Capítulo 63
Salster, en la actualidad
Cartas escritas con letra por veces extravagante, enérgica e inestable por la edad y correos electrónicos, muy similares visualmente, pero tan únicos como huellas digitales desde el punto de vista electrónico, con nombres e identificación de ISP llegaron a las oficinas de Damia Miller y Ed Norris desde los cuatro rincones del globo. La inmensa mayoría expresaba su indignación por el plan de Baird, cariñosas evocaciones de Toby y una profunda gratitud hacia el colegio e inevitablemente, una pequeña porción más pragmática se preguntaba si, dentro del contexto histórico del escenario siempre cambiante de los colegios de Salster, no había llegado la hora de que se concretara esa fusión de lo antiguo y lo moderno.
Algunos simpatizantes expresaban arrepentimiento por no haber proporcionado un respaldo financiero sólido antes y adjuntaban a sus manifestaciones un regalo; un anciano (J. Crowther, matrícula 1933, de Cranbrook, en Kent) se disculpaba por no poder ofrecer «un aporte más tangible», pero prometía rezar a diario por el futuro del colegio. Recordando las palabras del óbito de Toby, Damia se consoló con esa idea y se asombró ante esa prueba de su insospechada credulidad en sí misma.
Había llegado temprano a su escritorio, apenas pasadas las ocho, pues se había despertado una hora antes de que sonara la alarma con una sensación de terror por la reunión de esa tarde a las cinco que tardó unos momentos en aclararse. Sentía en la boca del estómago que no era solo el futuro del colegio lo que se decidiría esa tarde. Sus perspectivas laborales, en caso de que la despidieran debido a la propuesta de adquisición, también se verían limitadas. Ian Baird había dejado bien claro que, por haber rechazado su invitación a desertar, no habría ningún trabajo para ella después de la fusión en una entidad nueva.
Mientras pensaba en la reunión, intentó ignorar las posibles consecuencias de haber desafiado a Baird: la pérdida de su pequeña casa, la mudanza forzosa de Salster y una desaceleración repentina de su carrera. Y la pérdida de Toby, de su singular fundación, de su historia como entidad independiente y de su relato perdido durante tanto tiempo. ¿Qué haría Baird con la historia de los Kineton que salía a luz? ¿Qué interpretación le adjudicaría?
Los delegados de la conferencia se paseaban en dirección al Octógono para almorzar cuando el teléfono de su escritorio sonó con estridencia.
—Hola, soy yo.
Damia no había vuelto a hablar con Neil desde que había aparecido en su casa recién llegado de Londres y de la oficina del Archivo, con la noticia sobre el juicio de Simon y la desaparición de las donaciones.
—Hola.
—Excelente el blog, ¿funcionó?
—Ven a ver mi escritorio si quieres; está inundado de cartas y copias de e-mails.
—Bien. ¿Estás libre para ir a almorzar?
El primer instinto de Damia fue alegar un compromiso previo, pero se contuvo. Necesitaban hablar. —Sí —dijo—, libre como un pájaro.
Damia, preocupada porque temía rendirse a la cobardía escondiéndose detrás de una charla insustancial durante la comida, se obligó a saltar en forma directa al tema de la conversación que sabía que debían tratar. En cuanto llegaron las bebidas y pidieron de comer, dijo:
—Bueno, la cuestión del bebé.
—¿Lo has pensado... que tengamos un bebé juntos?
Damia sonrió irónica.
—Sí, pensé mucho en eso. —Resopló y rió—. Literalmente de día y de noche, de hecho.
—¿Y?
—Todavía sigo pensando.
—¿Qué te detiene?
El tono de su voz era tranquilo, pero Damia sentía la pasión detrás de sus palabras. Aquel sentimiento era algo que no había previsto. Había estado tan enfrascada en sus propias dudas y deseos que no se había detenido a analizar cuáles eran los motivos que inducían a Neil a querer convertirse en padre de su hijo, más allá de suponer, de una manera algo confusa, que él quería mantener una conexión con ella.
—¿Pensaste en lo complicado que sería para nuestras futuras parejas? —le peguntó—. ¿Cómo podría sentirse cualquier futura novia si vienes constantemente a casa a ver a nuestro niño y si tienes una relación conmigo de la que ella está excluida?
