INTRODUCCIÓN: UNAS CUANTAS LECCIONES DE HISTORIA, LA DÉCADA DE 1980 Y LA ALIANZA DE LOS PAÍSES REBLL
INTRODUCCIÓN: UNAS CUANTAS LECCIONES DE HISTORIA, LA DÉCADA DE 1980 Y LA ALIANZA DE LOS PAÍSES REBLL
Ahora que ya hemos examinado los aspectos teóricos de la austeridad, nuestro objetivo en este último capítulo habrá de consistir en proceder al estudio de la vertiente práctica de la austeridad. Ahora bien, si la historia intelectual de la austeridad ha revelado ser relativamente breve —la verdad es que no se pueden plantear demasiados argumentos relativos al gasto público en tanto los estados no comienzan a disponer de grandes cantidades de dinero—, lo que ahora vamos a comprobar es que su historia natural resulta ser todavía más corta. Durante los siglos XVIII y XIX, las economías pasaron por ciclos de expansión y contracción, y los estados —especialmente los que se habían adherido al patrón oro— no intentaron realizar acciones compensatorias. Dado que estos procesos tuvieron lugar en un período de tiempo en el que la política estaba en manos de un conjunto de estados caracterizados por su ideología liberal clásica, no había realmente nada de donde recortar, del mismo modo que tampoco existía ningún imperativo democrático al que los gobernantes tuvieran que atenerse. Si el laissez-faire terminó siendo la política dominante a lo largo de la Belle Époque fue porque, en general, dicho período no resultó ser excesivamente democrático. Como ya hemos explicado pormenorizadamente en los capítulos cuarto y quinto, habría que esperar a los primeros años del siglo XX para encontrar estados que no sólo tuvieran unas dimensiones lo suficientemente grandes como para dar sentido a la idea de introducir recortes, sino que se rigieran al mismo tiempo por unas normas de índole lo suficientemente democrática como para causar problemas a los defensores de las políticas de austeridad.
Por consiguiente, nos dedicaremos a estudiar la historia natural de la austeridad siguiendo tres líneas analíticas distintas. En primer lugar, procederemos a examinar aquellos casos que siempre nos han inducido a pensar que la austeridad era una idea extremadamente peligrosa: me refiero a las situaciones reinantes en Estados Unidos, Gran Bretaña, Suecia, Alemania, Japón y Francia —países que habrían de adherirse y apartarse alternativamente del patrón oro a lo largo de las décadas de 1920 y 1930—. Estos casos son justamente aquellos en los que la austeridad, entendida como medida político-económica, alcanzó sus límites, consiguiendo una de estas dos cosas: bien su propia desaparición, bien el desplome de la sociedad en la que estaba siendo impuesta. La historia natural de estos particulares episodios demuestra con notable claridad que las economías no «se curan solas» una vez iniciado el proceso de «desmoronamiento». En la práctica, las políticas de austeridad se pusieron a prueba una y otra vez —desde luego no puede decirse que su aplicación fuera insuficiente—, y lo que sucedió fue, sencillamente, que no funcionó. De hecho, su repetida aplicación no habría de contribuir sino a empeorar las cosas, no a mejorarlas, y de hecho lo que se observa es que sólo al dejar de aplicarla empezaron a recuperarse de la apatía los estados que se habían venido valiendo de ella.[450] En la primera parte de este capítulo examinaremos cuáles fueron las razones que así lo determinaron y expondremos con detalle qué lecciones nos permite extraer este período en relación con las políticas de austeridad, en particular en lo tocante a la actual situación de la eurozona.
En la segunda parte del presente capítulo nos propondremos cubrir dos objetivos. El primer apartado centrará su atención en los casos positivos, casos cuya ocurrencia vendrán a destacar autores como Alesina, Giavazzi y otros. Estos autores consideran que dichos acontecimientos constituyen otros tantos ejemplos exitosos de la llamada «austeridad expansiva», y de hecho llegan a esa conclusión debido a que en ellos se observan unas circunstancias contrapuestas a las que habría cabido esperar en función de las lecciones aprendidas durante la década de 1930. Los casos positivos a los que me refiero son los de Dinamarca, Irlanda, Australia y Suecia. Una vez hecho esto, procederé a comparar las experiencias vividas en estos países con la situación que se observa actualmente en la zona euro a fin de resaltar el hecho de que, pese a concederse una calificación positiva a estos casos —calificación que, como tendremos oportunidad de comprobar, resulta cuando menos dudosa—, las condiciones que los hicieron posibles se hallan sencillamente ausentes en la Europa actual, sobre todo en los PIIGS. Esto explica que la argumentación favorable a la austeridad expansiva sólo resulte posible, en el mejor de los casos, en circunstancias muy especiales, y que se revele en cambio totalmente inapropiada como tónica general.
En el tercer y último punto jugaremos durante un tiempo una especie de liguilla de la Guerra de las galaxias al proceder al análisis de la «nueva esperanza» de los adalides de la austeridad: me refiero a los países que forman lo que yo he dado en llamar aquí «la alianza REBLL»: Rumanía, Estonia, Bulgaria, Letonia y Lituania.[*] En los últimos tiempos, tanto el Fondo Monetario Internacional como la Unión Europea han dado en sostener que las naciones de este conjunto REBLL constituyen un ejemplo más de que es efectivamente posible aplicar los principios de la austeridad y de que las medidas asociadas con ella pueden servir como útil modelo para otros estados —y en concreto para los países de la Europa occidental y meridional—. Lo cierto es que el caso de estos estados no demuestra ni una cosa ni la otra. Tanto las condiciones en que operan los países del grupo REBLL como la singularidad de sus estructuras económicas y políticas determinan que las lecciones que nos permiten extraer sus respectivos casos resulten todavía menos extrapolables al resto del mundo que las vividas en la Europa occidental durante la década de 1980. Lo que sí han conseguido en algunos casos los países pertenecientes a la alianza REBLL ha sido mantener sus tipos de cambio a lo largo de la crisis, aunque al precio de aceptar unas notables penalidades, como la de sufrir una grave deflación, asistir a una emigración en masa de sus habitantes y padecer unas cifras de desempleo extremadamente importantes —y esto por no mencionar el hecho de que, además, sus tipos de cambio han terminado por repuntar—. No obstante, debemos preguntarnos si ha merecido la pena, y la respuesta es no. Desde luego, en la historia natural de la austeridad se han dado sin duda algunos casos positivos, pero lo cierto es que se ven abrumadoramente superados en número por los casos que se han revelado negativos. Sin embargo, no por ello nos han legado demasiadas lecciones positivas o extrapolables, lo cual los hace todavía más similares, por insistir en la analogía con la Guerra de las galaxias, a la alianza de las naciones REBLL, puesto que es efectivamente posible, contra toda prudencia, elevar astronómicamente la deuda y conseguir que alcance, si se quiere, proporciones «galácticas»; pero sólo en circunstancias muy concretas y con un enorme coste para todos los que se vean envueltos en la operación.