CLAVES Y CLAVÍCULAS

Otro instrumento muy preciado a la hora de “obligar” al diablo a realizar un pacto es, según un gran número de maestros ocultistas, la clavícula derecha de un difunto. Sus virtudes son explicadas en múltiples recetas magistrales, como la Clavícula Salomonis, una de las obras cumbres de la magia negra.

A continuación reproduciremos un texto del Gran Grimorio, atribuido por la mayor parte de los estudiosos al afamado brujo Roboan, y que incluye una apelación a los principales espíritus infernales -que Roboan afirmaba conocer personalmente- muy similar a la presentada en la receta anterior.

“Cuando queráis contraer un pacto con uno de los principales espíritus, comenzaréis la antevíspera del pacto por ir a cortar, con un cuchillo nuevo que no haya servido nunca, una vara de nogal silvestre, exactamente en el momento en que el sol aparece en el horizonte. Hecho esto, os proveeréis de una emotilla -piedra de imán-, dos cirios benditos, dos talismanes, y elegiréis luego un lugar apropiado para la ejecución, donde no podáis ser estorbados.

El pacto puede hacerse también en una habitación preparada al efecto, o en algún aposento ruinoso de un viejo castillo, aunque lo más seguro se ha considerado siempre la cima de una montaña o el cruce de cuatro sendas diferentes próximas a un río.

Una vez elegido el sitio para celebrar la invocación, se hará lo siguiente:

Se tenderá en el suelo una piel de cabrita virgen, que haya sido sacrificada en viernes; sobre la piel se trazarán círculos concéntricos con la piedra imán y después el triángulo sobre el cual se formará la ruta de T, llamada generalmente ‘del tesoro’, pero que en realidad deberá considerarse bajo las siguientes acepciones: ruta de la eternidad, del infinito, del espacio, de lo desconocido, del tiempo, de lo oculto, de lo misterioso, etc. Con objeto de que puedan trazarse con acierto sobre los dibujos del gran círculo cabalístico, o de los pactos, conviene procurarse uno de los viejos símbolos, para copiarlo debidamente y no cometer así ningún deplorable error.

Los talismanes se colocarán debajo de los calendarios que sostienen los cirios benditos, poniendo a los lados tres coronas de verbena, albahaca o flor de saúco, cogida la noche de San Juan a la hora en que las hogueras ya se convierten en rescoldos. No importa que sean coronas de una sola de dichas plantas o de las tres.

Al pie del círculo triple figuran las iniciales JHS para que ningún espíritu pueda hacer daño al efectuarse las invocaciones, pero si el celebrante es muy atrevido o temerario, puede suprimirlas, aunque eso no es muy aconsejable.

Cuando todo se halle ya ejecutado, se pondrá delante del triángulo una cazoleta de metal, con algunos carbones encendidos, donde se echarán perfumes odoríferos de polvos de incienso y de laurel.

Estando todo preparado, en la hora justa de la medianoche, el invocador se colocará en medio del triángulo, teniendo en la mano derecha la vara misteriosa, con la gran apelación al espíritu, a la izquierda la llave, o Clavícula de Salomón, la petición que vaya a hacerse, así como el pacto y la despedida del espíritu, todo lo cual se habrá escrito antes.

Habiendo ejecutado exactamente lo que ya se ha detallado, se empezará por recitar la apelación siguiente, con todo fervor y esperanza, con voz grave y pausada:

