LA IMPORTANCIA DE LAS FORMAS

¿Por qué esa importancia del pensamiento mágico a lo largo de la historia? Nuestro cerebro se estructura de tal manera que los “efectos” son mucho más importantes que las “causas”. Existe una poderosa razón para ello. La supervivencia requiere reacciones inmediatas ante los estímulos, sin detenerse a considerar qué los ha causado. Si uno ve salir de entre los arbustos una cosa enorme y cubierta de rayas, la primera reacción es correr en la dirección opuesta. Solo más tarde nos pararemos a pensar si es un tigre o una cebra.

Mientras, nuestra imagen pública oficial, la que mantenemos ante nuestros semejantes, es racional, científica y religiosa. Pero nuestra experiencia diaria real es mágica. Albergamos fuertes sentimientos sobre ciertas cosas como la sangre, los cuerpos desnudos, nuestros órganos genitales, el nacimiento, la muerte, la comida y un sinfín de cosas más. Son sentimientos absurdos, irracionales e inconfesables en muchas ocasiones. La inmensa mayoría de nosotros cree más en la suerte y la oportunidad que en la causa y el efecto.

Ese extraño tinte de subjetividad que aplicamos sin querer a todas las cosas nos lleva a curiosas contradicciones. Por ejemplo, contemplamos con horror como una gallina es sacrificada de manera limpia e indolora en el curso de un ritual de santería. Lo consideramos un acto brutal y primitivo digno de la mayor censura social y hasta de figurar en el Código Penal. Sin embargo, un minuto después somos capaces de comernos sin pestañear un pobre pollo que ha llevado una existencia miserable y ha muerto de una forma espantosa e inhumana junto a miles de sus congéneres en un matadero industrial.

Como hemos mencionado antes, el proceso de la obtención de carne a la manera judía involucra el agotamiento de la sangre mientras un rabino pronuncia una bendición. Estamos, por definición, ante un sacrificio ritual de animales que se practica miles de veces al día en todo el mundo. Sin embargo, nadie ve aquí un acto satánico ni horrible. Nadie habla de prohibir a los judíos comer carne sacrificada según sus rituales.

¿Adónde pretendemos llegar con todo esto? Simplemente a que el lector medite hasta qué punto nuestras posturas consensuadas socialmente hacia ciertos temas son realmente racionales, objetivas y razonables o fruto del prejuicio religioso puro y simple. Aunque nuestra sociedad es constitucionalmente secular, culturalmente eso está muy lejos de ser cien por cien cierto. Esta es una de las causas por las que miramos con especial recelo a aquellos inmigrantes que practican una religión distinta de la nuestra, mientras que tenemos una actitud mucho más benévola hacia los forasteros cristianos.