Te los devuelvo
Me senté en mi habitación, cabizbaja.
—Has dicho una mentira —dijo Dios.
—Si no lo hubiera hecho, Padre se habría enfadado todavía más.
—Otra mentira.
—¡Ay, cállate! ¡No sé por qué te escuché! Ojalá nunca me hubiera enterado de esto de los milagros. Si le hubiera hecho caso a Padre, no habría pasado nada. —Hice una pausa y añadí—: ¿Y bien? ¿No tienes nada que decir? —Me levanté—. ¿Sabes qué es lo que no soporto de ti? Que desaparezcas cuando te apetece. ¡Ojalá yo pudiera desaparecer! —Me senté y apoyé la cabeza en las manos—. Es como si hablara sola.
Al cabo de un rato, dije:
—Dios, ya no quiero ser tu Instrumento.
Dios no pudo dejarme pasar aquello.
—¿Qué quieres decir? —preguntó.
—Ya no quiero los poderes. Te los devuelvo.