- Emperador Lucifer, dueño y señor de todos los espíritus rebeldes, te ruego que me seas favorable en la apelación que hago a tu ministro, el gran Lucífugo Rofocale, pues deseo hacer pacto con él. Yo te ruego a ti, Príncipe Belzebuth, que me protejas en mi audaz empresa. ¡Conde Astaroth! Séme propicio, y haz que en esta noche el gran Lucífugo se me aparezca bajo una forma humana, sin ningún pestífero olor, y que me conceda por medio del pacto que voy a presentarle todas las riquezas o dones que necesito. ¡Gran Lucífugo! Yo te ruego que dejes tu morada dondequiera que te halles, para venir a hablarme. De lo contrario, te obligaré por la fuerza del grande y poderoso Alpha y Omega, y de los ángeles de la luz, Aldonay, Eloim y Jehovam, a que me obedezcas. Obedéceme prontamente, ¡oh Lucífugo!, o vas a ser eternamente atormentado por la fuerza de las poderosas palabras de la Clavícula de Salomón, de las que se servía para obligar a los espíritus rebeldes a recibir sus pactos. Así pues, aparécete enseguida, o voy a atormentarte continuamente por el poder de estas mágicas palabras de la Clavícula: AGLON, TETRAGRAMMATON, VAYCHEON, STIMULAMATHON, EROHARES, RETRASAMATHON, CLYORAN, ICION, ESITION, EXISTIEN, ERYONA, ONERA, ERASYN, MOYN, MEFFIAS, SOTER, EMMANUEL, SABAOTH, ADONAI, te adoro y te invoco.

A continuación, el espíritu aparecerá y se dirigirá al invocador con estas palabras:

- Heme aquí. ¿Para qué me quieres? ¿Por qué turbas mi reposo? Responde. Yo soy Lucífugo Rofocale a quien has invocado.

A lo cual el invocador responderá:

- Te llamo para hacer pacto contigo, a fin de que me concedas todo aquello que deseo. Si no, te atormentaré con las poderosas palabras de la gran Clavícula de Salomón.

Y el espíritu responderá:

- Entonces no puedo acceder a tu demanda sino con la condición de que te entregues a mí por espacio de veinte años, para hacer con tu cuerpo y con tu alma lo que me plazca.

Al terminar de hablar Lucífugo Rofocale, el invocador le arrojará el pacto, que debe haber sido escrito de propia mano y sobre un pedazo de pergamino virgen, y que consiste en estas palabras, bajo las cuales se habrá puesto la propia firma, trazada también con la propia sangre:

EL PACTO:

Yo prometo al gran Lucífugo recompensarle durante veinte años de todos los tesoros que me conceda. En fe de lo cual firmo al pie.

A la vista de este documento, el espíritu responderá:

- Todavía no puedo acceder a tu demanda.

Y desaparecerá acto seguido.

Entonces, para reforzar al espíritu a obedecer, el invocador volverá a leer la gran apelación con las terribles palabras de la Clavícula de Salomón, hasta que el espíritu reaparezca por segunda vez y pregunte:

- ¿Por qué sigues atormentándome? Si me dejas en paz yo te daré el tesoro más inmediato, y te concederé lo que deseas, con la condición de que me consagrarás unas monedas todos los primeros lunes de cada mes, y no me llamarás un día de cada semana a saber: desde las diez de la noche hasta las dos de la madrugada. Recoge tu pacto. Ya lo he firmado. Si no cumples tu palabra serás mío dentro de veinte años. ¡Esta es la palabra de Lucífugo Rofocale!

Entonces el invocador contestará al espíritu:

- Accedo a tu demanda, con la condición de que harás aparecer ante mí el tesoro más próximo, para que pueda llevármelo inmediatamente y disfrutar de él.

Y el espíritu responderá:

- Sígueme y toma el tesoro que te voy a mostrar.

Entonces, el invocador seguirá al espíritu por el camino del tesoro, que estará marcado en el triángulo, sin dar ninguna muestra de espanto, y arrojará su pacto, ya firmado, sobre el tesoro, tocándole luego con la vara mágica y pudiendo ya coger todo el dinero que le apetezca, volviéndose luego al triángulo, pero sin girar el rostro. El invocador colocará entonces todo el dinero recogido a sus pies y comenzará a leer la despedida al espíritu, tal y como se especifica:

- ¡Gran Lucífugo! Estoy contento de ti por ahora. Te dejo en paz y te permito retirarte a donde te parezca, sin hacer ningún ruido ni dejar ningún mal olor. No te olvides a lo que te has comprometido en mi pacto, ya que si faltas en lo más mínimo te atormentaré eternamente con las grandes y poderosas palabras de la Clavícula del gran rey Salomón, con las que se obliga a obedecer a todos los espíritus rebeldes.