—¿Por qué tendría que estar excluida?
—Eso se pone cada vez más extraño. —Damia le sostenía la mirada—. ¿Y qué sucede si uno de nosotros se tiene que mudar? No te quedarás para siempre en la catedral o yo podría estar a punto de perder mi empleo.
—Estaría dispuesto a comprometerme a permanecer en Salster hasta que el chico cumpla los dieciocho —Neil respondió con calma.
Damia lo miraba fijo.
—¿Pero cómo podrías hacerlo? No conoces el futuro.
—Se puede viajar a Londres todos los días; si no puedo conseguir algún trabajo allí, no podré conseguirlo en ningún sitio o bien podríamos ponernos de acuerdo en trasladarnos —dijo, como si hubiera considerado con anterioridad todas aquellas opciones y las hubiera sopesado con cuidado—. Si a uno de nosotros le ofrecieran un trabajo que no puede rechazar, tal vez el otro pueda buscar empleo en la misma zona y mudarse también.
Ella sacudió la cabeza.
—Neil, es asumir una vida muy particular; necesito más tiempo para pensarlo bien.
Neil dio un suspiro profundo.
—¿No tendríamos que hablar con alguien? ¿Con un profesional o algo así?
Ella asintió despacio.
—Sí, sí, es una buena idea. Pero después de que todo esto se resuelva, ¿te parece bien? No puedo decidir nada hasta que sepa qué ocurre con Toby.
Estimado doctor Norris:
Adjunto un cheque por quinientas libras para la campaña «Por un millón» iniciada por Jon Song. He reunido este dinero con la venta de mi posesión más preciada: una espada ganada en Lent Furlongs el segundo año que pasé en Toby, en 1938. Como podrá ver en los archivos del colegio, fuimos los ocho mejores de la temporada. Con la ayuda de mi biznieto Oliver, puse en venta la espada en eBay con el resultado que incluyo.
Habiendo obtenido la licenciatura en Toby, me ofrecí como voluntario en la Marina Real Británica durante la guerra y obtuve el grado de teniente. Mi hijo Tom, nacido en 1943, también estudió en Toby, igual que su hijo James, y ahora el joven Oliver quiere seguir los pasos de su padre, abuelo y bisabuelo e ir a Toby también, aunque se propone romper la tradición familiar y estudiar medicina en lugar de abogacía.
Me entristece más allá de la razón pensar que no llegue a cumplir su deseo. El colegio me dio mucho: una meta en la vida, una perspectiva e integridad, y esas son las cosas que querría que Toby siga dándoles a los jóvenes y, claro está, también a las jóvenes. (¡Hurra!).
Lamento tener que decir que mi generación de tobienses parece haber desaparecido casi toda a estas alturas, aunque sigo en contacto con algunos veteranos de la época de Tom en el colegio (es una tragedia que mi hijo muriera alrededor de los cuarenta años), pero ahora que el joven Oliver me ha hecho «experto en informática», trataré de contactar más a menudo por e-mail. ¡Es una idea emocionante después de tanto tiempo! Me propongo intentar que entre todos formemos un club para legarle al colegio una cantidad decorosa de dinero de modo que haga un buen trabajo con la próxima generación.
A su debido tiempo, le comunicaré cómo me va con esa empresa.
Lo saluda atentamente,
Eric Thurley
Cuando regresó a su oficina, Damia no hizo más que leer cartas y correos electrónicos de apoyo. Una y otra vez leyó el adjunto que Julia Todd había enviado a todos los antiguos contribuyentes y se preguntó cuántos responderían a su llamada.
—Señoras y señores. —Norris llamó discretamente al orden a los miembros del consejo rector—. No preparé ningún programa para esta reunión, ya que todos saben que tenemos que discutir un solo punto: la propuesta formal de fusión de nuestros dos colegios presentada por sir Ian Baird, presidente del Northgate College.
Damia estaba sentada al lado de Norris. Sabía que en torno a la mesa reinaba un profundo malestar. Incluso los miembros del consejo que estaban a favor de la propuesta de Baird debían sentir un trasfondo de duda al pensar en la finalización de los seiscientos años de independencia de Toby.
