[11] el seguro por daños criminales siempre ha tenido un costo prohibitivo, así que debido a la historia de relaciones pacíficas entre la ciudad y el ambiente universitario de Salster, nunca se consideró un tema prioritario. Reemplazar todo ese cristal y encabezar la norma Grado I va a costar decenas, si no cientos de miles de libras...

El actual estado financiero de Toby transforma esta destrucción sin sentido en un posible desastre y el colegio, sin ninguna duda, estará sujeto a una presión cada vez mayor para adoptar el plan de supercolegio de Northgate. Por mi parte, pienso que sería un día muy triste para Toby y para Salster si eso sucediera.

Por favor, por favor, comprometed vuestro aporte financiero ahora. Con setenta y dos tobienses graduados por año, aunque solo tomemos los graduados de los últimos cuarenta años, suman 2.880 personas. Si todos dierais diez libras al mes, nos daría un neto de 345.600 libras al año. Si nada más que la mitad diera diez libras al mes, las 172.800 libras pagarían la mayor parte del costo del arreglo de la vidriera.

Por favor, piénsalo. No seas parte de los que abandona a la otra mitad.

Estaban dispuestos a ser mucho más directos que ella, reflexionó. Incluso como encargada de una convocatoria de emergencia, le habría parecido inaceptable que la vieran rogar, pero los jóvenes tobienses no tenían esas inhibiciones.

Los medios, como era inevitable se regodearon con el desastre. La prensa revoloteaba buscando información y citas cortas para los titulares casi al mismo tiempo que la policía llevaba al escuadrón de la escena del crimen al Patio de Toby. Damia aprovechó lo mejor que pudo la oportunidad de presentar el ataque no solo como un delito contra Toby sino contra la propia ciudad y su reputación de mantener una relación armoniosa entre los habitantes de la ciudad y el ambiente universitario.

Esa tarde temprano, Bob llamó desde la portería para decir que había llegado Abbie Daniels con su equipo de televisión, Damia miró por la ventana mientras se dirigía hacia la salida de la habitación y juró por lo bajo.

Las cabezas se alzaron y Dominic Walters-Russell preguntó simplemente:

—¿Qué?

—Sorpresa, sorpresa. Ian Baird vino a decir qué cosa terrible fue lo que sucedió. —Damia señaló con la cabeza la ventana, por la que se vía al presidente de Northgate seguir a los camarógrafos que ingresaban al Patio.

Bajó haciendo ruido con los tacones; el equipo completo de correos de emergencia la siguió tras un intercambio mudo de miradas.

Damia saludó a Abbie Daniels con simpatía llena de desconfianza. Perder el apoyo de la emisora local no sería una buena jugada de relaciones públicas, pero el hecho de que la periodista hubiera llegado con Ian Baird a remolque indicaba una agenda que no hacía muy feliz a Damia.

—¿El doctor Norris está por aquí? —Abbie Daniels miró como si esperara que Norris apareciera detrás de un alumno.

Las sospechas de Damia de que Abbie deseaba orquestar un enfrentamiento cara a cara entre Norris y Baird se confirmaban. Cogió por un brazo a la mujer y trató de llevarla a un lado.

—Mira, Abbie, no necesitamos que esto se convierta en otro motivo de campaña...

Abbie Daniels se soltó de Damia con frialdad y le lanzó una mirada que hacía recordar al organillero y sus monos.

—Pero eso es exactamente, ¿no? —le preguntó—. Si los arrendatarios están tan indignados por la falta de voluntad para negociar del consejo rector que recurren a una cosa así, me parece que tenemos que cuestionar el criterio de la persona que lo preside, ¿no?

—¡Espera un minuto! —Damia alzó la mano—. No hay ninguna prueba, ni siquiera una insinuación, de que los arrendatarios son los responsables de esto.

—¿Quién más podría estar tan cabreado con el colegio como para hacerlo?

Damia miró nerviosa la cámara.

—¿Eso está encendido?

—Mira, por favor, ¿¿le puedes decir a Norris que estoy aquí??

—Abbie, me parece que no es...

Abbie Daniels giró a un lado con actitud resuelta y le hizo una seña a uno de los estudiantes.

—¿Podrías ir a decirle al doctor Norris que estoy aquí?

