Epílogo
CE MALINALLI Tenepal sólo era
una más de las muchas mujeres que se alojaban en el pajado de
Cortés cuando llegó su esposa en julio de 1522. Sin embargo, a doña
Catalina Juárez de Cortés le fue mucho peor que a las demás. Cuatro
meses más tarde la encontraron muerta en su dormitorio. El médico
atribuyó la muerte a causas naturales pero, por alguna razón no
explicada, no se le permitió a nadie ver el cadáver y cerraron la
upa del féretro antes de enterrarla.
En cuanto a Malinalli, Cortés le recompensó
sus servicios entregándola en matrimonio a uno de sus oficiales,
Juan Jaramillo.
Cortés continuó ejerciendo como gobernador
del país que llamaba Nueva España mientras esperaba que el monarca
le elevara al rango de virrey. Se hizo extraordinariamente rico. La
Corona le concedió minas de plata y oro, plantaciones de azúcar y
algodón, molinos y tierras de pasto. Construyó un palacio con
varias torres en Cuernavaca y recibió el título de marqués. Le
complacía que lo llamaran don Hernando.
Pero en 1526 llegó de España un enviado del
rey para investigar las acusaciones de delitos cometidos durante la
entrada cinco años antes, entre los que aparecían el asesinato y el
fraude a la Corona. Cortés nunca fue condenado, no se presentaron
cargos en su contra, pero la investí pación causó un daño
irreparable a su reputación. Una de las consecuencias fue que nunca
recibió el nombramiento real que tanto anhelaba. Bien al contrario,
la administración del país pasó a manos de los burócratas de la
corte de Toledo.
A pesar del oprobio que le rodeaba, la fama
de Cortés le permitió casarse con Juana de Zúñiga, pariente del
duque de Béjar, uno de los hombres más poderosos de España. Juana
aportó una cuantiosa dote que le dio a Cortés durante un tiempo
bastante breve la respetabilidad y las relaciones con la corte con
las que siempre había soñado.
Sin embargo, los escándalos del pasado le
persiguieron durante el resto de su carrera. Inquieto y
atormentado, pasó lo que le quedaba de vida buscando otro México,
otro Moctezuma. Malgastó gran parte de la dote de su mujer en una
inútil búsqueda de las legendarias amazonas. Pasó los últimos años
en España intentando conseguir una audiencia con el rey. Se
convirtió en una molestia, en un viejo que perseguía a los
funcionarios de rango inferior con historias de las maldades,
reales o imaginarias, de que había sido víctima. Por fin,
consciente de que nunca recibiría el refrendo real que quería,
decidió volver a su amado México. Cayó enfermo poco antes de
embarcar, y murió repentinamente, convertido en un hombre amargado
y solitario. Tenía sesenta y dos años.
Cabe señalar que al hijo que tuvo con Ce
Malinalli Tenepal, Martín, lo implicaron en 1565, en una
conspiración contra la Corona que se urdía en Nueva España. Acusado
de traición, fue torturado y después condenado al exilio.
En la actualidad, no hay en todo México ni
una estatua, monumento o tumba que recuerde a Cortés. La maldición
de Malinalli le siguió a él y a su sangre hasta la sepultura... y
más allá.
No es verdad, no es verdadque vengamos a esta tierra a vivirsólo venimos para para dormir, para soñar.
Antiguo poema azteca.Traducido por León PORTILLA