RITUALES SATÁNICOS

Para el satanista la oración es un ejercicio inútil y alienante que distrae a la mente de actividades más productivas. Por tanto, los satanistas no rezan a Satán.

Para un satanista, la más sagrada de las fiestas será su propio cumpleaños, como exaltación de su individualidad. También existen otras celebraciones menores:

La noche de Walpurgis (30 de abril).

Halloween (31 de octubre).

Los solsticios en junio y diciembre.

Los equinoccios en marzo y septiembre.

Diversos autores han apunto hacia la existencia de otros festejos satánicos. Sin embargo, como tantas otras cosas esto también pertenece más al campo del folklore y la imaginación que al de la realidad contrastada. En cuanto a los rituales, las tan cacareadas misas negras están completamente en desuso, y las pocas que aún se llevan a cabo, se realizan por motivos meramente publicitarios y, en algunos casos, incluso por encargo y bajo pago, como si de un espectáculo se tratara. En los auténticos rituales de la Iglesia de Satán se invoca a diversas entidades, las más importantes Satán, Lucifer, Belial y Leviatán. Estas ceremonias se realizan con el fin de festejar a una persona o algún elemento de la fe satánica. Luego están los rituales mágicos que se dividen en tres tipos:

1) Magia sexual, que incluye rituales llevados a cabo en solitario con masturbación, en pareja o en grupo.

2) Rituales que tienen por fin asegurar la sanación, beneficio o felicidad de una determinada persona.

3) Rituales de destrucción, que pretender llevar la desgracia a un individuo. Los elementos que forman parte de estos rituales han sido suficientemente popularizados por el cine y la literatura e incluyen muñecos que representan a la víctima y que son traspasados con alfileres, la descripción escrita o iconográfica del daño que se pretende atraer sobre el sujeto, etc. Los rituales de destrucción suelen ser oficiados por el grupo en pleno, asegurándose su efectividad merced al sumatorio de las “energías” de todos sus miembros. Es creencia de la Iglesia de Satán que el individuo sobre el que se hace este tipo de ritual debe ser merecedor de la desgracia que se pretende desencadenar sobre él. De no ser así, el ritual no tendrá ningún efecto.

Durante el transcurso de estas ceremonias los oficiantes masculinos suelen vestir túnicas de color negro, con capucha o sin ella, dependiendo de los usos del grupo concreto. Las mujeres de más edad visten también este mismo tipo de túnicas, mientras que las jóvenes se atavían con prendas más sugerentes que dejen al descubierto sus encantos. Es una práctica común el llevar al cuello amuletos con el sello de Bafomet y otros emblemas satánicos, como cruces invertidas o pentagramas. Las liturgias se celebran ante un altar sobre el que se tiende una mujer desnuda. La razón de esto es simbolizar que el satanismo es una religión de la carne y la sensualidad, no del espíritu. Dicho altar es trapezoidal, de color negro y tiene unas dimensiones de un metro de alto por dos de largo. Se suele colocar en el extremo oeste del templo donde se lleva a cabo la ceremonia, con la cabecera apuntando hacia el sur. Al menos así era hace unos treinta años, ya que con el tiempo la utilización de altares vivientes en las prácticas satánicas ha entrado en desuso y solo recurren a ella algunos grupos muy determinados. Independientemente de si está ocupado por una bella señorita o no, a la derecha de este altar se coloca una vela blanca, que representa a los poderes de la luz, la magia blanca que se lleva a cabo para ayudar o socorrer a los amigos. A la izquierda hay una vela negra simbolizando el poder de las sombras, la magia negra para perjudicar o destruir a nuestros enemigos. La presencia de estas dos velas hace referencia a las energías invisibles que entran en juego en los rituales. El resto de la estancia se suele iluminar igualmente con velas, cuyo color y disposición ya depende por entero del gusto de los oficiantes.