Damia se dio vuelta y dijo que no con la cabeza al grupo de jóvenes, ya que no sabía cuál de ellos había sido elegido. Regresó junto a Abbie Daniels y sacó el móvil del bolsillo trasero.

—Le diré al doctor Norris que estás aquí —dijo—, aunque no puedo garantizarte que esté libre en este momento. Te imaginarás que está muy ocupado con la policía y demás.

La otra mujer inclinó la cabeza muy tiesa y se dio vuelta a mirar a Baird.

—Sir Ian —la oyó decir mientras Norris levantaba el teléfono de su oficina del otro lado de la línea—, quizás podría darnos su opinión de lo que pasó aquí, mientras esperamos la respuesta del doctor Norris.

Damia, que prestaba atención a la voz de Norris, estaba a medias consciente de lo que vino después.

—No —oyó que decía una voz autoritaria.

Tartamudeando unas pocas frases apuradas, Damia terminó de hablar con el rector y apagó el móvil para ver a Dominic Walters-Russell de pie entre la periodista y su séquito de acompañantes con auriculares.

—Por favor, cualquier entrevista con sir Ian deberá realizarse fuera de las paredes de este colegio. —Su pequeña estatura de ninguna manera menoscababa la autoridad natural del joven delegado del JCR—. Sir Ian no ocupa ningún cargo en este colegio, aclaró muy bien que no desea estar asociado con él de la forma establecida, por lo tanto no tiene ningún derecho a permanecer aquí dentro y dar su opinión. Si desea entrevistarlo, me gustaría que salierais del colegio y fuerais a la Puerta Romana.

Abbie Daniels intentó empujarlo a un lado.

—No seas ridículo. Es imposible realizar una entrevista en la Puerta Romana. Hay mucho ruido de tráfico.

Dominic bloqueó su intención de hacer una maniobra para esquivarlo.

—Entonces le sugiero que usted y sir Ian vuelvan a su colegio y realice la entrevista allí —dijo.

Daniels se dio vuelta a mirar a Damia con los labios apretados.

—¿Le permitirás que me dé órdenes sobre a quién puedo o no entrevistar aquí?

Damia no titubeó.

—Sí.

—¡Pero él no tiene autoridad para decirme lo que tengo que hacer!

—Tiene toda la autoridad necesaria. Este es su colegio. Además de eso es el delegado del JCR y por eso se expresa en nombre de ellos. Pero ese no es el punto.

Daniels se dio vuelta, murmurando:

—Esto es ridículo. —Movió la cabeza en un gesto de aprobación dirigido a su equipo, se llevó el micrófono a los labios con brusquedad y dijo—: Sir Ian, ¿qué conclusión saca del desastre que vemos aquí?

Dominic se movió rápido y se colocó con decisión entre Baird y la cámara.

—No —dijo con calma—. No, en este colegio.

Baird, obviamente furioso por la medida, puso las manos en los hombros de Dominic como para quitarlo del medio, pero antes de que pudiera hacerlo los estudiantes, que los observaban con atención, se movieron como impelidos por un único impulso neuronal y rodearon a Dominic, despegaron con brusquedad las manos del sir de él y empujaron al presidente de Northgate.

—¿Estáis filmando todo esto? —Damia oyó que Daniels le preguntaba al camarógrafo, pero antes de que el hombre pudiera responder, alguien había colocado una mano sobre la lente de la cámara, impidiendo cualquier intento de enfocar el tumulto.

—Quiero que os vayáis ahora —dijo Dominic sin alterarse, dirigiéndose a sir Ian Baird—. La señorita Daniels y su gente pueden acompañarlos o quedarse, pero quiero que usted se vaya.

Baird le lanzó una mirada de franca hostilidad, pero no obligaría al delegado del JCR a bajar la vista.

—Ahora, por favor.

Como Baird aún no mostraba ninguna intención de hacer lo que se le pedía, una voz en la multitud empezó a gritar.

—¡Afuera Baird! ¡Afuera Baird!

El cántico fue adoptado con rapidez por todos los estudiantes y al grito de «¡Afuera Baird, afuera Baird!» que resonaba por el patio, y mientras Dominic Walters-Russell se negaba a bajar la vista, sir Ian se dio la vuelta en forma abrupta y salió del patio a paso vivo.

Testamento
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