, de mantener a salvo nuestras inversiones. ¿Tiene uno la impresión de que el mercado va a bajar? Pues se realiza una doble acción: primero se vende al descubierto (o «a corto», es decir, se toma en préstamo un paquete de acciones, previo pago de una cuota, aprovechando que el precio de un determinado título bursátil está cayendo y se vende al poco tiempo para volver a comprarlo después cuando su precio haya bajado) y al mismo tiempo se cubre uno mediante una posición a largo (consistente en comprar y en conservar las acciones) formada por activos no correlacionados con los anteriores. ¿Que quiere uno beneficiarse de una subida del mercado de valores? Entonces bastará con otro doble procedimiento: en primer lugar, se recurre a las opciones (esto es, al derecho a comprar o vender una acción a un precio predeterminado) a fin de incrementar el apalancamiento (o lo que es lo mismo: para subir la apuesta) y simultáneamente se asume también una posición a corto como forma de cubrirse las espaldas. Ahora bien, si eso es todo lo que hay que hacer para operar con seguridad, y quizá incluso para ganar dinero, ¿cómo es que los bancos no vieron venir la crisis? Para responder a esta pregunta hemos de fijarnos en lo que ya afirmara en su día un comerciante, reconvertido en filósofo, llamado Nassim Nicholas Taleb.