Agradecimientos
Escribir novelas no parece un trabajo de colaboración. Eso, al menos, opinamos quienes las hacemos. Hablamos de soledad, de intensidad, de inseguridad, de alelamiento. Pero uno vuelve la vista atrás y no le cuesta mucho percibir que sería algo más que ingratitud dejar de nombrar a quienes han hecho que El día del Watusi llegue al público.
En primer lugar quisiera dar las gracias a Carina Pons, de la Agencia Carmen Balcells, por haber sido la primera en apoyar lo que entonces parecía la idea de un chiflado hasta para el chiflado en cuestión. Ese reconocimiento se extiende, desde luego, y con la misma importancia, a Javier Martín, a Gloria Gutiérrez, a Carmen Pinilla y a Nuria. Ante la Jefa, me postro genuflexo. No hay otra.
A Silvia Sesé y a María Rodríguez hay que darles de comer aparte. La primera me ha prestado su oceánica inteligencia y su intergaláctica sensibilidad cuando uno, por no tener desafío ni objeto en su existencia, se enfrenta a la gravedad y empieza a escalar paredes. Y esos momentos no han sido pocos, como muy bien sabe la segunda, desde la atalaya de su inmarcesible intelecto e inenarrable sentido literario. Desde aquí, le pido perdón. Eso sí, estás más loca que yo.
Claudio López de Lamadrid es un hombre importante, visto desde diversos ángulos. Elogió cuando debía, puntualizó cuando era menester, y tuvo más paciencia que un selecto equipo de personajes bíblicos durante demasiado tiempo. Muchas gracias. Y muchas gracias también al equipo de Mondadori que me ha ayudado. Gracias a Mónica Carmona, a Carlota del Amo, a Eva Cuenca, a la responsable de la imagen watusiniana de Mondadori, Luz de la Mora, y a todos aquellos a quienes no conozco y hacen muy bien su trabajo.
Me gustaría también dar las gracias a los amigos. Son muchos y, como dicen en los Oscar, temo dejarme a alguno. Nombro a Jaime Escudero y a Pilar Romera, que me sacaron de un pozo, a Jaime Girgado y a Sonia, que me sacaron de otro, a Eduardo Margaretto y a Ana Manrique por las molestias y las risas, a Milagros Rodríguez y a Miquel Pahissa por ser tan simpáticos, a Pepe y a Milagros, por un montón de cosas, a Montse por el DVD (para qué vamos a negarlo), a los señores Ragnampiza por desplegar la bandera de Jamaica a media tarde y a Joan Riambau y a Lluïsa Prieto, que pasaban por allí. Vosotros no sabéis la responsabilidad que os ha caído al representar a todos los demás.
Por último, y con el pañuelo fuera del bolsillo, a mis padres y a mi hermano.
Me olvidaba del Watusi. Él, a veces, cuenta historias. Y, es cierto, camina como si bailase…
Barcelona, 2002