EL LENGUAJE DE LOS ÁNGELES

Durante las ceremonias es frecuente el empleo de fórmulas y conjuros en henoquiano, un extraño lenguaje cuya fonética suena a una mezcla entre latín, hebreo y árabe. El henoquiano procede de John Dee, mago de la corte de Isabel I de Inglaterra al que le habría sido revelado por los propios ángeles. La primera comunicación ultraterrena de Dee fue con el ángel Anael, a quien veía en la superficie de una piedra y con el que mantenía conversaciones en inglés, latín y hebreo. Con el tiempo, la comunicación con los ángeles se fue haciendo más compleja y Dee adquirió la habilidad de entender el lenguaje de los ángeles, el henoquiano o lenguaje de Henoch que, según le decían las entidades con las que se comunicaba, era la lengua que Adán y Eva hablaron en el Edén y de la cual proviene el hebreo actual. Las comunicaciones fueron haciéndose cada vez más complejas, por lo que el mago se vio en la necesidad de solicitar la ayuda de otra persona para ejecutar el Ritual Angélico. Por ello se unió a Edward Nelly, un médium al que comenzó a utilizar como intermediario en sus comunicaciones con los ángeles. Para el profano, este lenguaje tiene toda la apariencia de un galimatías ininteligible -por ejemplo, micaolz olptr, cuya fonética es evidentemente complicada, significa Poderosa Luz- no obstante, son muchos los ocultistas que, incluso en la actualidad, creen que Dee aprendió el lenguaje de los ángeles.

Los elementos litúrgicos de una celebración satánica varían mucho y pueden ir desde una simple vela a complejos montajes en los que se utilizan cierto número de objetos. No obstante, pasaremos a enumerar los más comunes. Una campana que es tocada nueve veces al comienzo y final del ritual. El oficiante suele girar sobre si mismo en sentido contrario a las agujas del reloj mientras hace sonar dicha campana. Un cáliz, preferentemente de plata, pero nunca de oro ya que este metal es asociado por los satanistas con la liturgia cristiana. También puede emplearse vino, una espada, un gong, pergamino, etc. En cualquier caso, todos estos elementos se ubican en una mesita auxiliar cerca del altar, nunca en este.

ORGANIZACIONES GRANDES, ORGANIZACIONES PEQUEÑAS

A excepción de la Iglesia de Satán y el Templo de Set, a los que con mucha suerte podríamos sumar otra media docena de organizaciones, los grupos o sectas satánicas generalmente se han caracterizado por ser pequeños y efímeros. Un somero recorrido por Internet nos mostrará un elevado número de páginas web abandonadas que en su momento pertenecieron a algún grupo satánico que se extinguió a los pocos meses de su nacimiento, víctima de la apatía de sus miembros y del no cumplimiento de unas expectativas de crecimiento bastante irreales. Y es que, a pesar de las cifras alarmistas con las que nos acribillan los medios de comunicación, el porcentaje de satanistas en cualquier país occidental es muy inferior al de otras prácticas religiosas minoritarias. Por ejemplo, se estima que en los Estados Unidos existirán unos 28.000 satanistas, una cifra equivalente al 0’01% de la población de aquel país, lo que extrapolado a España nos daría aproximadamente unos 4.000 satanistas. Sin embargo, dada la importancia secular de la Iglesia Católica en nuestro país y el periodo de cuarenta años de represión religiosa durante la dictadura del general Franco, es de suponer que esta cifra sea en realidad incluso menor.

Como mencionábamos al principio de este apéndice, durante las décadas de los 80 y 90 se comenzó a dar un curioso fenómeno sociológico con reminiscencias medievales que, inevitablemente, nos lleva a recordar las cazas de brujas que en su momento realizó la Inquisición. Estamos hablando del temor a una presunta amenaza satánica que, alentado en la mayor parte de los casos por periodistas sin demasiados escrúpulos o muy cercanos a los círculos cristianos más conservadores, se instaló en los corazones de un buen número de ciudadanos.

Hubo una época no muy lejana en que tras cada cadáver mutilado en un ajuste de cuentas entre narcotraficantes, tras cada recién nacido desgraciadamente abandonado en un contenedor de basura, tras cada crimen sin resolver ocurrido en circunstancias inusuales se quería ver la mano de sectas satánicas que se describían como organizaciones con numerosos miembros, bien organizadas y con fuertes influencias en diversos centros de poder. Por supuesto, jamás se encontró una prueba de estas afirmaciones a pesar de los escandalosos reportajes de determinados medios y periodistas. Es comúnmente aceptado entre investigadores y académicos que en este caso nos encontramos ante una leyenda urbana propiciada por la desinformación, el comportamiento poco escrupuloso de los medios de comunicación (admitiendo como parte de sus informaciones exageraciones, conjeturas sin contrastar y testimonios de personajes de escasa credibilidad) y la importación de material cultural (cine, televisión, etc.) estadounidense, donde este mismo fenómeno se había dado unos años antes.