Luego, antes de salir del círculo cabalístico, se pronunciará la siguiente oración al Todopoderoso en acción de gracias:

- ¡Dios Todopoderoso! Padre celeste que has creado todas las cosas, en servicio y para utilidad del hombre. Te doy las más humildes y reverentes acciones de gracias, porque por tu gran bondad has permitido que, sin riesgo, pudiera yo haber hecho pacto con uno de tus espíritus rebeldes, sometiéndole a darme todo lo que me fuere necesario. Yo te agradezco, ¡oh, Dios Todopoderoso!, el bien con el que me has colmado esta noche, dignándote a concederme a mí, insignificante criatura, tus preciosos favores. Ahora, ¡oh gran Dios! es cuando he conocido la fuerza y el poder de todas tus grandes promesas cuando dijiste: “Buscad y encontraréis”. Y cuando tú has ordenado y recomendado socorrer al pobre, dígnate inspirarme verdaderos sentimientos de caridad, y haz que yo pueda emplear, en una obra santa, gran parte de los bienes con los que tú, gran divinidad, has querido colmarme. Haz, ¡oh poderoso Dios! que yo goce con tranquilidad de estas riquezas de que soy poseedor, y no permitas que ningún espíritu rebelde me perjudique en que sea yo dueño. Inspírame también, ¡Oh gran Dios! los sentimientos necesarios para poder desprenderme de las garras del demonio y de todos los espíritus malignos. Yo me pongo, Soberano Señor, Padre, Hijo y Espíritu Santo, en vuestra santa protección. Amén.

Una vez dicha la anterior oración, ya puede el invocador, sin cuidado alguno, retirarse de aquellos lugares, en la seguridad de que los malos espíritus no se acercarán a molestarle.

En el caso de que por olvido o azoramiento el invocador dejará de recitar la mencionada oración, se hallaría expuesto a que, al salir del círculo, fuera atormentado por algunos espíritus malignos, lo que hacen siempre con aullidos, gritos, pellizcos y otros excesos. Sus voces resultan una música muy desagradable, tanto porque no se ve quiénes son los que gritan, como por que no tienen nada de humanos.

En el supuesto de haber cometido un error y de ser molestado por los espíritus malignos, para alejar a éstos bastará con mostrarles el talismán Dominador, y decir “Vade retro, espíritus inmundos”, haciendo luego la señal de la cruz con los dedos pulgar e índice de la mano derecha.

Hechos ya los preparativos indicados en la invocación anterior, suprimiendo los cirios, cruces y signos JHS, y careciendo de todo temor, se dirá:

- Al grande y poderoso Lucifer, Luzbel y Satanás. ¡Gran Lucifer, emperador excelso de los antros infernales! Yo me postro ante ti y te reconozco como señor y soberano si me pones en posesión de las artes ocultas de la magia, dándome el don de conocer la ciencia misteriosa y sobrenatural que tu posees, para lograr por su medio la verdadera sabiduría. Sea yo admitido entre tus escogidos; véanse satisfechas mis aspiraciones de riquezas; el logro de la persona deseada; la destrucción y daño de mis enemigos. Deseo ser tu esclavo, y para ello puedes, desde hoy, disponer de mi cuerpo y de mi alma. Y ahora, si aceptas mi pacto, que traigo escrito en tinta misteriosa y que está firmado con mi sangre, preséntate ante mí para que pueda reconocerte como señor y soberano. Yo te invoco una vez más, ¡Oh, esclarecido príncipe de las tinieblas! para que aparezcas a mi lado en forma humana y me firmes el pacto que presento. No tengo ningún temor y sí un gran deseo de que me concedas lo que pido. Juro seguir tu ley en adelante, renegar de Dios al que aborrezco, del agua del bautismo que sin mi consentimiento he recibido, y de todo aquello que no sea de tu agrado. Quiero pertenecerte y formar compañía con los espíritus de tentación y daño, mas para eso es preciso que mi pacto sea aceptado, firmado y confirmado. Yo te conjuro Lucifer, Luzbel y Satanás, por el poder de este mágico talismán, que es imagen del que usaba el gran sabio Salomón, y por cuya mediación logró el dominio de la sabiduría, de las Ciencias Ocultas y Mágicas, y de todo lo creado, para que aparezcas ante mí, tu nuevo siervo. Aparece ya prontamente o, de lo contrario, te haré permanecer eternamente en los profundos infiernos, por las poderosas palabras cabalísticas de Salomón “Abracadabra Eloim”, cuyo poder solo él y tú conocíais. Preséntate a mí. ¡Yo lo quiero!

