31

 

AGOSTO, el mes de la caída de los frutos

 

Cortés dejó a Juan Escalante, uno de los oficiales subalternos, al mando del fuerte de Veracruz, con una tropa integrada por soldados enfermos o demasiado viejos para soportar los rigores de la marcha. El resto se marchó con el capitán general.
Salieron en formación cerrada, con Cristóbal, el abanderado, a la cabeza de la columna, montado en un caballo tordo, seguido por Cortés, con el casco y el peto relucientes. La Malinche le escoltaba a pie, al lado del padre Olmedo, que iba cargado con la gran cruz tachonada con las turquesas que había quitado de las orejas y las narices de los totonacas conversos. Detrás venía el cuerpo principal de infantería, seis compañías de cincuenta hombres cada una.
Los totonacas y los porteadores cubanos llevaban las pesadas armaduras de los españoles y tiraban de los carretones donde transportaban las piezas de artillería. Detrás de los cañones, marchaban los piqueros, los arcabuceros y los ballesteros. Un ejército de cinco mil guerreros totonacas, resplandecientes con sus atavíos de plumas, cerraban la marcha. Los rayos del sol abrasador arrancaban reflejos en los cascos de acero, en los cañones de los arcabuces y en los tachonados de latón de los arreos de los caballos.
«Una locura —pensó Benítez—. Un ejército de quinientos soldados y unos pocos miles de nativos con garrotes y escudos hechos de caparazones de tortugas dispuestos a conquistar un imperio entero. ¡Una auténtica locura!»
El camino desde Cempoallan los llevó a través de los campos de maíz maduro; después avanzaron por los senderos de la selva bordeados de árboles de frutos de la pasión y trepadoras de color rojo fuego. Los soldados jadeaban y maldecían por el calor intolerable, encerrados en las armaduras. Las mujeres tabasqueñas que no habían dejado en Cempoallan desaparecieron en la selva a la primera ocasión. Sólo La Malinche y Flor de Lluvia continuaron con los españoles.
Acamparon en un ancho y fértil valle donde crecían la vainilla y el nopal de la cochinilla, y al día siguiente subieron hasta Jalapa, la ciudad del río Arena. Cuando los españoles miraron atrás comprobaron que estaban muy lejos de la selva y la fiebre costera; en cambio, ante ellos se abría ahora un territorio montañoso con picos nevados.
Cortés se vistió con la armadura completa, incluida la celada borgoñona con un airoso penacho para hacer la entrada en Jalapa, una ciudad construida en las faldas de un valle boscoso. Las habitantes ya habían sido avisados de su llegada y se habían llevado las estatuas de los dioses a algún lugar secreto para anticiparse a los deseos de la Serpiente Emplumada. Los sacerdotes se habían cortado las cabelleras sucias de sangre y ahora vestían túnicas de algodón blanco. Los nobles de Jalapa ofrecieron sus casas para alojar a los españoles. Habían preparado una fiesta en honor de los conquistadores.
Hasta el momento, la suya había sido una marcha triunfal, un desfile Pero al día siguiente dejarían la tierra de los totonacas y darían los primeros pasos por el territorio de los mexicas.

 