—Espero que ninguno de los que están aquí haya sido influenciado por el despliegue de petulancia que hay ahí afuera. —La voz de Charles Northrop resonaba fuerte en medio del silencio que siguió a la introducción de Norris—. ¿Cómo demonios sabían los estudiantes que se celebraba esta reunión? El trimestre terminó y no deberían estar aquí porque esto no tiene nada que ver con ellos.
El corazón de Damia comenzó a latir con el pulso frenético del miedo y la furia.
—Me parece que ese comentario es un resumen elocuente del abismo ideológico que hay entre los que quieren formar parte de la sociedad anónima de Baird y los que queremos conservar la independencia de Toby —espetó Damia—. Decir que la decisión de fusión con otro colegio no atañe a sus estudiantes es un insulto.
—Ah, sí, la famosa comunidad de enseñanza, llevada al corazón de la ciudad pero que al mismo tiempo mantiene su alcance e influencia global —se burló Northrop—. Por desgracia, señorita Miller, ese tipo de visión utópica requiere mucho más dinero del que tenemos en este momento o que podemos aspirar a tener. —Giró hacia Norris, que presidía la reunión—. ¿Podemos empezar con la información concreta, señor presidente?
—No, Charles. —Norris cruzó las manos delante de él y miró uno por uno a los miembros del consejo—. Si me lo permitís, antes de que empecemos querría decir lo siguiente. Hablando desde un punto de vista personal, me opongo a la fusión con Northgate por razones con las que ya estáis bien familiarizados; sin embargo, no estoy aquí a título personal, y tampoco ninguno de vosotros. —Miró con ojos penetrantes a cada uno de los miembros del consejo rector—. Espero que seamos capaces de llevar adelante esta reunión sin prejuicios personales ni deseos egoístas y que busquemos con sinceridad el bien, no solo de este colegio sino de toda la federación de colegios de Salster. Hemos sido elegidos (todos) por el consejo rector no solo por nuestra capacidad de administrar sino también por nuestro compromiso con este colegio. Por eso les pido a todos que recuerden ese compromiso mientras debatimos la propuesta de Baird.
Aquella mañana, cuando Damia se había reunido con Norris para recopilar los mensajes de apoyo, se encontró con que el humor de Norris no era optimista.
—Me temo que la campaña «Por un millón» haya llegado demasiado tarde, Damia —dijo—. Si mañana tuviéramos un millón de libras en el banco, quizá podríamos rechazar la propuesta de Baird, aun cuando cuente con algún aval del consejo. Pero por más que alcancemos la meta, es improbable que estemos a tiempo de provocar un impacto significativo en el déficit. Además, no te olvides de que una buena parte del dinero está reservada para reponer las ventanas.
Sin embargo, parecía que Norris había conseguido despojarse del pesimismo antes de ir a la reunión.
—La propuesta de Baird —decía él en ese momento, con las miradas de los que asistían a la conferencia fijas en él— en lo esencial es que continuemos como hasta ahora con la misma cantidad de estudiantes e incluso graduados, pero que se reduzca el personal docente según el alcance que resulta de la economía de escala. Algunas de las materias con menor representatividad ya no se dictarán y la generalidad de la plantilla administrativa de Toby sería despedida. Sólo algunas personas volverían a ser empleadas por la nueva entidad fusionada para reflejar las mayores cantidades involucradas. Todos los servicios estarían centralizados y todas las solicitudes de admisión tendrían que presentarse ante esta nueva entidad; los que estudian materias que se enseñen en este colegio se alojarán aquí y aquellos cuyos tutores tienen su base en lo que actualmente es Northgate se alojarían allí.
Cuando terminó el resumen, se produjo un silencio mientras el consejo rector digería sus palabras.
—Esto puede parecer simplista, pero da la impresión de que no perdemos nada: nuestros estudiantes se quedan, la mayor parte de la plantilla se queda... —dijo la primera persona en hablar.
Sus palabras dieron lugar a un aluvión de argumentos y contra-argumentos reprimidos.
Damia retiró un alto de papeles de la carpeta que tenía delante, cuando por fin la invitaron a hablar.
—Todos estos son e-mails, cartas y llamadas telefónicas que recibimos de nuestros miembros antiguos en apoyo del doctor Norris y que se oponen a la fusión con Northgate. Me gustaría que apreciarais el sabor de uno o dos...
