EL PAÍS DE LOS DIOSES
El panorama político y cultural en la tierra de los yorubas era muy similar al de la Grecia clásica, existiendo una serie de ciudades estado libremente asociadas. Cada ciudad estaba consagrada a un Orisha y era su centro de adoración. Si alguien era designado para ser sacerdote de Oshún, por ejemplo, esa persona debería ir a Osogbo, ciudad en la que tendría lugar su iniciación y en la que viviría para siempre. Estas ciudades sufrían saqueos periódicos por parte de los traficantes de esclavos. De esta forma, adoradores de los diferentes dioses del panteón yoruba se vieron obligados a convivir en el Nuevo Mundo. Se llamaban entre ellos “Lukumí”… una expresión yoruba que significa “mi amigo”. De esta manera podían identificarse y diferenciarse del resto de los esclavos, procedentes de otras regiones, como el Congo.
La anómala situación de supervivencia que suponía la esclavitud hizo que los Lukumí se vieran obligados a adaptar su religión a las circunstancias. En África, cada uno de ellos estaría bajo la protección de un orisha aparte de ser consagrado a Elegba. Pero en el Nuevo Mundo, se perdieron algunos sacerdocios de los orishas menos comunes. Los sacerdotes comenzaron a temer por la adoración de su respectivo orisha, así que decidieron consolidar sus prácticas religiosas a través de un sistema de iniciaciones que culminaba con el sacerdocio en el que, a diferencia de la usanza africana, el individuo recibía 5 ó 6 orishas. Esta adaptación demostró ser sumamente eficaz para el mantenimiento del culto entre los esclavos.
América fue un terreno especialmente fértil para el arraigo de las religiones tradicionales africanas y hoy día los Estados Unidos constituyen un foco de gran expansión de estas creencias. Muchos afroamericanos buscan sus raíces a través de la espiritualidad de la tierra de donde fueron arrancados sus antepasados, y se vuelven hacia la santería en busca de un pedazo de su identidad.
Los orishas no son entidades malvadas, sino que podríamos considerarlos como el equivalente a los ángeles cristianos. La imagen negativa asociada a la Santería ha sido en gran parte inventada por los medios de comunicación sensacionalistas y las exageraciones de Hollywood. Curiosamente, la Santería ha sido condenada y calumniada por la Iglesia Católica como una práctica bárbara, primitiva, arcaica, y demoníaca cuando jamás se ha dado el caso de que alguien haya sido forzado a abrazar esta fe o asesinado por tener otras creencias, algo de lo que el catolicismo no puede presumir. Con todo, los orishas y su religión se mantienen más vivos que nunca.
Rostro de Charum, del siglo VI antes de Cristo, una de las representaciones demoníacas del mundo clásico.