Primera parte
Pues que ni bronce o piedra o tierra o mar sin linde,
no hay brío que cruel mortalidad no tuerza,
¿cómo hermosura ante el furor que todo rinde
luchará, si no es más que de una flor su fuerza?
Oh, ¿cómo el dulce aliento del verano frente
le hará al embate de los días en balumba,
cuando ni hay torre inexpugnable ni valiente
puerta de hierro tal que al Tiempo no sucumba?
Negra visión: ¿en dónde, ay, la mejor prenda
del Tiempo contra el Tiempo encontrará guarida?
¿Qué fuerte mano a su corcel tendrá la rienda?
¿O quién que su saqueo de hermosura impida?
Ah no, nadie; a no ser que, por milagro raro,
mi amor en negra tinta esté luciendo claro.
—William Shakespeare, «Soneto 65»[1]