Miércoles, 19 de septiembre de 1917
El vicealmirante Scheer presidía una reunión, en el Bendlerblock. Participaban el vicealmirante Ehrhard Schmidt, los primeros y segundos comandantes de los Schlachtgeschwader III —vicealmirante Behncke y contralmirante Seiferling—, IV —vicealmirante Souchon y contralmirante Meurer—, y los jefes del Estado Mayor de la Hochseeflotte —contralmirante Von Trotha— y el del Schlachtgeschwader I, capitán de navío Levetzow. Por el Heer asistía el teniente general Von Estorff, comandante de la División 42.ª, y el coronel jefe de su Estado Mayor, al que Wichelhausen no identificaba. Se sentaban a la mesa que presidía Scheer; tras cada uno lo hacía su correspondiente Flaggleutnant.
El propósito de la reunión era plantear una operación conjunta entre el Heer y la KM, de nombre clave Albion. Su objeto era ocupar las islas que daban paso al golfo de Finnland, de nombres alemanes Ösel y Dagö, para lo cual se preveía combatir con la escuadra rusa en el estrecho de Moon, el que las separaba del continente. Sería la mayor operación combinada desde que comenzara la guerra, ya que intervendrían no menos de 25 000 efectivos de infantería, caballería y artillería, 5000 caballos y cientos de cañones de campaña, morteros y ametralladoras, así como los Schlachtgeschwader III y IV, reforzados con el nuevo acorazado Bayern y el crucero de batalla Moltke, flaggschiff del vicealmirante Schmidt, comandante por la parte naval. La operación tendría por objeto hacerse con varios miles de prisioneros y con una posición importante, pues con ella el Reich se aseguraría el golfo de Riga e impediría posibles acciones contra el tráfico mercante alemán; de paso, podría contribuir a que cayera el gobierno ruso. Si a este lo sustituyera uno de corte bolchevique, bien podría suceder que aceptara una paz por separado con el Reich, y así pudieran enviarse al Oeste las docenas de divisiones retenidas en el este, compensando así la inminente presencia en Francia del ejército norteamericano, el de un tal general Pershing que, por lo visto, ya estaba en París.
Tras despeñar todo eso, y hacer saber que las operaciones deberían comenzar en la última semana de septiembre, a Scheer solo le quedaba decir que Albion tenía que ser un éxito incontestable, y que a eso se debía la gran acumulación de medios navales. Tras decir eso levantó la reunión. Para la KM y el Heer ya solo era cosa de ponerse a trabajar.
Souchon no se mostraba orgulloso de sus profecías. Sí lo estaba de que la información que su Flaggleutnant trajera de Berlín le permitiera ponerse a trabajar con dos días de antelación. Por su parte, y por la de su raquítico Estado Mayor, ya estaba listo para coordinarse con la pareja Schmidt-Levetzow, lo cual no tendría nada de complicado. La Unidad Especial del Báltico, creada específicamente para Schmidt, sería fuerte nada menos que en diez großlinienschiffe y un schlachtkreuzer, término aceptado ya por el recalcitrante Almirantazgo. Cuando se decidiera, los once buques de combate, más sus fuerzas auxiliares —cruceros ligeros Karlsruhe, Frankfurt, Kolherg, Nürnberg, Straßburg, Dantzig, Augsburg y Königsberg, cincuenta y seis torpederos, cinco flotillas de minadores y los barreminas Rio Pardo, Schwaben, Glatz y Lothar—, dejarían la gran rada de Schillig, se adentrarían en el canal Kaiser Wilhelm, ganarían el Báltico y fondearían en el PutzigWiek, a la espera de que se fijara la fecha. Navegarían en línea de fila con el Moltke a la cabeza y los flancos protegidos por cuatro de los cruceros ligeros y por los torpederos. Los otros cuatro cruceros marcharían en descubierta, bien hasta que ganaran las posiciones previstas para los desembarcos, bien hasta que se toparan con la flota rusa, la cual, según los informes de Isendahl, era por demás inferior. Se componía de dos acorazados anticuados —los predreadnoughts Slava y Graschdanin—, los cruceros acorazados Bayan, Admiral Makarov y Diana, los cañoneros Chrabry, Grozyashchi y Ghivinetz, cinco flotillas de destructores y —en esto sí se veía peligro— no menos de tres submarinos, más alguno inglés que la Royal Navy hubiera destacado en el Báltico.
La coordinación del IV con el resto de la fuerza requería un Asto experimentado, así como tres oficiales muy avezados, pero el Estado Mayor de Souchon solo tenía dos, no muy expertos. Había tratado el asunto con Scheer, para conseguir lo que pretendía, siquiera en parte: mientras el mando de Personal no le adjudicara un Asto de confianza, era libre de adjudicar el cargo a su joven Flaggleutnant, con carácter accidental. Eso era lo que tras dejar la reunión hacía saber al interesado, dándole orden de comunicarlo a todo el que debiera saberlo, dentro y fuera del IV. Hacer de Asto no significaría para Wichelhausen ni más paga ni más nivel jerárquico, aunque sí más trabajo, menos tiempo libre y mucha más responsabilidad. No le importaba. Estar a las órdenes de Souchon, con lo poco que navegaba la Hochseeflotte, una vez concluyese Albion no solo sería una sinecura, sino que le permitiría conseguir una vivienda de las reservadas para oficiales casados, y también para que, mientras eso sucediera, cada dos por tres marchase a Berlín. No era una mala perspectiva. Sin duda, las habría peores.