Capítulo 31

Salster, fines de verano de 1388

A pesar de que desde el nacimiento de Toby, Gwyneth había sentido el deseo ferviente de que Simon le prestara un poco de atención paternal, descubrió que el interés repentino y obsesivo de su esposo por su hijo le molestaba. Por mucho que había querido que él abrazara al niño, se resistía a cederlo por completo y, aunque la dureza de corazón de Simon le había producido una prolongada angustia, jamás tuvo que compartir a Toby como lo hacía entonces. Al margen de la alegría que significaba, era algo duro de aceptar. Debía morderse la lengua todo el tiempo cuando Simon manejaba con torpeza al niño o hacía las cosas de una forma desmañada.

Al principio, el niño pareció desconcertado con la repentina dedicación de Simon, poniendo en blanco el ojo destapado hacia Gwyneth y gimiendo por ella. El corazón se le desgarraba: los instintos de protección que había afinado y agudizado en los tres años y medio de vida de su hijo insistían en que debía arrebatarlo de la garras de Simon y abrazarlo a ella. Pero sabía que no debía hacerlo. Había deseado que Simon lo reconociera, y ahora debía aguardar el momento oportuno con paciencia mientras él se habituaba al niño.

Advirtió pronto que se equivocaba si había pensado que familiarizarse con Toby y sus necesidades implicaría que Simon aprendería a hacer las cosas igual a ella, pues él tenía sus propias ideas de cómo había que manipular y enseñar al pequeño. Aunque en el pasado hubiera expresado sus opiniones con aspereza sobre la manera en que ella trataba a Tobías, al parecer habían reflejado los verdaderos sentimientos que le despertaban la sobreprotección de Gwyneth.

—¿Por qué lo llevas así? —no pudo evitar preguntarle un día que Simon llevaba a Toby montado en la cadera, con el antebrazo debajo de las rodillas dobladas del niño mientras éste trataba de mirar el mundo—. No puede mantener la cabeza levantada para ver.

—No todo el tiempo —concedió Simon—, él y yo hemos descubierto que si lo cargo así, con las rodillas dobladas, puede prestar atención a lo que hace con los hombros y la cabeza. —Estiró el cuello para mirar a Toby y el niño levantó la cabeza con un esfuerzo visible. Mientras lo hacía, Simon sorprendió a Gwyneth rodeando deprisa el cuerpo de Toby con el otro brazo para evitar que los brazos se le dispararan. Padre e hijo se miraron uno a otro, el rostro de Toby se retorcía sin control en cuanto trataba de articular sonidos y entonces Simon le soltó con delicadeza los brazos y le apoyó la mano en la frente, sosteniéndola para que la cabeza no volviera a caer hacia abajo.

—Fíjate, Gwyneth —le dijo como si le explicara algún principio arquitectónico—. Como no puede dominar todas las partes de cuerpo al mismo tiempo, siempre lo cargas para que no tenga necesidad de esforzarse. Por eso sigue estando como si... —Gwyneth se mordió el labio, pero no dijo nada, mientras miraba con atención a Toby—. Veremos si puede aprender a dominar una parte si presta atención a la otra. —Giró a Toby de modo que el chico quedó abrazado contra su pecho, mirando hacia afuera. Le empujó con dulzura la nuca para que se apoyara en él y luego le soltó la mano—. ¿Ves? —le explicó a Gwyneth—. Yo puedo ser un armazón para él.

El armazón. Simon todavía no soportaba verlo dentro de él y cuando llevaba a su hijo consigo, prefería cargarlo. Era como si no pudiera librarse de la primera reacción de horror ante el artilugio que Gwyneth le había fabricado.

Pero Gwyneth se mantuvo firme y cuando iba a la obra a pagar a los canteros los salarios semanales, Toby ya no estaba acostado en el camastro a sus pies sino que se movía laboriosamente con el armazón por allí, tendiendo sus manos inexpertas hacia las cosas mientras giraba los ojos en la cabeza sujeta y limitada en sus movimientos por el aparato, retorciendo sin cesar la cara con un placer extasiado ante aquella nueva libertad. Al ver que sus primeros intentos por coger las cosas fracasaban cuando sus brazos ansiosos se disparaban hacia afuera, Gwyneth había agregado al sostén dos pequeños aros situados en posición vertical delante de Toby. Contenidos por ellos, los brazos no podían volar y sus manos eran capaces de comenzar el largo proceso de aprender a estirarlos, coger, sostener y dar vuelta los objetos para verlos.

Simon, decidido a que su hijo viera mejor, abandonó el vendaje con el que Gwyneth le había tapado el ojo más desviado y le hizo un parche de cuero con una correa que se adaptaba de manera perfecta a la órbita ocular y no se corría como solía hacerlo el vendaje.

—Parece como si le hubieran dado un tortazo de bebé en la cabeza —se había quejado Simon respecto del vendaje de Gwyneth—. Tiene que usar algo mejor.

Y así, con un parche sobre el ojo, y las ropas nuevas que Simon le había pedido a Alysoun que le hiciera para esconder la escualidez de su cuerpo sin ejercicio, su padre llevó a Toby a la obra y por primera vez reconoció abiertamente su existencia.