La niebla cubría el valle. El bosque, donde abundaban los helechos y las orquídeas, era una masa oscura. El frío de la noche hacía que se levantaran nubecillas de vapor de los flancos de un caballo zaino. Una lechuza parpadeó en su escondite, la cabeza ladeada y el oído atento a los gritos de los humanos.
La Malinche se quitó la camisa y la falda, y se tendió sobre el áspero suelo de la cueva, con los brazos levantados por encima de la cabeza, en gesto de sacrificio a un dios. Cortés se arrodilló entre sus piernas, con el rostro sudoroso y los ojos brillantes en la oscuridad. Una tercera figura presenciaba la escena. Tenía el rostro de la Serpiente Emplumada, con los colmillos al descubierto y la lengua fuera, una estatuilla de terracota que cobraba vida con la pintura policroma.
Cortés, revoloteando como un águila sobre su presa, entre las ofrendas de frutos y pequeñas aves. El rugido de la bestia; el pelo oscuro enredado, el brillo del medallón, los iconos de la Virgen y el Bautista. El momento de la conquista, el instante de la posesión. El abrazo al invasor, dándole la bienvenida.
Cortés, montado, miró la boca de la Serpiente, cara a cara con el demonio en el momento de felicidad. La gloria purgaría todos sus pecados mortales.
La Malinche ya estaba con su dios. Había logrado su destino.
La princesa azteca
titlepage.xhtml
index_split_000.xhtml
index_split_001.xhtml
index_split_002.xhtml
index_split_003.xhtml
index_split_004.xhtml
index_split_005.xhtml
index_split_006.xhtml
index_split_007.xhtml
index_split_008.xhtml
index_split_009.xhtml
index_split_010.xhtml
index_split_011.xhtml
index_split_012.xhtml
index_split_013.xhtml
index_split_014.xhtml
index_split_015.xhtml
index_split_016.xhtml
index_split_017.xhtml
index_split_018.xhtml
index_split_019.xhtml
index_split_020.xhtml
index_split_021.xhtml
index_split_022.xhtml
index_split_023.xhtml
index_split_024.xhtml
index_split_025.xhtml
index_split_026.xhtml
index_split_027.xhtml
index_split_028.xhtml
index_split_029.xhtml
index_split_030.xhtml
index_split_031.xhtml
index_split_032.xhtml
index_split_033.xhtml
index_split_034.xhtml
index_split_035.xhtml
index_split_036.xhtml
index_split_037.xhtml
index_split_038.xhtml
index_split_039.xhtml
index_split_040.xhtml
index_split_041.xhtml
index_split_042.xhtml
index_split_043.xhtml
index_split_044.xhtml
index_split_045.xhtml
index_split_046.xhtml
index_split_047.xhtml
index_split_048.xhtml
index_split_049.xhtml
index_split_050.xhtml
index_split_051.xhtml
index_split_052.xhtml
index_split_053.xhtml
index_split_054.xhtml
index_split_055.xhtml
index_split_056.xhtml
index_split_057.xhtml
index_split_058.xhtml
index_split_059.xhtml
index_split_060.xhtml
index_split_061.xhtml
index_split_062.xhtml
index_split_063.xhtml
index_split_064.xhtml
index_split_065.xhtml
index_split_066.xhtml
index_split_067.xhtml
index_split_068.xhtml
index_split_069.xhtml
index_split_070.xhtml
index_split_071.xhtml
index_split_072.xhtml
index_split_073.xhtml
index_split_074.xhtml
index_split_075.xhtml
index_split_076.xhtml
index_split_077.xhtml
index_split_078.xhtml
index_split_079.xhtml
index_split_080.xhtml
index_split_081.xhtml
index_split_082.xhtml
index_split_083.xhtml
index_split_084.xhtml
index_split_085.xhtml
index_split_086.xhtml
index_split_087.xhtml
index_split_088.xhtml
index_split_089.xhtml
index_split_090.xhtml
index_split_091.xhtml
index_split_092.xhtml
index_split_093.xhtml
index_split_094.xhtml
index_split_095.xhtml
index_split_096.xhtml
index_split_097.xhtml
index_split_098.xhtml
index_split_099.xhtml
index_split_100.xhtml
index_split_101.xhtml
index_split_102.xhtml
index_split_103.xhtml
index_split_104.xhtml
index_split_105.xhtml
index_split_106.xhtml
index_split_107.xhtml
index_split_108.xhtml
index_split_109.xhtml
index_split_110.xhtml
index_split_111.xhtml
index_split_112.xhtml
index_split_113.xhtml
index_split_114.xhtml
index_split_115.xhtml