—¡Oh, por amor de Dios, esto no es una maldita boda! —estalló Northrop.
—No, más bien da la sensación de ser un velorio, pero me gustaría pensar que eso es algo prematuro —replicó Damia.
—Mire —Northrop bajó la voz adoptando un tono más conciliador—, estoy seguro de que todo ese apoyo es muy bonito, muy conmovedor, pero es muy poco y llega muy tarde.
Damia sostuvo la carpeta en alto.
—Cada una de estas cartas de apoyo llegó acompañada de una donación. ¡Cada una de las cartas! Y la mayoría de los e-mails también prometían apoyo monetario.
—¡Sí, sí, sí! La lealtad de los tobienses nunca se ha cuestionado. La amable intimidad de nuestras tradiciones, el hecho de que le gusten a la gente, ¡por el amor de Dios!, nunca se ha cuestionado. La pregunta, la única pregunta, es saber si podemos seguir así. Y la respuesta bien clara es NO.
—No creo que esa sea la única —rebatió Damia—. Creo que la cuestión más amplia es determinar si Salster necesita un colegio como Toby, dispuesto a ir contra la tendencia general y que insista en sostener valores de verdad, justicia social...
—¿Justicia social? —se mofó Northrop—. ¿Cómo vamos a enarbolar valores de justicia social cuando somos una institución elitista?
—Usted se olvida de que no todos los integrantes de Toby son estudiantes y profesores. Tenemos un contrato social con nuestro administrador y la plantilla doméstica. Porque no somos una organización con fines de lucro...
—¡Y que lo diga!
—Porque no lo somos podemos muy bien ofrecer un trabajo para toda la vida a los que quieren ese tipo de estabilidad, seguida de una pensión razonable por retiro. Charles, ¿a cuántas asistentas de limpieza de este país cree usted que sus empleadores les ofrecen una pensión? Aquí se les da mucho a los ángeles, pero ellos también nos dan mucho; el promedio de asistentas que emplee por contrato no cuidará de los estudiantes nuevos y vulnerables que han salido de casa por primera vez ni detectarán a los suicidas en potencia y los repentinos cambios de rutina que indican que algo anda mal. No por nada se llaman ángeles: ellos vigilan a nuestra gente joven.
—Muy simpático, muy loable y encantador, pero no podemos permitirnos ese lujo. ¡No tenemos dinero!
Damia ignoró la interrupción.
—¿Y sabía usted que un grupo de estudiantes universitarios formó un comité de servicios voluntarios que llevó al municipio una propuesta para cursos de verano, clubes de deportes extracurriculares y tutorías para los que no alcanzan el nivel exigido? Eso es justicia social, Charles.
—¿De —dónde —sale —el dinero?
—En el caso del comité de servicios voluntarios, del municipio de Salster. Creo que si nos otorgaran más tiempo, veríais que ingresa el dinero y que podríamos hacer cuadrar las cuentas. Por ejemplo, ya empecé a negociar los derechos por la historia de los Kineton.
Norris, con la cabeza inclinada hacia la ventana, alzó una mano antes de que Northrop pudiera responder. Abajo, en el Patio, se oía la melodía «Por ser un chico excelente», débil al principio y cada vez con más intensidad.
Norris se puso de pie y cruzó la habitación hasta la ventana.
—¡Oh, caramba! —Damia le escuchó decir por lo bajo.
Lo que ella y el consejo rector vieron desde allí cuando se unieron al rector era una multitud que llenaba el Patio y cantaba con mucha animación mirando hacia la habitación donde se hacía la conferencia. Una figura alta que llevaba un vestido floral voluminoso y un rodete inmaculado dirigía el canto con un movimiento teatral de los brazos. Estaba de pie sobre lo que a Damia le pareció que era el cajón del vocero del JCR. Viendo el cambio de expresiones y que la mirada de los cantores se dirigía hacia arriba, ella se dio vuelta en el podio improvisado e hizo una profunda reverencia antes de bajarse con suavidad y aproximarse a la escalera.
