PANDEMONIUM
El prejuicio y la terminología hacen sumamente difícil escribir sobre demonología sin parecer incoherente o directamente estúpido. Como ya hemos visto, nuestros prejuicios culturales y el uso común del idioma hacen que “demonio” sea sinónimo de “ser malvado que habita en el infierno”. Históricamente se trata de una noción reciente, pero ha arraigado con fuerza en nuestro inconsciente colectivo.
Como indica su propio nombre, la demonología es la ciencia o doctrina que estudia todo lo referente a los demonios. En su forma y en su significado tiene una analogía obvia con la teología, que es la ciencia o doctrina sobre Dios. Son las muchas las formas que ha tomado esta ciencia. Existe una demonología “especulativa” y otra que tiene un propósito práctico (que se puede llamar demonología ascética o mística), que enseñaría a los hombres a estar al servicio de Satán.
También pueden ser considerados “demonios” los espíritus a los que se invoca en las religiones afrocaribeñas, aunque en ellas la relación con estos seres es muy diferente de aquella a la que estamos acostumbrados en la tradición judoeocristiana. Hay comunicación directa e interacción. La posesión es una parte de la liturgia y no es considerada algo siniestro. Es más, los espíritus ni siquiera son omniscientes u omnipotentes, sino que necesitan cosas de nosotros y, como resultado, se establecen pactos. Desde el punto de vista de la brujería o la Macumba, el dios del creador es tan grande y distante que no tiene ningún contacto con el hombre. Pero existen otros seres, espíritus puros que forman también parte del mundo natural, y que están deseosos de tener contacto con el hombre.
La religión afrocaribeña, como el cristianismo, está fragmentada en muchas tradiciones diferentes. Cada grupo sigue una trayectoria espiritual diferente y adora a un panteón heterogéneo de espíritus llamados Loa, palabra que significa “misterio” en la lengua Yoruba. Hay muchos de ellos y están divididos en familias.
La creencia tradicional de Yoruba incluye un dios principal llamado Olorun, que es remoto e incognoscible. Él fue quien autorizó al dios menor Obatala a crear la Tierra y todas las formas de vida. Sin embargo, una batalla entre ambos condujo al destierro temporal de Obatala.
No se trata de “manifestaciones” de una sola divinidad, sino de personalidades individuales. Existen múltiples clases de Loa (espíritus) que, lejos de constituir un panteón de una docena de dioses como el que tenían los grecorromanos, forman una población entera de espíritus capaz de saturar el más grueso tratado de demonología medieval.