Gwyneth sabía cuánto le había costado llevar a su hijo alzado a la cadera y caminar con él entre los otros canteros.

Sabía cuánto odiaría la piedad, el miedo, la supersticiosa señal hecha para evitar del mal de ojo. Sabía cuánto le costaba caminar entre hombres que habían hecho que sus hijos crecieran a su lado como aprendices, mientras él llevaba al suyo tullido en los brazos.

Y sin embargo, lo había hecho. Ya fuera como penitencia o por afecto florecido tarde y de improviso por el niño, Simon se transformó en padre de su hijo de la noche a la mañana, del mismo modo que había dejado de hacerlo cuando Tobías nació. Y estar con su padre en el mundo parecía acelerar el crecimiento de Toby de una forma que el cuidado y el amor protector de su madre no lo habían conseguido.

Por feliz que la hiciera la nueva vida de su hijo, Gwyneth se sentía herida.

Y sin embargo, no lo había perdido por completo en manos su padre. Estaba claro que la única cosa que podría hacer por Toby y que Simon no podía era darle la posibilidad de caminar. Sin importar los cuidados de su padre, sus piernas no soportaban su peso, y cuanto más lo sostenía por debajo de los brazos y lo apuntalaba mientras intentaba caminar, más difícil lo encontraba Toby.

—No tolera defraudarte —le dijo Gwyneth un día, al advertir abruptamente la angustia de su hijo—. Sabe que te gustaría mucho verlo caminar, y quiere darte el gusto, pero no puede. Y cuantos más deseos siente, menos lo consigue.

Y, si bien Simon no era un hombre al que le hiciera gracia admitir la derrota, se vio obligado a admitir que ella tenía razón. Toby aprendió muchas cosas durante los siguientes doce meses; durante el largo paro de invierno; durante el despertar de la primavera de 1389 (año en que el joven rey Richard tomó las riendas del poder de manos de sus lores Apelantes y durante el verano, cuando las paredes del colegio de Daker empezaron a levantarse de nuevo). Mientras se ponían en marcha grandes cosas en asuntos de Estado, y otras más pequeñas, pero significativas, sucedían en su propia ciudad, Tobías Kineton aprendió a sentarse contra una pared sin caerse, a impulsarse sobre la espalda con las piernas apuntaladas y a mirar a su padre a la cara. Tal vez se trataba de cosas que la mayoría de los niños dominaban bien antes de cumplir el primer año, pero para Toby eran pequeños milagros de perseverancia que su madre jamás pensó verlo hacer.

Pero caminar todavía estaba más allá de él. Para eso, necesitaba el armazón.

Testamento
titlepage.xhtml
sec_0001.xhtml
sec_0002.xhtml
sec_0003.xhtml
sec_0004.xhtml
sec_0005.xhtml
sec_0006.xhtml
sec_0007.xhtml
sec_0008.xhtml
sec_0009.xhtml
sec_0010.xhtml
sec_0011.xhtml
sec_0012.xhtml
sec_0013.xhtml
sec_0014_split_000.xhtml
sec_0014_split_001.xhtml
sec_0015.xhtml
sec_0016.xhtml
sec_0017.xhtml
sec_0018.xhtml
sec_0019.xhtml
sec_0020.xhtml
sec_0021.xhtml
sec_0022.xhtml
sec_0023.xhtml
sec_0024.xhtml
sec_0025.xhtml
sec_0026.xhtml
sec_0027.xhtml
sec_0028.xhtml
sec_0029.xhtml
sec_0030.xhtml
sec_0031.xhtml
sec_0032.xhtml
sec_0033.xhtml
sec_0034.xhtml
sec_0035_split_000.xhtml
sec_0035_split_001.xhtml
sec_0036.xhtml
sec_0037.xhtml
sec_0038.xhtml
sec_0039.xhtml
sec_0040.xhtml
sec_0041.xhtml
sec_0042.xhtml
sec_0043.xhtml
sec_0044.xhtml
sec_0045.xhtml
sec_0046.xhtml
sec_0047.xhtml
sec_0048.xhtml
sec_0049.xhtml
sec_0050.xhtml
sec_0051.xhtml
sec_0052.xhtml
sec_0053.xhtml
sec_0054.xhtml
sec_0055_split_000.xhtml
sec_0055_split_001.xhtml
sec_0056.xhtml
sec_0057.xhtml
sec_0058.xhtml
sec_0059.xhtml
sec_0060.xhtml
sec_0061.xhtml
sec_0062.xhtml
sec_0063.xhtml
sec_0064.xhtml
sec_0065.xhtml
sec_0066.xhtml
sec_0067.xhtml
sec_0068.xhtml
sec_0069.xhtml
sec_0070.xhtml
sec_0071.xhtml
sec_0072.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_000.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_001.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_002.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_003.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_004.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_005.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_006.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_007.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_008.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_009.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_010.xhtml
notas_a_pie_de_pagina_split_011.xhtml