Blog de Toby
Haced clic aquí para ver la imagen de un ángel guardián auténtico y vivo. Su nombre, para los que no tuvieron la suerte de ser sus contemporáneos en Toby a mediados de los años ochenta, es Julia Todd. En la actualidad trabaja como abogada y dedica el tiempo a criar a sus dos hijos y, como se echa de ver, a rescatar al colegio.
Respondiendo a mi desesperado e-mail colectivo en el que pedía apoyo para Ed Norris antes de la reunión extraordinaria del consejo rector, Julia se acercó a nosotros con un plan y nos pidió que reenviáramos el siguiente correo a los recientes donadores:
Estimados compañeros tobienses y donadores de fondos de débito directo:
Lo más probable es que no me conozcáis (Toby, 1985-1988), pero todos somos miembros de la comunidad mundial de tobienses, como diría la asombrosamente dinámica señorita Miller. En calidad de tal, tengo un plan que no solo proporcionará apoyo económico y moral a Edmund Norris en esta reunión de emergencia, sino que de hecho podría darle un respiro para conseguir que ingrese más dinero y se solucionen algunos de los problemas de Toby que nos evite la solución final representada por Northgate.
Propongo lo siguiente: todos los que podamos debemos ir a Toby el viernes mientras se desarrolla la reunión extraordinaria y demandar que nosotros, como accionistas, deberemos ser consultados antes de que se tome cualquier decisión. Sé que para aquellos que sois abogados, eso implica pararnos en un terreno poco sólido pues técnicamente no somos accionistas, pero estoy segura de que podemos aducir que existe un contrato implícito o explícito entre el colegio y nosotros que ellos violan. Lo menos que haremos será sembrar abundante confusión y demoraremos cualquier decisión.
Si estáis conmigo, apareceos por el Patio de Toby alrededor de las cinco y empezaremos a partir de allí.
Adiós (a todos los que me conocen).
Mis mejores deseos (a todos los que no me conocen).
Julia Todd
El llamamiento de Julia atrajo una sorprendente multitud; eran más de trescientos miembros asociados en el patio, que haciendo causa común con varias docenas de estudiantes que se habían juntado para protestar contra la reunión, formaron un coro espontáneo bajo la dirección de Julia y cantaron «Por ser un chico excelente» hasta que el consejo rector salió a investigar.
La ulterior conversación fue más o menos así:
JULIA (con el estilo majestuoso de un galeón): Todos nos comprometimos a dar dinero al colegio, y muchos entregamos más de mil libras al año. Somos parte interesada y no pueden decidir así de sencillo fusionarse con Northgate College sin celebrar una reunión que en la que nos incluyan.
ADMINISTRADOR (con pesar, pero firme): Por desgracia, creo que desde un punto de vista legal, encontrará que podemos hacerlo.
JULIA (firme y con no menos pesar): Ah, pero por desgracia, creo que usted encontrará que cuando promovamos acciones legales contra vosotros, aunque es muy probable que ganéis, estaréis inmovilizados por tanto tiempo y con tanto costo que Northgate ya habrá perdido todo interés.
CHARLES NORTHROP, decano (con desdén e indignado): ¿Acciones legales basadas en qué?
JULIA (al instante): Violación de contrato.
CHARLES (con más desdén aún): No sea ridícula. Entre nosotros no hay ningún contrato.
JULIA (entusiasmada con su tema): Creo que encontrará que tenemos motivos para suponer que existe un contrato implícito entre vosotros, la institución, y nosotros, los donantes, que establece que haréis un intento razonable de sanear las finanzas del colegio a cambio de nuestro dinero. No pensamos que un par de míseras semanas antes de ceder el gobierno sea un intento razonable. (Termina con la sonrisa llena de dientes de un tiburón que apunta directo a una foca que no está en buena forma).
Después de este intercambio, se produjo un período de caos y confusión mientras varios entrevistados trataban de explicar a los medios (traídos por el contingente de estudiantes universitarios) lo que había sucedido, pero a la larga surgió un acuerdo por parte de un consejo que se había puesto decididamente nervioso. Como resultado de la intervención de Julia, al cabo de un mes (una semana exacta después de Fairings) se celebraría una reunión general con todas las partes interesadas (estudiantes; las diferentes plantillas administrativa, doméstica y docente; arrendatarios y ex alumnos) para volver a revisar la propuesta de Northgate. ¿Nos veremos allí?