EL SEGUNDO FAUSTO
Sobre el segundo Fausto conocemos mucho más, y lo que sabemos está lejos de señalarle como un personaje recomendable. Durante esa misma época, un charlatán que se hacía llamar “Jorge Fausto” proclamaba que tenía los doctorados en piromancia e hidromancia, entre otros grados académicos bastante irregulares. Este pícaro hizo de las suyas por Alemania y zonas limítrofes usando trucos que incluían los fuegos artificiales y la linterna mágica para sacarles el dinero a los campesinos locales y para, por la noche, colarse en las camas de sus hijas menores de edad. Resulta innecesario comentar que tal personaje tuvo no pocos roces con la ley, y la existencia que llevaba era en extremo poco envidiable. Desgraciadamente, la mayoría de las historias populares sobre Fausto están basadas en las actividades de este sujeto. Esta es la razón por la que Fausto aparece a veces retratado como el ideal romántico del mago del Renacimiento y otras como un asiduo visitante de los ambientes tabernarios del siglo XVI. El último era el entorno favorito de nuestro amigo “Jorge” y muchas de las leyendas alemanas sobre Fausto giran alrededor de este personaje. En las leyendas populares, al contrario de lo que sucede en las obras literarias, Fausto es un patán que es encontrado finalmente muerto en un canal, descuartizado por el Diablo. Esto podría estar basado en la muerte real de “Jorge Fausto”, que pudo haber acabado así a manos de uno de sus muchos estafados o del padre de alguna muchachita a la que hubiera dejado encinta.
Varios documentos contemporáneos del siglo XVI hacen mención a cierto “necromante” llamado Fausto. En el siglo XVI se creía que la necromancia era la capacidad para convocar a los muertos y comunicarse con ellos, siendo una habilidad de origen diabólico. Como definición no está mal pero, aparte de un fraude total, ¿qué era la necromancia realmente? A nuestro juicio, se trataba de una combinación de dos cosas completamente diferentes: la capacidad mediúmnica y el chamanismo, entendidas mal y diagnosticadas peor en una sociedad que tendía a la supresión violenta de cualquier cosa que escapara a su congénita estrechez de miras, ante todo desde que el cristianismo triunfara sobre las religiones precristianas, en las cuales el chamanismo era un aspecto vital.