SACRIFICIO EN EFIGIE
Estamos hablando de algo tan hondamente enraizado en la cultura humana, que los seguidores de una secta hindú en el estado de Assam han restablecido la antigua práctica del sacrificio humano. En ausencia de voluntarios humanos, los devotos del templo de Kamakhya, cerca de Guwahati, la capital del estado, están utilizando efigies de tamaño natural confeccionadas con harina.
Mantenidos tradicionalmente en secreto, se pensaba que los sacrificios humanos a la diosa Shakti habían desaparecido totalmente. Sin embargo, existían desde hace algunos años rumores sobre el renacimiento de la práctica del “bali nara”, si bien habían sido imposibles de confirmar, ya que nadie ajeno al culto tiene acceso a este templo, uno de los lugares de peregrinaje más santos de la India.
Los seguidores de la secta quisieron, al parecer, restablecer su sangrienta tradición con seres humanos vivos, pero han optado por las efigies temiendo una reacción de las autoridades: “Es difícil encontrar actualmente una víctima humana que se preste a ser inmolada”, declaró a la BBC el Dr. Pradeep Sharmah, director del instituto de Vivekananda Kendra de cultura (VKIC).
Parece ser que en la curiosa decisión de los hindúes influyeron decisivamente las protestas de los grupos en pro de los derechos de los animales sobre su uso en sacrificios rituales. Los sacerdotes pensaron que si se armaba tanto revuelo por un animal, qué no sucedería si el exterior tenía noticias de la existencia de sacrificios humanos. El Dr. Sharmah se enteró de todo esto al tener acceso al círculo interno de los sacerdotes Shakta tras largos esfuerzos por ganarse su confianza: “El sacrificio se hace en la medianoche del día de Ashtami durante el Durga Puja otoñal de diez días. Pero puede también ser realizado en cualquier día especificado por las fuerzas divinas. Los adoradores antiguos creyeron que los dioses enviaban a la persona que debía ser sacrificada y, en general, nunca se ponía a una mujer sobre el altar”.
El templo de Kamakhya atrae a unos 10.000 devotos al día, pero ciertos aspectos de las ceremonias -incluyendo los sacrificios- han sido tradicionalmente guardados en secreto. Bharati Prasad Sarma, máxima autoridad del templo, atestigua que jamás se ha permitido a un extranjero presenciar un sacrificio: “Se cree que si un intruso intenta contemplar la ceremonia sin autorización, sufrirá sin remedio la maldición de la diosa”.
Oficialmente, los sacrificios humanos finalizaron en el reinado de Gaurinath Singha (1780-1796), si bien existen sospechas de que se siguieron llevando a cabo en secreto hasta 1933.