Al pronunciar estas palabras, si el invocador las dice sin temor, se le aparecerá Lucifer diciendo:

- ¿Me quieres, hombre vil? ¿Qué es lo que me pides? ¿Cuál es tu pacto?

Entonces tú le responderás así:

- Quiero que me des riquezas, poder, sabiduría, conocimiento de las ciencias secretas, dominio absoluto de las personas, don de ser invisible, de andar sobre el agua, y todo cuanto se contiene en el pacto que te presento, hecho según las reglas del arte y que he firmado con mi sangre.

A continuación el invocador debe hacer entrega del pacto. Y Lucifer contestará con su voz cavernosa:

- ¡Mortal temerario! Si me entregas tu alma, accederé a tu pacto.

El invocador debe responder entonces:

- Yo te prometo mi alma para el día en que muera, pero si no cumples lo que pido en el pacto, quedaré libre de volver a implorar la divina misericordia.

Desde ese momento y considerando que Lucifer no falte a su palabra, el invocador quedará a su disposición para siempre.

Hay que advertir que suele suceder que Satán se presente en forma de persona o animal desconocido, y aún puede ocurrir que lo haga en forma de tronco con las ramas cortadas.

Por terrible que sea la aparición, el invocador no debe demostrar el menor miedo, pues teniendo en la mano el talismán Dominador no podrá hacerle daño alguno.

También ocurre algunas veces que se aparece en forma de dragón, echando llamas por la boca y los ojos, y lanzando aullidos espantosos.”

En el llamado Gran Grimorio se encuentra otra fórmula y un ritual diferente para formalizar el pacto con Satán, que recibe el nombre de Pacto de la Sangre. Su autor empieza dirigiéndose a los hombres que aspiran a la posesión de la sabiduría, de las ciencias ocultas y de las riquezas, y lo hace del siguiente modo:

“¡Hombres! ¡Frágiles mortales! Los que pretendéis poseer la profunda ciencia mágica; ¡temblad de vuestra temeridad! Para conseguirlo, necesitáis colocar vuestro espíritu muy por encima de vuestra esfera, haceros firmes e inquebrantables y estar muy atentos a observar exactamente cuanto os diré, sin lo cual todo se volverá en vuestro perjuicio, destrucción y completo aniquilamiento; pero si, por el contrario, observarais atentamente cuanto os diga, saldréis con facilidad de la posición pobre y humilde, y veréis cómo luego el éxito corona todas vuestras empresas.

Armaos, pues, de la mayor intrepidez, sagacidad y virtud, para emprender esta grande e inmensa obra, en la que yo he pasado sesenta y siete años, para lograr algún resultado. Por esto es preciso practicar exactamente cuanto después se dirá.

Pasaréis un cuarto de luna llena sin acompañaros de mujeres ni de muchachos, para no caer en alguna impureza.

Comenzaréis vuestra práctica al empezar el cuarto de luna, prometiendo al gran Adonai, que es jefe de todos los espíritus, no hacer más de dos colaciones al día, es decir, dos comidas durante cada veinticuatro horas del cuarto de luna, las cuales corresponderán, precisamente, a las horas del mediodía y de la medianoche; o si lo preferís, a las siete de la mañana y a las siete de la noche, si bien a los ojos de Adonai es más grato que se haga a las horas primeramente señaladas.

Durante todo el cuarto de luna es preciso dormir lo menos posible, no debiendo exceder en modo alguno las seis horas que por día han de dedicarse al sueño.

Todos los días, después de cada colación, se recitará la siguiente plegaria:

- Yo os imploro, grande y poderoso Adonai, maestro y señor de todos los espíritus. Yo os imploro, ¡oh, Eloim! Yo os imploro, ¡oh, Jehovam! Yo os doy mi alma, mi corazón, mis entrañas, mis manos, mis pies y mi espíritu.”