NUEVAS VÍCTIMAS
Una nueva forma de este tipo de persecuciones contra determinados grupos la podemos ver en la imagen criminalizante de determinadas minorías o grupos que nos muestran la literatura, la televisión, el cine y ciertas prácticas poco escrupulosas de periodismo. Los practicantes de modalidades religiosas o formas de vida poco convencionales ven a diario cómo los medios de comunicación les colocan en la actualidad los mismos sambenitos que en otros tiempos tenían que cargar homosexuales o judíos.
Esto se debe a que los niveles de ansiedad social alcanzan en la actualidad máximos históricos, por lo que hay que recurrir a explicaciones más asombrosas que de costumbre y echar mano incluso de amenazas ficticias. Buen ejemplo de ello es la presunta conspiración satánica a escala mundial contra la que llevan años arengando los telepredicadores estadounidenses y que ahora empieza a tener su eco entre los mucho más doctos y cautos representantes de la Iglesia Romana. Se habla de drogas y satanismo, sexo y satanismo, sida y satanismo, incesto y satanismo… Especial hincapié se hizo en su momento en la existencia de redes organizadas de pedófilos satánicos, cuando la realidad ha venido a demostrar que los pedófilos organizados se encontraban más bien en el otro equipo.
Es una muestra más de la visión sesgada de las cosas que muchas veces nos ofrece el cristianismo. La Iglesia ha condenado sistemáticamente la práctica del sacrificio, pasando por alto el hecho de que Jesús sacrificó su cuerpo y sangre reales para que la Eucaristía tenga su importancia espiritual. Dicho de otra forma, para que el pan y el vino sean símbolos del cuerpo de Cristo, se tuvo que verter sangre para que el ritual tuviera un significado profundo.
Y es que la noción de sacrificio está demasiado imbricada en la cultura humana. Incluso hoy, en África, los massai de Kenya y Tanzania, aunque nominalmente cristianos, siguen practicando el sacrificio de sangre. Este ritual forma parte importante de su tradición y estilo de vida. Ellos ofrecen estos sacrificios a su “verdadero Dios”, Enkai. Aunque los religiosos de aquellos países son conscientes de estas actividades, hay poco que puedan hacer para evitarlas.
En el caso de los massai, el modelo de sacrificio es muy similar al que podemos encontrar en muchas otras culturas. Se suele dar en situaciones en que una persona o la tribu desean obtener algún tipo de ventaja o asegurarse que un evento fortuito tenga plena satisfacción, por ejemplo una cosecha abundante. El ritual del sacrificio de sangre constituye en este caso una especie de “seguro”.