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Llegó algo tarde a clase y sus alumnos estaban inquietos. Hizo todo lo que estuvo en sus manos para reconducir sus pensamientos (y a ellos), pero no podía centrarse, así que echó mano del libro de profesores, al que generalmente se refería (de manera un tanto pedante) como el Antídoto contra el aprendizaje. «Muy bien, ahora que hemos sacado nuestras propias respuestas, consultemos el Antídoto contra el aprendizaje…» Al final de su primera clase se disculpó por haber estado distraído y prometió a sus estudiantes que al día siguiente volvería a ser él mismo. Ellos asintieron solemnemente y se miraron de manera elocuente.

Saben que has estado hablando con la policía. Puede incluso que conozcan el motivo.

En ocasiones Thomas deseaba que hubiera un examen nacional que evaluara la capacidad de los chavales para llegar al mismo centro de los secretos y misterios que envolvían al profesorado. Todos sacarían grandes notas.

A la hora de comer miró su móvil para ver si tenía algún mensaje. Había tres, dos de empresas de alarmas solicitándole los detalles de su casa y preguntándole si estaba «precableada» para un sistema de seguridad. Thomas no sabía muy bien qué significaba aquello, pero les llamó y les dijo que, casi con toda probabilidad, no. Afirmaron que eso incrementaría los costes. Él les dijo que no había problema y concertó las citas para que se pasaran por su casa durante el fin de semana.

El tercer mensaje era de Polinski. Le pedía que la llamara. Así lo hizo y, en esa ocasión, ella respondió al primer tono.

—Soy Thomas Knight —dijo.

—Tiene cierta información para mí —contestó de manera muy formal.

—No estoy muy seguro —dijo Thomas—. Nada consistente. Más bien una extraña coincidencia…

—Prosiga —dijo Polinski.

Le contó todo: la llamada de Escolme, su encuentro en el Drake, su ataque de pánico por haber perdido la obra de Shakespeare y su afirmación de que esta había pertenecido a la novelista que había sido asesinada junto a su ventana. Se produjo un breve silencio cuando hubo terminado y Thomas esperó, sospechando que se limitaría a darle las gracias de manera educada y le colgaría.

—¿Puede deletrearme ese nombre, Escolme?

Así hizo, y se produjo otra pausa.

—¿Una obra de Shakespeare perdida? —dijo—. ¿Le parece a usted probable?

—Lo cierto es que no —dijo Thomas—. No sé mucho de ello.

—Al parecer él no piensa igual —dijo—. ¿Algo más?

—Creo que eso es todo.

—Estaremos en contacto —dijo Polinski, y después colgó.

En la sala de profesores, abrió el Tribune y le echó una hojeada. De tanto en tanto pasaba las páginas, buscando cualquier cosa relacionada con el asesinato. Sus ojos se detuvieron en una palabra del titular de una pequeña columna de la sección de cultura: «Shakespeare».

Comenzó a sentirse incómodo de nuevo, y a continuación tenso cuando empezó a leer la noticia. Segundos después se relajó. No era nada. Al parecer, la Conferencia Nacional sobre Shakespeare iba a celebrarse en Chicago. Ochocientos o más profesores y estudiosos de Shakespeare de todas partes del mundo iban a reunirse para una serie de ponencias y debates. Thomas sonrió sombríamente. Había asistido a esa conferencia cuando se celebró en Boston, en sus tiempos de estudiante de doctorado, y le había parecido impresionante, desalentadora y absurda por momentos.

Era una tontería, claro está, pensar que la conferencia fuera relevante para lo que había ocurrido. Llevaría meses programada, años quizá. Hacía más de diez años que Thomas ya no formaba parte de ese mundo. Lo cierto era que había dejado de formar parte al abandonar su tesis doctoral antes de llevar ni una cuarta parte hecha. Sin embargo, como profesor de lengua y literatura inglesa, nunca había podido dejar marchar a Shakespeare del todo, aunque en ocasiones le pareciera que era Shakespeare el que no le dejaba marchar. Y ahora la conferencia volvía a su ciudad, a su vida, y Thomas no podía evitar pensar que eso significaba algo.

Alzó la vista con el ceño fruncido, y lo decidió. Se marcharía del instituto tan pronto como sus clases le permitieran e iría a la conferencia. Miró de nuevo el periódico para ver dónde se celebraba la reunión. Se quedó sin habla.

La conferencia se celebraba en el Drake.

Naturalmente…